Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

1 jul 2019

El príncipe Enrique y Meghan Markle blindan el bautizo de su hijo

Solo 25 personas acudirán a la ceremonia que se celebrará el sábado y entre ellas no está la reina Isabel.

El principe Enrique y Meghan Markle
Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, el pasado fin de semana. AFP
Los duques de Sussex han anunciado que bautizarán el próximo sábado a su hijo Archie en una ceremonia muy íntima a la que solo asistirán 25 personas. 
Entre ellas no estará la reina Isabel ya que adquirió un compromiso previo antes de conocer la fecha de la ceremonia.
 El oficio religoso se llevará a cabo en la capilla privada de la reina en el interior del castillo, no en St George's Capilla, donde se casaron el príncipe Enrique y Meghan Markle en junio de 2018.
Los asesores reales han dicho que el evento no estará abierto al público, pero las fotografías se publicarán posteriormente en los periódicos, sitios web, revistas y televisión, y más imágenes en la página de Instagram de la pareja, Sussex Royal.
 Sin embargo, esta medida no ha gustado y varios cronistas reales están criticando la medida ya que en su opinión los duques corren el riesgo de dejar a los fans "cansados" si solo lanzan fotos ingeniosas del bautizo privado de su hijo Archie. 
Ingrid Seward, editora en jefe de la revista Majesty, dijo que sentía que la gente estaba en un "poco cansada" de las imágenes "estilizadas" de la nueva realeza.
 "Creo que lo que la gente quiere, a lo que la gente está acostumbrada es a ver hermosas imágenes familiares del bebé .
 No querrán una foto artística de Instagram del pie de Archie."
 Este comentario hacía referencia a la imagen publicada por el príncipe el Día del Padre.
 Fuentes cercanas a la pareja señalaron que el bautizo de Archie, que es el séptimo en la fila del trono, será una "pequeña, muy íntima, ocasión familiar" e hicieron hincapié en que, dado que el lugar,  no está abierto al público y que se encuentra dentro del "santuario interior" del Castillo de Windsor, sería imposible convertirlo en un evento público.
En total, solo habrá 25 invitados, incluidos los padrinos de Archie, que aún no han sido revelados, pero se dice que incluyen a varios amigos íntimos de Enrique y Meghan.
 
Según los corresponsales de la casa real, todo el protocolo lo ha guiado Enrique que está poniendo a Meghan en una posición muy difícil. "Ella es la que recibe todas las críticas como una recién llegada", sostienen.

El pasado fin de semana, Meghan Markle apareció junto al príncipe en un acto de los Invictus. 
La duquesa está de permiso maternal hasta septiembre pero acudirá a algunas citas cuando lo considere oportuno.

 

Kevin Costner revela que Lady Di estuvo a punto de coprotagonizar ‘El guardaespaldas 2’

El actor asegura que la princesa Diana aceptó la oferta; sin embargo, el accidente que acabó con su vida truncó el proyecto.

El actor Kevin Costner y Lady Di.
El actor Kevin Costner y Lady Di.
Hay pocas películas que hayan dejado tanta huella como esa mítica historia de amor de los noventa entre una estrella de la música y su guardaespaldas, protagonizada por Whitney Houston y Kevin Costner.
 Para la posteridad quedará la imagen de Houston cantando I will always love you al final del filme El guardaespaldas (1992), sin duda ya una de las escenas más inolvidables del cine.
 El protagonista ha estado recordando aquellos años en el medio estadounidense People TV, en el que ha afirmado que Lady Di, que este lunes habría cumplido 58 años, estuvo a punto de coprotagonizar junto a él una segunda parte. 
Sin embargo, el accidente que acabó con la vida de la princesa Diana de Gales el 31 de agosto de 1997 truncó el proyecto. 

“Al estudio le gustó la idea de hacer El guardaespaldas 2 [con Diana de Gales] como protagonista”, ha dicho Costner. 
Y ha añadido que Diana llegó a decir “sí” al proyecto. 
“Recuerdo que fue increíblemente dulce al teléfono cuando hacía las preguntas”, ha señalado el actor de Bailando con lobos
"Ella dijo: '¿Vamos a tener una escena de besos?' Pero lo dijo de una manera muy respetuosa: estaba un poco nerviosa porque creo que su vida estaba muy controlada en ese momento. 
Y dije: 'Sí, va a haber un poco de eso, pero ya lo negociaremos bien".
Sarah Ferguson, la duquesa de York, fue quien estableció la conexión entre Costner y Diana, según el medio canadiense ET Canada
"Sarah fue realmente importante", ha afirmado el actor. "Siempre respeto a Sarah porque ella es la que facilitó la conversación entre Diana y yo.
 Ella fue la que lo hizo posible y nunca dijo: 'Bueno, ¿y yo? Yo también soy una princesa'. 
Ella estaba muy a favor de la idea".
Costner comentó por primera vez la posible colaboración con Lady Di en el programa de entrevistas de Anderson Cooper en 2012, donde reveló que la secuela se habría centrado en que su personaje, el guardaespaldas Frank Farmer, tendría que proteger al personaje de Diana de los paparazis y los acosadores mientras, poco a poco, su relación se vuelve más romántica. 
El actor dijo que recibió el guion de esta segunda parte en agosto de 1997, un día antes de que Diana muriera en París en un accidente automovilístico, precisamente mientras huía de un enjambre de paparazis. 
En el accidente también falleció su acompañante, Dodi Al-Fayed. La autopsia reveló semanas después que el conductor, Henri Paul, tenía elevados índices de alcohol en sangre.


 

Historias del arte del buen cotilleo en Hollywood

El expresidente de Fox, Harris Katleman, revive en un libro su vida con Marlon Brando, Joan Bennett y otros grandes del cine.

El cartel de Hollywood, situado en el Monte Lee, en Los Ángeles, California.
El cartel de Hollywood, situado en el Monte Lee, en Los Ángeles, California. Getty Images

 

Como si fuera el último libro........................... Juan Cruz

A sus 81 años, Theodor Kallifatides ha recuperado en la Grecia devastada por la crisis la necesidad de la escritura.

El escritor griego Theodor Kallifatides, retratado en mayo de 2018.
El escritor griego Theodor Kallifatides, retratado en mayo de 2018.
Es verdad esta vez: quien toca este libro toca a un hombre.
 Pura fibra.
 El escritor se queda sin palabras, el teclado mudo. 
Es griego de la diáspora, desde 1964 vive en Suecia y en el idioma sueco.
 Y de pronto el silencio cae sobre Theodor Kallifatides, de 81 años. En su tierra natal resuenan secas la humillación y la pobreza.
 La Suecia socialdemócrata que lo acogió se enreda “en los tentáculos del comercio”.
 Su literatura, celebrada por miles, lo aguarda en un departamento que cae sobre él como una memoria sorda.
 Antes, donde se encontrara, lo hallaba el trabajo, la fertilidad era rutina. 
Su vida y su alma iban juntas al encuentro de la escritura.

La crisis del mundo, la pobreza que desde 2008 corroe la espina dorsal de su país natal y de su tierra adoptiva le paralizan, pues, el lenguaje mismo.

 Deja el estudio, vuelve a la casa, pero con él no conviven ya las ideas o las metáforas.

 Kallifatides no existe. “Lo malo era que yo no tenía idea de qué era lo que me impedía escribir”, dice.

 La editorial sueca le ofrecía “copiosos anticipos” para que escribiera lo que quisiera. 

Pero no había escritura.

 De pronto, regresó a Grecia. Atenas. “Nunca antes había visto mi ciudad así. La pobreza era una vieja compañera, pero aquella indigencia, no”.

 “Los griegos con su orgullo” (como decía la madre), pero esta devastación era una peste que ensangrentaba las plazas. 

“Me volví griego de nuevo”.

 El espanto le abrió los ojos, y el alma. 

Al teléfono desde Suecia y luego por correo electrónico, Kallifatides suena rabiosamente humano, como en Otra vida por vivir (Galaxia Gutenberg, traducción del griego moderno de Selma Ancira).
 Austero, esencial: quien habla es el mismo hombre que escribe estas 133 páginas intensas como la carta de un moribundo que regresa a la vida, y a la escritura, gracias al idioma.
 A las palabras. Su abuela decía: “Las palabras no tienen huesos, pero los rompen”.
 La visión de Grecia, aquella devastación, lo puso a escribir de nuevo, a restaurar la voz y los huesos. 
“Sentí”, dice, “que había venido a casa, pero la casa no eran las circunstancias físicas, sino la lengua materna. 
Su potencia, su suavidad, su dulzura estaban en mi sangre, eran mi sangre.
 Fue un maravilloso sentimiento de seguridad: mientras dispusiera de mi lengua estaría vivo y sería un ser humano”.
 El libro es la expresión de ese redescubrimiento: un hombre escribiendo lo que ve, una tragedia griega contada con la música que le enseñó su abuela. 
Los huesos otra vez en su sitio.
Él ama el sueco y ha escrito casi todos sus libros en ese idioma, pero sintió siempre “que algo faltaba, que algo permanecía sin ser dicho”.
 “Y escribí este libro como si fuera a ser el último de mi vida”. Un testamento de amor por la lengua, que es como decir la misma tierra.
 El griego como suelo y como aire. “Aquellas palabras (así acaba el libro) salvaron en mí lo que pudieron haber salvado. ¿Qué importancia tenía en qué rincón del mundo viviera?”.
 Era el primer libro en griego en medio siglo: la infancia era la patria que volvía en la lengua sin cuya potencia o dulzura se había quedado mudo meses atrás.
No fue el fulgor oscuro de los dramas, o no lo fue tan solo, ni el redescubrimiento de su familia o de sus barrios, sino el resplandor de una lengua que aún tiene la sal y el espíritu de los cantos de Homero.
 Se preguntó, en la conversación que tuvimos luego por e-mail: “Me sentí libre y confortable, y al tiempo un poco triste. ¿Sería capaz de seguir escribiendo o fue el final?
 Bueno, no es el fin. En esencia, fue un nuevo comienzo”.
“La escritura es como un manantial”, escribe Kallifatides. “Los años pasan y mi sombra no hace sino alargarse”.
 Mientras va rememorando las frustraciones que acompañan su silencio señala algo que relató Philip Roth: 
“Uno no puede escribir cuando los recuerdos lo abandonan”. Ese era para él el problema. En un momento, en su pueblo natal, grita como si acabara de nacer. En el homenaje que le ofrecen suena Esquilo.
 “Aquella lengua era mi lengua”. Iba a escribir “en un idioma que durante 50 años no había utilizado para la literatura”.
 Abrió el ordenador: El año pasado, en invierno, unos cuantos días antes de Navidad, me invitaron… “No escribía. Hablaba.
 Una palabra se unía a la siguiente como si fueran hermanas gemelas. No tenía miedo de cometer errores, aunque sabía que los cometería.
 Era mi idioma. Era mi idioma. No me sentí cohibido, no tenía necesidad de impostar la voz”.

Unos chicos, recitando a Esquilo, lo habían devuelto a su tierra, a su lengua. Le devolvieron la vida. Lean esta prosa: es un poema y es un hombre.