Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

14 oct 2019

Fe, tradición y hermetismo: así es la saga Masaveu

Esta familia de empresarios asturianos con 180 años de historia acaba de abrir un nuevo centro de arte en Madrid.

osé, Fernando y Luis Masaveu, en el funeral de su padre.
osé, Fernando y Luis Masaveu, en el funeral de su padre.
El Papa Benedicto XVI dio en 2011 a Fernando Masaveu Herrero una de las mayores satisfacciones de su vida. 
Su Santidad agradecía el concierto que la Orquesta Sinfónica de Asturias acababa de interpretar en su honor en el Vaticano.
 El acto fue patrocinado por la entidad que preside Masaveu y que lleva el nombre de su tía, la Fundación María Cristina Masaveu Peterson.
 Carolina Compostizo, la esposa del principal empresario de Asturias, visiblemente emocionada, según las crónicas del acontecimiento, obsequió a Benedicto con una réplica de la Cruz de la Victoria, emblema del Principado.

La efemérides reúne algunas de las características que Fernando Masaveu aseguró en 2015 que son el pilar de una dinastía empresarial con 169 años de historia: 
“Tenemos un carácter familiar con un arraigado sentido religioso y social, basado en el trabajo digno, en la discreción y el rechazo al dispendio, en el amor al arte y a la música”. 
Masaveu pronunció estas palabras en el discurso de recepción de la medalla de oro de Asturias, un reconocimiento a un grupo industrial familiar que, con un patrimonio de unos 2.500 millones, según la revista Forbes, es la undécima fortuna de España.

Los Masaveu se dejan ver públicamente con cuentagotas y resulta muy difícil encontrar fotografías suyas.
 Una portavoz de la fundación familiar asegura que Fernando Masaveu “es una persona que valora mucho la privacidad en su vida personal”. 
“Su principal afición es su pasión por el arte”, añaden desde la fundación.
 Al matrimonio Masaveu Compostizo se les puede encontrar en veladas culturales, como en la gala de los premios Princesa de Asturias —Masaveu es patrono de esta fundación— o en la fiesta del premio al mecenazgo que recibieron en marzo por parte de la Fundación Callia, institución presidida por la filántropa Carmen Reviriego.
 El pasado 2 de octubre, acompañando al rey Felipe VI, los Masaveu inauguraban la sede de la fundación en Madrid con una impresionante exposición de su colección de arte, 117 obras de 47 pintores del siglo XIX como Goya o Zuloaga.

La saga Masaveu arrancó en 1840 cuando Pedro Masaveu Rovira emigró de Castellar del Vallès (Barcelona) a Oviedo. 
El objetivo era embarcarse hacia Cuba pero un comerciante textil local le contrató.
 Masaveu Rovira se casó con la hija del propietario, tomó el mando del negocio y allí empezó la historia de la Corporación Masaveu.
 El conglomerado industrial está presente en múltiples mercados, desde el sector energético a bodegas como la riojana Murua, aunque ha destacado sobre todo en el sector bancario y en la fabricación de cemento: el sucesor de Masaveu Rovira, su sobrino Elías Masaveu Rivel, fundó en 1898 Tudela Veguín, la primera cementera de España.
La Corporación Masaveu estrenó este 2019 el buque mercante más moderno de España, el Cristina Masaveu, un carguero cementero que ha supuesto una inversión de 30,5 millones, según el experto en el mundo naval Juan Carlos Díaz Lorenzo. 
Cristina Masaveu fue uno de los personajes más fascinantes de la saga Masaveu. Hija de la sueca Juj Peterson —fallecida cuando Cristina tenía tan solo 8 años— y de Pedro Masaveu Masaveu, el patriarca que destacó como mecenas de artistas como el compositor Frederic Mompou.
 “Cristina Masaveu estudió piano y se relacionó con escritores, políticos y artistas de vanguardia que, invitados por su padre, pasaban largas temporadas en el Palacio de Hevia”, explica la fundación que creó ella en 2005.
 El palacio de Hevia, en Asturias, es una casa señorial del siglo XVII y la casa más emblemática de los Masaveu.  

La exposición 'Pintura española del siglo XX. De Goya al modernismo', con la que se ha inaugurado este mes la Fundación María Cristina Masaveu.
La exposición 'Pintura española del siglo XX. De Goya al modernismo', con la que se ha inaugurado este mes la Fundación María Cristina Masaveu.
Cristina Masaveu vivía a caballo entre Madrid, Londres, en la casa familiar de Castellar del Vallès y finalmente en Ibiza, encandilada por los nuevos aires de cambio en la isla a finales del franquismo. Con la muerte de su hermano Pedro, en 1993, se puso al frente del grupo empresarial junto a su primo, Elias Masaveu, padre de Fernando. 
 Los Masaveu donaron al gobierno de Asturias 400 obras de arte de Pedro Masaveu Masaveu, en una operación que permitía cumplir con las obligaciones del impuesto de sucesiones.
 Los Masaveu Herrero son cinco hermanos: los tres hombres —Fernando, José y Luis-— llevan las riendas del grupo; las dos hermanas, Carolina y María, han apostado por una trayectoria propia de la que poco ha trascendido.

Fernando tiene tres hijos que ya están implicados en los negocios familiares.
 Vivir lejos de los focos es casi una obsesión para los Masaveu, aunque sí se sabe que Fernando Masaveu es un aficionado a la caza. 
Los Masaveu han sido también noticia por escándalos relacionados con el fraude fiscal: Fernando Masaveu apareció en la lista Falciani con varias cuentas en Suiza. 
La miembro de la familia que se ha expuesto más a la atención mediática ha sido Alicia Castro Masaveu, prima de los Masaveu Herrero y directiva del grupo empresarial: fue 12 años diputada del Partido Popular, teniente de alcalde de Oviedo y persona de confianza de Francisco Álvarez Cascos.

 

13 oct 2019

Greta................................................Rosa Montero...

El cambio climático es algo tan sobrecogedor que llevamos décadas ignorando las señales. Como bien dice Thunberg, se nos ha acabado el tiempo.

EN UNA SALA del aeropuerto de Barajas, esperando la salida de un vuelo, escuché hace unos días una conversación entre un hombre y una mujer de unos 40 años que estaban sentados a mi lado.
 Ella decía: “¿Viste a la niña esa? ¡Qué histérica, qué loca, daba miedo!”. Se refería, claro está, a Greta Thunberg en su intervención ante la ONU.
 Y añadió: “De verdad, ¡era como la niña de El exorcista! ¡Y la llevaron en velero hasta allí! ¡Qué ridiculez y qué mentira!”. Hablaba a voz en grito para que se enterara todo el mundo, con esa vacua complacencia de los ignorantes que adoran alardear de su ignorancia.
Este es un caso extremo, pero me inquietó aún mucho más la opinión de una de las personas que más quiero, una amiga extraordinariamente inteligente, culta y muy prudente, que tras el discurso de Greta me escribió un mensaje que decía: “Este discurso me suena un poco hueco. 
 Lee pero llora. Demasiado preparado para ser un momento emotivo real. 
 Temo que estemos asistiendo a la creación de un nuevo producto de marketing”.
Ya se ha dicho en los medios, pero me parece que hay que repetirlo, porque se ve que el mensaje no cala lo suficiente. 
Greta tiene asperger, un síndrome del espectro autista.
 La gente suele creer que los autistas no experimentan emociones. Nada más erróneo. Lo que es distinto en ellos es, digamos, su lenguaje emocional.
 No saben captar y entender los sentimientos de los demás, y gestionan los propios dificultosamente. Y así, pueden parecer fríos como el hielo, o pueden caer en ataques emocionales aparatosos en donde su aguda desesperación y su sufrimiento se manifiestan de manera extrema (muchos niños autistas experimentan estas crisis, para dolor de sus padres). 
Recomiendo leer Mírame a los ojos, de John Elder Robinson, y, sobre todo, el maravilloso Nacido en un día azul, de Daniel Tammet, dos libros de dos autores que tienen este síndrome y que explican muy bien cómo se sienten.


Precisamente lo que no puede hacer un asperger es fingir, aparentar y mentir, como creía mi amiga.
 Greta lloró de verdadera y angustiada frustración.

Precisamente lo que no puede hacer un asperger es fingir, aparentar y mentir, como creía mi amiga. Greta lloró de verdadera y angustiada frustración. 
La inteligentísima Thunberg (sin duda es una superdotada, como sucede con bastante frecuencia con los asperger) ha debido de estudiarse absolutamente todo sobre el cambio climático, porque este síndrome también implica un carácter obsesivo. 
Y el caso es que, si realmente te atreves a informarte de lo que sucede, la situación resulta aterradora. 
Greta no puede entender que, ante la evidencia de una catástrofe en marcha, la gente no actúe en consecuencia.
 Ella es de una coherencia tan absoluta que a las personas mal llamadas normales, con nuestra moral bastarda y nuestra chapucera manera de vivir, nos parece inhumana.
 No la comprendemos y por eso pensamos que está fingiendo (que es lo que hacemos nosotros).
 Pero Greta arde de autenticidad, es un puro aullido de desesperación y de incredulidad ante nuestra ceguera. 

Porque estamos ciegos.
 El cambio climático es algo tan sobrecogedor, tan inmenso e inmanejable que llevamos décadas ignorando las señales. La verdad es que lo entiendo: se trata de un recurso psicológico de defensa ante la angustia (algo que la mente de Greta, por cierto, no puede hacer).
 Pero el problema es que ya no podemos seguir empleando esta estrategia del avestruz.
 Como bien dice o más bien grita Thunberg, se nos ha acabado el tiempo. El colapso ambiental está aquí, se nos echa encima como una avalancha, como demuestra de modo espeluznante El planeta inhóspito: la vida después del calentamiento, de David Wallace-Wells, número uno en la lista de The New York Times. Ya no tenemos más remedio que reaccionar.
En cuanto a lo de “llevarla en velero”, como decía mi chillona vecina de asiento, resulta que los vuelos de avión contaminan muchísimo: y ahí estábamos las dos en el aeropuerto. 
Yo vuelo tanto que debo de haber ensuciado más el planeta que un cohete de la NASA (me lo tomo en serio e intentaré reducir sustancialmente); pero Greta, que no participa de nuestro talante contradictorio y confuso, tenía que ir en velero, por coherencia y para dar ejemplo. ¿Que parecía la niña de El exorcista
Perdona, querida: me temo que estamos en una película de terror, pero no es esa. 

Contra la susceptibilidad...........................................Javier Marías

Llevamos años prestando atención y “obedeciendo” a cuantos aseguran “sentirse ofendidos” por algo. 
A la larga, esto nos impedirá hacer ni decir nada.

LEO UNA RESEÑA y una columna de Andrés Ibáñez sobre una novela recientemente publicada aquí, El amigo, de Sigrid Nunez. Al parecer la autora es, como su protagonista, profesora de “escritura creativa” en una Universidad, y es probable que la primera le haya prestado a la segunda sus experiencias reales.
 Pero tanto da: al fin y al cabo Fahrenheit 451 de Bradbury era ciencia-ficción en su día y hoy casi resulta una obra costumbrista. Cuenta Ibáñez que cuenta Nunez que sus aspirantes a escritor son antojadizos, maniáticos, mimados… y tremendamente puritanos.

Consideran que los temas sexuales no deben abordarse en absoluto “porque son ofensivos”. Con este criterio, la mayor parte de la literatura universal estaría desaparecida.
 Se niegan a leer a Kafka y a Melville por ser “autores fracasados” (se entiende que en vida, ya que son clásicos indiscutibles desde hace muchas décadas), y a ellos sólo les interesan los de éxito. Rilke les da cien patadas y a Nabokov no lo quieren ver ni en retrato, porque “era un hombre perverso” y sólo pueden leer a escritores que sean “modelos de conducta moral” (mejor que se hubieran matriculado en una escuela de misioneros y no de literatura; pero ahí no hay dinero, claro). 
Han decidido que los problemas de los varones blancos “no interesan”, lo cual, como apunta Ibáñez, proscribe a Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare…
 Y a Proust, Flaubert, Pushkin, Conrad, Henry James, Dickens, Hölderlin, Eliot, Faulkner y Sterne, por añadir unos cuantos más.

No sé hasta qué punto la novela de Nunez refleja lo que está pasando, pero suena verosímil, y esta frase que cita Ibáñez es creíble en su pesimismo:
 “Ni los estudiantes de las mejores Universidades distinguen una frase buena de una mala, a nadie en el sector editorial parece ya importarle cómo hay que escribir, la literatura está muriendo…”
 Para mí es exagerada la última afirmación, ya que nunca he creído que alguien pasado por un taller de escritura pudiera hacer nada de inmenso valor, y no me he equivocado hasta la fecha —hablo de mi gusto personal, claro está—. 
La gran literatura no suele salir de ahí. 
Pero la cuestión trasciende las letras. 
Llevamos años prestando atención y “obedeciendo” a cuantos aseguran “sentirse ofendidos” por algo, como esos alumnos por el sexo, hasta el punto de querer desterrarlo como asunto o descripción (ya hubo un pasado con gente que se ofendía por un tobillo femenino al descubierto). 
Es decir, llevamos años haciendo caso a la subjetividad de cada cual, algo que, a la larga, nos impediría hacer ni decir nada.
 El mundo está plagado de personas quisquillosas y tiquismiquis, de finísima piel.
De este otro caso no me he enterado bien, porque nada me podía interesar menos, pero al parecer varias cofradías andaluzas han montado en cólera porque se han publicado o colgado fotos de sus adoradas efigies mientras eran restauradas, y juzgaban tales imágenes “hirientes”, no me pregunten por qué. 
Y ha sucedido lo que sucede siempre en esta época pusilánime: las fotos se han retirado (lo que a su vez ha “ofendido” a otros) y las disculpas no se han hecho esperar. 
También, hace poco, un político del PP expresó su natural deseo de que los españoles ganaran a los argentinos en el Mundial de Baloncesto.
 Con susceptibilidad y megalomanía, la portavoz de ese partido, Cayetana Álvarez de Toledo, dio por sentado que el “xenófobo” comentario iba por ella, como si fuera la única hija de argentina existente en España, y mostrándose a la altura de la estudiante de la que oí hablar semanas atrás a Christina Hoff Sommers, feminista clásica que ahora, por rechazar los despropósitos actuales, debe ir protegida por guardaespaldas a sus charlas en las Universidades de su país.
 Contó que una alumna decía sufrir varias “miniviolaciones” diarias. 
Al preguntarle qué le había ocurrido hoy, la respuesta fue: “Un chico me ha dicho que tenía bonitas piernas”, y otros “ataques” por el estilo. 

Cualquiera se puede sentir ofendido, herido o ultrajado por cualquiera y por cualquier cosa.
 Porque respiremos cerca, porque existamos, no digamos por una opinión contraria y por lo tanto “perturbadora”.
 Si hacemos caso, si nos tomamos en serio la subjetividad de cada individuo ególatra, o mojigato, o hipersensible y frágil, o directamente demente, no sólo morirá la literatura, como vaticina el personaje de Nunez, sino el cine y todas las artes, la filosofía y el pensamiento, la discrepancia y el contraste de pareceres, por supuesto la discusión y la argumentación.
 Hay políticos y una buena parte de la población que buscan eso, supongo que se han percatado, y no debemos dejarlos salirse con la suya si no queremos una vida uniforme y plana.
 Entre la ristra de “derechos” infundados y absurdos que muchos se están sacando de la manga, figura “el derecho a no sentirse ofendido”, como si los sentimientos fueran objetivables.
 No lo son, y en el reino de la susceptibilidad nada es factible.
 No lo son, y en el reino de la susceptibilidad nada es factible.
 Es hora de que ante tantos “vejámenes” y “heridas”, dejemos de asustarnos y acobardarnos y contestemos alguna vez: 
“Por favor, absténganse de tonterías y ridiculeces. Así sólo vamos hacia atrás”.



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12 oct 2019

Los iconos también lloran................................ Boris Izaguirre

Toñi Moreno lo ha dejado con Rosana y Sandra Barneda con Nagore Robles.

Mónica Naranjo, en Madrid, el pasado 2 de octubre.
Mónica Naranjo, en Madrid, el pasado 2 de octubre. Redferns