Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

9 dic 2019

Bernard Arnault, el hombre que controla el imperio global del lujo

Después de comprar Tiffany, el dueño del grupo LVMH está a un paso de ser el más rico del mundo.

Bernard Arnault y su esposa, Hélène, en París, el pasado marzo.
Bernard Arnault y su esposa, Hélène, en París, el pasado marzo.

 

A finales de noviembre, Bernard Arnault se convirtió durante unas horas en el hombre más rico del mundo. 
Tras la compra de la firma estadounidense de alta joyería Tiffany, el propietario del grupo LVMH, que controla un patrimonio evaluado en 109.500 millones de euros, trepó hasta lo más alto de la lista de grandes fortunas de la revista Forbes. 
 Antes de que un cambio en la cotización bursátil lo hiciera bajar hasta la segunda posición, por debajo del jefe de Amazon, Jeff Bezos (113.000 millones), pero ligeramente por encima del magnate informático Bill Gates (106.700 millones).
Pese a ese revés, Arnault ha subido a lo alto de un podio que, hace solo unos meses, observaba desde la distancia.
  ¿Cómo explicar el ascenso de un empresario que, hace solo tres años, no contaba con más de 30.000 millones en su haber y permanecía estancado en la 14ª posición? Arnault posee el 47% de las acciones del imperio LVMH y sus 75 marcas, cuyo valor en bolsa habría aumentado en su conjunto un 57% desde comienzos de 2019, según la revista Challenges.
 A comienzos de este año, la fortuna de Arnault ni siquiera superaba los 60.000 millones, pero las cifras récord que espera batir el grupo, a la espera de la publicación de sus resultados en el primer trimestre de 2020, habrían alterado la situación.

Además de controlar marcas históricas como Dior, Louis Vuitton o Givenchy, Arnault tiene en su posesión un 2% de la firma de lujo Hermès y el 8% de Carrefour, sin contar una colección de arte contemporáneo, que expone parcialmente en la Fundación Louis Vuitton de París. 
El millonario superó hace años a la familia Bettencourt, propietaria de L’Oréal, y a los hermanos Wertheimer, que controlan Chanel, en la lista de los más ricos de Francia.
El presidente de LVMH, Bernard Arnault, con tres de sus cinco hijos (desde la izquierda) Antoine, Delphine y Alexandre, en París, en 2015.
El presidente de LVMH, Bernard Arnault, con tres de sus cinco hijos (desde la izquierda) Antoine, Delphine y Alexandre, en París, en 2015.
La compra de Tiffany responde al insaciable apetito adquisitivo que ha demostrado tener Arnault desde que, en 1984, se hizo con el control del grupo Boussac, antiguo propietario de Dior, que entonces se encontraba al borde de la bancarrota.
 Años después, en pleno boom de las concentraciones empresariales, el nuevo líder compró Loewe, Berluti, Kenzo, Guerlain, Fendi, Donna Karan, Sephora, Marc Jacobs, los grandes almacenes Le Bon Marché y La Samaritaine, multiplicando el valor del grupo LVMH por 15.
 Más recientemente, firmó un acuerdo con Stella McCartney, tránsfuga del grupo Kering, que controla su archienemigo François Pinault.
Tiffany llevaba tiempo en su punto de mira.
 “Es un mito para los estadounidenses y también mundial”, expresó a finales de noviembre en la radio francesa Europe 1. 
Entre sus proyectos para desarrollar la marca, Arnault planea reforzar su implantación en Europa y en Asia, donde LVMH es especialmente fuerte. 
“Debe mejorar ser más deseable a largo plazo. 
Los resultados económicos son una consecuencia, pero no deben ser un objetivo”, dijo en la misma entrevista.
Arnault intenta remediar con esta lucrativa operación algunos fiascos recientes.
 Por ejemplo, su intento de exilio fiscal en Bélgica en 2013, cuando pidió la nacionalidad al país vecino para evadir impuestos. 
 Terminó dando marcha atrás, aunque el episodio dañó su imagen y la de su grupo.
 Tampoco le salió redonda la compra de Hermès en 2014, que le costó una multa de ocho millones por parte de la administración francesa
.

El tabú sucesorio

A medio plazo, Arnault, de 70 años, también debe resolver la espinosa cuestión de su sucesión, tema tabú del que nadie quiere hablar. LVMH es, ante todo, un negocio familiar. Los cinco hijos de Arnault trabajan en el grupo y por lo menos dos de ellos parecen bien posicionados para asumir el liderazgo.
 En 2018, Arnault nombró a su hijo Antoine, de 42 años, como responsable de imagen y comunicación de la empresa, tras haber sido director general de Berluti, la marca italiana de marroquinería fundada en 1895.
 El hijo de Arnault, casado con la modelo y filántropa rusa Natalia Vodianova, ocupa desde entonces un puesto estratégico y aparece en todas las quinielas sucesorias.
Hélène Mercier-Arnault, Bernard Arnault, Natalia Vodianova y Antoine Arnault en el Museo del Louvre, en abril de 2017.
Hélène Mercier-Arnault, Bernard Arnault, Natalia Vodianova y Antoine Arnault en el Museo del Louvre, en abril de 2017. AFP/GETTY IMAGES
Hasta ahora, la mejor posicionada parecía su hija mayor, Delphine, de 45 años, actual vicepresidenta de Louis Vuitton y responsable del premio LVMH para modistos ascendentes, que creó en 2014. También trabajan en el grupo sus tres hijos menores, fruto de su segundo matrimonio con la pianista canadiense Hélène Mercier (Arnault es intérprete aficionado de ese instrumento, además de fan acérrimo de Chopin). Alexandre, de 28 años, codirige la firma de maletas Rimowa, que LVMH compró en 2016. Frédéric, de 25 años, tiene un cargo en la firma de relojes Tag Heuer. 
Mientras tanto, su hijo menor, Jean, nacido en 1998 y que tuvo a Brigitte Macron como profesora, ya ha realizado unas prácticas en el buque insignia del grupo: la tienda Louis Vuitton de los Campos Elíseos de París.

De ingeniero a empresario visionario

Bernard Arnault nació en 1949 en Roubaix, Francia. Se graduó en una ingeniería en 1971 y su futuro parecía unido a la empresa de ingeniería civil, Ferret-Savinel, propiedad de su padre. Pero el hijo llegó empujando y lo convenció para vender la división de construcción.
 Le sucedió como presidente en 1979 y seis años después adquirió con un socio su primera empresa de artículos de lujo, la Finacière Agache. 
Después tomó el control de Boussac Saint-Frères, una empresa textil en crisis de la que vendió casi todos sus activos excepto la marca Christian Dior y los grandes almacenes Le Bon Marché. 
Era la primera piedra de lo que poco después se convertiría en el grupo LVMH.

8 dic 2019

Enrique Iglesias vuela en Madrid respaldado por su familia

Rebecca West, el clásico de la literatura británica todavía por descubrir

Periodista, escritora y feminista, la autora fue una de las figuras más relevantes de las letras del milenio pasado.


La escritora británica Rebecca West.
La escritora británica Rebecca West. Wikimedia
Rebecca West consiguió recorrer parte del siglo XX dinamitando cualquier posibilidad de que su nombre y obra se aparejaran a una etiqueta o una ideología. 
 Lo hizo con su particular mirada sobre la historia de Yugoslavia, los juicios de Nuremberg al régimen nazi y su manera de entender el feminismo -entonces concebida como odio a los hombres-. “Nunca he sido capaz de averiguar qué es exactamente el feminismo; solo sé que la gente me llama feminista cada vez que expreso sentimientos que me diferencian de un felpudo”, afirmó. Así, hasta convertirse, en una de las figuras más relevantes de la literatura del milenio pasado.
Nació en 1892 en Londres con el nombre Cecily Isabel Fairfield que rápidamente se cambió a Rebecca West en homenaje a la heroína rebelde de la obra La casa de Rosmer, de Henrik Ibsen. Con 16 años dejó el colegio por una tuberculosis y se convirtió en autodidacta.
 Ya entonces su padre, un periodista de origen irlandés, las había abandonado.
 Como en la trilogía La familia Aubrey, una de sus obras de ficción que publica por primera vez en castellano Seix Barral, West y su hermana quedaron a cargo de su madre, una pianista escocesa.
La publicación ahora en España de La familia Aubrey ejemplifica cómo su obra vuelve de manera intermitente, sin orden, a la primera línea literaria.
 Reino de Redonda editó Un reguero de pólvora y El significado de la traición.
 Ediciones B publicó en 2001 Cordero negro, halcón gris, una de sus obras más importantes en las que narra la historia de Yugoslavia y que es imposible de encontrar en España. Zut Ediciones (Málaga), Herce Editores (Madrid), Viena (Barcelona), Argos Vergara (Barcelona), Destino (Barcelona) y Erein Argitaletxea (Gipuzkoa) son las otras seis editoriales que han publicado alguna de sus obras de manera puntual.

Con 26 años, West ya firmaba en el semanario feminista The Freewoman
Poco tiempo después publicó su primera novela, El retorno del soldado
. Desde 1918 no dejó de escribir, aunque la crítica de antaño nunca fue tan generosa con ella como con sus coetáneas Virginia Woolf y Doris Lessing.
 En una entrevista en The New York Times, antes de morir, West reconoció el talento de Woolf al mismo tiempo que dibujó su particular relación.
 “Escribió que tenía los brazos peludos.
 Le pregunté a mi abogado si podía denunciar a una persona muerta y me dijo que no podría denunciar a alguien, aunque siguiera vivo, por una frase así”, recordó.

Bibliografía

La familia Aubrey (Seix Barral)
Un reguero de pólvora (Reino de Redonda)
El significado de la traición (Reino de Redonda)

La sexualidad y sus primeras disertaciones -que siempre le acompañaron- sobre la relación entre hombres y mujeres trazaron su camino hasta H.G. Wells.
 Ella tenía 20 años y el autor de La guerra de los mundos 46 cuando se encontraron por primera vez después de que West le llamara “la solterona entre los novelistas” en una crítica a su novela Marriage
 El escritor la invitó a comer pese a la crítica. 
En la segunda cita, West se quedó embarazada. 
“Nunca he conocido a nadie como ella, y dudo que antes de ella existiera alguien así”, aseguró él.
Wells, casado en ese momento, compró una casa en el campo para West y su hijo Anthony.
 La relación se prolongó durante 10 complicados años. 
“No logro explicarme por qué se ha agotado el amor que me profesabas hace tan solo tres meses. 
Pero es algo que se me escapa por completo, algo que me revuelve las tripas.
 Y el hecho de que seas tú precisamente quien me revuelve las tripas me saca todavía más de quicio, porque eres el único obstáculo que me separa de la paz.
 Es evidente que tienes razón: no tengo nada que ofrecerte. A ti solo te atraen las emociones fuertes y la comodidad”, le escribió por carta, una de las misivas de West que alberga la Universidad de Yale.
Sus primeros artículos periodísticos recogían su experiencia en los movimientos por el derecho al voto de la mujer -en los que se había iniciado en la adolescencia con su hermana- al mismo tiempo que trataban sobre la sexualidad femenina. 
La escritora reclamó en sus textos la necesidad de las mujeres al sexo, a amar y desear con “la misma fiereza” que los hombres.
Pese a la tortuosa experiencia que culminó con un hijo renegando de su madre, las biografías sobre la escritora recuerdan una de sus frases sobre H. G. Wells: 
“Es uno de los hombres más interesantes que he conocido. 
No era fuerte, escribió mucho y fue el padre y la madre de la ciencia ficción”.
 La manera de Wells de entender la guerra impregnó el trabajo de West que, sin embargo, siempre citó a Mark Twain y Henry James entre sus referentes.

"Reportajes a la altura de la literatura"

Cordero negro, halcón gris (1941) sigue fija como una de sus grandes obras.
 Un millar de páginas sobre los Balcanes que resultó de su viaje a la región con su marido Henry Maxwell Andrews, un banquero multimillonario.
 Para entonces West ya se había despojado de su odio al capitalismo que aparecía en algunos de sus textos. 
Su militancia nunca estuvo cerca de la religión ni de la ideología.
En Un reguero de pólvora West reunió seis reportajes de temática judicial, entre ellos los tres artículos sobre los juicios de Nüremberg que la revista estadounidense The New Yorker le encargó en 1946, 1949 y 1954 originalmente titulados Invernadero con ciclámenes. Una gran producción que, hasta cierto punto, le trajo cierta melancolía.

Siempre aseguró haber echado en falta haber incluido más ficción en sus 20 títulos. 
“Es como comparar cómo suena la música y un discurso: ofrece mejores matices emocionales”, confesó en alguna ocasión sin renegar de su trabajo como periodista para diversos medios estadounidenses.
 La crítica siempre ha considerado que su reporterismo estaba “al nivel de la literatura”.
Vivió como escribía.
 Con irreverencia e inteligencia. Como se evidencia en las cartas de Yale. 
En 1953 escribe a Ingrid Bergman para decirle: “Estoy segura de que quiere mucho a su marido, pero tarde o temprano va a tener que asumir que carece del más mínimo talento. 
Usted tiene unas aptitudes únicas y una personalidad arrolladora. Me parece absurdo que sacrifique esos dones en favor de su vida sentimental”.
 A contrapelo. Así se despidió de H.G. Wells: “En los próximos días, no me va a quedar otro remedio que levantarme la tapa de los sesos o cometer un acto aún más devastador que el propio suicidio. Sea como fuere, no pienso tolerar que otros se apropien de mi final”.
 Casi un epitafio.

 

Palabras aladas ..............................................Marco Balzano

Palabras aladas