La diseñadora mantuvo relaciones sentimentales con artistas y aristócratas que le ayudaron a forjar su imperio en la moda.
Si Coco Chanel
logró transformar la moda para siempre fue porque supo leer el signo de
los tiempos.
Ella entendió antes y mejor que nadie que las mujeres necesitaban un nuevo guardarropa con el que ser activas, independientes y libres.
“Una mujer ocupada necesita sentirse cómoda con su ropa. Tienes que ser capaz de subirte las mangas”, declaró en la década de los años 20.
Su capacidad para absorber ideas y su talento para adaptarlas a sus diseños solo era comparable a su don para rodearse de las personas apropiadas: una mezcla imposible de artistas y aristócratas que le ayudaron a estimular su creatividad y, en los inicios de su carrera, también a financiarla.
Con muchos mantuvo relaciones amorosas, pero la mayoría, sencillamente, solo disfrutaban de tenerla cerca.
Ahora, una biografía recién publicada en Reino Unido, Living with Coco Chanel. The homes and landscapes that shaped the designer, añade nuevos datos.
Escrito por la escocesa Caroline Young, el libro recorre los lugares y casas que frecuentó Coco —unas veces, en calidad de amante de sus dueños; otras, como en el caso de La Pausa, su villa cerca de Montecarlo, como su orgullosa propietaria—, y explora cómo la moldeó e inspiró cada entorno.
Si Coco Chanel
logró transformar la moda para siempre fue porque supo leer el signo de
los tiempos.
Ella entendió antes y mejor que nadie que las mujeres necesitaban un nuevo guardarropa con el que ser activas, independientes y libres. “Una mujer ocupada necesita sentirse cómoda con su ropa. Tienes que ser capaz de subirte las mangas”, declaró en la década de los años 20. Su capacidad para absorber ideas y su talento para adaptarlas a sus diseños solo era comparable a su don para rodearse de las personas apropiadas: una mezcla imposible de artistas y aristócratas que le ayudaron a estimular su creatividad y, en los inicios de su carrera, también a financiarla.
Con muchos mantuvo relaciones amorosas, pero la mayoría, sencillamente, solo disfrutaban de tenerla cerca. Ahora, una biografía recién publicada en Reino Unido, Living with Coco Chanel. The homes and landscapes that shaped the designer, añade nuevos datos. Escrito por la escocesa Caroline Young, el libro recorre los lugares y casas que frecuentó Coco —unas veces, en calidad de amante de sus dueños; otras, como en el caso de La Pausa, su villa cerca de Montecarlo, como su orgullosa propietaria—, y explora cómo la moldeó e inspiró cada entorno.
Hasta en el convento de Aubazine, donde la dejó su padre de niña, halló Young elementos que luego Coco referenciaría en su firma. “Fui a Aubazine, la abadía donde se crió después de haber sido abandonada a la edad de doce años.
Es un lugar muy remoto, tranquilo, en lo alto de una meseta, rodeado de bosque, y descubrí que ahí es donde comienza la leyenda de Chanel”, cuenta la autora a EL PAÍS.
Pero Living with Coco Chanel no es un mero compendio de datos de interiorismo; son las experiencias junto a los hombres de su vida —de esa vida sentimental tan intensa y azarosa— las que protagonizan gran parte de la obra.
El primero fue el oficial de caballería y heredero textil Etienne Balsan, que se fijó en ella cuando solo era una joven costurera. Balsan la convirtió en su segunda amante, la instaló en su castillo y acabó prestándole un apartamento en París donde Coco empezó a vender sus sombreros.
“Él era un inconformista al que le gustaba rodearse de gente de fuera de su círculo, e incluyó a Chanel en su mundo porque era diferente y única.
Esto fue alrededor de 1905 o 1906 y en esos tiempos las mujeres no tenían poder; Chanel sabía que, sin familia ni riqueza, necesitaría crearse su suerte”, explica Young.
Estando con Balsan, Coco conoció al empresario y playboy Arthur Boy Capel, su gran amor, que le ayudó a financiar su primera boutique, aunque después le rompería el corazón dos veces: al casarse con otra mujer y al matarse en un accidente de coche en 1919.
También fue sonado su affaire con el gran duque Dmitri Pavlovich, nieto del zar Alejandro II, que había huido de Rusia tras la revolución bolchevique y que, según la autora, le regaló las perlas que ella convertiría en un accesorio emblemático de su look.
O su larga relación con Hugh Grosvenor, segundo duque de Westminster, de quien Chanel tomaba prestadas las chaquetas de tweed que hoy son seña de identidad de la marca, y con quien vivió en una mansión en las Highlands.
Que muchas de sus parejas fueran hombres ricos y poderosos no significa, para Caroline Young, que ella los eligiera así ex profeso: “No creo que los sedujera de forma deliberada; fue su pasión, creatividad y fuerza lo que atraía a la gente hacia ella.
Sus amantes después de Boy Capel, incluyendo a Dmitri Pavlovich y Stravinsky, tenían muy poco dinero, pero se sintió atraída por Dmitri porque era un Romanov, y a ella le impresionaban los títulos.
Cuando conoció al duque de Westminster, Chanel era muy rica por derecho propio, y él encontró su independencia refrescante”. Chanel nunca renunció a esa independencia. “Se cree que se comprometió con Paul Iribe a mediados de los 30, pero él murió de un ataque cardíaco en las canchas de tenis de La Pausa delante de ella”, cuenta la biógrafa.
“También pudo haber deseado casarse con el duque, pero ella no podía quedarse embarazada.
Para entonces, Chanel podría haberse dado cuenta de que ser independiente y vivir de la manera que quería era vital para ella”. La propia mademoiselle lo resumió así: “Dios sabe que quería amor. Pero en el momento en el que tuve que elegir entre el hombre que amaba y mis vestidos, elegí los vestidos”.
Ella entendió antes y mejor que nadie que las mujeres necesitaban un nuevo guardarropa con el que ser activas, independientes y libres.
“Una mujer ocupada necesita sentirse cómoda con su ropa. Tienes que ser capaz de subirte las mangas”, declaró en la década de los años 20.
Su capacidad para absorber ideas y su talento para adaptarlas a sus diseños solo era comparable a su don para rodearse de las personas apropiadas: una mezcla imposible de artistas y aristócratas que le ayudaron a estimular su creatividad y, en los inicios de su carrera, también a financiarla.
Con muchos mantuvo relaciones amorosas, pero la mayoría, sencillamente, solo disfrutaban de tenerla cerca.
Ahora, una biografía recién publicada en Reino Unido, Living with Coco Chanel. The homes and landscapes that shaped the designer, añade nuevos datos.
Escrito por la escocesa Caroline Young, el libro recorre los lugares y casas que frecuentó Coco —unas veces, en calidad de amante de sus dueños; otras, como en el caso de La Pausa, su villa cerca de Montecarlo, como su orgullosa propietaria—, y explora cómo la moldeó e inspiró cada entorno.
Ella entendió antes y mejor que nadie que las mujeres necesitaban un nuevo guardarropa con el que ser activas, independientes y libres. “Una mujer ocupada necesita sentirse cómoda con su ropa. Tienes que ser capaz de subirte las mangas”, declaró en la década de los años 20. Su capacidad para absorber ideas y su talento para adaptarlas a sus diseños solo era comparable a su don para rodearse de las personas apropiadas: una mezcla imposible de artistas y aristócratas que le ayudaron a estimular su creatividad y, en los inicios de su carrera, también a financiarla.
Con muchos mantuvo relaciones amorosas, pero la mayoría, sencillamente, solo disfrutaban de tenerla cerca. Ahora, una biografía recién publicada en Reino Unido, Living with Coco Chanel. The homes and landscapes that shaped the designer, añade nuevos datos. Escrito por la escocesa Caroline Young, el libro recorre los lugares y casas que frecuentó Coco —unas veces, en calidad de amante de sus dueños; otras, como en el caso de La Pausa, su villa cerca de Montecarlo, como su orgullosa propietaria—, y explora cómo la moldeó e inspiró cada entorno.
Hasta en el convento de Aubazine, donde la dejó su padre de niña, halló Young elementos que luego Coco referenciaría en su firma. “Fui a Aubazine, la abadía donde se crió después de haber sido abandonada a la edad de doce años.
Es un lugar muy remoto, tranquilo, en lo alto de una meseta, rodeado de bosque, y descubrí que ahí es donde comienza la leyenda de Chanel”, cuenta la autora a EL PAÍS.
Pero Living with Coco Chanel no es un mero compendio de datos de interiorismo; son las experiencias junto a los hombres de su vida —de esa vida sentimental tan intensa y azarosa— las que protagonizan gran parte de la obra.
El primero fue el oficial de caballería y heredero textil Etienne Balsan, que se fijó en ella cuando solo era una joven costurera. Balsan la convirtió en su segunda amante, la instaló en su castillo y acabó prestándole un apartamento en París donde Coco empezó a vender sus sombreros.
“Él era un inconformista al que le gustaba rodearse de gente de fuera de su círculo, e incluyó a Chanel en su mundo porque era diferente y única.
Esto fue alrededor de 1905 o 1906 y en esos tiempos las mujeres no tenían poder; Chanel sabía que, sin familia ni riqueza, necesitaría crearse su suerte”, explica Young.
Estando con Balsan, Coco conoció al empresario y playboy Arthur Boy Capel, su gran amor, que le ayudó a financiar su primera boutique, aunque después le rompería el corazón dos veces: al casarse con otra mujer y al matarse en un accidente de coche en 1919.
También fue sonado su affaire con el gran duque Dmitri Pavlovich, nieto del zar Alejandro II, que había huido de Rusia tras la revolución bolchevique y que, según la autora, le regaló las perlas que ella convertiría en un accesorio emblemático de su look.
O su larga relación con Hugh Grosvenor, segundo duque de Westminster, de quien Chanel tomaba prestadas las chaquetas de tweed que hoy son seña de identidad de la marca, y con quien vivió en una mansión en las Highlands.
Que muchas de sus parejas fueran hombres ricos y poderosos no significa, para Caroline Young, que ella los eligiera así ex profeso: “No creo que los sedujera de forma deliberada; fue su pasión, creatividad y fuerza lo que atraía a la gente hacia ella.
Sus amantes después de Boy Capel, incluyendo a Dmitri Pavlovich y Stravinsky, tenían muy poco dinero, pero se sintió atraída por Dmitri porque era un Romanov, y a ella le impresionaban los títulos.
Cuando conoció al duque de Westminster, Chanel era muy rica por derecho propio, y él encontró su independencia refrescante”. Chanel nunca renunció a esa independencia. “Se cree que se comprometió con Paul Iribe a mediados de los 30, pero él murió de un ataque cardíaco en las canchas de tenis de La Pausa delante de ella”, cuenta la biógrafa.
“También pudo haber deseado casarse con el duque, pero ella no podía quedarse embarazada.
Para entonces, Chanel podría haberse dado cuenta de que ser independiente y vivir de la manera que quería era vital para ella”. La propia mademoiselle lo resumió así: “Dios sabe que quería amor. Pero en el momento en el que tuve que elegir entre el hombre que amaba y mis vestidos, elegí los vestidos”.