6 sept 2019
5 sept 2019
La última despedida del Che Guevara...................... Mauricio Vicent...
Las cartas completas del revolucionario ofrecen un relato autobiográfico en el que lo personal se mezcla con lo político. El volumen, publicado en Cuba, incluye inéditos.
Entre las cartas de despedida que escribió el Che Guevara
llama la atención una enviada a sus hijos meses antes de morir, cuando
se encontraba en la selva boliviana tratando de encender la llama de un
foco guerrillero.
El texto va encabezado con “Desde algún lugar de Bolivia, 1966”, y en su último párrafo le dice al más pequeño:
“Tatico, tú crece y hazte hombre que después veremos qué se hace. Si hay imperialismo todavía salimos a pelearlo, si eso se acaba, tú, Camilo y yo podemos irnos de vacaciones a la luna”.
Es el cierre de Epistolario de un tiempo. Cartas 1947-1967, volumen recién publicado en Cuba que agrupa y clasifica 350 páginas de cartas personales y políticas desde que termina sus estudios de Segunda Enseñanza y marcha a descubrir las Américas en motocicleta, hasta las últimas palabras desde Bolivia dedicadas a sus padres, sus hijos y su esposa, Aleida March, a quien confiesa en su carta final:
“Hay días en que la morriña avanza incontenible y se posesiona de mí.
En Navidad y Año Nuevo, sobre todo, no sabes cómo extraño tus lágrimas rituales, bajo un cielo de estrellas nuevas que me recordaba lo poco que le he sacado a la vida en el orden personal…”
Es el cierre de Epistolario de un tiempo. Cartas 1947-1967, volumen recién publicado en Cuba que agrupa y clasifica 350 páginas de cartas personales y políticas desde que termina sus estudios de Segunda Enseñanza y marcha a descubrir las Américas en motocicleta, hasta las últimas palabras desde Bolivia dedicadas a sus padres, sus hijos y su esposa, Aleida March, a quien confiesa en su carta final: “Hay días en que la morriña avanza incontenible y se posesiona de mí.
En Navidad y Año Nuevo, sobre todo, no sabes cómo extraño tus lágrimas rituales, bajo un cielo de estrellas nuevas que me recordaba lo poco que le he sacado a la vida en el orden personal…”.
Se trata de una exhaustiva y reveladora selección que incluye unas pocas cartas desconocidas y muchas conocidas pero que hasta ahora no habían sido publicado juntas, y ahí reside uno de los valores de esta compilación: permite apreciar el crecimiento personal, intelectual y político de Guevara y comprobar su evolución, acercarse a su trayectoria como estadista y descubrir aspectos poco conocidos de su vida, como el de sus relaciones familiares y con los amigos.
Desde el punto de vista histórico, Epistolario de un tiempo
es además un documento importante para aquellos a los que les interese
la historia de los primeros años de la revolución, pues está lleno de
referencias a sucesos y hechos concretos en los que Guevara participó
como actor principal y que marcarían el futuro de Cuba.
El libro se ordena cronológicamente en torno a cuatro grandes bloques: cartas de juventud (1947-1956), que incluye la correspondencia enviada desde la pequeña ciudad de Villa María, adonde se fue a trabajar a los 19 años, y durante sus viajes por Argentina y América Latina; cartas desde la lucha (1956-1959), generadas en la guerrilla de la Sierra Maestra y durante la invasión que protagonizó junto a Camilo Cienfuegos a la zona central de Cuba, que culminó con la toma de la ciudad de Santa Clara y el triunfo de la revolución; cartas como dirigente político (1959-1965), etapa en la que ocupa diferentes puestos de responsabilidad en el Gobierno, incluidos los de ministro de Industria y presidente del Banco Nacional, cuando participa en los grandes debates económicos y políticos del país, en muchas ocasiones asumiendo una posición crítica; y cartas desde la solidaridad y el internacionalismo (1965-1967), que comprende, entre otros, los fracasados episodios guerrilleros del Congo y de Bolivia, cuando escribe sus famosos diarios de campaña.
Una de las misivas, de la que hasta ahora solo se conocían algunos fragmentos publicados como prólogo del libro Apuntes críticos a la economía política (2006), es sin duda la gran carta de Epistolario,
hasta el extremo de que algunos expertos en la obra guevariana aseguran
que marca un antes y un después.
Se trata de la segunda carta de despedida que escribió el Che a Fidel antes de partir hacia la guerrilla en el Congo.
La primera es ampliamente conocida -"Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos…"-, pues fue leída por Castro el día en que se creó el Partido Comunista de Cuba y se eligió su primer Comité Central, el 3 de octubre de 1965. La segunda despedida, que ahora se publica íntegramente, está fechada el 26 de marzo de ese mismo año y es un crítico y riguroso análisis de los males políticos y económicos de la revolución, con especial énfasis en los que en ese momento afectaban al funcionamiento del Partido Comunista, el Gobierno y el Estado..
El texto va encabezado con “Desde algún lugar de Bolivia, 1966”, y en su último párrafo le dice al más pequeño:
“Tatico, tú crece y hazte hombre que después veremos qué se hace. Si hay imperialismo todavía salimos a pelearlo, si eso se acaba, tú, Camilo y yo podemos irnos de vacaciones a la luna”.
Es el cierre de Epistolario de un tiempo. Cartas 1947-1967, volumen recién publicado en Cuba que agrupa y clasifica 350 páginas de cartas personales y políticas desde que termina sus estudios de Segunda Enseñanza y marcha a descubrir las Américas en motocicleta, hasta las últimas palabras desde Bolivia dedicadas a sus padres, sus hijos y su esposa, Aleida March, a quien confiesa en su carta final:
“Hay días en que la morriña avanza incontenible y se posesiona de mí.
En Navidad y Año Nuevo, sobre todo, no sabes cómo extraño tus lágrimas rituales, bajo un cielo de estrellas nuevas que me recordaba lo poco que le he sacado a la vida en el orden personal…”
Es el cierre de Epistolario de un tiempo. Cartas 1947-1967, volumen recién publicado en Cuba que agrupa y clasifica 350 páginas de cartas personales y políticas desde que termina sus estudios de Segunda Enseñanza y marcha a descubrir las Américas en motocicleta, hasta las últimas palabras desde Bolivia dedicadas a sus padres, sus hijos y su esposa, Aleida March, a quien confiesa en su carta final: “Hay días en que la morriña avanza incontenible y se posesiona de mí.
En Navidad y Año Nuevo, sobre todo, no sabes cómo extraño tus lágrimas rituales, bajo un cielo de estrellas nuevas que me recordaba lo poco que le he sacado a la vida en el orden personal…”.
Se trata de una exhaustiva y reveladora selección que incluye unas pocas cartas desconocidas y muchas conocidas pero que hasta ahora no habían sido publicado juntas, y ahí reside uno de los valores de esta compilación: permite apreciar el crecimiento personal, intelectual y político de Guevara y comprobar su evolución, acercarse a su trayectoria como estadista y descubrir aspectos poco conocidos de su vida, como el de sus relaciones familiares y con los amigos.
El libro se ordena cronológicamente en torno a cuatro grandes bloques: cartas de juventud (1947-1956), que incluye la correspondencia enviada desde la pequeña ciudad de Villa María, adonde se fue a trabajar a los 19 años, y durante sus viajes por Argentina y América Latina; cartas desde la lucha (1956-1959), generadas en la guerrilla de la Sierra Maestra y durante la invasión que protagonizó junto a Camilo Cienfuegos a la zona central de Cuba, que culminó con la toma de la ciudad de Santa Clara y el triunfo de la revolución; cartas como dirigente político (1959-1965), etapa en la que ocupa diferentes puestos de responsabilidad en el Gobierno, incluidos los de ministro de Industria y presidente del Banco Nacional, cuando participa en los grandes debates económicos y políticos del país, en muchas ocasiones asumiendo una posición crítica; y cartas desde la solidaridad y el internacionalismo (1965-1967), que comprende, entre otros, los fracasados episodios guerrilleros del Congo y de Bolivia, cuando escribe sus famosos diarios de campaña.
Se trata de la segunda carta de despedida que escribió el Che a Fidel antes de partir hacia la guerrilla en el Congo.
La primera es ampliamente conocida -"Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos…"-, pues fue leída por Castro el día en que se creó el Partido Comunista de Cuba y se eligió su primer Comité Central, el 3 de octubre de 1965. La segunda despedida, que ahora se publica íntegramente, está fechada el 26 de marzo de ese mismo año y es un crítico y riguroso análisis de los males políticos y económicos de la revolución, con especial énfasis en los que en ese momento afectaban al funcionamiento del Partido Comunista, el Gobierno y el Estado..
Entre las cartas de despedida que escribió el Che Guevara
llama la atención una enviada a sus hijos meses antes de morir, cuando
se encontraba en la selva boliviana tratando de encender la llama de un
foco guerrillero. El texto va encabezado con “Desde algún lugar de
Bolivia, 1966”, y en su último párrafo le dice al más pequeño: “Tatico,
tú crece y hazte hombre que después veremos qué se hace. Si hay
imperialismo todavía salimos a pelearlo, si eso se acaba, tú, Camilo y
yo podemos irnos de vacaciones a la luna”.
Es el cierre de Epistolario de un tiempo. Cartas 1947-1967, volumen recién publicado en Cuba que agrupa y clasifica 350 páginas de cartas personales y políticas desde que termina sus estudios de Segunda Enseñanza y marcha a descubrir las Américas en motocicleta, hasta las últimas palabras desde Bolivia dedicadas a sus padres, sus hijos y su esposa, Aleida March, a quien confiesa en su carta final: “Hay días en que la morriña avanza incontenible y se posesiona de mí. En Navidad y Año Nuevo, sobre todo, no sabes cómo extraño tus lágrimas rituales, bajo un cielo de estrellas nuevas que me recordaba lo poco que le he sacado a la vida en el orden personal…”.
Se trata de una exhaustiva y reveladora selección que incluye unas pocas cartas desconocidas y muchas conocidas pero que hasta ahora no habían sido publicado juntas, y ahí reside uno de los valores de esta compilación: permite apreciar el crecimiento personal, intelectual y político de Guevara y comprobar su evolución, acercarse a su trayectoria como estadista y descubrir aspectos poco conocidos de su vida, como el de sus relaciones familiares y con los amigos.
Desde el punto de vista histórico, Epistolario de un tiempo
es además un documento importante para aquellos a los que les interese
la historia de los primeros años de la revolución, pues está lleno de
referencias a sucesos y hechos concretos en los que Guevara participó
como actor principal y que marcarían el futuro de Cuba.
El libro se ordena cronológicamente en torno a cuatro grandes bloques: cartas de juventud (1947-1956), que incluye la correspondencia enviada desde la pequeña ciudad de Villa María, adonde se fue a trabajar a los 19 años, y durante sus viajes por Argentina y América Latina; cartas desde la lucha (1956-1959), generadas en la guerrilla de la Sierra Maestra y durante la invasión que protagonizó junto a Camilo Cienfuegos a la zona central de Cuba, que culminó con la toma de la ciudad de Santa Clara y el triunfo de la revolución; cartas como dirigente político (1959-1965), etapa en la que ocupa diferentes puestos de responsabilidad en el Gobierno, incluidos los de ministro de Industria y presidente del Banco Nacional, cuando participa en los grandes debates económicos y políticos del país, en muchas ocasiones asumiendo una posición crítica; y cartas desde la solidaridad y el internacionalismo (1965-1967), que comprende, entre otros, los fracasados episodios guerrilleros del Congo y de Bolivia, cuando escribe sus famosos diarios de campaña.
Una de las misivas, de la que hasta ahora solo se conocían algunos fragmentos publicados como prólogo del libro Apuntes críticos a la economía política (2006), es sin duda la gran carta de Epistolario, hasta el extremo de que algunos expertos en la obra guevariana aseguran que marca un antes y un después. Se trata de la segunda carta de despedida que escribió el Che a Fidel antes de partir hacia la guerrilla en el Congo. La primera es ampliamente conocida -"Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos…"-, pues fue leída por Castro el día en que se creó el Partido Comunista de Cuba y se eligió su primer Comité Central, el 3 de octubre de 1965. La segunda despedida, que ahora se publica íntegramente, está fechada el 26 de marzo de ese mismo año y es un crítico y riguroso análisis de los males políticos y económicos de la revolución, con especial énfasis en los que en ese momento afectaban al funcionamiento del Partido Comunista, el Gobierno y el Estado.
"Creo que hemos cometido muchos errores de tipo económico", dice el
Che a Castro.
"El primero de ellos, el más importante, es la improvisación con que hemos llevado adelante nuestras ideas que ha dado por resultado una política de bandazos.
Improvisación y subjetivismo, diría yo. De tal manera que se daban metas que conllevaban crecimientos imposibles…", expone en su larguísimo texto, en el que, señala, trata "de hacer una crítica constructiva, por si puede servir para mejorar algunos problemas que continúan siendo graves".
Las observaciones del Che son demoledoras y traslucen no poco desánimo.
"Tengo cierta sensación de que esto es un poco de pérdida de tiempo para todos, porque tengo copias de otros escritos anteriores de un tono parecido y realmente poco ha cambiado desde entonces y nada de lo fundamental", dice, aclarando al líder:
"Son críticas que hago amparado en la vieja amistad y en el aprecio, admiración y lealtad sin límites que te profeso".
Es el cierre de Epistolario de un tiempo. Cartas 1947-1967, volumen recién publicado en Cuba que agrupa y clasifica 350 páginas de cartas personales y políticas desde que termina sus estudios de Segunda Enseñanza y marcha a descubrir las Américas en motocicleta, hasta las últimas palabras desde Bolivia dedicadas a sus padres, sus hijos y su esposa, Aleida March, a quien confiesa en su carta final: “Hay días en que la morriña avanza incontenible y se posesiona de mí. En Navidad y Año Nuevo, sobre todo, no sabes cómo extraño tus lágrimas rituales, bajo un cielo de estrellas nuevas que me recordaba lo poco que le he sacado a la vida en el orden personal…”.
Se trata de una exhaustiva y reveladora selección que incluye unas pocas cartas desconocidas y muchas conocidas pero que hasta ahora no habían sido publicado juntas, y ahí reside uno de los valores de esta compilación: permite apreciar el crecimiento personal, intelectual y político de Guevara y comprobar su evolución, acercarse a su trayectoria como estadista y descubrir aspectos poco conocidos de su vida, como el de sus relaciones familiares y con los amigos.
El libro se ordena cronológicamente en torno a cuatro grandes bloques: cartas de juventud (1947-1956), que incluye la correspondencia enviada desde la pequeña ciudad de Villa María, adonde se fue a trabajar a los 19 años, y durante sus viajes por Argentina y América Latina; cartas desde la lucha (1956-1959), generadas en la guerrilla de la Sierra Maestra y durante la invasión que protagonizó junto a Camilo Cienfuegos a la zona central de Cuba, que culminó con la toma de la ciudad de Santa Clara y el triunfo de la revolución; cartas como dirigente político (1959-1965), etapa en la que ocupa diferentes puestos de responsabilidad en el Gobierno, incluidos los de ministro de Industria y presidente del Banco Nacional, cuando participa en los grandes debates económicos y políticos del país, en muchas ocasiones asumiendo una posición crítica; y cartas desde la solidaridad y el internacionalismo (1965-1967), que comprende, entre otros, los fracasados episodios guerrilleros del Congo y de Bolivia, cuando escribe sus famosos diarios de campaña.
Una de las misivas, de la que hasta ahora solo se conocían algunos fragmentos publicados como prólogo del libro Apuntes críticos a la economía política (2006), es sin duda la gran carta de Epistolario, hasta el extremo de que algunos expertos en la obra guevariana aseguran que marca un antes y un después. Se trata de la segunda carta de despedida que escribió el Che a Fidel antes de partir hacia la guerrilla en el Congo. La primera es ampliamente conocida -"Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos…"-, pues fue leída por Castro el día en que se creó el Partido Comunista de Cuba y se eligió su primer Comité Central, el 3 de octubre de 1965. La segunda despedida, que ahora se publica íntegramente, está fechada el 26 de marzo de ese mismo año y es un crítico y riguroso análisis de los males políticos y económicos de la revolución, con especial énfasis en los que en ese momento afectaban al funcionamiento del Partido Comunista, el Gobierno y el Estado.
"El primero de ellos, el más importante, es la improvisación con que hemos llevado adelante nuestras ideas que ha dado por resultado una política de bandazos.
Improvisación y subjetivismo, diría yo. De tal manera que se daban metas que conllevaban crecimientos imposibles…", expone en su larguísimo texto, en el que, señala, trata "de hacer una crítica constructiva, por si puede servir para mejorar algunos problemas que continúan siendo graves".
Las observaciones del Che son demoledoras y traslucen no poco desánimo.
"Tengo cierta sensación de que esto es un poco de pérdida de tiempo para todos, porque tengo copias de otros escritos anteriores de un tono parecido y realmente poco ha cambiado desde entonces y nada de lo fundamental", dice, aclarando al líder:
"Son críticas que hago amparado en la vieja amistad y en el aprecio, admiración y lealtad sin límites que te profeso".
En el mismo tono, pero con más ironía, se expresa en la carta que envía al dirigente histórico Armando Hart en 1965, cuando acababa de ser nombrado secretario de organización del Partido Comunista de Cuba. Tras el fracaso de la guerrilla del Congo, el Che se encuentra en Tanzania esperando entrar clandestinamente a Bolivia. "En este largo período de vacaciones le metí la nariz a la filosofía, cosa que hace tiempo pensaba hacer.
Me encontré con la primera dificultad: en Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar, ya que el partido lo hizo por ti y tú solo debes digerir", escribe.
A Guevara le dan alergia los esquemas de los manuales de la URSS, y propone a Hart hacer un programa de estudios de filosofía nuevo para Cuba:
"Hice un plan de estudio para mí que, creo, puede ser analizado y mejorado mucho para constituir la base de una verdadera escuela de pensamiento; ya hemos hecho mucho, pero algún día tendremos también que pensar".
Cuando escribes un ensayo o un discurso, prestas atención al lenguaje, a la puntuación, pero en una carta personal no te preocupas por esas cosas, eres tú quién habla y tu voz es auténtica, por eso este libro, opina Arcia, ofrece la posibilidad de un acercamiento diferente al pensamiento del Che.
Epistolario de un tiempo es la última entrega del Proyecto Editorial Che Guevara, que comenzó en el año 2000 y lleva más de 20 títulos publicados, la mayoría por la editorial Ocean Sur.En España estos libros han circulado muy poco, casi siempre en ediciones no autorizadas y por editoriales minúsculas, pero según la agente literaria Paula Canal, de Indent Agency -que representa a Ocean Press en lengua española- este nuevo volumen ha despertado interés editorial y podría publicarse.
"El Che es un personaje que aún conserva un gran capital simbólico en todo el mundo, que representa unos valores universales que trascienden la revolución cubana.
Estas cartas son un retrato del Che desde varios ángulos de su vida privada y de su vida pública y política, y muestra muchos aspectos sorprendentes de un individuo complejo: el líder político, el guerrillero, el hijo, el padre, el amante, el filósofo, el poeta. Algunas son tremendamente ingeniosas y, en ocasiones, mordazmente sarcásticas, mientras que otras escritas a amigos y familiares son profundamente cariñosas y hasta nostálgicas". Como la última que mandó a sus padres antes de caer en Bolivia: "Queridos viejos:
Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo.
Hace de esto casi diez años, les escribí otra carta de despedida… Puede ser que esta sea la definitiva. No lo busco pero está dentro del cálculo lógico de probabilidades. Si es así, va un último abrazo".
11 mujeres más acusan a Plácido Domingo de acoso sexual
La agencia Associated Press publica nuevos testimonios sobre el supuesto abuso de poder del tenor español en producciones en Estados Unidos.
Pablo Ximénez de Sandoval
-
Un total de 20 mujeres acusan a Plácido Domingo de acoso sexual después de que la agencia Associated Press (AP) publicara este jueves 11 testimonios más que detallan el supuesto comportamiento abusivo del tenor español.
Los casos se refieren a producciones en Estados Unidos.
Solo una de ellas, una cantante llamada Angela Turner Wilson, da su nombre.
El resto permanecen en el anonimato porque siguen trabajando en el mundo de la música clásica y temen represalias, asegura la agencia.
Domingo rechazó la “campaña de AP para denigrarle” a través de una portavoz.
Según la información los 11 testimonios son de mujeres que decidieron contar su historia después de ver las explicaciones de Domingo cuando el pasado 13 de agosto se publicó una primera investigación en la que nueve mujeres le acusaban por primera vez de acoso sexual.
Solo una de aquellas mujeres daba su nombre, la mezzosoprano retirada Patricia Wulf.
Domingo dijo entonces que los relatos de esas mujeres eran “inexactos tal como se presentaban” y razonaba que ciertos comportamientos del pasado se juzgan hoy con otras reglas y valores.
La información de este jueves recoge también relatos de trabajadores no directamente acosados por Domingo, pero que atestiguan un patrón de comportamiento del tenor.
Varios empleados de la Ópera de Los Ángeles (LA Opera), de la que Domingo es el director general, aseguran sin dar sus nombres que la conducta del cantante era “conocida por todos” y que los gestores de la institución lo sabían.
La compañía ha encargado una investigación interna tras las primeras informaciones.
Después, bajó las manos y le agarró los pechos por debajo del sostén. “Dolió”, dice la mujer citada por AP. “No fue suave. Me manoseó con fuerza”.
La mujer dice que Domingo se marchó y ella se quedó atónita y humillada. Wilson tiene hoy 48 años y es profesora de canto en Dallas (Texas).
La agencia asegura que una decena más de mujeres como Wilson le han contado encuentros similares con Plácido Domingo, de 78 años.
Estos relatos incluyen tocamientos no consentidos, peticiones insistentes de citas a solas, llamadas nocturnas e intentos de besarlas en los labios.
El tenor respondió a las nuevas acusaciones a través de una portavoz. “La campaña continuada de AP para denigrar a Plácido Domingo no solo es equivocada sino también inmoral. Estas nuevas acusaciones están plagadas de inconsistencias y, como en la primera historia, son en muchos sentidos simplemente incorrectas”, dice la portavoz Nancy Seltzer. “Debido a la investigación en marcha, no vamos a comentar en detalle, pero rechazamos enérgicamente la imagen engañosa que AP está intentando dar del señor Domingo”.
La historia cita también a Melinda McLain, que era coordinadora de producción en la Ópera de Los Ángeles en su temporada inaugural de 1986-1987.
También trabajó con Domingo en la Houston Grand Opera. McLain dice en el artículo que ella hacía un esfuerzo por no poner al tenor a ensayar en una habitación a solas con mujeres cantantes jóvenes, incluso si él lo pedía.
También intentaba asignarle siempre asistentes de vestuario masculinos.
“Montábamos estrategias elaboradas para mantenerlo alejado de ciertas cantantes”, dice McLain.
“Yo nunca mandaba a ninguna mujer a su camerino”.
Otra estrategia era invitar a la esposa de Domingo, Marta, a las fiestas de la producción.
Si su esposa estaba presente, “se comportaba”, dice la mujer.
AP asegura haber hablado con varias personas que trabajaban en el departamento de vestuario de LA Opera y que dicen que su comportamiento era “conocido por todos” y que la institución lo sabe desde hace años.
Aunque las acusaciones se remontan a años atrás, una empleada asegura que sus colegas intentaban evitar asignar a mujeres a las pruebas con Domingo incluso en la temporada 2016-2017.
“Mi jefe directo me dijo que evitaban mandar ningún tipo de mujeres atractivas jóvenes a los preparativos con él debido a su comportamiento”, dice un empleado que solicita permanecer en el anonimato porque sigue trabajando en la industria.
El empleado afirma que Domingo era conocido por “acercarse demasiado, abrazar, besar, tocar y mostrar afecto físicamente”.
La Ópera de Los Ángeles anunció poco después de las primeras informaciones sobre Domingo que abriría una investigación.
La lleva a cabo la abogada local Debra Wong Yang.
Hasta el momento, la institución no ha avanzado ningún detalle sobre el alcance, la duración o el método de la investigación.
4 sept 2019
Brad Pitt: crónica de un icono devorado por sus demonios
El actor, que vuelve este verano con la nueva película de Tarantino, vive una paradoja esquizofrénica: a pesar de ser guapo, rico y famoso, no es feliz.
En una entrevista para Rolling Stone de 1994 Brad Pitt aseguraba, mientras vaciaba jarras de cerveza sin parar, que no quería que la gente supiera nada de él: “No quiero que me conozcan.
Yo no sé nada sobre mis actores favoritos, de otro modo se convertirían en celebridades”.
Su plan ha salido regular. En estos últimos 25 años, Shania Twain se ha reído del tamaño de su pene en una canción (That don't impress me much) tras publicarse unas fotos de Pitt desnudo con su entonces prometida Gwyneth Paltrow; su primer hijo con Angelina Jolie fue apodado “el bebé más esperado desde Jesucristo” y durante el parto de sus gemelos los paparazi alquilaron la planta superior del hospital para deslizarse por la fachada.
Hasta el propio Pitt ha llegado a confesar que le gustaría “dar de hostias a Brad Pitt”.
Es un hombre cansado de sí mismo pero, para su desgracia, el mundo nunca parece tener suficiente de Brad Pitt.
Tanto sus escaramuzas sentimentales como profesionales (la última película llega el 15 de agosto, Érase una vez... en Hollywood, donde él y Leonardo DiCaprio están dirigidos por Quentin Tarantino) son seguidas con pasión.
Durante un rodaje Pitt tuvo un ataque de pánico.
Uno de los operarios se le acercó y le dijo: “Levanta la cabeza, deja
de quejarte, eres el puto Brad Pitt; ya me gustaría a mí ser el puto
Brad Pitt”
"¿De dónde has sacado a este dios romano?”. Pitt ya era una estrella en Springfield (Misuri) antes de montarse en su Datsun con 325 dólares en el bolsillo, a solo un trabajo de redacción para licenciarse en periodismo, y conducir durante 23 horas hasta Hollywood.
Los Simpson viven en Springfield porque es el pueblo más común en Estados Unidos (existen 69 localidades con ese nombre) y, por tanto, describe un lugar genérico donde nunca ocurre nada.
En una entrevista para Rolling Stone
de 1994 Brad Pitt aseguraba, mientras vaciaba jarras de cerveza sin
parar, que no quería que la gente supiera nada de él:
Chris Schudy era el mejor amigo de Brad Pitt (Oklahoma, Estados Unidos, 1963) en el instituto. Cuando le llevó a casa para cenar, su madre le preguntó: "¿De dónde has sacado a este dios romano?”. Pitt ya era una estrella en Springfield (Misuri) antes de montarse en su Datsun con 325 dólares en el bolsillo, a solo un trabajo de redacción para licenciarse en periodismo, y conducir durante 23 horas hasta Hollywood. Los Simpson viven en Springfield porque es el pueblo más común en Estados Unidos (existen 69 localidades con ese nombre) y, por tanto, describe un lugar genérico donde nunca ocurre nada.
Pero en Springfield, Misuri, ocurrió Brad Pitt: el canon de la belleza masculina de los noventa.
Le bastaron 10 minutos en Thelma y Louise (1991) para decretar que el hombre perfecto ahora debía tener cara de adolescente, cuerpo de deportista de élite y, por primera vez en la historia, predisposición a dejarse cosificar.
Por la calle las mujeres le paraban no para pedirle un autógrafo sino un beso.
Chris Schudy era el mejor amigo de Brad Pitt (Oklahoma, Estados Unidos, 1963) en el instituto. Cuando le llevó a casa para cenar, su madre le preguntó: "¿De dónde has sacado a este dios romano?”. Pitt ya era una estrella en Springfield (Misuri) antes de montarse en su Datsun con 325 dólares en el bolsillo, a solo un trabajo de redacción para licenciarse en periodismo, y conducir durante 23 horas hasta Hollywood. Los Simpson viven en Springfield porque es el pueblo más común en Estados Unidos (existen 69 localidades con ese nombre) y, por tanto, describe un lugar genérico donde nunca ocurre nada.
Pero en Springfield, Misuri, ocurrió Brad Pitt: el canon de la belleza masculina de los noventa.
Le bastaron 10 minutos en Thelma y Louise (1991) para decretar que el hombre perfecto ahora debía tener cara de adolescente, cuerpo de deportista de élite y, por primera vez en la historia, predisposición a dejarse cosificar.
Por la calle las mujeres le paraban no para pedirle un autógrafo sino un beso.
Hollywood puso la maquinaria en marcha (y él obedeció explotando el tic de humedecerse los labios en cada contraplano): si la belleza de Helena de Troya hundió mil barcos, la de Pitt llevaría a perder la cabeza a toda la que se enamorase de él.
En el caso de Seven, literalmente.
Juliette Lewis en Kalifornia; Julia Ormond en Leyendas de pasión (donde Pitt se iba de la película tres veces solo para poder volver a caballo y con el pelo al viento cada vez más lustroso que la anterior);
Antonio Banderas en Entrevista con el vampiro; Claire Forlani en ¿Conoces a Joe Black?; Helena Bonham-Carter en El club de la lucha, y, según la prensa sensacionalista, Jennifer Aniston en la vida real pagaban caro enamorarse de Pitt.
Y como le ocurría a Geena Davis en Thelma y Louise cuando Pitt le robaba todo el dinero que tenía, el público se quedaba con la sensación de que había merecido completamente la pena.
“Me muero de ganas de caminar hacia el altar, ponerme el anillo y besar a la novia”, aseguraba el actor en 1997 ante su compromiso con Gwyneth Paltrow, quien en los rodajes bebía de una taza con la cara de su novio, “porque solo voy a hacerlo una vez en la vida”.
El romanticismo tradicional de Pitt chocaba con la imagen que el público se había formado de él, pero su existencia está plagada de contradicciones: un galán que solo es feliz tirado en el sofá en pijama fumando porros (Paltrow tenía que arrastrarle a un restaurante una vez a la semana); una estrella que se queja de que le quitaron todas las escenas interesantes en Entrevista con el vampiro para que solo Tom Cruise se luciese (cuando le preguntaban por Cruise, Pitt evadía la respuesta asegurando que “Antonio Banderas es un tipo genial”) y una cara bonita con las inquietudes de un actor de carácter.
r de carácter.
Si Brad Pitt (el hombre) odia a Brad Pitt (la estrella) es porque su estatus de celebridad lleva años impidiéndole ser feliz.
Por eso hay cierto sadismo en su rebeldía contra su propia imagen pública.
Para preparar Doce monos (1996) se encerró en una habitación a chocarse contra las paredes; en Seven (1995) exigió por contrato que la cabeza se quedara "en la caja” ante la insistencia del estudio de cambiar el final a uno más heroico; en El club de la lucha se quitó los empastes de sus dientes delanteros, y en Snatch. Cerdos y diamantes se inventó un acento ininteligible de gitano irlandés que hubo que subtitular.
No es casualidad que en todas esas películas le destrozasen la cara a puñetazos.
“Me pasé los noventa tratando de esconderme y me volví loco huyendo de la cacofonía de la fama. Me ponía enfermo estar tirado en el sofá con un porro, me sentía patético”, ha admitido. “Intentaba encontrar personajes con vidas interesantes, pero yo no era capaz de vivir una vida interesante.
Creo que mi matrimonio tuvo algo que ver”. Esta confesión, además de obligarle a emitir una disculpa pública hacia Jennifer Aniston (a quien conoció en una cita a ciegas gestionada por su agente), sugiere que Pitt está tan obsesionado con proteger su intimidad como ansioso de contarle sus miserias a cualquiera que quiera escucharlas.
“Siempre he estado en guerra conmigo mismo, para bien o para mal, en mi cabeza hay una discusión constante”, reconoce, añadiendo que en varios periodos se ha sentido “absolutamente cansado” de sí mismo.
Y entonces la película más intrascendente de su carrera, Sr. y sra. Smith (2005), le cambió la vida: aquí la chica no perdía la cabeza por Brad Pitt, sino que quería poner la de él en una bandeja de plata.
Brad Pitt, a diferencia de otras estrellas adúlteras como Ingrid Bergman o Liz Taylor, no tenía dónde esconderse y, un mes después de su divorcio de Aniston, le pillaron de vacaciones con Jolie en una playa de Kenia.
A los cuatro meses Jolie estaba embarazada del hijo de ambos, Shiloh.
Tres años después de conocerse Pitt era el patriarca de una prole de seis hijos, tres biológicos y tres adoptados por Jolie y posteriormente por él.
“En nuestra casa hay un barullo constante, ya sean risas, gritos, lloros o golpes.
Me encanta. Me encanta. Me encanta. Odio cuando no están.
Es agradable pasar un día en un hotel y leer el periódico, pero enseguida echo de menos esa cacofonía de la vida”, explicaba el actor.
Sin embargo, uno de sus directores, Andrew Dominick, describió la mansión del matrimonio como “un lugar donde te colocas nada más entrar por la puerta”. En una entrevista, tras recordar entre risas que el día que conoció a Quentin Tarantino vaciaron cinco botellas de vino, Pitt se bebía otras dos mientras bromeaba que no debería porque sus hijos “estarán en casa preguntándose dónde está papá”.
"No recuerdo un día desde que salí de la
universidad en el que no haya bebido o me haya fumado un porro o algo.
Algo. Y me doy cuenta de que son pacificadores, que estoy huyendo de mis
sentimientos"
Entonces su carrera voló a unas alturas inéditas en Hollywood al protagonizar siete películas nominadas al Oscar en ocho años y producir tres que lo ganaron: Infiltrados (2006), 12 años de esclavitud (2013) y Moonlight (2016).
Pero Pitt vio la victoria de esta última en casa de un amigo porque no quería que su reciente divorcio acaparase la atención. (Quién iba a decirle que Warren Beatty y Faye Dunaway ya se iban a encargar de distraer la atención de los espectadores).
Un jet privado. Un altercado entre un padre y su hijo (Maddox, que entonces tenía 15 años). Una mujer que coge a toda su prole e interpone la demanda de divorcio nada más aterrizar.
Adele les dedicó un concierto, Internet se llenó de gifs de Jennifer Aniston sonriendo y la aerolínea Norwegian Airlines lanzó la campaña “¡Brad está soltero!” para promocionar vuelos a Los Ángeles.
Pero lo que para el mundo parecía una atracción de feria, para Pitt era un reencuentro con sus demonios y, una vez más, así quiso contárselo a un periodista.
Seis meses después de la separación, aún luchando con Jolie por la custodia compartida que Jolie le negaba, Pitt concedió una entrevista sobre su propia depresión.
De entre todas las casas que ha comprado en su vida (un rancho en Misuri de 242 hectáreas, una mansión en Nueva Orleans, un castillo en el sur de Francia, un apartamento en Nueva York, un piso de 600 metros cuadrados en Berlín), Pitt se refugió en su residencia de Hollywood Hills.
En el sótano, donde Jimi Hendrix compuso May this be love, Pitt había pasado su matrimonio con Jolie fumando marihuana durante días enteros.
Ahora el actor explicaba que cada mañana hacía un fuego mientras disfrutaba del proceso de preparar té matcha y cada noche hacía otro fuego porque era lo único que le hacía “sentir que había vida” en esa casa.
Entremedias, pasaba las horas moldeando arcilla y escuchando a Frank Ocean, que es la música que ha acompañado a todos los divorciados del planeta en la última década.
Algo. Y me doy cuenta de que son pacificadores, que estoy huyendo de mis sentimientos.
Lo dejé todo excepto la bebida cuando comencé mi familia, pero en el último año estaba bebiendo demasiado” confesaba. “Hace unos meses tenía pesadillas y cuando despertaba de ellas me preguntaba: '¿Qué puedo aprender de esto?'.
Y pararon. Ahora tengo momentos de alegría, pero me despierto y solo han sido un sueño.
Entonces me deprimo”. Los retratos que acompañaban la entrevista mostraban a Pitt en tres parques nacionales de Estados Unidos, situándole en una metáfora de su propia existencia: un símbolo estadounidense, creado por la naturaleza y expuesto durante décadas para que el público lo observe.
La semana pasada Pitt fue noticia porque una web expuso que llevaba una semana sin cambiarse de ropa.
También protagonizó titulares cuando prohibió que los organizadores del “orgullo hetero” de Boston utilizasen su cara como emblema: puede que le resulte imposible controlar del todo lo que los demás hacen con su imagen, pero no por ello va a dejar de intentarlo.
Quizá sea un comienzo para empezar a controlar todo lo demás.
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