La letra pequeña de su acuerdo de salida de la familia real impide parte de sus planes.
Los duques de Sussex, en Londres el pasado 7 de enero.Toby MelvilleREUTERS-¿Sabes lo más curioso de Europa? Pequeñas diferencias. John Travolta explicaba a Samuel L. Jackson, en Pulp Fiction, cómo una palabra es capaz de transformar una simple hamburguesa en un manjar.
-¿Sabes cómo llaman al cuarto de libra con queso en París? Lo llaman royal con queso. El palacio de Buckingham propinó recientemente al príncipe Enrique y a su esposa, Meghan Markle, el enésimo mazazo al prohibirles usar el término royal
en su marca registrada de presentación al mundo: Sussex Royal. Y toda
la rabia contenida en el comunicado en el que la pareja acataba la
decisión sugiere que, por mucho que se presente como un contratiempo, ha
sido un golpe bajo. “Aunque ni la monarquía ni el Gobierno tienen
jurisdicción alguna sobre el uso del término royal en el ámbito internacional, el duque y la duquesa de Sussex no tienen intención de usar la marca Sussex Royal ni la reiteración del término royal
en ningún territorio (tanto dentro del Reino Unido como en el resto del
mundo) cuando se produzca la transición en la primavera de 2020”,
respondían los duques de Sussex. Un texto de más de mil palabras en el
que se comenzaban a perfilar los términos de esa transición, y que tenía
todo el aspecto de ser un intento de controlar las riendas de un
proceso que no ha sido tan suave como hubieran deseado.
La reina Isabel, con los duques de Sussex en junio de 2018.JOHN STILLWELLAFP
La Ley de Marcas Registradas de 1994 del Reino Unido protege en su
artículo 4 “…palabras, letras o símbolos que pueden llevar a las
personas a pensar que su usuario ha recibido recientemente o en el
pasado el patronazgo o la autorización real”. Como cualquier disposición
jurídica, la interpretación puede ser rígida o flexible, y la
casuística amplia. La oficina del lord Chamberlain (el funcionario de
mayor rango al frente de los asuntos de la Casa de los Windsor) ha
redactado sus propias guías de interpretación y ejemplos. La lista es
previa a que Enrique y Meghan causaran tanto revuelo en la familia real,
pero parece pensada para añadir sal a la herida. Ejemplos de uso
fraudulento de la palabra royal serían “vajillas, alimentos de lujo, comida orgánica, pastelería, bebidas alcohólicas, ropa, eventos deportivos, exhibiciones, ferias florales, y actos
turísticos, médicos y de filantropía”, dice el texto. Y añade: “la lista
no es exhaustiva”.
Por el contrario, actividades para las que el término no encierra
problema alguno serían “servicios financieros o de seguros, doble
acristalamiento de ventanas, reparaciones eléctricas, o productos como
monopatines, ordenadores, videojuegos o camisetas”. Nunca un texto legal pudo contener tanta carga de crueldad no intencionada.
El príncipe Enrique y Meghan,
interpretan los medios británicos, comienzan a entender en qué consiste
tratar “profesionalmente” con el palacio de Buckingham. “Los Sussex
entendieron de inmediato de la importancia de proteger una marca. Por
eso se dieron tanta prisa en registrar Sussex Royal para cualquier uso
comercial futuro (incluidos pijamas, según nos han contado)”, escribía
Robert Hardman, especialista en asuntos de la realeza, en The Daily Mail. “Difícilmente pueden poner objeción a que la reina y sus empleados, que
representan una institución que lleva siglos protegiendo la marca,
hayan puesto sobre la mesa unas leyes ya consolidadas de protección de
su propiedad intelectual”. Enrique y Meghan retendrán, como ellos mismos se encargan de recalcar en el comunicado, el título de Su Alteza Real (HRH, en sus siglas en inglés). Pero admiten que no lo usarán en el día a día “porque dejarán de ser
miembros activos de la familia real a partir de la primavera de 2020” .
El príncipe solo seguirá siendo mayor, teniente comandante y jefe de
escuadrón durante los 12 meses que dure el periodo de prueba, después
del cual el palacio de Buckingham y los Sussex deberán revisar sus
términos y adaptarlos a los acontecimientos. Y la pareja mantendrá el
dispositivo de seguridad del que disponen hasta ahora, por “el perfil
público que supone haber nacido en el seno de la familia real, la
carrera militar [del príncipe], el propio perfil independiente de la
duquesa, y el nivel de riesgo y amenaza que ambos comparten y que ha
sido ampliamente documentado en los últimos años”.
Nadie duda de que la capacidad de la pareja para asegurar su
independencia económica está más que asegurada, y los expertos que se
han puesto a calcular los ingresos que pueden obtener en un futuro
inmediato hablan de decenas de millones de euros. No se ha calculado todavía, sin embargo, el lucro cesante que implica
un deterioro progresivo de la reputación al que la prensa
sensacionalista británica se ha dedicado con empeño desde el primer
minuto. “Ese comunicado ha sido la rabia rencorosa de Meghan. Meghan siempre consigue lo que Meghan quiere”, se desfogaba Tom Bower en el programa Good Morning Britain,
cuyo presentador, el periodista Piers Morgan, se ha convertido en el
azote diario de la actriz estadounidense. Junto a él estaba sentada la
periodista Afua Adom, en representación de una prensa liberal que
todavía sigue haciendo causa en la defensa de una pareja que ha decidido
soltar amarras con las rigideces de la familia real y de una mujer que
ha sustituido a Camilla Parker-Bowles, la duquesa de Cornualles, como
blanco de todos los ataques. Y de momento, van ganando los primeros, que se han regodeado en el
escarnio. Hamburguesas, monopatines o camisetas, sí. Para el resto,
deberán conformarse con ser Enrique y Meghan. A secas.
El modelo detalla además que Choupette, la famosa y millonaria gata del diseñador, sigue al cuidado de Françoise, su ama de llaves y, como ya se sabía, ha confirmado también es una de las herederas del legado del modista.
En la entrevista, que ha realizado con motivo del lanzamiento de su
libro en el que habla en profundidad de su unión con Lagerfeld,
Giabiconi ha dado detalles de la ambigua relación que mantuvo durante
años con el diseñador. Karl Lagerfeld
consideraba a Baptiste Giabiconi como su hijo espiritual aunque fue
algo más, una pareja con la que vivió una discreta relación. Maniquí de
profesión, Giabiconi tenía 19 años
cuando se convirtió en el modelo fetiche del diseñador y en el hombre
que le acompañaba a todas partes. Giabiconi, que hizo su debut en
Couture SS 2009, ocupó un lugar estelar en los desfiles de Chanel y se
encargó de cerrar los shows de la maison durante los siguientes años.
Baptiste Giabiconi y Karl Lagerfeld, en París, en 2015.CORDON PRESS
Según Giabiconi, fueron su “espontaneidad” y su “frescura” las que
conquistaron a Lagerfeld. “El hecho de no tener un código”, cuenta en la
televisión francesa. “A menudo, nos abrazábamos. Fue una relación
filial, muy poderosa, con un amor que no podíamos describir”, explica el
heredero principal de Lagerfeld, a quien cariñosamente llamaba “mi
Karl, mi pequeño Karl y, a veces, mi amor”. “Nunca hubo ninguna sombra
de ambigüedad entre nosotros”, admite. La complicidad en su relación se reflejaba, dice, en sus constantes
discusiones y debates. “Podíamos decirnos de todo”, recuerda y añade que
el emperador de la moda “odiaba las discusiones sobre intelectuales”. Además de esos momentos, las compras también ocupaban momentos
importantes en sus vidas. “Karl era excesivo en todo. Fuimos a Colette, a
Dior…quería saciarme. (…) Decía: ‘solo hay para el sinvergüenza’. Un
sinvergüenza que llenó ese vacío, esa soledad”, relata. Aunque el vínculo que unía a los dos hombres sigue siendo
indefinible, lo que sí es cierto es que Lagerfeld llegó a pensar en
adoptar a Baptiste Giabiconi. “Quería que fuera su hijo de una forma u
otra. Quería protegerme”, cuenta el modelo. Una protección que incluyó
no informarle de su enfermedad, un cáncer que acabó con su vida el 19 de febrero de 2019, a los 85 años. “Se camufló mucho, nunca habló de ello, no quería (…) Convirtió sus
sesiones de quimioterapia en sesiones de acupuntura. Lo entendí.
Respetaba su elección de no querer hablar de ello”, explica el modelo
sobre las excusas que le daba el diseñador cuando recibía quimioterapia.
Baptiste Giabiconi, ahora de 30 años, no era un desconocido en el
mundo de la moda pero su unión laboral y personal al diseñador alemán
supuso un salto cualitativo en su carrera. “Es la versión masculina de
Gisele Bündchen. Bien con ropa y, más aún, sin ella”, dijo de él
Lagerfeld en alguna ocasión. El modelo definía así su conexión con el
diseñador: “Karl puede despertar en mí un lado femenino sin que tenga la
sensación de que mi masculinidad se vea afectada”. Un año después de su muerte, Baptiste Giabiconi sigue recordándolo. “Lo
que extraño es no poder llamarlo. Fue maravilloso haber compartido más
de 10 años a su lado”, concluye.
Plácido Domingo, en una imagen de diciembre de 2019.MÒNICA TORRES / VÍDEO: EPV
Las acusaciones de acoso sexual contra el tenor español Plácido
Domingo son ciertas y van desde “el flirteo hasta proposiciones
sexuales, dentro y fuera del ámbito de trabajo”, según las conclusiones
de un informe encargado por el sindicato de músicos de ópera de Estados
Unidos (AGMA) que se ha hecho público este martes. Al mismo tiempo,
Domingo ha admitido por primera vez “toda la responsabilidad” ante las
acusaciones de acoso y ha pedido perdón a las víctimas.
Las acusaciones de acoso sexual contra el tenor español Plácido
Domingo son ciertas y van desde “el flirteo hasta proposiciones
sexuales, dentro y fuera del ámbito de trabajo”, según las conclusiones
de un informe encargado por el sindicato de músicos de ópera de Estados
Unidos (AGMA) que se ha hecho público este martes. Al mismo tiempo,
Domingo ha admitido por primera vez “toda la responsabilidad” ante las
acusaciones de acoso y ha pedido perdón a las víctimas. Tras
las conclusiones del sindicato AGMA, de las que solo se conoce un
somero comunicado, quedan pendientes las pesquisas abiertas por la Ópera
de Los Ángeles, institución que el tenor dirigió desde 2003 hasta su
dimisión el pasado octubre a raíz de las acusaciones aparecidas en una
investigación periodística de la agencia Associated Press (AP).
Esta misma agencia asegura ahora, citando fuentes cercanas a la
investigación, que el sindicato ha encontrado testimonios creíbles de 27
personas anónimas entre las que hay mujeres que fueron acosadas o han
sido testigos de situaciones de acoso durante dos décadas. El sindicato
aclaró que “por ahora” no tiene intención de hacer públicos los detalles
de su investigación. “El sindicato va a tomar medidas para resolver las
cuestiones sistémicas que permitieron que ocurriera el acoso en el
trabajo y se quedara sin denunciar”, aseguró en respuesta a los medios. El tenor español, de 79 años, reconoció los hechos en un
comunicado enviado a la agencia AP, que fue la primera en investigar su
comportamiento sexual en el trabajo y que el pasado 13 de agosto
publicó los primeros testimonios de nueve mujeres contra él. “En los
últimos meses he tenido tiempo para reflexionar sobre las acusaciones
que han hecho contra mí varias de mis colegas. Respeto el hecho de que
estas mujeres finalmente hayan tenido el valor de denunciar y quiero que
sepan que estoy verdaderamente arrepentido del daño causado. Asumo
completamente la responsabilidad por mis actos y he crecido a partir de
esta experiencia”.
Cuando se publicaron los primeros nueve testimonios en su contra
(todos anónimos menos uno) respondió sin negar los hechos pero en tono
exculpatorio. “Es doloroso oír que he podido molestar a alguien”, dijo, y
calificó los relatos de “inexactos”. “Las reglas y valores por los que
hoy nos medimos, y debemos medirnos, son muy distintos de como eran en
el pasado”, añadió. La agencia publicó entonces una continuación con 11 testimonios más
de mujeres que decidieron contar su experiencia después de ver las
explicaciones de Domingo . Entre ellas, la cantante Angela Turner Wilson
relataba cómo en la temporada 1999-2000 de la ópera de Washington,
Domingo le manoseó los pechos en el camerino mientras se maquillaban. Ella tenía 28 años y él 59. Domingo respondió a esta segunda ola de
acusaciones a través de sus abogados: “La campaña continuada de AP para
denigrar a Domingo no solo es equivocada sino inmoral”. Dos investigaciones formales se iniciaron a raíz de aquellas
denuncias. La primera, en la Ópera de Los Ángeles, que se la encargó a
Debra Wong Yang, una abogada especialista en delitos de guante blanco y
protección de la reputación. La institución “está en proceso de recibir y
analizar los resultados de la investigación independiente”, dijo una
portavoz este martes. “Esperamos completarlo pronto”. Un portavoz del despacho de abogados Gibson Dunn, donde trabaja Wong
Yang, informó de que “el trabajo está casi terminado” y que se
encuentran en conversaciones con la ópera sobre el contenido del mismo. Mientras, el sindicato AGMA, uno de los dos que representan a
trabajadores de la música clásica en Estados Unidos, encargó al abogado
J. Bruce Maffeo, un antiguo fiscal federal, que investigara las
acusaciones contra Domingo. El sindicato pidió a todo aquel que tuviera
algo que decir que se pusiera en contacto de manera confidencial con el
abogado. El objetivo no era solo aclarar el comportamiento de Domingo,
sino encontrar los “fallos sistémicos” en la industria que habían
permitido ocultarlo durante décadas. Esta es la investigación cuyo
resultado se ha conocido este martes. Sin entrar en detalles, AGMA
asegura que “confirma las acusaciones contra Plácido Domingo”.
Europa versus EE UU
La carrera de Domingo, uno de los cantantes más celebrados de la
historia, quedó detenida en Estados Unidos casi inmediatamente. Varias
instituciones de ópera cancelaron sus conciertos previstos para otoño. El tenor anunció su retirada del cartel del Metropolitan de Nueva York
dos días antes de una actuación prevista para el 24 de septiembre. Según
The New York Times, la situación se hizo insostenible después de que los trabajadores de la producción de Macbeth
se quejaran de la presencia de Domingo en el ensayo general. Domingo,
que actuó durante 51 años en Nueva York, no ha vuelto a actuar en
Estados Unidos. La situación contrasta con su carrera en Europa, donde se le ha dado
el beneficio de la duda hasta ahora. Domingo fue recibido con una
ovación en el festival de Salzburgo poco después de surgir las
acusaciones. En diciembre recibió otra ovación en Milán y realizó dos
actuaciones con el teatro lleno en Berlín. La semana pasada, la Ópera de
Israel confirmó que planeaba seguir adelante con el concurso anual
Operalia, que patrocina el tenor, previsto para octubre en Tel Aviv. En Madrid, tanto el Teatro Real como el Teatro de la Zarzuela
anunciaron este martes que están debatiendo qué hacer con las
actuaciones del tenor previstas en mayo. El Gran Teatro del Liceo, en
Barcelona, comunicó que considera positiva "la asunción de las
responsabilidades" de Plácido Domingo "para combatir estos hechos en el
futuro y respetar el sufrimiento de todas las mujeres que han pasado por
estas circunstancias". También afirmaba que "no tomará una decisión
sobre su contratación" de momento, informa Jesús Ruiz Mantilla. El Palau de les Arts, en Valencia, donde el pasado diciembre Domingo
fue ovacionado en su primera aparición en España después de las
acusaciones y cuyo director artístico, Jesús Iglesias, pidió respeto a
la presunción de inocencia, también anuncia ahora que estudiará la
situación. "Se trata de una decisión difícil, que no se puede tomar
alegremente en ningún sentido porque tienes que estudiar bien las cosas y
hay aspecto legales que se deben tener en cuenta”, ha dicho Iglesias
este martes. No hay compromisos pendientes del cantante con el Palau de
les Arts, informa Ferran Bono.
Las informaciones contra Domingo no solo se basaban en testimonios
directos de abusos, sino que citaban también decenas de trabajadores de
la industria de la ópera en Estados Unidos que aseguraban que el
comportamiento del tenor era vox pópuli en este ambiente.
Plácido Domingo lleva medio siglo en la primera fila de la ópera mundial
y es una de las figuras más poderosas de la música clásica. Su
comportamiento con las mujeres jóvenes era asumido y su posición de
enorme poder en el mundo de la música hacía que las mujeres no
denunciaran por miedo a dañar sus carreras.
Una visión sagrada del cuerpo femenino y su contemplación como sujeto
pasivo de profanación y violencia poblaron siempre el pensamiento y la
obra de Ana Mendieta
(La Habana, 1948-Nueva York, 1985). Algunos de los dibujos, de las
fotografías y de las películas que podrán contemplarse a partir del
próximo sábado en la pequeña exposición de la madrileña galería Nogueras Blanchard
así lo atestiguan. Pero probablemente nunca se sabrá si aquella
madrugada de 1985 en que se precipitó desde el piso 34º de su casa en el
Greenwich Village fue un suicidio, un accidente o la confirmación de
esos fantasmas profanadores en forma de asesinato . ¿Se arrojó Ana
Mendieta por la ventana? ¿Y por qué? ¿Se cayó? ¿Y cómo? ¿La arrojó su
esposo, el también artista —y estrella mundial— Carl Andre? ¿Y en qué circunstancias? Desde un punto de vista jurídico, la tercera opción quedó desactivada
tres años después del suceso, cuando un juez de Nueva York exculpó al
escultor y figura destacada del arte minimalista por falta de pruebas. Pero en un plano afectivo-emocional-subjetivo, la cosa es distinta. Ni
la familia de la artista cubana, que tenía 36 años cuando murió; ni
muchos de sus seguidores y coleccionistas; ni plataformas activistas
como Whereisanamendieta, Sisters Uncut o No Wave Task Force han cejado en el empeño de defender la hipótesis del asesinato. Consecuencia de ello son los actos de protesta que suelen organizar
esos colectivos ante los museos y las galerías que montan exposiciones
de Carl Andre por el mundo. En realidad la indignación suele ir dirigida
a los patronos de la Dia Art Foundation,
la institución estadounidense que gestiona la obra del escultor. El
ejemplo más sonado fue la concentración de más de 500 personas
convocadas por los grupos Guerrilla Girls y Women’s Action Coalition ante el Guggenheim de Nueva York
en 1992 cuando fue inaugurada una antológica sobre Andre.
Los
manifestantes esparcieron cientos de fotocopias con obras de Ana
Mendieta por las salas del centro. También hubo problemas en las puertas de la Tate Modern de Londres
cuando en junio de 2016, con motivo de la reapertura del museo tras su
remodelación, componentes de Sisters Uncut y Whereisanamendieta se
manifestaron al grito de “¡Tate, queremos venganza, ¿dónde coño está Ana
Mendieta?” en protesta contra el privilegiado lugar que en su opinión
otorgaron a Carl Andre en la nueva presentación de la colección y el
ninguneo con el que condenaron a la artista fallecida, de la que la Tate
posee varias obras.
Ana Mendieta y su esposo, Carl Andre, en una 'performance' conjunta.The Estate of Ana Mendieta Collection
Una visión sagrada del cuerpo femenino y su contemplación como sujeto
pasivo de profanación y violencia poblaron siempre el pensamiento y la
obra de Ana Mendieta
(La Habana, 1948-Nueva York, 1985). Algunos de los dibujos, de las
fotografías y de las películas que podrán contemplarse a partir del
próximo sábado en la pequeña exposición de la madrileña galería Nogueras Blanchard
así lo atestiguan. Pero probablemente nunca se sabrá si aquella
madrugada de 1985 en que se precipitó desde el piso 34º de su casa en el
Greenwich Village fue un suicidio, un accidente o la confirmación de
esos fantasmas profanadores en forma de asesinato. ¿Se arrojó Ana
Mendieta por la ventana? ¿Y por qué? ¿Se cayó? ¿Y cómo? ¿La arrojó su
esposo, el también artista —y estrella mundial— Carl Andre? ¿Y en qué circunstancias?
Desde un punto de vista jurídico, la tercera opción quedó desactivada
tres años después del suceso, cuando un juez de Nueva York exculpó al
escultor y figura destacada del arte minimalista por falta de pruebas.
Pero en un plano afectivo-emocional-subjetivo, la cosa es distinta. Ni
la familia de la artista cubana, que tenía 36 años cuando murió; ni
muchos de sus seguidores y coleccionistas; ni plataformas activistas
como Whereisanamendieta, Sisters Uncut o No Wave Task Force han cejado en el empeño de defender la hipótesis del asesinato.
Consecuencia de ello son los actos de protesta que suelen organizar
esos colectivos ante los museos y las galerías que montan exposiciones
de Carl Andre por el mundo. En realidad la indignación suele ir dirigida
a los patronos de la Dia Art Foundation,
la institución estadounidense que gestiona la obra del escultor. El
ejemplo más sonado fue la concentración de más de 500 personas
convocadas por los grupos Guerrilla Girls y Women’s Action Coalition ante el Guggenheim de Nueva York
en 1992 cuando fue inaugurada una antológica sobre Andre. Los
manifestantes esparcieron cientos de fotocopias con obras de Ana
Mendieta por las salas del centro.
También hubo problemas en las puertas de la Tate Modern de Londres
cuando en junio de 2016, con motivo de la reapertura del museo tras su
remodelación, componentes de Sisters Uncut y Whereisanamendieta se
manifestaron al grito de “¡Tate, queremos venganza, ¿dónde coño está Ana
Mendieta?” en protesta contra el privilegiado lugar que en su opinión
otorgaron a Carl Andre en la nueva presentación de la colección y el
ninguneo con el que condenaron a la artista fallecida, de la que la Tate
posee varias obras.
Ana Mendieta y su esposo, Carl Andre, en una 'performance' conjunta.The Estate of Ana Mendieta Collection
Hay que decir que la reputación de Carl
Andre había quedado bastante tocada tras la muerte de Mendieta, y ya se
sabe: al mundo del arte —bueno, como le pasa al resto de la sociedad,
vaya— no le suele gustar mezclarse con según qué reputaciones”. En
aquella ocasión, una decena de mujeres con camisetas manchadas de sangre
irrumpió en la exposición al grito de “¡Frente a la injusticia,
injusticia, y tu sangre, tu sangre, usamos nuestros cuerpos en señal de
protesta, protesta, y gritamos con tu cuerpo arrojado al vacío no, no,
no!”.
Una de las postales escritas por Ana Mendieta a su madre desde Italia.The Estate of Ana Mendieta Collection
Lo cierto es que ni el contexto en el que se produjo la muerte de la autora de Rape scene (escena de violación) y Death of a chicken
(muerte de un pollo) ni el modo en que transcurrió el juicio a Andre
contribuyeron a la calma social en torno a este trágico episodio. Sucesivas presiones ejercidas por los círculos de amistad del escultor
en el mundo del arte desembocaron en el hecho de que no lo juzgase un
jurado popular, como tenía que haber sido, sino un juez Y la altísima fianza que le fue impuesta la pagó su amigo el también escultor y estrella mundial Frank Stella. Los abogados de Carl Andre pusieron todo su empeño en resaltar las
supuestas tendencias depresivas de la artista. Los de la familia
Mendieta no acertaron a hacer valer como pruebas inculpatorias los
arañazos que tenía Carl Andre en su rostro cuando llegó la policía ni
los gritos de “¡nooo, nooo!” que varios vecinos aseguraron haber oído
antes de la caída de Ana Mendieta.
Pero no todo el mundo, ni mucho menos, defiende la tesis del asesinato de Mendieta. Es el caso de Barbara Rose,
que fue una de las grandes críticas de arte y comisarias artísticas en
la escena estadounidense de los setenta, ochenta y noventa, y
precisamente exesposa de Frank Stella. “Las feministas han acusado
siempre a Carl Andre de matar a Ana, que entonces era su esposa. Él no
lo hizo. Los dos estaban borrachos y ella se cayó por la ventana. Carl
Andre no era capaz de hacer daño ni a una mosca”, asegura Rose a El País Semanal desde su casa de Palm Beach.
'Sin título', obra presente en la exposición de Madrid.The Estate of Ana Mendieta Collection
Las postales que en 1984 escribió Ana Mendieta desde Italia y Malta a
su madre, Raquel, integrarán junto con una serie de dibujos y tres
películas cortas la exposición de la galería Nogueras Blanchard, Tropic-Ana, “una muestra pequeña e íntima que a través de esos dibujos y de sus
notas personales quiere regresar a lo más privado de Ana”, según el
artista cubano Wilfredo Prieto, comisario de la muestra. Esas postales, que nunca han sido expuestas en público, no constituirán
nunca una prueba jurídica sobre la culpabilidad o inocencia de nadie ni
sobre la resolución de ningún posible crimen. Pero sí sugieren alguna
idea sobre el estado de ánimo en que debía de encontrarse Ana Mendieta
apenas unos meses antes de su muerte. No parecía el de alguien que
tuviera programado quitarse de en medio a corto o medio plazo: “Querida
Mamita, nada más unas líneas para darte la buena noticia de que voy a
tener una muestra en Roma que inaugura marzo 21 la galería Primo Piano. En fin mis labores empiezan a tener fruto. Espero que estés bien y que
ya el frío a pasado de Iowa [sic]. Recibí una carta de Ignacio muy
cariñosa y fotos del nuevo sobrino. Me alegro mucho por todos. Un
besote. Tu hijita Ana”, escribe desde Nápoles.
Dibujo de la exposición en Madrid.The Estate of Ana Mendieta Collection
Raquel Cecilia Mendieta,
sobrina de Ana Mendieta y responsable de su legado junto con su madre y
hermana de la artista, Raquelín, explica así desde Nueva York el valor
de esos documentos: “Esas postales revelan la inspiración generada en
Ana al visitar lugares como Malta y su entusiasmo por su primera
exposición individual en Roma”. Fue precisamente en Roma donde Mendieta ejecutó los dibujos que ahora
podrán contemplarse en Madrid. Raquel Cecilia Mendieta es autora del
documental Whispering cave (la cueva de los susurros), un precioso road trip
en busca de las esculturas sobre roca que Mendieta hizo en 1982 en las
montañas de Jaruco, en Cuba. En la actualidad ultima otra película sobre
la vida y obra de su tía.
Ana Mendieta empezó pintando de muy joven, pero pronto sintió que
estaba ante un soporte y unas posibilidades creativas en exceso
convencionales para sus ansias expresivas. “Dejó de pintar porque sintió
que las pinturas no transmitían la magia que esperaba proyectar, la
cual descubrió cuando comenzó a usar su cuerpo como medio”, detalla su
sobrina y hoy máxima experta en su obra. Ana Mendieta perseguía la
tierra, y el aire, y el agua, y el fuego, en un camino casi obsesivo de
fusión entre la naturaleza y el arte. Eso la llevó al land art. Pero sobre todo perseguía su propio cuerpo y, desde él, el cuerpo femenino. Así que desembocó en el body art.
Todo ello tamizado por cierta espiritualidad a caballo entre su
educación católica y su gran afición a los rituales de la santería
cubana. Hija de un prestigioso político y de una profesora de química, su padre
rompió pronto con la revolución castrista y cayó en desgracia. Ana, de
12 años, y su hermana Raquel, de 14, fueron enviadas a Estados Unidos en
1961, en el marco de la llamada Operación Pedro Pan
orquestada por círculos católicos de La Habana. De casa en casa y de
Estado en Estado (Florida, Iowa…), Ana Mendieta pasó 5 años sin su madre
y 18 sin su padre. Exilio, soledad y sentimiento de pérdida se
incrustarían de forma indeleble en su vida y en su obra, que se forjó
sobre todo en la Universidad de Iowa de la mano del artista Hans Breder. Fue allí, en 1973, cuando ejecutó —como homenaje a una compañera que
había sido violada en el campus— su performance Rape scene, la obra que con tan solo 25 años catapultó su nombre a la escena artística de EE UU.
Retrato de la artista a partir de una fotografía.The Estate of Ana Mendieta Collection
Manuel Borja Villel admira su figura y la tilda de “artista
importantísima en el panorama internacional”, aunque lamenta su tardío
reconocimiento: “Más allá de su muerte trágica, que le añade mito a la
cosa”, señala, “hay que decir que la generación de creadoras de la que
Mendieta o Nancy Spero
forman parte tardó años en explotar porque estaba presa entre dos masas
tectónicas: la de los grandes artistas estadounidenses de los sesenta y
los setenta —casi todos hombres—, como Donald Judd o Dan Flavin, y la siguiente generación de los
ochenta, con artistas más bien ligados al neoexpresionismo y la
vanguardia, como Schnabel”.
El director del Reina Sofía, que espera confirmar en breve la
donación de una obra de Mendieta por parte de uno de los patronos del
museo, analiza así la dimensión creativa de la pintora, escultora y performer
nacida en La Habana: “Es una artista que claramente se sitúa entre dos
culturas: la cubana y la norteamericana. Y este elemento intercultural
hoy está del todo aceptado, pero en aquellos años resultaba mucho más
disruptivo. Y aún lo fue más en aquel entonces la introducción que ella
hizo de todos esos elementos y temas que tienen que ver con el
feminismo, la sangre, el cuerpo de la mujer y la violencia ejercida
contra ella…, y además todo ello con un toque como grotesco que yo creo
que le venía sobre todo de Goya”. ¿Feminista? ¿Activista? ¿Artivista? Frente al furor que su figura
despertó siempre en esos círculos, su sobrina Raquel Cecilia Mendieta
pone las cosas en su justo lugar: “No se consideraba feminista, pero fue
una mujer que usó su cuerpo y sus experiencias como mujer en su obra. De hecho, su obra temprana tiene mucho que ver con su propio
interrogatorio hacia su identidad como latina, como mujer y como persona
desplazada de su patria”. Tampoco se dejó utilizar por ciertas
profesionales del activismo que, a su llegada a Nueva York en 1978,
vieron en ella un objetivo prioritario como estandarte. “Pronto
descubrió”, añade su sobrina, “que el feminismo era ‘un movimiento de
mujeres blancas’ y se desilusionó”.
Fue en aquel efervescente Nueva York de los ochenta donde Ana
Mendieta se encontró demasiado pronto con la muerte. Le esperaban
probablemente el éxito del prestigio y el comercial. Pero su cuerpo
acabó sobre el tejado de una tienda de comida de la calle Mercer de
Manhattan. Crimen, suicidio, accidente… Solo Carl Andre lo sabe. “La
familia mantiene la posición de que Ana fue asesinada por su marido, que
tenía tendencias violentas hacia las mujeres.Ella estaba muy contenta, llena de planes para su futuro como artista y
con idea de divorciarse de Andre”, dice su sobrina. El misterio Mendieta
sigue ahí. Y seguirá para los restos, con toda probabilidad.