30 may 2019
La expareja de la trabajadora de Iveco que se suicidó se entrega a la Guardia Civil
La Policía lo mantenía como principal sospechoso de la difusión de los vídeos sexuales que se habían difundido y en los que aparecía V.R., que llevaba más de un mes recibiendo presiones.
Isabel Valdés
La Policía lo mantenía como principal sospechoso de la difusión de los vídeos sexuales que se habían difundido y en los que aparecía V.R., que llevaba más de un mes recibiendo presiones.
No fue desde el pasado jueves ni desde el pasado lunes. V. R. llevaba semanas soportando la presión de unos vídeos que se grabaron hace cinco años y que su expareja conservó durante todo este tiempo, como apuntan fuentes cercanas al caso.
Varios archivos de contenido sexual —cinco, según apuntan esas mismas fuentes— en los que aparecía esta mujer de 32 años y que acabaron en los móviles de compañeros y compañeras de trabajo, en la planta de automóviles Iveco de San Blas-Canillejas, en Madrid.
Suscitaron comentarios, bromas, miradas, silencios, risas y cuchicheos que la semana pasada empezaron a multiplicarse.
La cuñada de la mujer fallecida, que trabajaba en la misma empresa, acabó por enterarse. El marido de V. R. también. Y la situación que generó precipitó su suicidio el sábado, en su casa, en Alcalá de Henares, al noreste de Madrid.
Quién envió los vídeos, quién los compartió y hasta cuántos dispositivos llegaron es algo que todavía está por determinar.
El juzgado que ha comenzado a investigar este jueves fue el encargado del levantamiento del cadáver por encontrarse de guardia cuando se produjo la muerte y ha decretado "el secreto de las actuaciones".
La Fiscalía también abrió diligencias para determinar si hay hechos que pudieran ser constitutivos de delito este miércoles y la Agencia Española de Protección de Datos inició las actuaciones de oficio.
En la empresa de la fallecida, con una plantilla de 2.500 trabajadores y más de 374.000 metros cuadrados de extensión, las versiones sobre qué ocurrió y cómo ocurrió son dispares.
Un empleado apunta: “Aquí cada uno dirá lo que sabe, si no sabe, lo que cree, y si no, lo que ha oído por ahí.
La única verdad es que eso corrió por algunos móviles, no se sabe por cuántos, y que la última semana sí que hubo corrillos y se extendió más toda esta historia”.
Otro trabajador, veterano, dice que “es imposible” que todos conocieran los hechos:
“Somos muchísimos y este sitio es enorme. Muchos se enteraron el lunes de toda la historia, cuando ya había ocurrido todo”.
Otro, que lleva pocos años en la empresa, cuenta que la conocía “de lejos” y que a él ese material nunca le llegó:
“Tampoco creo que ahora, después de la que se ha montado, haya quien reconozca que lo tuvo o que lo vio”.
V.R. era una de las más de 500 empleadas de la plantilla de Iveco en Madrid, que tiene un 23% de mujeres.
Comenzó siendo carretillera y después cambió a la sección de ejes y puentes, donde estaba desde hacía unos años.
Era madre de un bebé que aún no había cumplido su primer año y de un niño de cuatro.
Desde el lunes la plantilla de Iveco se ha pronunciado a través de distintos medios y con distintas voces.
Para dar el pésame a la familia y transmitir su "solidaridad". También para declarar que muchos creen que en mayor o menor medida “la responsabilidad es de todos”.
Y, desde ayer miércoles, varios grupos de trabajadores piden en redes sociales y en otras intervenciones públicas que no se generaliza al contar los hechos.
Este miércoles, a través de la plataforma Stop Haters, una veintena de trabajadores, en su mayoría hombres, emitió un comunicado en el que dicen que, en una plantilla de esa magnitud, no todos conocían a la mujer ni vieron ni recibieron los vídeos.
“Es cierto que a mediados de la semana pasada el asunto era conocido por la gran mayoría, pero era algo que estaba en manos de los recursos humanos y del comité de empresa por lo tanto esperábamos una solución que permitiera a nuestra compañera una mejor situación y la erradicación de la difusión de los vídeos”, dice la nota, en la que afirman que no todos son “culpables” ni todos son “cómplices” y piden que se deje de “criminalizar a la plantilla”.
¿Tú lo harías?...................................... Luz Sánchez-Mellado
Si un día recibes un vídeo íntimo protagonizado por alguien a quien conoces, ¿te sientes un intruso y lo borras? ¿lo compartes?
Clin. Recibes en el móvil un vídeo protagonizado por un
compañero o compañera de trabajo, o un vecino, o un conocido, enviado
por uno de tus contactos.
Lo abres sin saber qué es, o sabiéndolo porque te lo han contado, pero quieres verlo con tus propios ojos.
En efecto, es lo que decían.
Una persona —tu compañero, tu vecino, tu conocido— siendo grabada o grabándose a sí misma en el contexto más íntimo y sagrado, el del sexo: cuando alguien es a la vez más y menos dueño de sí mismo. ¿Cómo reaccionas?
¿Te sientes un intruso por asistir a un acto privado al que no has sido invitado y borras el archivo en el acto, o, aun sabiendo que no deberías hacerlo, lo compartes con alquien a quien sabes que puede interesarle y de quien te fías lo suficiente para que quede entre vosotros?
No hablo de niños y adolescentes, a los que padres y expertos
sermoneamos con que ni se les ocurra grabar ni compartir ni reenviar
vídeos íntimos a nadie, sino de adultos hechos y derechos enfrentados a
uno de esos dilemas morales que nos retratan mejor que un escáner de
contraste.
Los viernes por la tarde, muchos grupos de WhatsApp de hombres, supongo que con el fin de animarse de cara al fin de semana, se llenan de vídeos sexuales de mujeres supuestamente anónimas supuestamente grabados y compartidos con su consentimiento.
Sé que a muchos les divierten como sé que a muchas nos aburren, pero no estoy hablando de eso.
Hablo de recibir un vídeo íntimo de un conocido y de ser tan ejemplar como para no abrirlo ni compartirlo en absoluto. Ya se sabe que es delito.
También lo es conducir borracho y se hace.
Olvídese de su personaje, de su reputación, de la imagen que quiere dar de usted al prójimo o a sí mismo, póngase frente al espejo de su conciencia, mírese al fondo de los ojos y contéstese a esta pregunta: ¿Tú lo harías?
Yo acabo de hacérmela. Y no estoy orgullosa de la respuesta.
Lo abres sin saber qué es, o sabiéndolo porque te lo han contado, pero quieres verlo con tus propios ojos.
En efecto, es lo que decían.
Una persona —tu compañero, tu vecino, tu conocido— siendo grabada o grabándose a sí misma en el contexto más íntimo y sagrado, el del sexo: cuando alguien es a la vez más y menos dueño de sí mismo. ¿Cómo reaccionas?
¿Te sientes un intruso por asistir a un acto privado al que no has sido invitado y borras el archivo en el acto, o, aun sabiendo que no deberías hacerlo, lo compartes con alquien a quien sabes que puede interesarle y de quien te fías lo suficiente para que quede entre vosotros?
Los viernes por la tarde, muchos grupos de WhatsApp de hombres, supongo que con el fin de animarse de cara al fin de semana, se llenan de vídeos sexuales de mujeres supuestamente anónimas supuestamente grabados y compartidos con su consentimiento.
Sé que a muchos les divierten como sé que a muchas nos aburren, pero no estoy hablando de eso.
Hablo de recibir un vídeo íntimo de un conocido y de ser tan ejemplar como para no abrirlo ni compartirlo en absoluto. Ya se sabe que es delito.
También lo es conducir borracho y se hace.
Olvídese de su personaje, de su reputación, de la imagen que quiere dar de usted al prójimo o a sí mismo, póngase frente al espejo de su conciencia, mírese al fondo de los ojos y contéstese a esta pregunta: ¿Tú lo harías?
Yo acabo de hacérmela. Y no estoy orgullosa de la respuesta.
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