Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 oct 2019

El mundo al revés...........................................Juan José Millás

Juan José Millás
 
El mundo al revés  
 
EL VIEJO CÓMICO y la vicepresidenta se encuentran en la calle, se saludan y él le hace un ruego:
—Poneos de acuerdo, por favor, seguid ha­blando.

El hombre, octogenario ya, continúa al pie del cañón. 
Se aprecian en el segundo plano de la foto los carteles anunciadores de la obra que representa en la actualidad: un monólogo de 85 minutos basado en una obra de Delibes. 
Hora y media, como el que dice, de un esfuerzo físico y mental que le exige una disciplina atroz.
 No se puede permitir el lujo de acatarrarse, de torcerse un tobillo, de padecer una dolencia digestiva, de coger la gripe.
 Antes de en Madrid, ya estuvo en Barcelona, con éxito, aunque las giras son agotadoras, se diría que están hechas para los jóvenes. Pero Sacristán, pese a la apariencia de desvalimiento de la imagen, se calza los zapatos cada día, se agacha para atarse los cordones como el que se amarra al mástil de la nave que le impide dejarse arrastrar por los cantos de sirena de la jubilación, y va y viene de su trabajo con la naturalidad de un tipo medio. 
O sea, que cotiza.
 Lo lleva haciendo desde la adolescencia, al principio como un proletario del torno; luego, como un obrero de las artes. 
Una vida, en fin, dura y maravillosa a la vez de niño de posguerra, con el padre en las cárceles franquistas y el hambre haciéndose sentir en el vacío existencial de los estómagos.
 Una vida repleta de contrastes que podrían haberle vuelto un poco loco.
 El rostro del viejo cómico sin embargo respira sensatez mientras que el de la vicepresidenta parece algo alterado. ¿Es el mundo al revés o me lo parece a mí? 

Me voy a arrepentir........................................Rosa Montero...

Crecí bajo el franquismo y durante años envidié a los ciudadanos de países con derecho al voto. Hoy puedo decir que la vida me ha colmado esa ilusión.

ME VOY A ARREPENTIR de publicar este artículo, lo sé, porque van a atizarme de todas partes, y porque, además, es posible que haya opiniones contrarias que me hagan dudar: así de confuso es el momento que vivimos. 
Confuso y desalentador.
 E incluso un poco grotesco. De todos los chistes que han proliferado tras la cansina convocatoria de nuevas elecciones, el que más gracia me ha hecho es ese que dice: “¿Qué hacéis ya con más frecuencia? Votar: 79%. Follar: 21%”. 
Los españoles siempre hemos sido proclives a relacionarlo todo con el sexo, y más aún a la hora de hacer chirigotas.
 No todas las culturas son así; en muchos otros países son más puritanos.
 Nuestro sentido del humor, en cambio, está lleno de connotaciones sexuales, a veces tan agudas como ésta. 
 Porque en apenas seis meses y medio muchos españoles iremos tres veces a votar.
 Que cada cual haga sus cuentas. Sobrecoge la cantidad, en cualquier caso. 

Desde 2015 hemos tenido cuatro convocatorias generales y otras diez elecciones de diversos niveles.
 Nací y crecí bajo el régimen de Franco y durante años envidié con toda mi alma (y con toda razón) a los ciudadanos de los países con derecho al voto.
 Hoy puedo decir que la vida me ha colmado esa ilusión de una manera ubérrima (hay que tener cuidado con lo que se desea, ya se sabe). 
Ironías aparte, lo cierto es que haber vivido en una dictadura me educó en el respeto a las urnas. 
Ni siquiera ahora, cabreada como estoy, dejo de apreciar la importancia del sistema electoral.
 Veo a mi alrededor a los votantes de las diversas izquierdas tan quemados (muchos son amigos muy cercanos) que prometen con furibundo énfasis abstenerse el 10 de noviembre. 
 Entiendo su enfado y están en su derecho, pero que quede claro que, aparte de liberar algo de su ira, con la abstención facilitarán que llegue al poder esta derecha tan zafia (recordemos a Vox reventando el minuto de silencio por una mujer asesinada con la pancarta de “la violencia no tiene género”: esta gente feroz no respeta nada).
 La abstención no te libra de participar en el circo electoral; abstenerse o votar en blanco es otra manera de votar. Es un apoyo directo para el equipo contrario. 
A mí me recuerda ese viejo dicho: “Para que mi capitán se fastidie, no como rancho”.
Las urnas mostraron una sociedad fragmentada, lo cual no está mal, porque el bipartidismo es demoledor. 
Pero claro, ese panorama no está mal si los políticos son capaces de actuar con madurez, con entendimiento del bien común y con espíritu de servicio al Estado, y no como en una guerra de bandas para ver quién araña más poder personal. 
 Estoy harta de los reproches cruzados de la izquierda, ese y tú más de patio de colegio, fuiste tú quien no me quiso y yo he sido un santo.
 Fue una pena que no saliera adelante aquella oferta de Sánchez de una vicepresidencia, tres ministerios y pactos de Gobierno, pero, en fin, está claro que el líder del PSOE tampoco ha sabido estar a la altura. 
No han llegado a un acuerdo y esto es desesperante e imperdonable.

Pero no perdamos el tiempo en reproches; tenemos que hacer algo, algo definitivo, para salir de este repetitivo día de la marmota en el que nos hemos instalado.
 Lo ideal sería que se renovaran todos los líderes, pero, como eso es más que improbable, sólo veo tres resultados electorales.
Uno: la izquierda se entrega a su natural tendencia autodestructiva, abandona en masa y permite que esta derecha tremenda se quede con todo. 
 Se me abren las carnes de sólo pensarlo
. Dos: volvemos a votar todos lo mismo y seguimos marmoteando dentro de un atasco colosal; porque podrían y deberían pactar, por supuesto, pero ya no confío en que esta gente sea capaz de hacerlo (salvo Errejón, que es nuevo y le concedo el beneficio de la duda). Y tres: el PSOE consigue votos suficientes para formar Gobierno, en solitario o quizá con Más Madrid.
 Creo que es el único partido con posibilidades de lograrlo; también creo que los diez primeros meses de su Gobierno fueron interesantes (aunque ahora ya casi se me han olvidado). 
Y pienso, en fin, que las otras opciones son peores. Puedo arrepentirme de publicar este artículo, sí, pero me arrepentiría más si me callara mientras la izquierda cede a la rabieta y se suicida.

5 oct 2019

El misterio del diamante matrioska, un diamante dentro de otro

La empresa Alrosa asegura que es la primera gema de este tipo hallada nunca.

diamante matrioska 

La empresa rusa Alrosa ha anunciado este viernes el hallazgo en la región rusa de Yakutia de lo que ha denominado como el primer diamante matrioska encontrado nunca. 
 Se trata de un diamante hueco con una cavidad en la que se mueve libremente otro diamante. 
De ahí la semejanza con las muñecas rusas tradicionales (las matrioskas) que han servido para bautizar la gema, cuya formación es un misterio sobre el que se han formulado diversas hipótesis.
Según los expertos que han estudiado el hallazgo, este es el primer diamante de este tipo en la historia de la minería mundial de diamantes, ha señalado la empresa, que añade que, según los científicos, el diamante puede tener más de 800 millones de años.
A pesar de su estructura compleja, pesa solo 0.62 quilates (0.124 gramos) y tiene dimensiones máximas de 4.8 x 4.9 x 2.8 milímetros. 
El volumen de la cavidad interna es de 6 milímetros cúbicos y el volumen interno de cristal es de 1,6 milímetros cúbicos con un peso estimado de 0,02 quilates (0,004 gramos).
 El diamante interno tiene una forma tabular y dimensiones de 1.9 × 2.1 × 0.6 mm.
"Lo más interesante para nosotros es descubrir cómo se formó el espacio de aire entre el diamante interno y externo. 
Tenemos dos hipótesis principales.
 Según la primera versión, un mineral del manto capturó un diamante durante su crecimiento, y luego fue disuelto en la superficie de la Tierra.
 Según la segunda versión, se formó una capa de sustancia de diamante policristalino poroso dentro del diamante debido al crecimiento ultrarrápido, que posteriormente se disolvió.
 Debido a la presencia de la zona disuelta, un diamante comenzó a moverse libremente dentro del otro", señaló Oleg Kovalchuk, director adjunto de Innovación en la Empresa Geológica de Investigación y Desarrollo de Alrosa. 

"Hasta donde sabemos, aún no existían tales diamantes en la historia de la minería mundial de diamantes. 
Esta es realmente una creación única de la naturaleza, especialmente porque a la naturaleza no le gusta el vacío", añadió, según declaraciones facilitadas por la empresa.
La productora de gemas rusa también ha hecho otros hallazgos raros en los últimos años.
 En agosto dijo que planea vender una gema rosa de 14,83 quilates, llamada The Spirit of the Rose (El espíritu de la rosa), que se espera obtenga uno de los precios más altos para un diamante, informa Bloomberg.

Alrosa planea enviar el diamante matrioska al Instituto Gemológico de Estados Unidos para un  análisis más amplio, según un portavoz. Todavía no hay detalles sobre cuánto puede valer la gema.

¿Qué fue de Susanna Clarke?............................ Laura Fernández


Susanna Clarke, en una fotografía promocional.
Susanna Clarke, en una fotografía promocional.

Bloomsbury anuncia la vuelta de la gran dama del postvictorianismo desaparecida del panorama literario mundial hace 16 años después de publicar una única novela.

La portentosa Mary Margaret O'Hara publicó en 1988 un álbum, Miss America, que tendía a aparecer entre lo mejor de la década – y hasta del siglo, o, siendo menos ambiciosos, el final de ese mismo siglo, el XX – cada vez que a alguien le daba por publicar una de esas listas que el tiempo acaba moldeando y de las que nunca se extraía el álbum en cuestión.
 En parte, no solo porque sigue resultando tan fascinante como único fue en su momento —anticipó incluso a Jeff Buckley—, sino también porque la tal Mary Margaret decidió que aquello era todo lo que iba a decirle al mundo.
 Que no iba a empañar lo epatante de aquel primer disparo con ningún disparo más.
 Que iba a desaparecer sin llegar nunca a ocultarse, como un J.D. Salinger sin rancho ni escopeta que, de vez en cuando, salía de su apartamento para grabar unas voces aquí —en la November Spawned a Monster de Morrissey—, una banda sonora allá —la de Apartment Hunting es lo más parecido a un segundo álbum que O'Hara grabará jamás—.
Algo parecido había ocurrido, literariamente hablando, con la también portentosa Susanna Clarke. Susanna Clarke nació en 1959, en Nottingham, Ingaterra.
 Cuando era niña vivió en un montón de sitios porque sus padres tendían a mudarse a menudo. 
Luego creció y siguió mudándose por su cuenta.
 Pasó un tiempo en Turín y otro en Bilbao.
 De hecho, fue en Bilbao donde se le ocurrió, allá por 1993, la idea para la novela que finalmente publicaría en 2004 —el año en que se publicó el 2666 de Roberto Bolaño— y que fue su primera y, hasta la fecha, única novela, una monumental obra magna sobre una muy victoriana y extremadamente apasionante sociedad de magos que podría considerarse la primera Gran Novela Inglesa del Siglo XXI si existiera algo parecido —¿por qué los norteamericanos son los únicos con derecho a perseguir, sin descanso, e ir entregando, cada cierto tiempo, una Gran Novela Americana?—, y que sin duda debería otorgarle el título de gran dama del postvictorianismo.
 La novela llevaba por título Jonathan Strange y el señor Norrell y aquí la publicó, sin la fortuna que merece, Salamandra.
Ambientada a principios del siglo XIX, la novela resucita la magia, a partir de una descreída sociedad de magos —integrada por, únicamente, caballeros magos— en la que aterriza un tal John Segundus que se niega a creer que los grandes prodigios de la magia solo existan en las páginas de los libros.
 A tal John Segundus les gustaría verlos en los titulares de los periódicos.
 ¿Por qué no eran los magos modernos capaces de practicar la magia que decían estudiar?, se pregunta.
 Muy sencillo, le responde uno de ellos, porque no era ese ya su cometido, de la misma manera que no era el de los botánicos, “crear flores nuevas”, ni el de los astrónomos “modificar la posición de los astros”.
 Pero entonces aparece el singular señor Norrell y consigue hacer hablar a las piedras de la catedral de York y la cosa cambia por completo. Decidido a limpiar el buen nombre del oficio, con la ayuda de su fiel y siempre asombrado discípulo (el Strange del título),
 Norrell devuelve literalmente la magia a Inglaterra y al hacerlo, se la devuelve también al mundo. "Había estado leyendo a Tolkien otra vez y me había dicho que quería hacer algo fantástico, y entonces tuve ese sueño, en Bilbao. 
Soñé con una especie de mago en Venecia, atendiendo a unos turistas", contó, en una ocasión, la escritora, amante también de Charles Dickens y Jane Austen. 

En extremo brillante fresco de la época —una época victoriana con la textura y el plástico hacer del siglo XXI –, con sus costumbres y hasta sus menús— Clarke fue, durante los años en que estuvo escribiendo la novela, editora de libros de cocina, y nada le gusta más, dijo en una de las pocas entrevistas que concedió, que documentarse a partir de lo cotidiano, pues solo así es posible, aseguraba, “reconstruir el mundo” —de carácter fantástico, ucrónico— se da por hecho que la magia existe y puede cambiarlo todo. Jonathan Strange y el señor Norrell —que tuvo una dignísima adaptación televisiva que, lamentablemente, pasó tan desapercibida en España como la novela—, se llevó el año de su publicación el prestigioso Hugo, vendió más de cuatro millones de ejemplares y elevó a su autora —que en los diez años que tardó en escribir la historia y gracias a ella se enamoró y se casó con el escritor de ciencia ficción Colin Greenland— a categoría de clásico de culto en marcha.
Y entonces, como Mary Margaret O'Hara, Clarke desapareció. O, mejor dicho, se ocultó a simple vista.
 Publicó una pequeña antología de algo parecido a cuentos de hadas extraída del universo Norrell dos años después. 
Y aseguró estar trabajando en una secuela Jonathan Strange y el señor Norrell poco después.
 Luego, rumores de enfermedad —al parecer, padece fatiga crónica— y silencio —un silencio preñado de trabajo, la vida del escritor que vive por entero entregado a una obra que no le queda otro remedio que construir a ratos es complicada— hasta que esta semana, 16 años después y perdida toda esperanza de un regreso, Bloomsbury anunciaba que el año próximo Clarke estará de vuelta con una novela que no es la secuela esperada.
 Llevará por título Piranesi, el nombre de su protagonista, un tipo que vive, escribiendo en su diario, en una mansión de cientos, puede que miles, de habitaciones y pasillos, en cuyo centro hay algo parecido a un océano, un laberinto acuático en el que convive con un científico en busca de algún tipo de verdad absoluta.
 Así que no, Susanna Clarke no se había ido a ninguna parte, solo estaba tratando de edificar lo que podría ser —y sin duda será— otra totémica obra maestra de algún tipo de género ya propio que, esperemos, esta vez, sea juzgada aquí —como en el resto del mundo lo fue ya la anterior— como merece.