Un Blues

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2 jun 2019

Juan Carlos I: la vida de un rey en tres actos

Le apodaron Juan Carlos el Breve. Pero, contra todo pronóstico, consiguió consolidarse. Paró un golpe de Estado. Su figura se engrandeció. 

Y años más tarde, con la aburrida normalidad, llegaron los deslices.

juan carlos I 
Don Juan Carlos abraza a su hijo el día de la ceremonia de su abdicación, el 18 de junio de 2014.  REUTERS
Antonio Jiménez Barca


 
El anuncio de Juan Carlos I de que renuncia este domingo a la vida pública ha vuelto los ojos a su figura. 
Fue proclamado Rey en noviembre de 1975. Muchos desconfiaban de que su reinado durara.
 Pero duró: el 2 de junio de 2014, hace cinco años, anunciaba su abdicación. Esta es su vida en tres actos.

1. El desastre


Fue un sábado por la tarde de noviembre de 2012.
 Un viejo amigo de Juan Carlos I acudió a verle al palacio de la Zarzuela, después de que el Rey le llamara por teléfono.
 Lo encontró solo, en una habitación interior muy pequeña, tumbado boca arriba en una camilla, dolorido de la cadera, con el mando a distancia de la televisión en la mano, cambiando de canal. Sin mucho más que hacer.
 Sin nadie al lado. Hablaron de lo que hablan dos amigos que se conocen desde hace más de 40 años: de la mala salud, de los hijos, de que las cosas, como siempre, son imprevisibles. 
Recuerda la pena que sintió al ver al en otro tiempo popular e indiscutido Juan Carlos I, así, perdido en su propio palacio, zapeando, atendiendo las escasas llamadas de teléfono que recibía. El Rey tenía ese día 74 años. 
Y no estaba bien. Ni él ni la institución que encarnaba.
 La Monarquía atravesaba uno de sus peores momentos.

 Al final, resultó que fajarse con la Transición, lograr la amistad de un comunista como Santiago Carrillo o de un socialista como Felipe González, con ser difícil, resultó más fácil que soportar el desgaste del día a día desde la cima culminante del 23-F hasta ese feo sábado por la tarde. 

Fue más manejable pedir a los amigos más íntimos, los del colegio, que le ayudaran a organizar en los últimos años del franquismo reuniones secretas con personajes ajenos al régimen. 

Más sencillo echar a un presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, que creía tutelarle.

 Fue más fácil decidir sin género de dudas que la Monarquía no debía tener ningún poder político y respetar siempre ese compromiso.

 Fueron más manejables aquellos días revolucionados que la aburrida normalidad que vino después, cuando parecía que todo estaba ganado. 

La dulce velocidad de crucero fue lo que acabó en desastre.

Ocho meses antes de que ese amigo acudiera a visitarle, en abril, don Juan Carlos se había caído en una cabaña en el delta del Okavango, en Botsuana, rompiéndose una cadera ya de por sí maltrecha y triturada a base de operaciones. 

Estuvo toda una noche tumbado en el suelo, sin gritar, sin poder moverse, según relata el libro Final de partida, de la periodista Ana Romero.  

Todo se hizo público en pocas horas: el traslado urgente a un hospital de Madrid, la alarma médica, el haber estado cazando elefantes en una esquina exótica de África con su amante, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, entonces de 51 años, y unos millonarios amigos saudíes.

 España, ahogada en la crisis económica, con una nueva generación de jóvenes indignados por su retroceso social y su falta de futuro, había dejado de admirar a ese Rey, desconectado de un mundo que había cambiado sin que él se diera cuenta. 

Una periodista que lo acompañaba por esa época recuerda un tipo cascarrabias, que se enfadaba cuando tropezaba al caminar con el bastón o la muleta, cada vez más débil. 

Aún conservaba su entrenada capacidad de aguante: un día, según cuenta un alto cargo que trabajó en la Casa del Rey, en una audiencia con unos diplomáticos árabes, se le salió de golpe la prótesis de la cadera, pero él soportó el dolor a pie firme, sin quejarse, sufriendo en silencio, hasta que acabó el acto.

 Con todo, las amenazas eran demasiadas: su salud limitaba sus movimientos, su sordera alimentaba su desconfianza, y esa desconfianza engordaba su mal genio.

 Su popularidad y la de su familia bajaban mes a mes. Además, se había enamorado de Corinna y no estaba dispuesto a renunciar a ella, aunque esto significara coquetear con el escándalo, que acabó alcanzándole en África.

 

Don Juan Carlos pide perdón en el hospital San José de Madrid, en una alocución televisada, en abril de 2012.
Don Juan Carlos pide perdón en el hospital San José de Madrid, en una alocución televisada, en abril de 2012. getty images / POOL
Para tratar de recuperar algo de la antigua popularidad, días después del episodio de la cacería pidió perdón en una insólita alocución televisada, rodada en un pasillo del hospital, apoyándose en la muleta: “Lo siento mucho.
 Me he equivocado: no volverá a ocurrir”. Miraba a la cámara con una expresión algo infantil en los ojos, de niño pillado en un renuncio.
 Pidió perdón por el episodio concreto de la cacería —sin especificarlo—, aunque, en realidad, el perdón podía hacerse extensivo a otras faltas, como los episodios de corrupción que habían afectado a uno de sus yernos, Iñaki Urdangarin, y salpicado a su propia hija, la infanta Cristina.
Un exministro que lo conoce bien divide su trayectoria en tres etapas:
 “La primera, la de sufrir y tragar, hasta que le nombraron Rey. 
La segunda, hasta el 23-F, la de su enorme contribución histórica, que nadie discute. La tercera, cuando cree que nadie le va a pedir cuentas nunca”. 
“Tal vez creyó que la Monarquía estaba ya consolidada para siempre, que funcionaba sola. 
Él seguía haciendo las mismas cosas de siempre, pero la sociedad había cambiado por la crisis”, sostiene el historiador Jordi Canal, autor del ensayo La monarquía en el siglo XXI.
  El aislamiento de La Zarzuela, la fatiga o simplemente la edad habían disminuido ese instinto político con el que supo, en los momentos difíciles, interpretar lo que quería la sociedad.
Días después de la cacería y la caída en África, pidió perdón en una insólita alocución televisiva
Muchos pensaron que debía echarse a un lado y dejar paso al príncipe Felipe.
 El mismo Juan Carlos, según afirma el emprendedor y escritor Diego Hidalgo, otro amigo de muchos años, se había prometido abdicar a los 70 años, convencido de que eso era lo mejor para él, para su hijo y para la institución monárquica. 
Y así se lo había confesado a Hidalgo. 
Pero una cosa es pensar eso a los 40 o los 50 años y otra seguir manteniéndolo a medida que llegas a esa edad. 
Un veterano ministro que compartió muchas horas con el Rey lo disculpa: “Es que lo difícil no es llegar, ni mantenerse. Créame: lo difícil es saber irse, descubrir que ha llegado la hora y hacerle frente”. 
Es difícil para los músicos, para los futbolistas, para los actores y para los políticos. Y es difícil también para los reyes.
 Un amigo, movido únicamente por el afecto y la fidelidad, le aconsejó que dejara el trono en aquellos días nefastos. Pero el Rey le contestó tajante: “Agradezco mucho que mis amigos me den consejos, pero hay temas que se pueden tocar y otros no”.

 
El 6 de enero de 2014, en la Pascua Militar, un día después de cumplir 76 años, cansado y aturdido, leyó un discurso en el que se trabó varias veces y en el que confundió bastantes palabras. Eso acabó por convencerle. 
Lo hizo tarde, pero no demasiado tarde. 
Nadie sabe qué habría pasado si hubiera esperado más. 
Sea como fuere, hasta ahí había llegado: no más días históricos; tampoco más sábados por la tarde siendo el Rey, viendo la tele en palacio.
 No era un buen final. Tampoco el más justo para Juan Carlos I. Pero no había otro disponible.
El rey Juan Carlos firma su abdicación en junio de 2014.
El rey Juan Carlos firma su abdicación en junio de 2014. GETTY IMAGES / pool
 

. La llegada

“Le gusta la vida”, dice una persona que trabajó junto a Juan Carlos I en sus últimos años, y añade: “Siempre le gustó hacer cosas.
 Arreglar motores. No puede estarse quieto. No es un intelectual, no.
 Eso lo sabe todo el mundo. Pero estaba suscrito a revistas científicas, le gustan las cosas del espacio. 
Si no hubiera sido rey, habría sido ingeniero, de los de tocar cables”. No hubo oportunidad. Desde niño le convencieron —se convenció— de que era un tipo —privilegiado o no, según se mire— con un destino. Porque uno tiene un destino, pero también carga con él.
 

Carlota Casiraghi se casa en Mónaco con el productor Dimitri Rassam

La hija menor de Carolina de Mónaco y el hijo de la actriz Carole Bouquet se conocieron en 2017 y tuvieron un hijo el pasado octubre.

carlota casiraghi
Fotografía oficial de la boda de Carlota Casiraghi y Dimitri Rassam.

 

La hija mayor de Carolina de Mónaco, Carlota Casiraghi, se casó este sábado con el padre de su último hijo, el productor de cine Dimitri Rassam, hijo de la actriz francesa Carole Bouquet, en una ceremonia celebrada en el Palacio del pequeño Estado costero.
La revista Vanity Fair ha publicado en su web que la pareja ya se ha dado el "sí", y también ha difunddio una foto en la que puede verse a los dos con un hombre entre ambos.
 Según recoge la emisora France Bleu, tras la ceremonia, la nieta de Grace Kelly y Rainiero y Dimitri Rassam han llevado a sus invitados a una comida en el Monte Carlo Beach, un hotel de lujo ubicado a escasos 500 metros al otro lado de la frontera, ya en suelo francés.
La revista Hola había anticipado hace unos días que la boda civil entre Carlota, de 32 años, y Dimitri no iba a ser la única ceremonia del día, ya que los dos padres de Balthazar Rassam, nacido el pasado 23 de octubre, iban a aprovechar también para bautizarlo.
Por eso la prensa daba por hecho estos últimos días que la familia de Mónaco debía estar al completo, aunque el Palacio se ha mostrado extremadamente discreto y no ha querido hacer ninguna comunicación previa, ni siquiera para confirmar oficialmente el enlace.
La pareja empezó a salir en 2017.
 Ese verano se les vio juntos en varios eventos en Mónaco y al año siguiente en el Baile de la Rosa en marzo, donde quedó oficializado su compromiso.
 Siete meses más tarde nació su hijo Balthazar.
 La pareja desmitió el pasado enero un supuesto deterioro de la relación. Lo hicieron con un comunicado y con la advertencia de su abogado de que actuaría por la vía judicial contra quienes propagaran rumores en ese sentido.
Los dos recién casados comparten diversos elementos biográficos, algunos de carácter trágico como la pérdida de sus respectivos padres cuando eran niños.
 Carlota perdió el suyo, Stefano Casiraghi, cuando tenía cuatro años en un accidente náutico mientras participaba en una competición. Dimitri es huérfano del productor de cine Jean-Pierre Rassam, quien se suicidó en 1985 a los 43 años por una sobredosis de barbitúricos.
 Uno y otro aportan hijos de anteriores relaciones al matrimonio: ella, a Raphaël, que tuvo con el actor francomarroquí Gad Elmaleh; él a Darya, a la que tuvo con la modelo rusa Masha Novoselova.

En ese establecimiento de cinco estrellas con playa privada, el chef italiano Paolo Sari, que está al frente de la cocina del restaurante de verano, La Vigie Lounge and Restaurant, ha sido el encargado del ágape.

Un paraíso desconocido de quesos llamado Canarias

Las papas arrugadas, ("Arrugás") los mojos y los plátanos de Canarias tienen merecida fama, pero sus fantásticos y muy particulares quesos siguen siendo ignorados en la península. 

Es hora de descubrir los mejores.

queso
Un queso Flor de Guía en todo su esplendor.
“Este queso lo sacamos de la cámara y camina”, decía el quesero Cristóbal Antonio Moreno, de El Cortijo de Caideros, refiriéndose a su queso Flor de Guía. 
Espera, ¿flor de qué? La realidad es que los quesos tanto de Gran Canarias como del resto de islas son unos auténticos desconocidos para el consumidor peninsular.
 No obstante, los expertos están reconociendo su valor: en 2018, el certamen World Cheese Awards galardonó ni más ni menos 35 quesos del archipiélago, entre ellos 15 quesos grancanarios. 
Y yo, que me puse fina los probé con motivo del I Foro Internacional del Queso, corroboro que nos estamos perdiendo unas delicias importantes en este lado del país.
Quesos tiernos, semicurados, curados y de flor.
 De cabra majorera, de oveja canaria o de vaca canaria o frisona, puros o de mezcla.
 Con cuajo animal o con cuajo vegetal.
 Untados con gofio, pimentón o aceite.
 Hacer queso no es nada nuevo en Gran Canaria y mucho menos comerlo: a día de hoy existen 12 tipos de quesos grancanarios, unas 130 queserías de distintos tamaños y tanto esta y el resto de las islas son el lugar donde más queso se consume por persona y año, con un total de 11,16 kilogramos por persona.
 Además, ya han conseguido tres denominaciones de origen: La Palma, Gran Canaria y Fuerteventura.

Ovejas canarias de El Cortijo de Caideros. ROSA MOLINERO TRÍAS
 
“La cultura quesera es muy potente en las islas. Hay queserías pequeñas y medianas y hasta hay quien tiene cuatro cabritas y hace queso para su familia y vecinos”, cuenta Isidoro Jiménez, maestro quesero y técnico en industrias lácteas del Gobierno de las Islas Canarias. 
Lo dicho: los quesos canariones están vivitos y coleando. Y no es para menos, porque la mayoría de queseros artesanos elaboran sus productos con leche cruda, una práctica que acarrea menos riesgos en las Canarias, ya que las islas han sido declaradas libres de brucelosis por la Unión Europea. 
Es una ventaja: los queseros aseguran que esto les confiere un sabor mucho más complejo y, además, permite un mayor desarrollo de los sabores del queso en su maduración, lo que explica que la tradición de afinar los quesos siga practicándose en Gran Canaria.
 Pero, concretamente, en Gran Canaria sigue llevándose a cabo el pastoreo trashumante, en el que dos pastores se acompañan en esta especie de vacaciones para sus rebaños. Este es precisamente el caso de las ovejas del ya mencionado Cortijo de Caideros (400 cabezas) y también de las del Cortijo de Montañón, regentado por Flora María Gil Mendoza (200 ovejas y 40 cabras).
 En verano, ambas suben a Ayacata, Tejeda, uno de los puntos más altos de Gran Canaria, y se alimentan de hierbas silvestres como el tagasaste o los escobones, que solamente existen en la isla, algo que le conferirá un sabor inusitado a su leche y, posteriormente, al queso. 
Al empezar el otoño, el ganado volverá a su establos.
 Allí comen cebada, trigo y centeno; este proceso limita la producción a una época específica del año.
Es posible que el queso grancanario sea uno de los mejores ejemplos que quedan en España de cómo se hacía queso en el pasado: en todas las islas se preservan las técnicas tradicionales de elaboración del queso y hasta de su madurado en cuevas.
Queso de Media Guía de El Cortijo de Montañón madurando. ROSA MOLINERO TRÍAS
Sin embargo, los quesos grancanarios no están libres de problemas. 
El formato tradicional de microqueserías está desapareciendo: las nuevas generaciones no quieren seguir con un oficio tan esforzado y poco valorado. “La vida de un quesero es muy dura. 
Y la gente viene y me regatea el precio de los quesos”, contaba Flora de El Cortijo El Montañón, que vende su queso a unos 20 euros el kilo.
 Isidoro Jiménez hacía una reflexión en este sentido: no nos importa pagar el jamón ibérico a más de 100 euros el kilo pero escatimamos cuando se trata de queso, por mucho trabajo que sepamos que conlleva su elaboración.

Majoreros con pimentón en la empresa afinadora Bolaños. ROSA MOLINERO TRÍAS
 
Según este maestro quesero, son varios los motivos de este abandono: aranceles muy altos para exportar a la península y muy bajos para importar queso, algo que los fabricantes industriales aprovechan para posicionar su producto barato en el mercado. 
“El precio es el principal problema: apenas ha subido, incluso ha llegado a bajar. Sin embargo, los costes de vida y de producción han subido. El consumidor local a veces no lo valora y no sabe distinguir por qué un queso es más caro que otro”, comentaba Jiménez. Asimismo, acogerse a la DOP, algo que suele colocar un producto en el mercado de forma favorable, es algo que muchos han rehusado por considerar que no sería directamente ventajoso para su economía.
“Estamos en un momento en el que quedan pocas familias dedicadas al queso. 
Si esto no lo arreglamos, en 15 años lo habremos perdido. Y con ellas, se irá también un paisaje de nuestra islas”, afirmaba Borja Marrero, del restaurante Texeda
 Para que esto no ocurra, nada mejor que conocer un poco más de los quesos canarios.
 Todas las islas producen sus quesos, pero a menudo solamente abastecen la demanda local.
 Sin embargo, es muy posible que si vives en la península, puedas encontrar los quesos protegidos que te describimos a continuación: Quesos de Guía, Majorero y Palmero.

Selección de varios quesos en la empresa afinadora Bolaños. ROSA MOLINERO TRÍAS

QUESOS DE GRAN CANARIA
Flor de Guía
Leche: Siempre cruda, de oveja canaria (mínimo un 60%), de vaca canaria y/o sus cruces (máximo un 40%) y de cabra de razas canarias (hasta un 10%).
Cuajo: Vegetal, con una infusión de la flor de cardo, igual que la Torta de la Serena o la Torta del Casar.
Maduración: 15 días, envuelto en un paño para que mantenga la forma.
Aspecto: Torta de unos 4 kilos de peso y de 4 a 6 centímetros de alto. 
Corteza blanda, fina y elástica, con grietas. Impresión del molde en ambas caras y bordes lisos.
Textura: Un interior tan fundente que lo apodan ‘el queso natillas’. Tiene algunos ojos.
Color: Corteza de color amarillo pálido e interior nacarado.
Sabor: Muy lácteo, apenas salado, casi dulzón, pero con notas amargas que se pronuncian en la corteza.
 Recuerda a la salmuera de las aceitunas.
Variantes: El queso de Media Guía se elabora mezclando cuajo vegetal con animal, mientras que el Queso de Guía solamente utiliza cuajo animal y fermentos autorizados, motivo por el que su sabor será menos amargo que el Flor de Guía.
 Ambos pueden curarse por encima de los 60 días, momento en el que empiezan a adquirir una sensación efervescente en boca.
Zona de producción: Santa María de Guía, Gáldar y Moya, en Gran Canaria.

 

Pasar página...................................................Boris Izaguirre

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el presidente francés, Emmanuel Macron, el lunes en el Palacio del Elíseo, en París.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el presidente francés, Emmanuel Macron, el lunes en el Palacio del Elíseo, en París. EFE