Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

26 dic 2019

Un Cid sin ‘Tizona’, ‘Babieca’ ni jura de Santa Gadea

 

El historiador David Porrinas retrata en un libro al Campeador como pragmático señor de la guerra y mercenario, muy alejado del mito.

 

Charlton Heston, en un fotograma de 'El Cid'. En vídeo, el tráiler de la película. Cordon Press

 

 

 

El Cid real, el Rodrigo Díaz de Vivar histórico, no tenía dos espadas denominadas Colada y Tizona, ni un caballo que respondiera al nombre de Babieca, ni obligó nunca a jurar en Santa Gadea al rey Alfonso VI que no había tenido nada que ver con la muerte del hermano del monarca. 
Sus hijas no se llamaban Elvira y Sol sino María y Cristina, y además había un hijo varón, Diego. 
A las chicas tampoco las ultrajaron e hicieron de todo los infantes de Carrión en la legendaria afrenta de Corpes tras las bodas, ni hubo batalla ganada después de la muerte.
 De hecho, hasta puede que nadie hubiera llamado Cid al Cid en toda su vida (aunque sí se le conocía y él firmaba así como “Campeador”, de campidoctus,“señor del campo de batalla”).
 Pero todo eso no quiere decir que la existencia y hechos del personaje de verdad (¿Vivar, 1040?- Valencia, 1099) que dio pábulo a la leyenda no fueran extraordinarios.
Ahora, el historiador David Porrinas (Castañar de Ibar, Cáceres, 1977), investigador y profesor en la Universidad de Extremadura y un reconocido estudioso de la guerra en la Edad Media y del propio Campeador, arroja luz sobre el de Vivar en un ensayo desmitificador tan erudito como apasionante.
 El Cid, historia y mito de un señor de la guerra (Desperta Ferro Ediciones, 2019), con prólogo del catedrático de Historia Medieval y acreditado cidista Francisco García Fitz, se centra especialmente en la actividad bélica de Rodrigo Díaz y lo muestra como un gran hombre de acción.
 Un guerrero aventurero y oportunista que se mueve con habilidad y pragmatismo extremos en la frontera difusa entre la cristiandad y el islam al frente de una hueste de tropas híbridas compuestas por su propia mesnada y contingentes musulmanes.
 Un mercenario en busca de botín y señor al que servir en un mundo mestizo, en el que los reinos cristianos y las taifas musulmanas guerrean unos contra otros y todos entre sí, aliándose sin importar la religión.
 Y un combatiente temible que puede ser brutal (hace torturar civiles y quemar vivo al cadí de Valencia) y que se granjea fama de invencible en la batalla. 
Un personaje y un escenario, como se ve, que coinciden poderosamente con los de Sidi, la última novela de Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara, 2019), aunque en esta hay jura, Tizona y otros mitos.

Charlton Heston, en un fotograma de 'El Cid'. En vídeo, el tráiler de la película. Cordon Press

"Es muy complicado depurar al verdadero Cid histórico de la leyenda tejida a su alrededor", explica Porrinas, que subraya que hay unas ideas fijadas durante siglos, unos clichés que cuesta desterrar, y valga la palabra.
 El caso, recalca, es que hay muy buenas fuentes históricas que nos permiten saber cómo era en realidad.
 “Es seguramente el personaje que mayor cobertura informativa recibió en su tiempo, más incluso que el propio emperador Alfonso VI.
 Es absolutamente excepcional disponer de tanta información de alguien del siglo XI que no era ni miembro de la realeza ni un alto cargo eclesiástico". 
Porrinas cita entre esas fuentes la Historia Roderici, contemporánea del Cid o de poco después, y las informaciones coetáneas de cronistas musulmanes que narran la conquista de Valencia (la gran realización del Campeador) y algunos de los cuales incluso vivieron el asedio.
 Disponemos asimismo, apunta, de la carta de arras del matrimonio con Jimena y hasta de un documento firmado de puño y letra por el Cid, que signó “ego ruderico” (el trazo no es muy seguro así que probablemente el Cid manejaba mucho mejor la espada que la pluma).
Una imagen de caballeros medievales en el Beato de las Huelgas.
Una imagen de caballeros medievales en el Beato de las Huelgas.
Pese a las fuentes, continúa el estudioso, “el Cantar de mio Cid, puesto por escrito a partir de versiones juglarescas entre los años finales del siglo XII y primeros del XIII y convertido en la obra cumbre de la literatura medieval española, establece una imagen literaria muy distinta de la histórica pero llamada a tener mucho más éxito".
 Fue, explica, el empeño de Ramón Menéndez Pidal desde 1929 en considerar el Cantar y los romances sobre el Cid fuentes históricas válidas para el conocimiento del Cid real lo que ha creado tanta confusión. 
Por no hablar del retoque franquista y la película de 1961 con Charlton Heston. Es la del Cantar una imagen heroica, épica, “muy cinematográfica”, con “evidentes concesiones a la sensiblería, la fantasía, y el dramatismo morboso". 
De los episodios más famosos para los mortales comunes de la vida del Cid, Porrinas recalca que "no hay nada de eso", y que son todo imágenes que se forjan con posterioridad. 
El duelo con el padre de Jimena, por ejemplo, no aparece hasta el siglo XIV.
 En cuanto a la jura de Santa Gadea, no se empieza a hablar de ella hasta el siglo XIII, en una obra del historiador eclesiástico Lucas de Tuy, y sería imposible que se hubiera producido: ningún noble podía desafiar así al poder haciendo jurar a un rey.

De Diego, el hijo desconocido del Cid, dicen las fuentes que murió luchando contra los musulmanes en la batalla de Consuegra en 1097. 
"Fue un mazazo para el Cid que perdió toda esperanza de crear una línea dinástica para perpetuar su recién conquistado principado de Valencia, aunque consiguió casar bien a sus hijas" 
(María se desposó con Ramon Berenguer III, conde de Barcelona). 
En cuanto a la victoria después de muerto, atado al arzón de su caballo, señala que forma parte de la leyenda elaborada por los monjes del monasterio de Cardeña, donde fue enterrado el Cid —luego sus restos se dispersaron— tras sacarlo embalsamado de la Valencia amenazada por los almorávides. 
El historiador indica que no hay pruebas de que en su época le llamaran Sidi o Cid. 
"La primera vez que vemos esa denominación es en el Poema de Almería, de mediados del siglo XII, donde se menciona a Rodrigo como Cid.
Lo cual no quiere decir que sus soldados árabes o sus súbitos valencianos no lo llamaran así, mi señor, pero no está documentado". 
Sea como fuere, lo de Cid cuadra con ese comandante de tropas híbridas, variopintas, cristiano al frente de musulmanes, que a partir de su núcleo de medio centenar de caballeros, aventureros y buscafortunas recibe el mando del ejército de la taifa de Zaragoza.
Sorprende que el Cid fuera un mercenario... 
"Suena peyorativo, pero esa es la definición del que combate por dinero, como los condotieros posteriores o sus coetáneos y tan parecidos señores de la guerra normandos.
 Rodrigo, un gran pragmático, entiende que ese servicio al rey al-Mutamin de Zaragoza y sus sucesores es lo mejor para cumplir su propósito último de hacerse con Valencia. No se puede entender al Campeador sin su relación de mestizaje militar, político y cultural con los musulmanes".
En cuanto a la victoria después de muerto, atado al arzón de su caballo, señala que tampoco pasó y que forma parte de la leyenda elaborada por los monjes del monasterio de Cardeña, donde fue enterrado el Cid

¿Se podría haber publicado un libro desmitificador como el suyo, en el que el Cid aparece hasta como ocasional vendedor de esclavos, durante el franquismo? 
"Imposible", ríe el autor. 
"El franquismo nació huérfano de ideologías, tenía que crear una y se apropió de símbolos como don Pelayo, Covadonga, Agustina de Aragón y el Cid.
 Un libro como el mío no habría gustado.
 Franco se identificaba con el Cid legendario y le gustaba que otros le identificaran así, como hizo el alcalde de Burgos al inaugurar la famosa estatua ecuestre.
 Dio muchas facilidades para el rodaje de la película de Charlton Heston que internacionalizaba esa imagen épica del personaje".
El historiador dice que no ha leído aún la novela de Pérez-Reverte, al que no conoce personalmente pero del que se declara gran admirador. 
El ensayo de Porrinas y la novela de Pérez-Reverte coinciden en destacar los aspectos militares del Cid y el uso decisivo de la carga de caballería y la lanza. 
También en mostrar el mundo fronterizo de la Península como un escenario turbulento y sin ley, un Far West medieval.
En un balance del Cid, el estudioso afirma que "no cambió la historia con mayúscula pero sí la historia cultural.
 Poco después de su muerte cae su señorío de Valencia, no consigue crear un señorío permanente, aunque su sangre fluye por diversas dinastías europeas y se le ha llamado "hacedor de reyes". 
Pero el Cantar cambió la historia de España y el personaje ha acabado convertido en un mito que se va revisando y reinterpretando con el tiempo.
. Ahora está de moda con la novela de Pérez-Reverte y la serie que se prepara en Amazon Prime. 
Es un nuevo Cid, como el mío, para nuevos tiempos, pero eso no quiere decir que sea el definitivo o que ya esté todo dicho; la historia es una ciencia viva y el Cid tiene cabalgada para rato". 
 

El sexo, Jimena y Ángel Cristo

De la relación del Cid con Jimena, que se ha querido tan intensa (sobre todo cuando ella es Sofía Loren), el estudioso apunta que "debieron verse muy poco", pues él pasó muy poco tiempo en Castilla, lo que abre la posibilidad, explorada por una célebre novela que Porrinas considera muy buena y sugerente, El puente de Alcántara de Frank Bauer (Edhasa), de que el Cid tuviera amantes. A Franco solo le hubiera faltado que fuera masón.
 La relación del Cid con el sexo probablemente no ha tenido una versión más esperpéntica que la del filme El Cid cabreador (1983) en la que un alucinante Ángel Cristo encarnaba al de Vivar recuperando con doña Urraca la virilidad perdida por una maldición, y con música de Teddy Bautista. 
Otra imagen impactante del Cid fue la que dio José Maria Aznar cuando accedió a disfrazarse del personaje para una sesión fotográfica con este diario en 1987.

 
 

 

 

25 dic 2019

Por qué Emilia Clarke va a dejar de hacerse ‘selfies’ con sus admiradores

La actriz cuenta que un fan se le acercó a pedirle una foto cuando estaba sufriendo un ataque de ansiedad, lo que la llevó a tomar esta decisión de la que son partidarios muchos otros famosos.

Emilia Clarke, en Londres, el pasado noviembre.
Emilia Clarke, en Londres, el pasado noviembre.

 

Decidido. Emilia Clarke ya no va a posar en más selfies con sus fans
Así lo ha revelado la propia actriz en el podcast Table Manners, en conversación con la cantante británica Jessie Ware, el pasado fin de semana.
 Una decisión que se debe, según ha dado a conocer, a un ataque de ansiedad que sufrió en un aeropuerto hace un tiempo y que la hizo desbordarse ante un admirador.
“Estaba caminando por el aeropuerto cuando, de repente, comencé a sentirme mal, me estaba dando un ataque de ansiedad debido a mi agotamiento general”, contó la protagonista de Juego de Tronos, de 33 años. 
“Estaba sola, hablando por teléfono con mi madre y le dije llorando: ‘No puedo respirar, no me encuentro bien’. 
En ese momento, estaba llorando a lágrima viva y un chico se me acercó preguntándome si podíamos hacernos un selfie
Yo no paraba de decirle que lo sentía, pero que no podía respirar. Ha sido por momentos como esos, en los que no sé cómo reaccionar”.
Tras el agobio que sintió en aquel momento, del que no aclara cuándo ni dónde fue exactamente, Clarke decidió que no volvería a fotografiarse con la gente, porque muchas veces las personas buscan la foto rápida y no son capaces de mirar más allá y buscar siquiera una interacción con su ídolo.
 Durante la entrevista, la intérprete de Last Christmas también recordó que, en otra ocasión, un fan la despertó en un avión porque quería una foto con ella.
 Esa falta de sensibilidad hizo a Clarke replantearse muchas cosas. “Cuando alguien me pide una foto quiero poder proporcionarle lo que busca. 
He estado tratando de encontrar cómo puedo hacerlo sin sentir que mi alma está completamente vacía”, dijo. 

Por ello, la conocida como Madre de dragones por su papel de Daenerys Targaryen en Juego de Tronos admite que ahora busca una interacción mayor con sus seguidores, a los que quiso mandar un mensaje tranqulizador asegurándoles que seguirá firmando autógrafos a todo el que se lo pida, ya que considera que esa relación es “más cercana y una oportunidad de mantener una breve conversación que resultaría más satisfactoria que una simple foto”.
Con esta decisión, Emilia Clarke se une a una larga lista de famosos que se han declarado en pie de guerra con aquellos seguidores que solo buscan la foto para presumir.
 Es el caso de Chris Pratt, Jennifer Lawrence o Amy Schumer. Hace unos años, el actor de Guardianes de la Galaxia reveló que se había convertido en un “economista del tiempo”. 
Es decir, si quiere salir a la calle y hacer cosas normales, tiene que decepcionar a aquellos que quieren una foto con él porque se niega. “Esto no va sobre disfrutar el momento sino sobre presumir del momento más tarde.
 Entonces les digo que si no prefieren un apretón de manos”, dijo en una entrevista, aunque reconoció que no era muy estricto y muchas veces acababa posando para la foto.
Lawrence es más directa y admite que se vuelve “grosera y maleducada” cuando alguien la interrumpe para hablar, hacerse una foto o pedirle un autógrafo. 
“Una vez que entro en un lugar público me vuelvo increíblemente grosera. Me convierto en un profundo agujero.
 Esa es mi única forma de defenderme. 
Llevo a mi perro al parque todos los días, a Central Park [Nueva York], y tan pronto como llegamos a la entrada estamos fastidiados porque se acerca todo el mundo”, contó en una entrevista con Variety.
 “Creo que la gente, los extraños, piensan que somos amigos porque soy famosa y sienten que me conocen. 
Pero yo no les conozco”, reflexionaba la actriz de Los juegos del hambre en otra ocasión para el diario Daily Telegraph.
Antes de soltar unas malas palabras, el actor Mark Hamill prefiere tirar de imaginación.
 Conocido por interpretar a Luke Skywalker en La guerra de las galaxias, el intérprete fue visto el pasado martes en el aeropuerto de Nueva York montado en una silla de ruedas, con su perro en su regazo y la cara prácticamente oculta bajo un gran sombrero negro.
 Precisamente fue uno de sus seguidores quien le hizo una fotografía y, preocupado, le preguntaba en Twitter si estaba todo bien.
 Hamill no tuvo más remedio que confesar que era una estrategia para pasar desapercibido entre los fanáticos que muchas veces le paran para pedirle autógrafos.
Amy Schumer también decidió cortar de raíz después de una mala experiencia con un hombre que no dejaba de grabarla. 
“No, esto es América y nosotros te pagamos”, dijo el hombre cuando la actriz le pidió que parara su grabación.
 La intérprete de la película Y de repente tú quiso devolvérsela a su acosador y le hizo una fotografía para subirla a su cuenta de Instagram —donde tiene más de 9,4 millones de seguidores— denunciando la situación. 
"No me haré más fotos con nadie y la culpa es de este tío de Greenville", escribió entonces la actriz.
Quien desde hace años niega las fotos a sus fans es Justin Bieber, aunque el canadiense tuvo el detalle de avisar a todos a través de su cuenta de Instagram, donde acumula más de 123 millones de seguidores. 
 “Si me veis por ahí, sabed que no voy a hacerme una foto. 
He acabado con eso.
 Ha llegado a un punto en el que la gente ni siquiera me dice 'hola' o me reconoce como una persona, me siento como un animal de zoo y quiero ser capaz de conservar mi cordura”, escribió el artista en mayo de 2016.
 Una polémica decisión que vino poco después de anunciar que tampoco recibiría a sus admiradores antes de los conciertos, ya que tras dichas reuniones, dijo, acaba exhausto y sentía demasiada presión por cumplir las expectativas de la gente, en su mayoría fans que habían pagado miles de euros por compartir unos minutos con su ídolo.

Ana Obregón da detalles sobre el cáncer de su hijo Álex Lequio

“Se trata de una bajada de defensas, no es una recaída”, aclara la actriz, que prepara su vuelta al trabajo con nuevos proyectos:

 "Antes al Año Nuevo le pedía una serie o una película, ahora salud para mi familia".

Ana Obregón, en un acto publicitario, en Madrid, la semana pasada.
Ana Obregón, en un acto publicitario, en Madrid, la semana pasada. Europa Press

 

 

Ana Obregón lo ha dejado todo en los últimos meses para dedicarse a su hijo Álex Lequio, de 26 años, que padece cáncer.
 La actriz, de 64 años, no pierde la sonrisa y aunque ha sido un año duro, hace balance y asegura que de todo sabe sacar el lado positivo. 
“Todo esto me ha unido más a mi hijo. Como madre he descubierto que soy muy fuerte”, reconoce a la revista Lecturas.
Asegura que el joven se encuentra bien y pide calma sobre las noticias que hace un par de semanas revolucionaron Internet asegurando que Álex Lequio había sufrido una recaída en su enfermedad que le había impedido asistir a un acto solidario de trabajo. 
“No se trata de una recaída, bajan las defensas con los tratamientos pero es lo normal”, asegura Obregón. 
“No para de trabajar, hasta en los hospitales está con el ordenador dale que te pego”, añade sobre la profesionalidad que caracteriza a su hijo, que en los últimos meses se ha dejado ver en diferentes actos de trabajo, además de haciendo vida normal con su nueva pareja.
Ana Obregón cuenta que su hijo es fuerte y apenas se deja cuidar. “Él está en su casa y pasa conmigo algún fin de semana”, admite la actriz, quien tiene claro lo que le quiere pedir al año nuevo:
 “Antes le pedía una serie o una película, ahora salud para toda mi familia”. Y trabajo parece no le falta.
 Además de ser embajadora de varias marcas de moda y cosméticos, la intérprete de Ana y los siete va a recibir el año 2020 cargada de proyectos, pues ya prepara su regreso en febrero o marzo, con una serie de televisión y una obra de teatro.
Álex Lequio, hijo de la actriz y de Alessandro Lecquio, comenzó en marzo de 2018 su batalla contra el cáncer, una enfermedad que empezó como un simple “tirón de espalda”.
 Aunque la noticia se hizo pública un mes después, en abril, no fue hasta diciembre de ese mismo año cuando concedió su primera entrevista y desveló los detalles de su dolencia.
 En este tiempo perdió 15 kilos y el pelo, algo que no pareció preocuparle.
 “Esta es una enfermedad en la que, siendo realista, desconoces las idas y venidas y lo que te queda es tomarte cada día como si fuera el último y esperar lo mejor posible. 
Cuando me pasó esto, digamos que me di cuenta de que no podía confiar en que, después de este tren, fuera a pasar otro. 
Y ahora estoy como loco, intentado saltar y subirme a cada uno que pasa", explicó el empresario a la revista ¡Hola!, en una exclusiva que hizo para ayudar a su madre a pagar el caro tratamiento que está siguiendo.
Desde que hace un año regresara a España después de siete meses en Estados Unidos donde recibió tratamiento en el prestigioso Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, el hijo de Obregón y Lequio ha ido informado de su estado de salud a través de sus redes sociales y en contadas entrevistas.
 Su madre ha estado a su lado en todo momento. 
Se fue a vivir a Nueva York mientras el joven recibía el tratamiento correspondiente y no se ha separado de su lado cuando los médicos les permitieron regresar a España.
 Ella se muestra optimista y fuerte pero no oculta su preocupación. “Se aprende a llorar hacia dentro, por algún lado tiene que salir todo esto”, reconoce la actriz en su entrevista en Lecturas.

Al Pacino confiesa que necesitó 25 años de terapia después de ‘El Padrino’

"La depresión es muy triste, puede durar, es aterradora", ha dicho el actor en una entrevista en la que ha desvelado que necesitó ayuda psicológica para gestionar la fama.

Al Pacino en el estreno de 'El irlandés' en Londres, el pasado 13 de octubre. En vídeo, el tráiler de la película.
Al Pacino, que encarnó al despiadado Michael Corleone en El Padrino, ha confesado a los 79 años que necesitó ayuda psicológica para gestionar la fama repentina que le reportó el proyecto que dirigió Francis Ford Coppola. 
El actor, que ha vuelto a lo grande de la mano de Martin Scorsese en el filme El irlandés, donde le acompañan sus compañeros Robert de Niro y Joe Pesci, se siente ahora seguro como para poder hablar de un problema que muchos famosos han ocultado durante años. 
Una tendencia que han seguido últimamente muchas celebridades para visibilizar y normalizar los problemas de salud mental.
Al Pacino ha reconocido ahora que tuvo que buscar ayuda psicológica para aprender a gestionar la fama repentina que le llegó tras rodar El Padrino, un proyecto ilusionante que como actor le brindó todo tipo de reconocimientos pero que trajo pareja una gran presión cuando el éxito desbordó las previsiones de sus creadores en la década de los setenta. 
"Tuve que trabajar muchas cosas. Fui a terapia cinco días a la semana durante 25 años", le ha dicho el actor a Hollywood Reporter.
Según el actor estas sesiones de terapia fueron fundamentales en su vida. Durante los años setenta los proyectos cinematográficos –El Padrino I, Serpico, El Padrino II y Tarde de perros– y los premios se sucedieron y hubo un momento en el que la ayuda psicológica que se vio obligado a pedir le sirvió para recolocar sus prioridades y tomar la decisión de tomarse su trabajo con más tranquilidad en los años siguientes y seleccionar de forma mucho más escrupulosa los proyectos en los que quería embarcarse.

 

Al Pacino como Michael Corleone en 'El padrino. Parte II'.
Al Pacino como Michael Corleone en 'El padrino. Parte II'. PARAMOUNT PICTURES
"Fue una buena decisión para mí alejarme de aquel ritmo frenético. Me gustó.
 Pero lo que ocurre es que se acaba el dinero", ha explicado el actor que después de cuatro años de ausencia volvió a estrenar en la gran pantalla Melodía de seducción, en 1989. 
Los años, la terapia y el paso del tiempo han situado al intérprete en un plano mucho más maduro y relajado que le permite afrontar el éxito de manera diferente y manejar la fama sin sentir la presión que le provocó en sus comienzos
De hecho, está viviendo unos meses de gran exposición mediática desde que se estrenó El irlandés que ya ha recibido nominaciones a los Globos de Oro y está en la carrera para optar a los Oscar. "Recuerdo haber pasado por esto antes", dice ahora sobre la lluvia de nominaciones que recaen en su trabajo, "aunque ahora creo que puedo manejarlo un poco mejor.
 Es un sentimiento maravilloso".
En las múltiples entrevistas que ha realizado con motivo de la promoción de este filme, el veterano actor ha llegado a manifestar que se siente "afortunado" por no haber padecido problemas mentales graves que han provocado la muerte de otros muchos compañeros. 
Durante el Festival de Cine de Venecia incluso pudo bromear al tratar la cuestión sin olvidarse de señalar que se trata de un problema serio que no se debe ocultar: 
"La gente entra en depresión, puede durar y es aterradora. 
Lo sé porque yo he tenido episodios de situaciones que se acercan a eso pero no de gran intensidad. 
Si estoy deprimido, no lo sé. Si sé que me siento libre y afortunado", dijo entonces.
Al Pacino también habló de lo que le hace feliz: 
"Tengo tres hijos. 
Ellos han sido realmente mi fuente de luz, además de los amigos, de las personas que he conocido a lo largo de los años y de las relaciones que he tenido. 
Todos ellos han contribuido a este viaje sorprendente que he tenido hasta ahora. En este momento, siento que estoy bien".