Señalada como «catedral gótica del lenguaje», este clásico del siglo XX es el enorme y espléndido tapiz de la saga de la familia Buendía, en la mítica aldea de Macondo.Un referente imprescindible de la vida y la narrativa latinoamericana.
14 dic 2019
Cien años de soledad.......................Gabriel García Márquez
Siempre recordaremos por ti
Gabriel García Márquez (Aracataca, 1928) no se está
yendo, se está marchando su memoria.
Y con ella su genialidad. Su hermano lamenta que los estragos le hayan llegado antes de tiempo, por la quimioterapia que le salvó en 1999 de un cáncer linfático.
Pero físicamente se encuentra bien.
A veces da la sensación de que hay personas que quisieran que se muriera, porque la noticia de su muerte sería importante, pero se van a quedar pendientes mucho rato", expresó con malestar Jaime García Márquez, ingeniero civil y exsubdirector de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano creada por Gabo.
"Todavía le tenemos, podemos hablar con él, sigue con alegría, con entusiasmo, lleno de humor". Y lanzó al aire, con un suspiro: "Que se demore, que se demore mucho ese momento".
Y con ella su genialidad. Su hermano lamenta que los estragos le hayan llegado antes de tiempo, por la quimioterapia que le salvó en 1999 de un cáncer linfático.
Pero físicamente se encuentra bien.
A veces da la sensación de que hay personas que quisieran que se muriera, porque la noticia de su muerte sería importante, pero se van a quedar pendientes mucho rato", expresó con malestar Jaime García Márquez, ingeniero civil y exsubdirector de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano creada por Gabo.
"Todavía le tenemos, podemos hablar con él, sigue con alegría, con entusiasmo, lleno de humor". Y lanzó al aire, con un suspiro: "Que se demore, que se demore mucho ese momento".
La fuerza del amor,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, Boris Izaguirre
La Sagrada Familia huye de Herodes para salvar la vida de su hijo. Cayetano y Eva de una prensa sedienta de tragedias y crucifixiones.
De todo lo que han publicado, y exclamado, a raíz de las fotos de Cayetano Rivera con una amiga suya en Londres y que podrían suponer una pequeña crisis en su matrimonio con Eva González, lo que más me ha interesado es que la popular presentadora de La Voz
ha capeado todo este temporal aferrada a un mismo bolso de Loewe.
¡El poder de un bolso! Puede ocurrir que un accesorio sea más fiel y duradero que un amor y que por esa razón sean tan caros.
Pero que Eva afronte esta desagradable tormenta, hiperventilada por la prensa del corazón, sonriendo y abrazada a su Loewe, me hace sentir más simpatía por ella.
Uno nunca sabe cómo va a reaccionar a una crisis.
Gracias a Eva González ya sé qué debo pedir de regalo estas navidades.
Un bolso bueno y una sonrisa como la de ella ante los fotógrafos.
Para lidiar esta situación, Cayetano ha amenazado con denunciar a todo aquel que informe sobre esas imprudentes fotos suyas en Londres, pero no podemos dejar pasar esta oportunidad para sugerir el buscar una mejor cafetería en esa ciudad.
El establecimiento donde se encontraron Cayetano y su amiga es demasiado impersonal, ese típico lugar con bollería hiperprocesada y café indigesto al que nunca volverás.
Hay cosas que aprender del incidente pero esta, para mí, es la más destacada: sea cual sea la naturaleza de un encuentro, el lugar tiene tanta importancia como el motivo.
En la era del streaming, todo es espectáculo y la escenografía es protagonista.
Si se hubiera elegido mejor sitio, todo habría sido diferente.
Cayetano y Eva retratan maravillosamente porque son maravillosamente guapos y ahora toda esta faena los hace aun más atractivos.
Las siguientes imágenes que nos han ofrecido, poniendo “tierra de por medio”, como describió ¡Hola!, al emigrar de Madrid a Sevilla, los muestran llegando a la estación de Santa Justa como si fueran una nueva versión del éxodo de María y José huyendo a Egipto con el niño Jesús.
Hay más de 2.000 años de distancia, sumados a la alta velocidad española, entre ambas imágenes, pero pareciera que los motivos fueran similares.
Echar pa’ delante, la familia lo primero y la mujer en avanzadilla. Eva, igual que María, lleva a su hijo, dormido y ajeno a todo.
Pero agrega una sonrisa deslumbrante, porque en los tiempos de la virgen María no había dentistas ni fotógrafos.
Cayetano, igual que José, va a su lado, cargando bolsos y maletas con ambas manos y sobre los hombros.
Una penitencia.
Si la Virgen María usaba telas sencillas de una lana milenaria, Eva lleva una parka como para combatir un temporal de nieve en Canadá y botas altas de pelo que contrastan con la escasez de abrigo de su esposo, como demostrando que el cambio climático existe, pero no es igual para todos.
Sí, hay similitudes entre el éxodo de San José y la Virgen María y el de Cayetano y Eva, en ambos escapan de sendas persecuciones. La Sagrada Familia huye de Herodes para salvar la vida de su hijo. Cayetano y Eva de una prensa sedienta de tragedias y crucifixiones.
Quizás para mantener esa sed, otra pareja se lleva la portada de ¡Hola!, son María José Campanario y su torero, Jesulín de Ubrique,
que llevaban tiempo sin hablar con las revistas.
¡El poder de un bolso! Puede ocurrir que un accesorio sea más fiel y duradero que un amor y que por esa razón sean tan caros.
Pero que Eva afronte esta desagradable tormenta, hiperventilada por la prensa del corazón, sonriendo y abrazada a su Loewe, me hace sentir más simpatía por ella.
Uno nunca sabe cómo va a reaccionar a una crisis.
Gracias a Eva González ya sé qué debo pedir de regalo estas navidades.
Un bolso bueno y una sonrisa como la de ella ante los fotógrafos.
Para lidiar esta situación, Cayetano ha amenazado con denunciar a todo aquel que informe sobre esas imprudentes fotos suyas en Londres, pero no podemos dejar pasar esta oportunidad para sugerir el buscar una mejor cafetería en esa ciudad.
El establecimiento donde se encontraron Cayetano y su amiga es demasiado impersonal, ese típico lugar con bollería hiperprocesada y café indigesto al que nunca volverás.
Hay cosas que aprender del incidente pero esta, para mí, es la más destacada: sea cual sea la naturaleza de un encuentro, el lugar tiene tanta importancia como el motivo.
En la era del streaming, todo es espectáculo y la escenografía es protagonista.
Si se hubiera elegido mejor sitio, todo habría sido diferente.
Cayetano y Eva retratan maravillosamente porque son maravillosamente guapos y ahora toda esta faena los hace aun más atractivos.
Las siguientes imágenes que nos han ofrecido, poniendo “tierra de por medio”, como describió ¡Hola!, al emigrar de Madrid a Sevilla, los muestran llegando a la estación de Santa Justa como si fueran una nueva versión del éxodo de María y José huyendo a Egipto con el niño Jesús.
Hay más de 2.000 años de distancia, sumados a la alta velocidad española, entre ambas imágenes, pero pareciera que los motivos fueran similares.
Echar pa’ delante, la familia lo primero y la mujer en avanzadilla. Eva, igual que María, lleva a su hijo, dormido y ajeno a todo.
Pero agrega una sonrisa deslumbrante, porque en los tiempos de la virgen María no había dentistas ni fotógrafos.
Cayetano, igual que José, va a su lado, cargando bolsos y maletas con ambas manos y sobre los hombros.
Una penitencia.
Si la Virgen María usaba telas sencillas de una lana milenaria, Eva lleva una parka como para combatir un temporal de nieve en Canadá y botas altas de pelo que contrastan con la escasez de abrigo de su esposo, como demostrando que el cambio climático existe, pero no es igual para todos.
Sí, hay similitudes entre el éxodo de San José y la Virgen María y el de Cayetano y Eva, en ambos escapan de sendas persecuciones. La Sagrada Familia huye de Herodes para salvar la vida de su hijo. Cayetano y Eva de una prensa sedienta de tragedias y crucifixiones.
No dicen mucho nuevo
pero consiguen posar de manera inédita y también muy en plan bíblico:
sin ropa y envueltos en sábanas conyugales (María José usándolas para
cubrirse a la manera de la Virgen), con una cascada de luces amarillas
detrás, que consiguen un efecto navideño de bajo coste.
Sus cuerpos
desnudos están tan “tratados” que recuerdan el “rejuvenecimiento” a base de tecnología digital de los actores de El Irlandés, la última película de Martin Scorsese.
Así como Robert de Niro sale 20 años más joven en la película,
Campanario vuelve de color champán tanto su pelo como su piel. Jesulín
parece estar glaseado, la piel resplandeciente y la mirada como
inyectada de conocimiento y vitalidad.
Hace años atrás, ¡Hola!
siempre ofrecía un reportaje de algún famoso con su arbolito de Navidad.
Con los Ubrique-Campanario han refrescado la idea: combinar en la misma
foto el portal de Belén con un homenaje a John Lennon y Yoko Ono, recordando sus célebres fotos en el lecho matrimonial. O sea, los famosos reconvertidos en Santísima Trinidad digital. Después de todo, ¡Hola! es la Biblia del corazón.
Fama, fe, alcohol y un tumor que desbarató su vida: el periplo de Marie Fredriksson, de Roxette
En su autobiografía, publicada en español en junio, la cantante relata su infancia humilde y reflexiona sobre su enfermedad y el éxito.
Su mayor arrepentimiento: no haber cantado con Plácido Domingo.
Fredriksson no se corta.
No lo hace a la hora de hablar de su personalidad, a veces desbordante —especialmente cuando está encima de un escenario, ya sea cantando o actuando— y otras veces íntima, cerrada, acomplejada.
Tampoco de contar cómo la fama la sobrepasó en ocasiones, convertida en una de las mayores artistas de su país.
O cómo su infancia estuvo marcada por la escasez, pero también por la música y el dolor.
La primera etapa de su vida fue la que definió la personalidad de la artista.
Sus padres eran humildes y sus tres primeros hermanos mucho más mayores, por lo que ella se agarró a su hermana Tina, que solo le sacaba tres años.
Fueron compañeras de juegos, fumaron juntas sus primeros cigarrillos y estuvieron muy unidas hasta la reciente muerte de Marie.
Pero no toda su familia pudo disfrutar de su éxito.
Su padre, cartero rural y aficionado a la música (tocaba un violín y alquiló un piano para sus hijas), murió de un infarto con 67 años; su madre tuvo párkinson desde los 48.
"Mi padre era un excelente cantante. La música era su vida.
De haber nacido en otras circunstancias, seguro que se habría convertido en cantante de ópera", reflexiona Marie en su libro.
Pero la mayor tragedia llegó a la familia con
la muerte de su hermana Anna-Lisa a causa de un accidente de tráfico en
una carretera helada en la que chocó contra una camioneta de reparto de
leche.
Ocurrió el 11 de diciembre de 1965, cuando la joven tenía 20 años
y la pequeña Marie apenas ocho.
"Nuestro hogar se vino abajo",
recuerda. "Mi padre ya tenía problemas con la bebida antes del
accidente, pero después de él comenzó a beber aún más", reconoce.
"Yo
quería a mi padre. Pero cuando se emborrachaba decía muchas
barbaridades", explica, afirmando, eso sí, que en su casa no había
violencia.
"A veces me pregunto hasta qué punto nos ha influido el hecho
de fingir que no pasaba nada [...]. Nos hemos convertido en ese tipo de
personas que piensan que es su obligación hacer que todo el mundo se
sienta bien".
Parte de su infancia en la Suecia rural estuvo
marcada por el catolicismo.
Las hermanas cantaban en el coro de la
iglesia, algo que para ella suponía "serenidad y consuelo".
La religión
ya nunca abandonó a Marie: "Tengo una fe muy fuerte, desde pequeña, la
vivo de manera privada, es mía y está dentro de mí [...]. La fuerza que
me daba me ayudó a superar muchos momentos difíciles".
Números uno, mucho dinero ("una de las mejores cosas fue poder invitar y ayudar a personas que uno quiere"), viajes en primera clase, tantos Discos de Oro y premios que tuvieron que alquilar un almacén para guardarlos, bandas sonoras (It must have been love triunfó gracias a Pretty Woman), conciertos multitudinarios en giras por todo el mundo, noches de fiesta... pero también soledad.
La propia Marie cuenta que esa fama mundial la hizo ser "engreída" en algunas ocasiones.
Y rechazar oportunidades únicas: para los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 le ofrecieron un dueto con Plácido Domingo, pero la gran presión del momento le hizo rechazarlo.
"No podía con todo, pero lo lamento. Ahora, visto con perspectiva, me habría gustado hacerlo"
Después de tantos viajes, presión, entrevistas... a la sueca le resultaba muy difícil "desconectar y descansar".
En ocasiones, no era feliz ni en su casa ni en el camerino. "A menudo, cuando me sentaba a desmaquillarme después del concierto, empezaba a llorar.
Por el cansancio, por la soledad, por el desconcierto", explica. Incluso relata que "bebía demasiado":
"Estrés, soledad, fiesta, grandes emociones en general. Era demasiado fácil beber en exceso".
Conocer a su esposo, Micke Bolyos, la ayudó a salir de todo eso.
A formar una familia, a tener un hogar. Incluso varios: su rechazo al frío y la oscuridad les hizo comprar una casa en Marbella, a la que pensaron incluso en mudarse.
"Lo teníamos todo"
Otro día 11 le cambió la vida a
los Fredriksson.
El 11 de septiembre de 2002, "cuando se desató el
infierno". En el baño de su casa, Marie se desmayó.
Era un tumor
cerebral. Le dieron un año de vida, máximo tres.
En 2006, estaba curada
de cáncer.
En 2014 hizo una gira en solitario; un año después, con Roxette.
El tumor fue definitivo para la vida de la artista y para su carrera.
Entonces estaba cansada de Roxette y quería pasar más tiempo con su
marido y sus dos hijos, Josefin y Oscar, entonces de nueve y cinco años.
"Nunca había aparecido nada que no pudiéramos resolver", dice. Pero con
esto no podían.
Marie perdió el habla, la capacidad de expresarse: "No
era capaz de leer y no tenía memoria a corto plazo.
Había olvidado todo
lo que sabía antes". Cayó en la apatía, la depresión y la soledad, y
llegó a pensar que el cáncer era su culpa. Incluso en que debía
divorciarse y dejar a Micke libre.
Las secuelas siguieron ahí hasta el
final: no volvió a ser capaz de leer libros, periódicos ni tampoco
subtítulos, de viajar sola, de encargarse de demasiadas tareas a la vez.
Además, un pie y una pierna le molestaron durante sus últimos años de
vida.
La enfermedad la marcó también en lo familiar.
"No puedo
hablar de las limitaciones que he sentido como madre debido a mi tumor
cerebral sin empezar a llorar".
Reconoce que recurrieron a todo:
terapias alternativas, reiki, médiums.
Incluso pensaron en acudir a una
clínica de Houston (Texas, EE UU): "Estábamos hambrientos de
esperanza".
Otra de las consecuencias que sufrió fue el cambio físico
cuando tomó corticoides, de los que le recetaron la máxima dosis diaria.
Su cara cambió tanto que la gente no la reconocía por la calle.
Y
también el acoso mediático: les perseguían, se presentaban en su casa,
llamaban a sus hermanos de madrugada, difundían noticias de que su
estado de salud era peor que el que tenía.
Pese a que Fredriksson se vio "atrapada en un cuerpo enfermo", su mejor terapia siempre fue la música.
Por eso volvió a cantar y a salir de gira.
Para ella, lo más importante
fueron sus fans, y siempre, incluso en los momentos de mayor
agotamiento, de más dolor, intentó mostrarles ese amor correspondido.
Fue una vida llena de cariño, afortunada y alegre.
Una vida única.
"Espero que entiendas lo feliz y lo orgullosa que estoy", le dice Marie a
su biógrafa.
"Eso tienes que escribirlo. Feliz y orgullosa. Por
supuesto que lo estoy".
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