El expresidente de Fox, Harris Katleman, revive en un libro su vida con Marlon Brando, Joan Bennett y otros grandes del cine.
Pablo Ximénez de Sandoval
- La carrera de Harris Katleman en Hollywood empieza con un disparo en el escroto y de ahí, hacia arriba, que diría Cecil B. De Mille.
El expresidente de 20th Century Fox televisión ha recuperado el viejo arte del jugoso cotilleo de Hollywood en un libro de memorias en el que relata desde sus inicios repartiendo el correo en una agencia de talentos hasta ser uno de los hombres más poderosos de la industria:
“Las mejores historias que he vivido han sido detrás de las cámaras, en las salas de reuniones, oficinas y restaurantes de un desierto llamado Hollywood”.
Lo del escroto no es una exageración. Una vez en 1951 presenció un tiroteo en medio de Santa Monica Boulevard cuando salía de su trabajo en la legendaria agencia de talentos de MCA.
Cuando se acercó a la víctima se dio cuenta de que era uno de los ejecutivos de la agencia: “¡Me ha volado los huevos!”. Resulta que se había enrollado con una de sus clientes, Joan Bennett, que estaba casada con el productor Walter Wanger. “No tenía que haber metido el boli en la tinta con la que escribía”, sentencia Katleman, que le llevó al hospital sangrando.
Las memorias de Katleman, tituladas You can't fall off the floor (No te puedes caer del suelo), cuentan cómo se hizo un hueco en la agencia cuando rescató un guion cualquiera del montón que resultó ser Winchester 73 y convenció a Universal de que lo hiciera James Stewart.
Cómo convenció a la agencia de que había que vender De aquí a la eternidad, o cómo rescató a Alfred Hitchcock de una crisis creativa.
Consiguió superar el mal genio del director y convencerle de que contratara a John Michael Hayes para escribirle La ventana indiscreta por 1.000 dólares a la semana.
Dos películas después, Hitchock era tan dependiente de Hayes, dice Katleman, que le pidió 250.000 dólares por escribir ¿Pero quién mató a Harry?:
“La realidad es que Hitccock no toleraba la escritura de nadie más que de mi cliente, y mi trabajo era aprovecharme de esa circunstancia”.
- Esos eran, entre otros, Grace Kelly, Fred McMurray, Howard Keel y Ronald Reagan.
- “El más notorio era Marlon Brando. Todos los rumores sobre la locura de Brando se quedan cortos”, dice Katleman.
- Recuerda una noche que estaban en casa de Brando tomando agua y viendo el fútbol.
- Sobre las nueve, el actor dijo. “Estoy molido, voy a ensayar mi texto en el espejo”. “A los 15 minutos suena el teléfono. Lew Wasserman en el otro lado. ‘¿Sabes dónde está Marlon?’. ‘Durmiendo como un bebé'’ le contesté.
- ‘A no ser que tenga un gemelo perdido, te equivocas. Se lo acaban de encontrar borracho perdido con tres mujeres colgadas del brazo”
- El dormitorio de Brando “era como una escena de una película de
prisiones”, dice Katleman. “Las sábanas habían sido convertidas en una
cuerda y soltadas por la ventana”.
Durante sus memorias, Katleman va soltando consejos sobre Hollywood.
“La primera regla de un representante es entender los egos de los clientes”.
O el consejo que le dio Wasserman: “A los actores no los eligen por su inteligencia, y la palabra lealtad no está en su vocabulario.
Hay que tratar a cada cliente como si fuera Bill Shakespeare (cuando representaba escritores)”.
Katleman, bajo cuyo mandato surgieron series como Los Simpson, empezó su andadura como jefe de Fox contratando a Stephen Bochco y el primer show que creó para él fue La ley de Los Ángeles, uno de los que más dinero dio a la cadena en los ochenta.
Pero advierte que a veces a los mejores creadores se les va la cabeza, como cuando Bochco exigió a un director de fotografía que cobraba 10.000 dólares por episodio:
“Teníamos otro de repuesto que era parecido y costaba la mitad”.
Katleman le dijo a Bochco que se lo pensara. Al día siguiente, Bochco entró en la oficina convencido de que quería al caro. “¿No te has enterado?', le pregunté.
Fue decapitado anoche en un accidente. No tenemos más opción que tirar con el segundo”.
“Es asombroso cuánto poder tienen los cotilleos en Hollywood. Entre el National Enquirer, TMZ y los incontables blogs que buscan barriguitas de embarazada y pezones salientes, todos somos esclavos de los rumores.
Al fin y al cabo, ¿a quién no le gusta tener una ventana secreta para ver la vida de un famoso?
El cotilleo, por destructivo que sea, rompe el muro de exclusividad artificial y hace que la gente sienta que está en el ajo.
El problema es que la mayoría no es verdad".
“Creo que esa es una de las razones por las que la industria del entretenimiento ha estado plagada de comportamientos repugnantes de los poderosos”, dice Katleman a modo de reflexión sobre el abuso sexual en la industria.
“¿Cómo puede un tipo como Harvey Weinstein salirse con la suya durante décadas de abusos?
Puedo asegurarles que todo el mundo en Hollywood había oído algo.
Se libraba porque nadie sabía si era verdad. El cotilleo diluía los crímenes”.
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