Las
mujeres de entre 30 y 40 años tienen hoy trabajos, sueldos, relaciones y
futuros más precarios e inciertos. Muchas temen no poder ver nunca el
día de ser madres.
Parí a mis hijas a los 30 y los 34 años, cuando quise, y cuando creí
que podría abordar el reto sin demasiadas renuncias. Disponía de una
pareja, una casa, dos sueldos, todos supuestamente estables. Pese a
tantas certezas, para conservar empleo y estatus, tuve que criar a mis
niñas por teléfono, hasta el punto de que un día me vino la pequeña
llorando porque le habían dicho en el cole que su mamá estaba muerta. El
resultado, dos décadas, un divorcio y varias pérdidas más tarde, son
dos hijas a cargo, un miedo cerval a perder ingresos, y una culpa como
un yugo de hierro. No me quejo. Soy una privilegiada. Desde entonces, he
visto a colegas más jóvenes ser primerizas mucho más viejas y no
conformarse con telecriar a su prole. Sacarse la leche en el curro para
amamantar a sus cachorros más allá de la baja. Renunciar a ascensos y
aceptar peores destinos para saber cuándo entran y salen. Pero también
pelear por la conciliación en los despachos y en la calle, disfrutar de
opciones que no tuvimos las mayores y recibir en sus móviles imágenes de
sus bebés jugando en la guardería mientras ellas dirigen equipos. Ole
sus ovarios. Pero parece que la cadena, frágil, puede romperse.
La periodista Noemí López Trujillo ha escrito El vientrevacío,
un libro donde da voz a una generación, la suya, entre los 30 y los 40,
supuestamente condenada a ser yerma.
Con trabajos, sueldos, relaciones y
futuros más precarios e inciertos, muchas temen no poder ver nunca el
día de ser madres.
Porque nunca se tiene escrito el trabajo, o el sueldo
o la pareja o el futuro idóneo, o todo junto.
Mal apaño. Cierto que la
natalidad es una emergencia y urgen medidas públicas que la propicien.
Pero también que las decisiones vitales se toman en privado y con el
vértigo en el cuerpo.
Dirán que ya está esta señorona con sus sermones
de baby-boomer.
Puede. Pero también que solo pretendo aportar un poco de perspectiva.
La actriz
Emma Corrin se convierte en la princesa británica para el rodaje de la
cuarta temporada de 'The Crown', que tiene lugar en Almería y Málaga.
7 de abril de 1983. Las multitudes se congregan en los alrededores
del estadio de hockey de Perth, en Australia. Todos quieren ver pasar,
en un gran coche negro descapotado, a Sus Altezas Reales, los príncipes Carlos y Diana de Gales. Él, de 34 años, con traje gris y corbata a rayas; ella, de 21, con un
llamativo vestido de manga larga en seda fucsia con pequeños topos
(diseñado por Donald Campbell) y un sombrerito con un lazo a juego, de
John Boyd. La pareja estaba en pleno tour real y mostraba lo que parecía una cierta complicidad y alegría —que luego resultó no serlo tanto— cuando llevaban algo menos de tres años casados y tenían un hijo de apenas 10 meses, Guillermo, que les acompañó en el mismo. Esa
escena es una de las primeras que han grabado los actores Emma Corrin
y Josh O’Connor juntos como los príncipes Diana y Carlos para la cuarta
temporada de The Crown, la serie de Netflix sobre la vida de la reina Isabel II. La tercera temporada de la misma se estrenará en todo el mundo el próximo 17 de noviembre, y en ella O’Connor ya interpretará al heredero al trono británico en su primera etapa adolescente y adulta. Sin embargo, la joven Diana no llegará hasta la cuarta temporada, que estos días se rueda precisamente en España. Los actores y el equipo técnico han pasado una primera etapa
en Almería, recreando también algunos de los escenarios de esa gran
gira australiana de primeros de los ochenta, como su paso por el
promontorio rocoso de Ayers Rock. Después se han trasladado a Málaga, donde han cortado algunas céntricas
calles cercanas a la catedral para recrear su visita al estadio de
hockey. Todo seguido de una gran expectación en un ambiente lleno de
figurantes y fotógrafos que han permitido filtrar las primeras fotos de
esta joven Lady Di, exactamente igual que la original de pies a cabeza. La actriz incluso lleva una réplica del anillo de pedida de la esposa de Carlos de Inglaterra, que ahora lleva Kate Middleton.
Corrin fue anunciada el pasado abril
para el papel de la princesa más popular de las últimas décadas. La
serie se apresuró a dar su nombre, dadas las muchas apuestas al
respecto; de hecho, hasta entonces solo había desvelado qué actores
aparecerían en la tercera temporada, en la que se produce el cambio
generacional respecto a las dos primeras. La elegida es una joven actriz
británica casi desconocida que apenas ha interpretado un papel en una
serie (Grantchester) y otro en cine (Misbehaviour). Entonces el creador de la serie afirmaba que "además
de tener la inocencia y la belleza de la joven Diana, [Corrin] también
tiene, en abundancia, el rango y la complejidad para retratar a una
mujer extraordinaria que pasó de ser una adolescente anónima a
convertirse en la mujer más icónica de su generación".
"Más que emocionada y honrada de unirme a The Crown en
su cuarta temporada. He estado enganchada a la serie desde el primer
episodio y pensar que ahora me uno a esta familia de intérpretes
increíblemente talentosos es simplemente surrealista", dijo entonces
Corrin en un comunicado difundido por Netflix. "La princesa Diana fue un
icono y su efecto en el mundo sigue siendo profundo e inspirador. Tener
la oportunidad de explorarla a través de los guiones de Peter Morgan es
la oportunidad más excepcional, ¡y me esforzaré por hacerle justicia!".
Por las imágenes parece que sí, que la justicia está hecha, al
menos en esa primera etapa de Diana, cándida, tímida, con la mirada casi
perdida. Además de unos rasgos faciales relativamente similares, el
maquillaje, la peluquería y el (tan icónico) vestuario han ayudado a
transformar a Corrin en una princesa claramente reconocible para el gran
público. Junto a ella también se han incorporado dos jóvenes actores para hacer de su marido y de la amante de este. Además de Josh O’Connor como el primogénito de la reina de Inglaterra, Emerald Fennell
será Camilla Shand (el apellido de soltera de la actual duquesa de
Cornualles; al casarse con su primer marido se convertiría en Parker Bowles)
y estará presente en toda la tercera temporada. Fennell tiene algo más
de trayectoria que Corrin, y ha aparecido en series como Llama a la comadrona o Victoria.
A estos jóvenes actores se les unen otros tres grandes consagrados. La reciente ganadora del Oscar por La Favorita, Olivia Colman,
será Isabel II, tras el éxito cosechado por Claire Foy en las dos
primeras temporadas. A Matt Smith le sustituirá como un ya maduro Felipe de Edimburgo el también consagrado Tobias Menzies, conocido por series como Outlander, Juego de Tronos o Roma. Y la princesa Margarita dejará de estar en manos de Vanessa Kirby para
ser interpretada por una de las actrices británicas más populares: Helena Bonham-Carter. Un elenco de alto nivel al que, en la cuarta temporada, se unirá Gillian Anderson (Expediente X, Sex Education, La caza) para tomar las riendas del papel de la primera ministra Margaret Thatcher.
La diseñadora ha confesado que no quiere aparentar ser más joven, sino que intenta estar lo mejor posible para su edad.
La diseñadora Victoria Beckhan ha revelado no tener miedo al paso del tiempo.
En una entrevista emitida el pasado lunes en el programa británico This Morning y realizada en su tienda en Londres, en el Reino Unido, ha asegurado que a sus 45 años no intenta aparentar ser más joven.
Lo único que quiere la exintegrante del grupo Spice Girls
es sentirse lo mejor posible acorde a su edad.
"No me molesta hacerme
mayor y no voy a intentar parecer más joven de lo que soy. Solo quiero
lucir bien y sana para la edad que tengo:
tratar de convertirme en la
mejor versión de mí misma y cuidarme al máximo.
La verdad es que no
quiero cambiar nada de mi apariencia", ha explicado.
Beckham, además, ha insistido en que le encanta cumplir
años: "Me gusta experimentar todo lo que implica este proceso de
envejecer, me gusta cómo soy porque es lo que hay, es lo que me define.
Todos nos vamos a hacer mayores y eso es algo que tengo completamente
aceptado". La diseñadora ha dicho que su afán por hacer ejercicio se debe más a un tema de salud que a una cuestión de estética: "Espero
mucho de mi cuerpo y por eso me entreno tanto. Quiero ser la más
profesional, la mejor madre y la mejor esposa, y por eso tengo que
tratarle bien. También tengo que asegurarme de que está siempre
lleno de energía, porque mis jornadas de trabajo son muy largas y además
soy madre y necesito mucho combustible para cultivar mi estilo de
vida". La excantante está casada con el exfutbolista británico David Beckham desde hace 20 años y juntos han tenido cuatro hijos: Brooklyn, de 20 años; Romeo, de 17; Cruz, de 14; y Harper, de 8. En la misma entrevista ha hablado de sus fallos con el maquillaje
cuando era una Spice Girl. "Demasiado lápiz de labios, demasiado", ha
comentado sobre algunos de sus excéntricos estilismos de aquella época,
como su look totalmente negro, casi gótico, en los premios MTV
de 1997. Pero Beckham ha desvelado que su peor alfombra roja fue la de
los premios American Music Awards: "Fue un poco de todo. Mucho ojo,
mucho labio y mucho colorete, pero eran los años noventa". No obstante,
volver a revisar esas imágenes provoca una sonrisa en la diseñadora: "Ha
sido un viaje que me ha llevado a donde estoy y me ha hecho darme
cuenta de que menos es más". Los diseños de su firma VB, que inició en 2008, y su estilo actual corroboran esa transformación. Además, la excantante ha confesado su admiración por la actriz británica Phoebe Waller-Bridge, que recientemente ha ganado una estatuilla en los Globo de Oro como Mejor actriz de comedia en Fleabag. "Adoro Fleabag, estoy obsesionada con ella. El hecho de haberla conocido ha sido algo emocionante", ha explicado Beckham.