Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 sept 2019

Los hombres que amó y usó Coco Chanel

La diseñadora mantuvo relaciones sentimentales con artistas y aristócratas que le ayudaron a forjar su imperio en la moda.

Coco Chanel, en su estudio de diseño, en una foto realizada en los años cincuenta.
Coco Chanel, en su estudio de diseño, en una foto realizada en los años cincuenta. Conde Nast via Getty Images

 

Slavoj Zizek: “La gente está drogada, dormida, hay que despertarla”

El filósofo esloveno dice que no defiende el viejo comunismo, sino un nuevo comunalismo globalista.

 Los nuevos retos, afirma, son la ecología, renovar el Estado del Bienestar y evitar la "guerra digital cognitiva".

Slavoj Zizek, el gran provocador. Genial, paradójico, contradictorio, torrencial, mediático.
 Las reflexiones sobre la actualidad de este filósofo esloveno de 69 años, posmarxista, psicoanalítico, cinéfilo hasta el infinito y enamorado de los chistes como espejo cóncavo de la vida siguen provocando pasiones. Jamás deja a nadie indiferente.
El autor del trepidante Problemas en el paraíso, entre otros muchos títulos, acaba de publicar dos libros: El coraje de la desesperanza (Anagrama) y una minisíntesis de su obra (“siempre me canibalizo, me autoplagio”, alega).
 La titula La vigencia de ‘El manifiesto comunista’, aunque en ella sostiene que “hoy en día el comunismo no es el nombre de una solución, sino el nombre de un problema”. 
Desmadejado y de verbo seductor, nos recibe entre sus libros, en su casa de Liubliana. 

PREGUNTA.Usted dio la bienvenida a Donald Trump.

RESPUESTA. Porque Trump es una bendición, aunque protagoniza un tipo de conducta horrible, capaz de todas las rupturas. 
Precisamente por eso puede despertar, desencadenar, alguna reacción. Lo que hace Trump es una locura, pero antes ocurría lo mismo paulatinamente. 
Con el medio ambiente, con todo. Algunos izquierdistas hacen comparaciones erróneas. Si te disgusta Trump o el nuevo autoritarismo, y eres vago para analizarlo, la analogía es cómoda: “¡Oh, es fascismo!”. 
Esa analogía con los años treinta es demasiado sencilla. 
Es más adecuado remitirnos a la decadencia anterior a la Primera Guerra Mundial cuando, igual que hoy, todos se preparaban para la guerra, pero nadie la creía posible.
P. La tesis leninista de “cuanto peor, mejor” nunca trajo nada bueno.
R. Lenin sostuvo que la guerra era buena porque traería la revolución. 
Dudo que ahora una guerra aportase nada.
 Mi afirmación era específica para EE UU, no para otros casos. Ahora están pasando cosas cruciales en el Partido Demócrata, surgen los nuevos demócratas de izquierdas.
 Eso no habría ocurrido sin Trump.
 Fue quien rompió el consenso liberal centrista. 
Las democracias son homogéneas y funcionan muy bien; todas las luchas se producen compartiendo un trasfondo de valores y procedimientos. 
Por eso cuando la derecha llegó por primera vez al poder en Suecia, mantuvo el sistema socialdemócrata. 
Republicanos y demócratas también compartían muchas cosas. Ahora ese pacto se está quebrando.
P. Mientras, mucha gente sufre más con Trump que sin él. Esa pretendida buena noticia cuesta cara a ciudadanos concretos.
R. Sí, pero no idealice el estado de las cosas antes de Trump. ¿Qué le llevó al poder? El abandono a la clase media y baja. 
 Este proceso ya existía antes. No culpe de todo a Trump. ¿De dónde llegó? ¿De la luna?
P. Es al revés, la reforma sanitaria de Obama protegía a la clase media baja.
R. Estoy de acuerdo en que la señal de Trump puede ser extremadamente peligrosa. EE UU atraviesa un estado de guerra civil fría interna. 
Las corrientes políticas no hablan el mismo lenguaje.
 No pueden pactar. Eso no durará. Habrá que ir hacia otro consenso, que será más radical, algo más a la izquierda.
 Ya ocurre con Sanders y sus seguidores. O con el milagro de Jeremy Corbyn.
P. Usted sostiene que los problemas de la inmigración no son solo culpa nuestra, sino también de ella.
R. Por decir esto, ¿sabe cuántos izquierdistas ya me tildan de neofascista? El gran error de la izquierda no es pensar que no hay problemas, sino que el único culpable es nuestro racismo, que nuestro colonialismo ha provocado la desgracia en todo el mundo, por tanto, pase lo que pase, somos culpables.
 Que no somos bastante abiertos para integrar a los inmigrantes. ¿Por qué suponemos que quieren integrarse? Muchos no quieren, prefieren mantener su estilo de vida.
 No forman un grupo único.
 En Alemania muchos jóvenes se vuelven más radicales que sus padres.

P. Entonces, ¿hay que cerrar fronteras?

“Abogaría por una cierta apertura de fronteras [a la inmigración]. Pero con condiciones”
P. ¡Vaya milagro! No es un heraldo del futuro, sino del pasado.
R. Le entiendo, ni siquiera tiene grandes ideas. 
Pero es un milagro en el sentido de que nadie lo habría previsto hace 10 años. 
Vivimos una época extraña. Muchas socialdemocracias eran más radicales hace medio siglo que los Sanders o Corbyn de hoy.


Slavoj Zizek, el gran provocador. Genial, paradójico, contradictorio, torrencial, mediático. Las reflexiones sobre la actualidad de este filósofo esloveno de 69 años, posmarxista, psicoanalítico, cinéfilo hasta el infinito y enamorado de los chistes como espejo cóncavo de la vida siguen provocando pasiones. Jamás deja a nadie indiferente.
El autor del trepidante Problemas en el paraíso, entre otros muchos títulos, acaba de publicar dos libros: El coraje de la desesperanza (Anagrama) y una minisíntesis de su obra (“siempre me canibalizo, me autoplagio”, alega). La titula La vigencia de ‘El manifiesto comunista’, aunque en ella sostiene que “hoy en día el comunismo no es el nombre de una solución, sino el nombre de un problema”. Desmadejado y de verbo seductor, nos recibe entre sus libros, en su casa de Liubliana.
PREGUNTA.Usted dio la bienvenida a Donald Trump.
RESPUESTA. Porque Trump es una bendición, aunque protagoniza un tipo de conducta horrible, capaz de todas las rupturas. Precisamente por eso puede despertar, desencadenar, alguna reacción. Lo que hace Trump es una locura, pero antes ocurría lo mismo paulatinamente. Con el medio ambiente, con todo. Algunos izquierdistas hacen comparaciones erróneas. Si te disgusta Trump o el nuevo autoritarismo, y eres vago para analizarlo, la analogía es cómoda: “¡Oh, es fascismo!”. Esa analogía con los años treinta es demasiado sencilla. Es más adecuado remitirnos a la decadencia anterior a la Primera Guerra Mundial cuando, igual que hoy, todos se preparaban para la guerra, pero nadie la creía posible.
P. La tesis leninista de “cuanto peor, mejor” nunca trajo nada bueno.
R. Lenin sostuvo que la guerra era buena porque traería la revolución. Dudo que ahora una guerra aportase nada. Mi afirmación era específica para EE UU, no para otros casos. Ahora están pasando cosas cruciales en el Partido Demócrata, surgen los nuevos demócratas de izquierdas. Eso no habría ocurrido sin Trump. Fue quien rompió el consenso liberal centrista. Las democracias son homogéneas y funcionan muy bien; todas las luchas se producen compartiendo un trasfondo de valores y procedimientos. Por eso cuando la derecha llegó por primera vez al poder en Suecia, mantuvo el sistema socialdemócrata. Republicanos y demócratas también compartían muchas cosas. Ahora ese pacto se está quebrando.
P. Mientras, mucha gente sufre más con Trump que sin él. Esa pretendida buena noticia cuesta cara a ciudadanos concretos.
R. Sí, pero no idealice el estado de las cosas antes de Trump. ¿Qué le llevó al poder? El abandono a la clase media y baja. Este proceso ya existía antes. No culpe de todo a Trump. ¿De dónde llegó? ¿De la luna?
P. Es al revés, la reforma sanitaria de Obama protegía a la clase media baja.
R. Estoy de acuerdo en que la señal de Trump puede ser extremadamente peligrosa. EE UU atraviesa un estado de guerra civil fría interna. Las corrientes políticas no hablan el mismo lenguaje. No pueden pactar. Eso no durará. Habrá que ir hacia otro consenso, que será más radical, algo más a la izquierda. Ya ocurre con Sanders y sus seguidores. O con el milagro de Jeremy Corbyn.
“Abogaría por una cierta apertura de fronteras [a la inmigración]. Pero con condiciones”
P. ¡Vaya milagro! No es un heraldo del futuro, sino del pasado.
R. Le entiendo, ni siquiera tiene grandes ideas. Pero es un milagro en el sentido de que nadie lo habría previsto hace 10 años. Vivimos una época extraña. Muchas socialdemocracias eran más radicales hace medio siglo que los Sanders o Corbyn de hoy.
P. Usted sostiene que los problemas de la inmigración no son solo culpa nuestra, sino también de ella.
R. Por decir esto, ¿sabe cuántos izquierdistas ya me tildan de neofascista? El gran error de la izquierda no es pensar que no hay problemas, sino que el único culpable es nuestro racismo, que nuestro colonialismo ha provocado la desgracia en todo el mundo, por tanto, pase lo que pase, somos culpables. Que no somos bastante abiertos para integrar a los inmigrantes. ¿Por qué suponemos que quieren integrarse? Muchos no quieren, prefieren mantener su estilo de vida. No forman un grupo único. En Alemania muchos jóvenes se vuelven más radicales que sus padres.
P. Entonces, ¿hay que cerrar fronteras?
Slavoj Zizek.
Slavoj Zizek.
R. No. Yo abogaría por una cierta apertura.
 Pero con condiciones. Primero, moralizar el problema de aceptar o no a los inmigrantes es erróneo. 
Debemos pensar de una manera más estratégica: ¿por qué vienen? Repensemos nuestra política en Siria, Irak, Libia, Yemen. 
Vienen. Forman parte del problema del mal funcionamiento del capitalismo actual.
 No es solo un problema moral. Sino económico. Segundo, asumamos que hay un conflicto entre estilos de vida.
 Deberíamos admitir que hay un auge del fundamentalismo en todo el mundo.
 Que explosiona como reacción al progreso occidental en los derechos de los homosexuales, los transexuales…

P. También vienen por causas políticas, les atrae la libertad europea.
R. Eso ya es más problemático.
P. Huyen de la guerra, así que vienen por la libertad.

R. En principio, sí. Estoy de acuerdo…, pero ¿qué quiere decir con libertad? ¿Nuestra libertad?
“Es fundamental para Europa seguir unida como Unión Europea, con todas sus imperfecciones”
P. Sí. Hablar con libertad, publicar como usted publica…
R. Estoy de acuerdo, solo me pregunto si la mayoría… Usted idealiza la situación. A la mayoría de la gente que viene, los refugiados pobres, le preocupa la seguridad y el hambre, pero dudo hasta qué punto viene por la libertad en nuestro sentido occidental.
P. Hay muchos que quieren acogerse al derecho de asilo, consagrado en la ley internacional. ¿Dónde colocar los límites entre refugiados económicos y políticos?
R. Mi argumento contrario es este: ¿por qué solo hablamos de nuestros límites, si vivimos en un mundo global? ¿Qué hay que cambiar en él?
 El error es que ya somos cómplices en su creación. Mire a Libia. La fastidiamos por el modo en que derrocamos a Gadafi. O el Congo y otros países africanos. 
Serán un caos, pero están totalmente integrados en el capitalismo mundial. ¿Dónde establecemos el estándar para la coexistencia multicultural?
 El multiculturalismo es una noción complicada.
 El primer estándar es la tolerancia hacia otras culturas. 
No solo deberíamos tolerarlos a ellos, sino que ellos deberían tolerarnos a nosotros incondicionalmente.
 ¿Y ante un conflicto en su comunidad? No me preocupa que las musulmanas se cubran. 
Pero sí que obliguen a hacerlo a una chica que no quiere taparse.
 Es una víctima por falta de libertad individual. Debemos protegerla.
P. Porque al final los derechos humanos son una ideología válida en todo el mundo.
R. Aquí empiezan los problemas. 
Nos dirán: “Ustedes imponen su colonialismo”. Nos culparán de que los derechos humanos europeos dan demasiada preferencia al individuo, que ellos tienen derechos colectivos.
 Los musulmanes quieren que respetemos su estilo de vida. Pueden incluso respetar a un cristiano. 
Pero no a gente como yo, que soy ateo.
P. Las libertades y el Estado de bienestar siguen teniendo un inmenso poder de atracción.
R. Aceptemos que la gente viene aquí porque, a pesar de toda la corrupción, seguimos ofreciendo al mundo quizás el gran modelo de bienestar relativo, un modelo único que combina bienestar y libertad, el mejor hasta ahora en la historia mundial.
 Por tanto, deberíamos estar orgullosos de nuestro destino europeo. Lo fantástico de nuestra tradición democrática es que la imperfección está dentro del sistema, forma parte de la capacidad de nuestra democracia para ser crítica consigo misma. 
Es un sistema único que incluye la autocrítica.
P. ¿Existe algo así como un capitalismo global?
R. No en el ámbito político. Existe como mercado mundial.

P. El mercado no es el capitalismo. Hay muchas formas de capitalismo.
R. Y coexisten. El asunto consiste en qué forma de capitalismo se está volviendo predominante.
 El capitalismo socialdemócrata, con Estado del bienestar, está amenazado. 
Se dice que el comunismo no funcionó. Pero mire lo que ha pasado en China en el último medio siglo. ¿Ha habido alguna vez en la historia de la humanidad un desarrollo económico tan explosivo? Es impresionante
La figura que anunció nuestra época fue Lee Kuan Yew, el fallecido líder de Singapur. Creó la fórmula de autoritarismo “de valores asiáticos”.
 China demuestra, a nivel masivo, que funciona. El chino es el capitalismo bajo dominio de un partido autoritario.
 Es una nueva combinación de capitalismo mundial en la que el país participa en el mercado global, pero ideológicamente funciona hacia adentro de una manera patriótica, etnocéntrica.
P. Inquietante.
R. Lo que me preocupa es que Europa está perdiendo. Por eso apoyo el último llamamiento de Emmanuel Macron y Merkel para crear un Ejército europeo.
 Es fundamental para Europa seguir unida como Unión Europea, con todas sus imperfecciones y con su corrupción. 
Trump y Putin trabajan sistemáticamente para des­unir a Europa. Ese es su objetivo. Putin, de una manera muy perversa, estaba a favor de la secesión de Cataluña.
 O del Brexit. Fue muy hipócrita. Siempre que la unidad europea muestra problemas…

P. Sí, y tiene problemas económicos con China, baja su demanda por las medidas proteccionistas de EE UU.
R. La clave es el nuevo desarrollo de los coches eléctricos.
 El temor es que China intente desarrollar este tipo de coches. Pues no es ya solo la cadena de ensamblaje de la economía mundial, sino que desarrolla su propia economía.
 Los izquierdistas tradicionales odian dos cosas del orden mundial actual: al mercado libre, loco, con su caos; y a los Estados autoritarios.
 China aúna ambas cosas.
 Ahora instaura el miedo.
 Los disidentes son marxistas, estudiantes que estudian marxismo y proponen organizar a los trabajadores, tan explotados allí.
 Esto es lo peor que puedes hacer en China hoy: proteger los derechos de los trabajadores.
 Los “desaparecen” durante 15 días.


Un provocador profesional

Zizek quiso ser director de cine.
 Esa pasión la incorpora a todos sus libros, plagados de pelis como parábolas.
 Y ocupa muchas tardes como habitual en las salas de proyección de Liubliana. 
Pero no se vio con talento suficiente para el séptimo arte. Optó por su segundo amor, la filosofía. Y agradece a “la opresión comunista” no haber encontrado empleo durante años. 
Solo apaños de traductor y tareas menores, para acabar al fin en un pequeño instituto de investigación:
 “Por eso soy del todo libre para investigar, no como un profesor de pueblo”.
Eso le catapulta a afrontar “los nuevos retos”, que resume en el ecológico, la renovación del Estado del bienestar, o la “digitalización directa del cerebro humano” mediante la que el ordenador “detecta lo que piensas” y resultas vulnerable a cualquier dominación sofisticada. 
“No defiendo el viejo comunismo de ninguna manera”, se parapeta, sino un nuevo comunalismo globalista, porque “nuestro cerebro es nuestra herencia común”.

Reconoce ser un provocador profesional, para incomodar al público y hacerle reaccionar. 
Considera que la gente está “drogada, dormida” y que hay que “despertarla”. 
De modo que “la medida de la libertad de expresión es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”. 
Sobre todo a la izquierda con la que sintoniza, y a aquella con la que disiente: las libertades occidentales “serán falsas, pero las estalinistas no eran siquiera falsas”; o “no creo en eso de escuchar a la gente normal y corriente, como dice Pablo Iglesias, porque la gente normal y corriente está atrapada por la ideología, está a favor de echar a los inmigrantes”.
Así que el pensamiento crítico “duele” y “trae malas noticias”. Pero siempre “hay que provocar”. 
Aunque cuando profetiza males mayores, de tan estentóreo, cuesta adivinarle la intención provocadora. Así, le inquieta al máximo el “extraordinario progreso que está registrando la industria del armamento”, por su cruce con la civilización digital. 
Nos abocamos a “una guerra digital, cognitiva”, que “influirá en los cerebros”.
China puede ser el paradigma de la nueva tensión. 
Como lleva décadas sin experimentar su armamento sobre el terreno, a diferencia de EEUU “necesita probarlo, y la mejor forma de hacerlo es con una guerra”. Es “la situación más peligrosa”, deletrea.

Respeta a Marx, pretende entroncar con sus preguntas fundacionales y se ríe de quien le tacha de “leninista loco”:
 “Mis ideas”, dice, “son hegelianas”. 
Su enfoque estriba en centrarse en cómo pueden salir mal las cosas, y luego preguntarse hasta qué punto era necesario que fuese así. “Por ejemplo”, aunque admira al vicepresidente de Evo Morales, Álvaro García- Linera, tiene “el honor de no haber sido engañado por Hugo Chávez”.
 Zizek advirtió durante años que el militar acabaría mal, porque “no veía lo nuevo”, solo era “un Fidel con dinero, no resolvía los problemas, echaba dinero a los problemas”.

Así que el pensamiento crítico “duele” y “trae malas noticias”.
 Pero siempre “hay que provocar”. Aunque cuando profetiza males mayores, de tan estentóreo, cuesta adivinarle la intención provocadora. 
Así, le inquieta al máximo el “extraordinario progreso que está registrando la industria del armamento”, por su cruce con la civilización digital. 
Nos abocamos a “una guerra digital, cognitiva”, que “influirá en los cerebros”.
China puede ser el paradigma de la nueva tensión.
 Como lleva décadas sin experimentar su armamento sobre el terreno, a diferencia de EEUU “necesita probarlo, y la mejor forma de hacerlo es con una guerra”. 
Es “la situación más peligrosa”, deletrea.

 

Nueva luz en el duelo Unamuno-Millán Astray................. Tereixa Constenla




El enfrentamiento en Salamanca el 12 de octubre de 1936 entre el intelectual y el fundador de la Legión resucita en libros y películas que aportan datos para esclarecer lo ocurrido.

La vida de Miguel de Unamuno fue algo más que unos minutos de desafío dialéctico con José Millán Astray en la Universidad de Salamanca.
 En los últimos años, sin embargo, todo parece arrinconarle ahí: en ese momento de osadía e integridad en un paraninfo donde los jóvenes legionarios y falangistas voceaban más que la treintena de catedráticos presentes aquel 12 de octubre de 1936, Día de la Raza. Lo ocurrido en esos minutos adquirió tal carga simbólica —la inteligencia frente a la sinrazón, el pacifismo frente a la violencia— que, 83 años después, ha inspirado un pequeño boom unamuniano, espoleado por la película de Alejandro Amenábar (Mientras dure la guerra), que se estrena en salas el 27 de septiembre. 
Amenábar se ciñe a esos meses inciertos y violentos en los que Unamuno transita de la celebración del golpe militar a la condena del mismo. 
El 12 de octubre es el punto de no retorno.
 El momento en que los rebeldes se dan cuenta de que aquel escritor decepcionado con la Segunda República es una mente demasiado libre para callar lo que no comparte.
Portada del periódico 'Ahora' del 14 de abril de 1935 dedicada a Unamuno. 
 

Aparte de las notas escuetas del propio Unamuno para su improvisada intervención, no había apenas testimonios inmediatos de lo ocurrido sin la contaminación de la propaganda o la censura (como las crónicas periodísticas del día siguiente).

 Hasta ahora. Colette y Jean-Claude Rabaté, biógrafos de Unamuno, desvelan en dos obras de inminente publicación la aparición de un documento redactado por uno de los catedráticos presentes en el acto pocas horas después de los hechos. 

“Este testimonio da cuenta de que Unamuno recordó que era vasco, que tanto las mujeres rojas como las del bando nacional daban muestras de su falta de compasión, y pronunció también el famoso ‘vencer no es convencer’ al mismo tiempo que rebatió la noción de anti-España, y terminó haciendo el elogio de Rizal”, escriben en su biografía Miguel de Unamuno (1864-1936). Convencer hasta la muerte, que publica en los próximos días Galaxia Gutenberg y que es una versión actualizada con nuevas aportaciones de la publicada en 2009 por Taurus.

Notas que tomó Unamuno para la intervención el 12 de octubre de 1936.
Notas que tomó Unamuno para la intervención el 12 de octubre de 1936. Universidad de Salamanca
El testigo, que no identifican, enjuicia a los dos protagonistas del duelo verbal.
 “Critica ciertos términos pronunciados por Unamuno, tachándolo de antipatriota, pero denuncia también la violencia de Millán Astray, que terminó con vivas y mueras, y añade que le pareció mal excitar a la juventud”.
 El documento, en opinión de los biógrafos, corrobora “sin lugar a duda, que hubo un enfrentamiento verbal entre dos hombres cuyo carácter, vivencias e ideología eran totalmente dispares”.
 Los hispanistas han silenciado en esta biografía la identidad del testigo, que será divulgada en un largometraje documental de Manuel Menchón, que se estrenará en salas en diciembre o enero, y que coincidirá con la publicación en Pre-Textos de El resentimiento trágico de la vida. Notas sobre la revolución y la guerra civil, el último escrito de Unamuno, en una edición crítica de los Rabaté. En los pasajes sobre el asunto en la biografía, Colette y Jean-Claude Rabaté escriben:
 “Si bien Millán Astray debió pronunciar un ‘¡Viva la muerte!’, grito habitual entre miembros de la Legión, precedido o coreado por una parte del público, lo más polémico es el 
‘¡Muera la inteligencia!’ que los más de los comentaristas le atribuyen.
 Lo único seguro es que el legionario se alzó en contra de los intelectuales, actitud adoptada por la mayoría de los militares, sobre todo desde la dictadura de Miguel Primo de Rivera”. 
La elogiosa mención de Unamuno a José Rizal,
 héroe de la independencia filipina fusilado por los españoles, se considera el detonante que provocó al fundador de la Legión, que había tenido su bautizo bélico en la colonia.
A la vista de dos testimonios presenciales recogidos en el libro Arqueología de un mito (Sílex), que publicará el 25 de septiembre el historiador Severiano Delgado y que recopila las cinco versiones del 12 de octubre conocidas hasta hoy, el grito de Millán Astray es “¡Mueran los intelectuales!”. 
Esto es lo que afirmaron haber escuchado tanto el catedrático de Medicina José Pérez-López Villamil como el falangista Felipe Ximénez de Sandoval, presentes en el paraninfo.
 El psiquiatra Pérez-López Villamil lo recordó años después con temor:
 “Aquel momento fue de un gran miedo, había unos objetos reales que nos lo producían: las metralletas y las pistolas amartilladas de los legionarios y falangistas que estaban presentes en el claustro. Terrible, aquello fue tremendo”.
Su relato, recogido en la revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría en 1985, concuerda con el del testigo anónimo encontrado por los Rabaté y las notas manuscritas del propio Unamuno, que improvisó sus palabras movido por la irritación que le produjeron las alusiones a la anti-España. 
Lo que él pensaba del asunto quedó recogido con nitidez en esta cita de El resentimiento trágico de la vida: “No son unos españoles contra otros —no hay anti-España—, sino toda España, una, contra sí misma”.

“Este supuesto caudillo que no civiliza a los suyos”

A Unamuno le costó más desmarcarse de Franco que de su bando. “¡Qué cándido anduve al adherirme al movimiento de Franco, sin contar con los otros, y fiado —como sigo estándolo— en este supuesto caudillo que no consigue civilizar y humanizar a sus colaboradores!”, escribe en una carta citada por Colette y Jean-Claude Rabaté.
 “Al contrario de otros intelectuales que muy pronto se fueron de España, Unamuno careció de lucidez en ese momento preciso, y sobre todo resulta incomprensible la indulgencia que demostró hacia el dictador, como si hubiera olvidado la guerra de África o la represión de Asturias”, sostienen los biógrafos.

Una observación que comparte el historiador Severiano Delgado: “Incluso hasta el final de su vida mantuvo mucha fe en Franco, no sé por qué, pero Unamuno creía que el impulsor de la represión era el general Mola”. En diciembre de 1936, sin embargo, su opinión se ha endurecido: “Me temo que bajo la dictadura de Franco lo que menos se permita sea la franqueza. Lo que dominará será la molienda”. Unamuno sabe que han asesinado a sus amigos Salvador Vila, rector en Granada; Atilano Coco, pastor protestante, y Casto Prieto, alcalde de Salamanca. Digerida la ira por estas muertes, acabará insistiendo en sus últimas notas en una idea: “Hay que renunciar a la venganza”.

 

15 sept 2019

No sabemos nada..........................Juan José Millás

No sabemos nada
Cada vez que veo este edificio desde la M-40 de Madrid me pregunto si me debe gustar.
—No es el gusto lo que está en juego —dice una voz en mi cabeza—, sino la función.
—¿Y funciona bien como edificio? —inquiero.
—Cabe suponer que sí, debe de haber costado un riñón.
—Pero estoy harto de ver viviendas caras —insisto— que funcionan como viviendas, y que son un horror. No solo es la función, es la moral también.
—¿A qué clase de moral crees que respondería esta obra? —pregunta entonces la voz, mientras yo meto la tercera y piso el freno porque hay un atasco: el de media tarde, que los conductores entretenemos observando la mole del BBVA.
—A la peor —respondo yo—, a la del tamaño. No hay arquitectura suficientemente absurda si es lo suficientemente grande.