Tras el éxito de La violación de Lucrecia, el intenso y trágico poema de Shakespeare, Nuria Espert prepara La loba.
De reputación intachable, disciplinada y obediente, la actriz Nuria Espert se encuentra ya leyendo estos días La loba, la obra que estrenará el año próximo en el teatro María Guerrero de Madrid.
Es el tiempo de la lectura, de un primer acercamiento a este clásico de Lillian Hellman, del tiempo y la atmósfera que retrata esa autora tan venerada, de la comprensión de por qué hacerla ahora.
"Esa ambición desatada que atropella y pasa por encima de cualquier cosa me hace pensar que estamos ante una obra atrozmente contemporánea".
La actriz está sentada en el sofá.
Es la señal de que todavía no ha empezado la etapa del estudio y el ensayo de su loba, ya vendrá más tarde y entonces utilizará una butaca, más erguida, y paseará por el luminoso salón de su casa, grandes ventanales que dan a la plaza de Oriente de Madrid.
A un lado de la mesa, el libro Yo confieso, de Jaume Cabré, en el que está enfrascada y con el que, ahora sí, se tumba a todo lo largo del sofá y se quita los zapatos.
Diferentes posiciones para distintas lecturas las que realiza esta gran dama del teatro que, a sus 76 años, no se arredra ante nada.
Al contrario, siempre a la busca de la grandeza, el riesgo, lo diferente y excitante.
Ella que podía vivir ya de merecidas rentas y laureles.
Con su puesta en escena del poema dramático de Shakespeare La violación de Lucrecia, obra que sigue de gira por España, en la que se desdobla, sola en el escenario, en cinco personajes, desde la violada Lucrecia hasta el violador Tarquino o el marido Colatino, ha conocido de nuevo el éxito.
Le hablaron del amor por la palabra del director Miguel del Arco y a por él fue para proponerle La violación de Lucrecia -"el encuentro con él fue un flechazo"-, de la que lleva realizadas unas 130 representaciones.
"No sin antes", advierte, "aprenderme de memoria unos 40 minutos de ese monólogo de Lucrecia, uno de los más bellos que ha escrito Shakespeare, y saber que sí que podía hacerlo
Hay algunas, pocas, fotos en el salón de Nuria Espert, y sí muchos libros y películas y documentales.
También un dibujo de Alberti dedicado, apoyado en el suelo, y un espléndido ábaco puesto en la pared.
Dice de sí misma que está "dolorida, asustada y estremecida" con la lectura diaria de las noticias y que nunca se relaja trabajando.
"Cuando estoy en el escenario no llego a disfrutar, no lo paso muy bien allí arriba.
Estoy tan concentrada y metida en mi trabajo, buscando los momentos de silencio en los que sabes que puedes hacer lo que quieras. El placer inmenso viene después".
5 jul 2019
las más bellas puestas de sol del mundo
las puestas de sol son un verdadero regalo que nos brinda la naturaleza, el momento del día que se produce cuando el astro rey se oculta en el horizonte.
En hola.com hemos seleccionado algunas de las más bellas fotografías del ocaso tomadas en distintos lugares del mundo. Viajamos de España a París, pasando por India, Egipto, África, Grecia o las Maldivas, para ser testigos de imágenes espectaculares y llenas de magia en las que los colores se manifiestan en el cielo, cautivándonos a todos.
En hola.com hemos seleccionado algunas de las más bellas fotografías del ocaso tomadas en distintos lugares del mundo. Viajamos de España a París, pasando por India, Egipto, África, Grecia o las Maldivas, para ser testigos de imágenes espectaculares y llenas de magia en las que los colores se manifiestan en el cielo, cautivándonos a todos.
Los Obama derrochan popularidad y dinero dos años después de dejar la Casa Blanca
La que fue 'primera familia' de Estados Unidos mantiene un alto nivel de vida, que se ha evidenciado en sus lujosas vacaciones europeas, sin descuidar su implicación en causas sociales.
La popularidad de las parejas presidenciales de Estados Unidos varía
según su perfil durante su mandato, pero irremediablemente cae después
de abandonar la Casa Blanca y volver a una cierta normalidad, aunque ya
nunca sea la vida de antes.
Siempre, menos en el caso de Barack y Michelle Obama.
La pareja contó con la simpatía de muchos de sus compatriotas desde incluso antes de que él fuera elegido presidente, despertó la curiosidad después de acceder al cargo y mantiene la fascinación por todo lo que hace dos años más tarde de haberlo abandonado.
Volvieron a la vida privada en 2017 y su popularidad no se ha resentido aunque ahora no les acompañen en sus desplazamientos una caravana de coches oficiales y un ejército de seguridad como cuando eran los moradores de la Casa Blanca.
Lo que resulta más curioso es que esto ocurra a pesar del elevado nivel de vida que muestra la familia, un hecho que en otros casos ha provocado el rechazo de la sociedad.
Siguen siendo inusualmente populares para ser una pareja postpresidencial.
Las últimas y lujosas vacaciones en Europa del matrimonio y sus hijas, Malia y Sasha, así lo han demostrado.
No importa que en su periplo europeo, después de que su hija menor finalizará su último curso de instituto antes de acceder a la universidad, hayan estado alojados en mansiones lujosas que hubieran provocado las críticas si fueran otros.
En un caso se trataba de una visita a la casa que George y Amal Clooney poseen en el lago Como (norte de Italia).
Además de acudir como invitados de una pareja que despierta simpatías por su activismo social, lo hacían para apoyarles en un evento solidario y corresponder de esta manera a las múltiples ocasiones en las que los Clooney secundaron sus iniciativas durante los ocho años en los que ocuparon la presidencia de Estados Unidos.
Tampoco parece haber importado mucho que los Obama llegaran a la
Provenza francesa en avión privado y se alojaran en Le Mas des Poiriers,
una lujosa casa de campo del siglo XVIII, situada en Villeneuve-lez-Avignon,
cerca de la ciudad medieval de Aviñón, cuyo alquiler cuesta 55.000
euros a la semana y que incluye en el precio dos chefs, dos camareros y
servicio de limpieza, además de comodidades como piscina, pista de tenis
o gimnasio.
La familia Obama disfruta todavía de la bula que le proporcionan sus actos, esos que han continuado después de dejar el cargo y que les hace implicarse en causas sociales que apoyan a las minorías. Su influencia es tal, que, a diferencia de otras parejas presidenciales, no les hace falta subirse a un podio para hacer declaraciones porque cada uno de sus gestos o movimientos públicos tienen un significado.
Por eso cuando llegan a un restaurante, a una ciudad o a un encuentro con un mandatario o con una asociación, la gente se agolpa para verles y continúa vitoreándoles.
Son discretos, no han cometido errores, al menos que hayan salido a la luz pública, mantienen su prestigio y no se asocian con causas en las que no creen.
Aunque, eso sí, como otras parejas que estuvieron en su mismo lugar están sabiendo rentabilizar su reputación.
Barack Obama cobra una pensión como expresidente de casi 180.000
euros, pero este ingreso es el menor de sus emolumentos si se tiene en
cuenta que por cada una de sus intervenciones como conferenciante recibe
alrededor de 350.000 euros.
Pero la economía familiar no recae solo sobre sus hombros, porque su esposa Michelle ha conseguido generar también ingresos millonarios.
Mi historia, la autobiografía que lanzó en noviembre de 2018, se ha convertido en el libro de memorias más vendido de la historia —más de diez millones de ejemplares, según datos facilitados por la editorial Penguin Random House— y durante los actos de promoción del libro el público la trató como si fuera una estrella de rock.
Además, los Obama han firmado un acuerdo con la plataforma Netflix para producir en exclusiva documentales, series y películas originales, y parece que pueden existir negociaciones para hacer algo parecido con Spotify.
El beneficio es mutuo, las plataformas se aprovechan del tirón del matrimonio y ellos además de firmar contratos que se suponen millonarios no defraudan con los contenidos y han centrado los proyectos de su productora, Higher Ground Productions, para tocar temas como la raza, la clase, la democracia, los derechos civiles, los niños, la educación o la salud.
Con esos mimbres, pocos se fijan en dónde pasan sus vacaciones, en que su casa del exclusivo barrio de Kalorama, en Washington DC, les costó 7,2 millones de euros o que cada curso de Malia en Harvard —la misma universidad en la que también estudió la pareja— vale más de 40.000 euros.
Los Obama siguen encantados de estrechar sus manos y contar con ellos; las estrellas de la música y el cine buscan su compañía y el público en general da por amortizada la fortuna que van acumulando porque las bases de sus preocupaciones sociales no han cambiado aunque ellos poco tengan que ver ya con aquella pareja que comenzó su vida juntos en un pequeño piso de Chicago.
Siempre, menos en el caso de Barack y Michelle Obama.
La pareja contó con la simpatía de muchos de sus compatriotas desde incluso antes de que él fuera elegido presidente, despertó la curiosidad después de acceder al cargo y mantiene la fascinación por todo lo que hace dos años más tarde de haberlo abandonado.
Volvieron a la vida privada en 2017 y su popularidad no se ha resentido aunque ahora no les acompañen en sus desplazamientos una caravana de coches oficiales y un ejército de seguridad como cuando eran los moradores de la Casa Blanca.
Lo que resulta más curioso es que esto ocurra a pesar del elevado nivel de vida que muestra la familia, un hecho que en otros casos ha provocado el rechazo de la sociedad.
Siguen siendo inusualmente populares para ser una pareja postpresidencial.
Las últimas y lujosas vacaciones en Europa del matrimonio y sus hijas, Malia y Sasha, así lo han demostrado.
No importa que en su periplo europeo, después de que su hija menor finalizará su último curso de instituto antes de acceder a la universidad, hayan estado alojados en mansiones lujosas que hubieran provocado las críticas si fueran otros.
En un caso se trataba de una visita a la casa que George y Amal Clooney poseen en el lago Como (norte de Italia).
Además de acudir como invitados de una pareja que despierta simpatías por su activismo social, lo hacían para apoyarles en un evento solidario y corresponder de esta manera a las múltiples ocasiones en las que los Clooney secundaron sus iniciativas durante los ocho años en los que ocuparon la presidencia de Estados Unidos.
La familia Obama disfruta todavía de la bula que le proporcionan sus actos, esos que han continuado después de dejar el cargo y que les hace implicarse en causas sociales que apoyan a las minorías. Su influencia es tal, que, a diferencia de otras parejas presidenciales, no les hace falta subirse a un podio para hacer declaraciones porque cada uno de sus gestos o movimientos públicos tienen un significado.
Por eso cuando llegan a un restaurante, a una ciudad o a un encuentro con un mandatario o con una asociación, la gente se agolpa para verles y continúa vitoreándoles.
Son discretos, no han cometido errores, al menos que hayan salido a la luz pública, mantienen su prestigio y no se asocian con causas en las que no creen.
Aunque, eso sí, como otras parejas que estuvieron en su mismo lugar están sabiendo rentabilizar su reputación.
Pero la economía familiar no recae solo sobre sus hombros, porque su esposa Michelle ha conseguido generar también ingresos millonarios.
Mi historia, la autobiografía que lanzó en noviembre de 2018, se ha convertido en el libro de memorias más vendido de la historia —más de diez millones de ejemplares, según datos facilitados por la editorial Penguin Random House— y durante los actos de promoción del libro el público la trató como si fuera una estrella de rock.
Además, los Obama han firmado un acuerdo con la plataforma Netflix para producir en exclusiva documentales, series y películas originales, y parece que pueden existir negociaciones para hacer algo parecido con Spotify.
El beneficio es mutuo, las plataformas se aprovechan del tirón del matrimonio y ellos además de firmar contratos que se suponen millonarios no defraudan con los contenidos y han centrado los proyectos de su productora, Higher Ground Productions, para tocar temas como la raza, la clase, la democracia, los derechos civiles, los niños, la educación o la salud.
Con esos mimbres, pocos se fijan en dónde pasan sus vacaciones, en que su casa del exclusivo barrio de Kalorama, en Washington DC, les costó 7,2 millones de euros o que cada curso de Malia en Harvard —la misma universidad en la que también estudió la pareja— vale más de 40.000 euros.
Los Obama siguen encantados de estrechar sus manos y contar con ellos; las estrellas de la música y el cine buscan su compañía y el público en general da por amortizada la fortuna que van acumulando porque las bases de sus preocupaciones sociales no han cambiado aunque ellos poco tengan que ver ya con aquella pareja que comenzó su vida juntos en un pequeño piso de Chicago.
Jorge Javier Vázquez, del ictus a la depresión postraumática y ahora al teatro
El presentador, que dejó de actuar por recomendación médica, anuncia que regresa a las tablas a la vez que confiesa los efectos que le ha provocado su accidente vascular.
El País
- Jorge Javier Vázquez
ha decidido imprimir más velocidad a su ya de por sí acelerada vida.
El presentador ha anunciado que regresa al teatro cuando todavía no se han cumplido cuatro meses del accidente vascular que sufrió.
Los médicos le recomendaron entonces reposo y una vez que regresó a la actividad que se lo tomara con calma.
Vázquez presenta la gala de los jueves de Supervivientes y continúa al frente de Sálvame.
Ha sido el propio presentador quien ha anunciado su regreso a los escenarios en el blog que tiene en la revista Lecturas. Regresa de la mano de Juan Carlos Rubio, artífice de sus dos obras anteriores, Iba en serio y Grandes Éxitos.
La próxima se llama Desmontando a Séneca, en la que a modo de monólogo reflexionará sobre la vida.
"No tengo miedo, solo ilusión. Ilusión de volver a subirme a un escenario, de ponerme a estudiar, de ensayar, de ponerme nervioso.
Me apetece recorrer España con la gira, sentir de nuevo el contacto con el público y más en un formato pequeño como este.
Poco a poco vuelve a recolocarse todo de nuevo”, contaba desde su blog.
A punto de cumplir 50 años, el presentador, declaró al tener que dejar el teatro tras su enfermedad:
"Tengo una sensación de derrota, porque he tenido que cancelarla definitivamente, tendré que lidiar con la sensación de haber perdido, era un sueño cumplido y hasta que tomé la decisión de cancelar la gira me pasé una semana que lloraba varias veces al día, por muchos motivos.
Por mucho que me cueste aceptarlo no puedo compaginar con esa intensidad teatro y televisión".
. "Recuerdo que incluso un día llamé al neurocirujano para preguntarle si lo que me estaba sucediendo era normal y su respuesta afirmativa me tranquilizó.
Lo más complicado ha sido enfrentarse a esa sensación –no sé si cierta o no– de que no puedes elegir la vida que llevas sino la que te impone la salud.
Se instala así una sensación cercana al fracaso, a la derrota.
Te rebelas, incluso, porque no entiendes que te haya tenido que pasar precisamente a ti. Por la noche brotan miedos que te provocan terror.
No piensas ya en tu fragilidad sino en la de los que te rodean, que es algo que a mí me produce espanto.
Pero todo esto es lo usual, dicen.
Mi psicóloga lo define como estrés postraumático y, a mí, saber que todo está dentro de la normal me produce mucho bienestar, aunque el concepto de ‘normalidad’ siempre me ha parecido muy inquietante".
Y añade: "Cuando tuve que cancelar las funciones de teatro, me pasó algo muy curioso: dejé de escuchar música.
No podía, me ponía triste, me recordaba a los escenarios, y no podía soportar pensar que durante un tiempo iba a estar alejado de ellos.
El silencio se instaló en mi vida. A veces también la desesperación y una pena muy grande".
Ahora y tras superar una nueva prueba médica a finales de junio confiesa:
"Poco a poco, empieza a resurgir la ilusión, vuelvo a escuchar música a todas horas e incluso me descubro cantando por la casa".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)