Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 jun 2019

Sólo en Argentina Coordinado por FEDERICO RIVAS

Una argentina descubre a su bisabuela gracias a 'Elisa y Marcela', el nuevo filme de Isabel Coixet.

Los descendientes de Marcela Carmen Gracia desconocían la verdadera historia.

 

Una argentina descubre a su bisabuela gracias a la nueva película de Isabel Coixet

 

Norma Graciela Moure descubrió un secreto.
 Su bisabuela Marcela Carmen Gracia no solo era una inmigrante española que llegó a Argentina a principios del siglo pasado y formó una familia.
 Con una búsqueda simple en Internet, motivada por el deseo de reconstruir el árbol genealógico, descubrió que la historia de aquella mujer que sólo había visto en una vieja foto sepia inspiró la última película de la directora catalana Isabel Coixet, Elisa y Marcela. 
El film retrata cómo hace 120 años la Iglesia española celebró un matrimonio entre personas del mismo sexo.
El estreno de la película en salas a finales de mayo disparó en el buscador de internet más de cinco millones de resultados relacionados con Marcela Carmen Gracia. 
Norma se enteró entonces de que el nombre de la bisabuela era en realidad Marcela Gracia Ibeas, famosa en 1901 por casarse con Elisa Sánchez Loriga
Semejante unión fue posible porque Elisa se hizo pasar por hombre, un artilugio que terminó por descubrirse y obligó a la pareja a huir a Portugal y finalmente a Argentina. 
La periodista de la agencia Efe Cristina Terceiro ubicó a la bisnieta de Marcela Carmen Gracia en Buenos Aires. “Esto es algo nuevo para mí”, contó. 
“De casualidad, el 3 de junio del año pasado puse en el buscador de Internet el nombre de mi abuela como yo la conocía, porque quería hacer el árbol genealógico y necesitaba tener más datos", explica la mujer, de 61 años. Junto con las referencias a la película, Norma encontró el libro del historiador Narciso de Gabriel, Elisa y Marcela. Amigas y amantes, y una fotografía de su antepasada.
Fotos de Marcela Carmen Gracia en poder de sus descendientes en Argentina 
Fotos de Marcela Carmen Gracia en poder de sus descendientes en Argentina

La mujer de aquella foto en sepia era similar a aquella que la familia guardaba de la bisabuela.
 La historia de Macrela con Elisa era desconocida para ellos. 
“Mi madre fue la que me transmitió lo poco que sé de Marcela y de mi abuela, pero todos los datos que había, papeles, se perdieron en un incendio”, cuenta la mujer. 
El historiador Narciso de Gabriel corroboró la historia de Norma y le abrió las puertas al posible origen de la abuela de Norma, hija de la bisabuela protagonista de la historia.
Son varias las versiones que existen sobre la unión de estas dos mujeres.
 “Unos apuntan a que se trató de una verdadera historia de amor entre dos mujeres, otros a que fue una relación de Marcela con un hombre casado y su posterior embarazo lo que motivó esta peculiar unión, para intentar salvar ‘el honor’ de una amiga”.
 La versión de la unión por amistad es la que defienden Norma y la familia lejana de Elisa, la mujer que se hizo pasar por hombre en aquella boda de hace casi 120 años en A Coruña.
“Elisa había manifestado (a su familia en Argentina) que lo habían hecho porque ella le había dado el beneplácito a mi bisabuela para estar de novia con ese hombre, y al quedarse embarazada y él no hacerse cargo, se sintió responsable y gestó todo esto”, explica Norma.
 Y concluye: “Sea eso, o sea que haya sido lesbiana o bisexual, porque tuvo relaciones con hombres y mujeres, ¿quién puede juzgar?”.

De Rita Hayworth a Ana Obregón: lo mejores posados de verano de la historia

Los posados de verano, fruto de un pacto entre la prensa y las celebrities, han caído en desuso. 

Ahora son los propios famosos los que gestionan sus imágenes en Instagram. 

Pero durante décadas fueron un practica extendida, que dio grandes momentos.

De Rita Hayworth a Ana Obregón: lo mejores posados de verano de la historia
Marilyn Monroe, con biquini de rayas.
La época dorada de la prensa del corazón convirtió los posados de verano de las famosas en el acontecimiento estival por excelencia, que servía no solo para recordarnos que seguían vivas y coleando y que sus cuerpos estaban hechos a prueba de gravedad y envejecimiento; sino para alimentar el glamour que antaño rodeaba a las celibrities, antes de que Instagram introdujera su, más o menos estilosa, cotidianeidad en nuestras vidas.



La idea de fotografiar a las estrellas en la playa, en biquini o bañador, empezó en Hollywood.
 Santa Mónica, Venice Beach y otros arenales californianos, cercanos a Los Ángeles, eran los escenarios perfectos para que las actrices posaran con poca ropa (lo que sin duda atraía al público) y siguieran siendo decentes y respetables, ya que la playa es el único lugar donde estar parcialmente desnudo es socialmente aceptable. A menudo, las actrices imitaban las poses atrevidas de las pin-ups, solo que con bañador, lo que establecía una gran diferencia y ayudaba a promocionar la película.

Rita Hayworth en un posado de piscina en el verano de 1950. Foto: Getty
En los archivos gráficos de los mejores años de la industria del cine no hay actriz que se precie que no tenga sus consabidas fotos en la playa o, en su defecto, en la piscina.
 Marilyn Monroe, Ava Gardner, Rita Hayworth, Joan Crawford, Bette Davis, Janet Leigh, Natalie Wood, Jayne Mansfield o Doris Day son algunas de las que se retrataron a orillas del mar.
 Costumbre que abrazaron, tímidamente, algunos galanes de la gran pantalla como Rock Hudson o Errol Flynn, que no tenían problema en exhibir sus fuertes hombros y sus marcadas cinturas.
 Imágenes que recogían revistas tan prestigiosas como la norteamericana Life y que hacían soñar a sus lectores.
Joan Crawford sujetando una gran tabla de surf. Foto: Getty
Muy pronto esta tendencia se contagió a toda Europa y el Festival de Cannes se apuntó también a inmortalizar a sus invitadas en la arena.
 En la retina de medio mundo todavía está la foto de una Brigitte Bardot adolescente, en la edición de 1953, posando en la playa con un biquini floreado.
 Es muy probable que la popularidad de la actriz, que empezaba entonces su carrera, subiera como la espuma tras esas imágenes.
Los posados playeros de las actrices y determinadas escenas míticas del cine inmortalizaron algunos modelos de bañadores, que luego todo el mundo quería lucir para tener algún punto de semejanza con estas divinidades.
 Algunos ejemplos son el bañador blanco de Elizabeth Taylor en De repente, el último verano (1959), el biquini de Ursula Andress en Dr. No (1962) o el maillot nude de Bo Derek en 10, la mujer perfecta (1982).
De hecho, como cuenta el periodista gráfico Bernardo Paz, un veterano de la prensa del corazón, con 62 años, “a menudo, las firmas de trajes de baño pagaban a las famosas por salir con sus bañadores, ya que ellas no cobraban nada por parte de la revista.
 Era la época anterior a las exclusivas y lo hacían porque les daba popularidad, por seguir en el candelero”.


Brigitte Bardot con biquini floreado en 1952. Foto: Getty
 Paz vivió ese periodo dorado de la prensa rosa, cuando famosos y fotógrafos vivían un idilio que tenía como fin mostrar la cara más glamurosa y amable de las celebrities, y sus veranos los pasaba entre Mallorca y Marbella. 
“Nos conocíamos todos y las relaciones eran de cordialidad, también porque no éramos muchos.
 Yo recuerdo que el padre del actual rey, Juan Carlos I, se sabía el nombre de todos nosotros. 
Eran épocas en las que las estrellas de Hollywood, cuando iban a Madrid al estreno de una de sus películas, salían a la calle e iban a cenar a un restaurante y luego a una discoteca y los podías fotografiar en el Café de Chinitas o bailando por la noche. 
Ahora no salen del hotel”, cuenta este fotógrafo.
Ana Obregón, la reina indiscutible
El posado veraniego se convirtió en tradición obligada para muchas de nuestras famosas con el reinado indiscutible de Ana Obregón, que publicó su primer posado (con bañador de Mickey Mouse) en la revista Diez Minutos, en el año 1985. 
Las fotos habían sido hechas en una playa de Los Ángeles tras el rodaje de Bolero (donde compartía reparto con Bo Derek) y cuando empezaba su participación en la serie El equipo A
Tita Cervera, Norma Duval o Concha Velasco fueron también otras figuras que practicaron este deporte veraniego.
“Concha iba todos los años a veranear a Formentor (Mallorca) y nosotros, los fotógrafos, la veíamos en la playa con su marido y sus hijos, entonces ella nos decía que ese día no, que mejor al día siguiente que iría a la peluquería y estaría más presentable, y acordábamos una hora para hacerle las fotos.
 Ana Obregón siempre recibía amablemente a la prensa en la casa que su familia tenía en la Costa de los Pinos ( Mallorca)”, cuenta Paz. “Algunos posados no eran tan ‘voluntarios’, pero eran fruto de un acuerdo, porque si tenías unas fotos robadas en las que el personaje no lucía muy bien, la persona accedía a posar en mejores condiciones, a cambio de que las desafortunadas instantáneas no fueran nunca publicadas. 
 ¿Recuerdas el desnudo de Marta Sánchez en Interviú?, pues fue un pacto a cambio de que no sacaran unas fotos suyas en la playa, en las que estaba un poco gordita, aunque se le pagó por ello”, recuerda este fotógrafo.

Más adelante, cuando empezaron a pagarse exclusivas, se daba también el caso inverso. Fotos supuestamente robadas que, en realidad, eran pactadas. 
El ejemplo que ha pasado a la historia fue el top less de Lola Flores en la portada de Interviu. Las imágenes parecían hechas por un paparazzi mientras la cantaora tomaba el sol en el jardín de su casa, pero en realidad fue una exclusiva que le costó a la revista 6 millones de pesetas.
“Había también ocasiones en las que uno mismo se autocensuraba”, comenta, Paz, “yo recuerdo una vez cuando un grupo de colegas y yo estábamos en un chiringuito de una playa de Cataluña comiendo, haciendo un descanso, y de repente vemos que en la cala se está bañando Nelsy Chalala (una peletera canaria). 
Era una mujer muy guapa y estaba con un bañador blanco. Le hicimos fotos y cuando ella se dio cuenta nos pidió que no las publicáramos y nos pagó la comida. Nos las guardamos y nunca salieron en los medios”.
Ana Obregón en uno de sus últimos posados veraniegos en Marbella (año 2011). Foto: GTres
Por aquellos años, Isabel Presley y Ladi Di (cuando todavía estaba casada con el príncipe Carlos) eran bocados sustanciosos a los que pillar en bañador. 
Fotos por las que las revistas hubieran pagado sumas tentadoras, y personajes a los que los paparazzi acechaban sin parar. Javier de Montini, ex director de la revista Lecturas, cargo que ostentó desde 1972 al 2006, publicó unas fotos de la Presley en biquini, “no era un posado eran robadas, aunque estaba muy guapa. Pero se que no le sentó muy bien, aunque ella es una dama y nunca se enfada por nada”. 
 “La revista Hola compró unas fotos de Lady Di, tomando el sol, en las que se le veía un pecho (muy probablemente se le había caído el bañador y no se había dado cuenta). Costaron 40 millones de pesetas y nunca salieron a la luz, pero la información es poder y a cambio Hola sacaba luego muchas exclusivas de la familia real inglesa”, recuerda Paz.
“Cuando la prensa rosa empezó a decaer, las fotos dejaron de pagarse bien. Antes uno podía ganar mucho dinero con una sola instantánea, era lo que en el gremio llamábamos “el pelotazo”, recuerda Bernardo Paz. 
“Yo di uno con la imagen en la que Camilo José Cela le pegó un puñetazo al periodista Jesús Mariñas en el verano de 1991, en la Marbella de Jesús Gil. Y luego otra que me reportó bastantes dividendos. Fue una que tenía archivada, sin pena ni gloria, pero que cobró actualidad cuando Isabel Presley se casó con Miguel Boyer.
 Yo los había retratado el día que se conocieron en unos premios Naranja-Limón. Dedicarse, hoy en día, a ser solo paparazzi y vivir de ello es imposible. 
Hay que compaginar varias cosas. Yo, por ejemplo, hago moda (pasarelas), cine (estrenos) y casas reales.
 Ese mundo que algunos conocimos ya se ha acabado. Ahora son los famosos, los que ellos mismos sacan sus posados en Instagram, pero eso ha contribuido a que el glamour desaparezca”.

Mal de Amores......................................... Luz Sánchez-Mellado

A Juan Ramón Amores le diagnosticaron ELA hace casi cuatro años y le dieron solo tres de vida.

 Es el nuevo alcalde de La Roda por mayoría absoluta.

Juan Ramón Amores recibirá la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha por ser un ejemplo de superación y por su trabajo por visibilizar la ELA.
Juan Ramón Amores recibirá la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha por ser un ejemplo de superación y por su trabajo por visibilizar la ELA. EFE/Manufoto
El martes amanecí de malas. Se me pegaron las sábanas después de no pegar ojo en toda la noche viendo fantasmas.
 Cambié de suavizante y me quedó el pelo para matarme. Estrené sandalias y me hicieron mataduras de mula. 
Tuve que ir lo primerito a un cajero por no tener ni para un café en la cartera.
 Reposté in extremis rezando para llegar a la gasolinera por haber apurado el depósito hasta las heces. 
Me comí un atasco de hora y media por un accidente donde había habido chicha, y, para colmo de fatalidades, al llegar al curro, me dejé las llaves de la taquilla en el garaje y tuve que bajar a por ellas porque me vino el mes tras varios sin noticias justo el día que se me había ocurrido ponerme pantalón blanco.
 O sea, un horror, te lo juro. Y, encima, tenía que ir a la radio a perorar de los enjuagues, perdón, pactos, de los políticos. 
Un planazo, vamos.
Estresadísima y quemada, de tal guisa estaba cuando llegué al estudio de La ventana, en la SER, y me encontré con el jefe Carles Francino charlando con un político, en efecto, y se me quitaron los males de cuajo.
 Al invitado, Juan Ramón Amores, de 42 años, le diagnosticaron ELA hace casi cuatro y le dieron solo tres de vida.
 Desde entonces, con su fatal destino descrito implacablemente en cualquier página médica, Amores ha tenido el coraje de seguir en su cargo de consejero de Deportes de Castilla-La Mancha, darle una hermanita a su hijo de 5 años, presentarse a las municipales y ganar la alcaldía de su pueblo, La Roda, en Albacete, por mayoría absoluta.
 Helada y abochornada al tiempo, solo alcancé a preguntarle a qué clavo o credo se agarra para levantarse por las mañanas.
 “Ahora mi religión es la vida. No dejéis que os golpee para vivirla como merece.
 Nadie ha vivido mañana”, exhortó a la audiencia con la voz ya herida por la fiera. 
El mal de Amores no tiene cura por ahora, de acuerdo.
 Pero el nuestro tampoco. No aprendemos. 

 

¿Qué ocurre durante la muerte cerebral?................ Susana P. Gaytán

En nuestros cerebros tenemos un sistema de regulación de cuya actividad dependen todas las constantes vitales.

Imagen tomada en la Unidad de Cuidados Intensivos de Trauma del Hospital Doce de Octubre de Madrid.
Imagen tomada en la Unidad de Cuidados Intensivos de Trauma del Hospital Doce de Octubre de Madrid.
¿De qué hablamos cuando hablamos de muerte cerebral?
 Es una dramática pregunta a la que, diariamente, nos enfrentamos en las unidades de emergencias o los hospitales. 
Además, desde los años setenta del siglo pasado, el problema se ha agudizado con la generalización de técnicas como la respiración asistida. 
Hasta entonces, se consideraba que alguien había muerto cuando dejaba tener pulso y de respirar pero, con esos sistemas, algunas personas pueden mantener sus constantes básicas por bastante tiempo. 
Así que hubo que buscar una definición de muerte que, obviando la ayuda mecánica, se centrara en la actividad de sus cerebros. 
 Se necesitaba asociar esa actividad con la capacidad para aunar la percepción que cada uno tenemos de nosotros mismos y los diferentes estímulos sensoriales que nos llegan.
 En definitiva con la consciencia y, por tanto, relacionar estar vivo con conservar la función cerebral.

Imagen tomada en la Unidad de Cuidados Intensivos de Trauma del Hospital Doce de Octubre de Madrid.
Imagen tomada en la Unidad de Cuidados Intensivos de Trauma del Hospital Doce de Octubre de Madrid.

Este es el punto clave: no se produce la muerte de la persona porque se le quiten todas las medidas terapéuticas, como la respiración asistida, sino que se suspenden los procedimientos de reanimación o soporte vital porque, al parar su cerebro, ya ha muerto.
 Así que la definición de muerte cerebral, o encefálica que es el término correcto en español, viene de entonces y se trata de un coma arreactivo que tiene completa ausencia de reflejos troncoencefálicos; es decir, que la persona, no respira, ya no es capaz de responder a ningún estímulo, no controla su temperatura, ni queda ninguna posibilidad de reconexión de las estructuras de control básico para la vida.
En nuestros cerebros tenemos un sistema de regulación de cuya actividad dependen todas las constantes vitales, que hace que lata el corazón, despertemos por la mañana, sudemos o funcione el tubo digestivo.
 Del control de ese sistema se encargan las neuronas que están en el tronco del encéfalo que proyectan directamente sobre otras estructuras superiores como la corteza. 
Es el sistema de activación reticular ascendente, y ya el nombre da una pista de lo que hace: es una red, un conjunto de conexiones, que movilizan todos los sistemas cerebrales y que, en su nivel más alto, nos permite ser conscientes de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.

Una persona está en estado vegetativo cuando se desconecta la corteza de este sistema.
 Dado que las neuronas producen señales de tipo eléctrico, la forma más frecuente de identificar este proceso son los datos obtenidos del electroencefalograma, pero existen otros sistemas, como el empleo de los potenciales evocados y, por supuesto, la información que suelen aportar técnicas como TACs o resonancias magnéticas.
Según se van haciendo menores las señales que se recogen, va descendiendo el nivel de consciencia de la persona.
 Cuando el sistema entra en fracaso es cuando el médico tiene que comunicar a las familias que se ha producido la muerte cerebral y hay que parar el sistema de reanimación, es decir se ha producido el cese total e irreversible de la actividad cerebral. 

Así que la respuesta a qué le pasa al cerebro cuando se produce la muerte cerebral es, básicamente, que el cerebro se ha parado, ha dejado de funcionar, ya no hay señales en las neuronas, ni conexiones entre ellas.
 Hoy por hoy, se considera un momento crítico para la vida de las neuronas, que la presión intracraneal supere la presión arterial sistólica (que es la que viene del corazón) lo que dará lugar a la parada circulatoria cerebral, porque lo que permite que se mueva la sangre es la diferencia de presión.
 Si no circula la sangre, las neuronas se deterioran muy deprisa, no pueden seguir activas ni mantener las conexiones entre ellas, es decir, el cerebro deja de funcionar. Se muere.
Así que el descubrimiento de cualquier mecanismo que consiguiera frenar o, incluso, reparar el daño celular de las neuronas y ponerlas a funcionar de nuevo, al menos en teoría, lograría resucitar el cerebro. 
De ahí la importancia del hallazgo hecho en cerdos que estaría en la vía de detener el deterioro cerebral que conlleva la muerte.
 Otras líneas de estudio están explorando el empleo con mensajeros protectores, o el control de la inflamación asociada a los procesos de daño cerebral.
 Todo ello encaminado a preservar la integridad anatómica de las neuronas y que, de esa manera, puedan recuperar su funcionalidad. 
Pero no parece que sea algo que vayamos a conseguir en un futuro muy cercano.

Susana P. Gaytán es fisióloga e investigadora del grupo de Neurobiología de Vertebrados de la Universidad de Sevilla.

Hasta ahora este proceso se ha considerado irreversible. Sin embargo, muy recientemente un grupo de la universidad estadounidense de Yale ha conseguido preservar algunas funciones celulares básicas en los cerebros de cerdos muertos abriendo con ello una nueva frontera a la investigación sobre los límites de la vida.
 Bien es cierto que a pesar del éxito conseguido, no se ha podido encontrar actividad eléctrica que indicase que los cerebros volvían a funcionar. 
Este trabajo reabre el debate sobre la resucitación cerebral pero la realidad es que la investigación sobre este asunto no es nueva. Siempre ha resultado fascinante explorar remedios para el daño neuronal.
 Lo que ocurre con las neuronas es que, salvo unos pequeños grupos de ellas que están en zonas muy localizadas del cerebro, tienen capacidad cero de reproducirse.