Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 ene 2020

En Atenas por Maruja Torres

Circunstancias personales me han traído a Atenas, coincidiendo con la jornada electoral de supuesto infarto europeo, seguida de presunto alivio ídem, y presidida por la coacción y el miedo provocados hasta el final por los administradores del poder económico y por sus voceros.
Por suerte, ajena a titulares clónicos y a consignas ciegamente admitidas por quienes deberían pensar y pensarse antes de acatar y someterse, he repensado Grecia —la que tanto nos dio— en compañía de Pedro Olalla.
El helenista asturiano, afincado en la capital griega, siempre alza la voz para recordarnos que sólo en el reforzamiento de la ciudadanía —eso que nació aquí, hace tantos años— hallaremos la fuerza para resistir los dictados de los poderes económicos que nos sojuzgan a través del manejo de la deuda que ellos mismos nos ayudaron a crear.
 Sólo más democracia evitará el premeditado desmantelamiento de la democracia.
 Pedro tiene blog y legiones de seguidores en Youtube, y acaba de sacar un nuevo libro imprescindible, Historia menor de Grecia (Acantilado).

Recorrí con Olalla el Ágora, y penetré lentamente con él, a la sombra de olivos y laureles, y entre el perfume dulzón y engañoso de las adelfas —laureles amargos, se llaman, en griego: un potencial veneno—, en el proceso que condujo a la creación de la democracia y de la noción de individuo responsable y con derechos ciudadanos.
 El ayer y el hoy se fundían, con sencillez y claridad.
 Cómo hemos podido renunciar a tantas parcelas de libertad, y cómo hemos permitido que nos gobiernen los lacayos de quienes nos han convertido en sus clientes entrampados.
Tal vez fuera la luz, la luz de Atenas —de aquella que nos fundó—, lo que me anudó el pecho ayer, cuando volví los ojos hacia este sumidero de mediocres sumisos en que hemos devenido.
Volver a empezar, más que nunca.

Los secretos políticos y amorosos del Elíseo

El historiador Jean Garrigues hace un recorrido por la larga lista de escándalos sexuales de presidentes y dirigentes franceses.

Nicolas Sarkozy y Carla Bruni, en París en septiembre de 2019.
Nicolas Sarkozy y Carla Bruni, en París en septiembre de 2019. Getty Images

 

Todo esto es contado de manera minuciosa en Una historia erótica del Elíseo, de la Pompadour a los paparazzi
Este último libro —de una larga lista— sobre los escándalos sexuales de los que ha sido testigo el Elíseo no lo ha escrito nadie del mundo del corazón, ni siquiera de la prensa francesa.
 Lo firma Jean Garrigues, historiador y presidente del Comité de Historia Parlamentaria y Política. Al teléfono, reconoce que cuando le propusieron contar estas historias dudó.
 Esa temática “forma parte de los aspectos privados de la función pública y solo puede ser interesante en cuanto nos dice algo de una época o de los personajes que nos han gobernado”, explica.
 Pero fue este mismo razonamiento el que acabó por convencerle de la conveniencia de escribir sobre la “erótica del Elíseo”.
“No se trata solo de anécdotas, de una curiosidad malsana. Nos aclara la personalidad de los que llegan al poder, sobre su manera de concebir la seducción, pero también las batallas, las conquistas, la manera de ver la sociedad, la vida y, sobre todo, su forma de concebir el poder. 
Al menos hasta Nicolas Sarkozy había una concepción muy monárquica, era la omnipotencia, ese creer que un presidente podía hacer de todo y permitírselo todo”.

A la par, “también nos aclara las prácticas de una época, la evolución de la mentalidad, especialmente en la relación de hombres y mujeres, la manera en que consideramos la seducción, la pareja… 
Todo eso es algo muy interesante en el plano sociológico, dice mucho del personaje político mismo y también sobre una sociedad globalmente en su mirada ante la relación hombre-mujer”.
Anne Pingeot y su hija Mazarine —amante e hija secreta del presidente Mitterrand— en su funeral, en 1996.
Anne Pingeot y su hija Mazarine —amante e hija secreta del presidente Mitterrand— en su funeral, en 1996. Getty Images
De hecho, recuerda Garrigues, sobre las verdaderas circunstancias de la muerte de Felix Faure “hubo algunos artículos en la prensa, pero la mayoría de los periódicos o no hablaron de ello o lo hicieron de manera casi divertida, pero para nada en un tono de condena o reprobación, sino más bien comprensión”.
Algo que hoy sería imposible, como tampoco existiría tolerancia ni connivencia de la era de Mitterrand, quien durante años consiguió que nadie revelara que tenía una hija secreta.
 O de su predecesor, Valéry Giscard d'Estaing, sobre quien, recuerda Garrigues, circularon numerosos rumores de infidelidades y de sus famosas salidas nocturnas, sobre todo desde el “accidente lechero”, cuando, llegando de madrugada al Elíseo al volante de un coche deportivo, en 1974, el presidente habría chocado con un camión de transporte de leche.
“La forma en que Giscard, Mitterrand o Chirac —del que se cuenta que la noche en que murió Lady Di en París estaba ilocalizable porque se encontraba con su amante, la actriz Claudia Cardinale— vivieron su vida amorosa o íntima sería absolutamente imposible hoy”, señala Garrigues, apuntando, por un lado, a la “sobreinformación” y las redes sociales.
 Pero también hay ahora “una intolerancia de la opinión pública: al igual que los ciudadanos toleran cada vez menos las derivas financieras o políticas, exigen también una especie de transparencia, de integridad en la vida privada” de sus mandatarios. Lo que lleva a veces a extremos, como, recuerda, pasó con los rumores sobre una presunta homosexualidad que el actual inquilino del Elíseo, Emmanuel Macron, se vio obligado a desmentir cuando estaba en campaña.

4 ene 2020

Hubo una vez una Princesa que besó a un Sapo


El equipo Pedroche------------------------------------ Boris Izaguirre-

Cada vez que miremos hacia el cielo veremos ese techo de cristal que hay que sobrevolar y sobrevivir.

Cristina Pedroche.
Cristina Pedroche.

Es un buen síntoma que el traje que vista Cristina Pedroche en las campanadas unifique al público.
 Es bueno para el país y para la televisión.
 Lo inquietante es que siga siendo un cuerpo de mujer, más o menos desnudo, lo que provoque esa unificación.
 Aunque el varón pareciera no tener otro rol que el de acompañante en ese balcón gélido sobre la Puerta del Sol, su presencia exalta todos los clichés creados para el sexo femenino.
 En mi opinión, Pedroche, en su armadura erótica, es un nuevo Don Quijote y el cocinero Chicote, un Sancho Panza en esmoquin.
Aunque en otro balcón de esa misma plaza Anne Igartiburu estuviera vestida por Lorenzo Caprile en el rojo exaltado que prefiere, esa sensación de armadura y mujer trofeo flotaba en el aire de fin de década.
 Anne también enseñaba piel, humana y fina, incluso clásica, pero siguiendo ese look doncella, casi como si ella fuera Dulcinea. Roberto Leal era un fiel escudero con un mensaje similar: mujer bella, blanca, anuncia algo trascendente, un cambio, envuelta por aires de princesa, de mujer trofeo.
 Reconozco que por un momento ambicioné que detrás de cámaras, al estar físicamente cerca, Anne y Cristina intentaran darse un abrazo en sus armaduras y seguir adelante con ese guion de que las campanadas mientras más desnudas más divertidas.

Bueno, ya que tanta gente le ha sacado “inspiraciones” no reconocidas al traje de Pedroche, yendo tan lejos como a recordar que Yves Saint Laurent firmó una colección acompañándose de las esculturas metálicas que Claude Lalanne creo usando el cuerpo de la modelo Verushka como molde y que el diseñador colocó sobre dos vestidos de chifón, casi la misma técnica que se empleó en el traje de Pedroche, podrían también desempolvar el esmoquin femenino para fin de año. 

La otra referencia pudo ser la portada de la revista POP donde Kate Moss aparecía envuelta por una escultura del provocador artista Allen Jones. 

Toda esta información arty, que muchos usan para afear la atrevida gestión de Pedroche, es como querer intelectualizar las campanadas.

Tamara Falcó, fotografiada en diciembre en Madrid.
Tamara Falcó, fotografiada en diciembre en Madrid.
Tamara Falcó también protagonizó su spot hecho a la medida de Porcelanosa, una empresa ligada a su familia desde antes que naciera. 
Claramente todo el mundo leyó entre líneas una especie de entrega del relevo a la hija de Isabel Preysler como heredera y encima recuperando esa emisión antes de las campanadas que fue tradición hasta 1998.
 El spot es quien viste a Tamara, mostrándola como ella prefiere, divertida, casi sexi, incapaz de hacer algo inadecuado. 
Y en el fondo, el spot, ideado para vender productos asociados al baño y la cocina, templos siempre asociados a la figura femenina, consigue convencernos que estamos entrando en los nuevos años 20. 
Y que estos vendrán con un charlestón más o menos sostenible, entre armaduras y campanadas.
Puede ser el principio de la Era Tamara.
 Y que esta nueva era sea primordialmente femenina pero aún necesitada de un equipo, la palabra que Pedroche siempre emplea en sus agradecimientos de año nuevo.
“Mi equipo”, que no es otro que el estilista Josie, quien analiza desde cada 2 de enero lo que haga falta para la siguiente campanada.
 ¡Pongamos un Josie en nuestras vidas para ser esa mujer Quijote del 2020! Que los Josies se dupliquen como peluqueros y maquillador.
 Para ampliar ese equipo, viene el marido. 
Pedroche ha tenido mucha suerte con David Muñoz, que además se pone su traje de las campanadas el día antes y muchas veces le queda mejor.
 O al menos más divertido. Para ese miembro del equipo, el marido, es importante tener sentido del humor. 
Después de la pareja, el o la nutricionista/ coach, lo importante es que sepa oír. 
Y finalmente, el mánager que, aunque muchos renieguen de ello, también puede ser una carga que lleve el o la pareja.
Las mujeres han luchado por esta libertad de movimientos y este equipo.
 Pero entristece un poco enterarnos que a Sharon Stone le han cancelado su cuenta en una aplicación de contactos personales al creer que era de una persona asumiendo su personalidad. 
Stone reclamó a la agencia que era ella misma la que había abierto un perfil. 
Y el mundo reaccionó preocupándose de cómo era posible que una sex symbol como ella usara una aplicación de contactos. 
¿Y por qué no? ¿Las sex symbols no pueden tener problemas para encontrar compañía que les guste, que se ajusten a sus expectativas? ¿No pueden tener horas bajas?
 Como si todo siguiera igual: Pedroche tiene que desarrollar ideas para aparecer casi desnuda sin estarlo.
 Anne tiene que enseñar casi la misma cantidad de sí misma en plan elegante, Sharon no debe envejecer sola y cada vez que miremos hacia el cielo veremos ese techo de cristal que hay que sobrevolar y sobrevivir.