Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

26 may 2019

Por qué le has dado a ‘me gusta’

Somos más propensos a prestar atención a fotos con rostros humanos y a contenido que despierte emociones intensas. Así funcionan los mecanismos de nuestras reacciones 'online'

Por qué le has dado a ‘me gusta’
Para quienes no usan redes sociales esta podrá parecer una anécdota irrelevante, pero para millones de personas será una revolución en la forma en que consumen contenidos en Internet, donde los likes, y también los comentarios y las veces que es compartido el mensaje, son un lenguaje en sí mismo.
 Nuestros me gusta no son inocentes.
 Tienen intención y significado, van ligados a la necesidad humana de obtener una identidad y pertenecer al grupo.
 Al interactuar con un contenido buscamos varias cosas. La más importante es reconocimiento social.
 Es decir, “quiero demostrar que soy una persona informada que sigue medios internacionales” o “quiero que mis amigos y conocidos sepan que soy feminista”.
 Queremos construir una imagen pública que encaje con nuestros círculos y que nos proporcione una sensación de seguridad y cierta recompensa: más seguidores; que alguien que admiramos sepa de nuestra existencia; o un refuerzo positivo en forma de likes con la consiguiente descarga de dopamina.
Pero ¿cuán generosos nos mostramos a la hora de repartir aplausos? Esto depende, y mucho, de la herramienta que usemos, asegura Gillian Brooks, investigadora de marketing en la Universidad de Oxford.
 En el móvil, basta con un simple clic perezoso desde el sofá para regalar un me gusta. 
 La edad y el sexo influyen: los mileniales en Instagram los racionan más que, por ejemplo, las mujeres de mediana edad en Facebook, porque “están más preocupados por su capital social” (su reputación digital) que el resto de grupos demográficos, señala Brooks.
En Internet también interactuamos con contenido porque queremos ser útiles.
 Al encontrar algo relevante nos convertimos en “DJ de la información”, dice Matthew Lieberman, investigador en neurociencia.
No pensamos solo qué queremos escuchar, sino que tenemos en mente al público en la pista. Por eso, lo que marcamos con un corazón o compartimos a veces no se corresponde con lo que consumimos. Esto explica que no siempre los contenidos con más interacciones coincidan con los más leídos. No leemos el 59% de los enlaces que distribuimos en Twitter, según un estudio de 2016 de Microsoft Research, el Instituto Nacional de Investigación en Informática y Automática de Francia (INRIA) y la Universidad de Columbia (EE UU).

Emoción, emoción, emoción

Cualquiera que haya trabajado en redes sociales se ha enfrentado a la temida petición (u orden, en los peores casos): “Esto tiene que hacerse viral”. 
Conviene explicar, primero, la naturaleza de lo viral. 
La periodista Delia Rodríguez lo describe en Memecracia (Planeta, 2013): “Popular no es sinónimo de viral. Lo popular es como un envenenamiento del agua comunitaria: todos son alcanzados de forma directa, en un solo paso.  
Lo viral es una infección que se contagia de uno a otro y a otro más. Aunque el número de enfermos finales pueda ser el mismo, el proceso es muy diferente. 
Uno es la televisión, el mitin, lo lineal. Lo otro es el rumor, las cadenas de correo electrónico, lo exponencial”. 
 Explicar a un jefe que no podemos garantizar la viralización, que el éxito o fracaso depende, entre otros muchos factores, de algoritmos que cambian (a veces sin aviso) es muchas veces inútil por complicado. 
Y encima da la impresión de que no sabes hacer tu trabajo.
Pero hay una pregunta clave que casi todo el mundo entiende, y que puede repercutir en cómo funciona una historia —si cumple requisitos como canal, público y momento adecuado…, y si los vientos del imprevisible algoritmo soplan favorables—: ¿qué emoción provoca lo que ofreces?
 Una periodista de un medio digital cuenta cómo a los redactores se les pedía pensar específicamente qué sentimiento transmitía cada publicación antes de lanzarla: esperanza, sorpresa, rabia…
 La clave no es que la emoción sea positiva o negativa, sino que sea intensa.
 Mejor euforia o ira que calma
. Entra en juego, eso sí, la red social, porque Twitter y Facebook suelen ser campos fértiles para la indignación, mientras que Instagram recibe especialmente bien mensajes inspiradores o esperanzadores.

 

La suerte de las feas...................................... Elvira Lindo

Ahora la fealdad en España se ha transversalizado.

El número uno de la lista al Parlamento Europeo de Vox, Jorge Buxadé, junto a Santiago Abascal y Rocío Monasterio en la plaza Villa de París, en Madrid.
El número uno de la lista al Parlamento Europeo de Vox, Jorge Buxadé, junto a Santiago Abascal y Rocío Monasterio en la plaza Villa de París, en Madrid. EFE
El pasado 8 de marzo será recordado porque salieron a manifestarse a las calles españolas casi un millón de mujeres feas.
 El número de hombres fue más numeroso este año.
 Ellos no han visto ligado jamás su grado de belleza a una ideología o a un activismo.
 Que yo sepa, nadie ha informado sobre el grado de fealdad de los huelguistas de los astilleros, de la minería o la de los activistas por los derechos civiles.
 Pero algo ocurre con el movimiento feminista, algo prodigioso, sucede que cuando los hombres caminan junto a las mujeres en las manifestaciones se obra el milagro y la fealdad se les contagia. 
No son tan feos como las mujeres, pero van camino de lograrlo. Mientras tanta fea se recrea en su suerte, las pobres guapas esperan atemorizadas en sus casas a que se retire esta marabunta. 
En el principio de los tiempos, las feas eran escasas.
El número de hombres fue más numeroso este año. Ellos no han visto ligado jamás su grado de belleza a una ideología o a un activismo.
 Que yo sepa, nadie ha informado sobre el grado de fealdad de los huelguistas de los astilleros, de la minería o la de los activistas por los derechos civiles. Pero algo ocurre con el movimiento feminista, algo prodigioso, sucede que cuando los hombres caminan junto a las mujeres en las manifestaciones se obra el milagro y la fealdad se les contagia. No son tan feos como las mujeres, pero van camino de lograrlo. Mientras tanta fea se recrea en su suerte, las pobres guapas esperan atemorizadas en sus casas a que se retire esta marabunta. En el principio de los tiempos, las feas eran escasas. De Mary Wollstonecraft a Adrienne Rich, pasando por Virginia Woolf o nuestra Clara Campoamor, las feas navegaron a contracorriente, de tal forma que las guapas podían caminar a sus anchas por las calles para deleite de unos hombres que, guapos o no, les dedicaban piropos retrecheros más encendidos o menos según lo merecieran. En cuanto a las feas, que salían en pequeños grupos a pedir el derecho al voto o a decidir sobre su sistema reproductivo, era fácil caracterizarlas: si perdían el tiempo con esas cosas era porque necesitaban un polvo y no encontraban a nadie que se lo echase. Ese es el meollo del asunto, el argumento que con tanta precisión refleja la Cenicienta:
 la historia de una madrastra y unas hermanastras feministas (por tanto, más feas que Picio), que, celosas de la belleza de su hijastra-hermanastra, la tienen convertida en fregona.
 Con estos oídos que se ha de comer la tierra yo he escuchado a algunos hombres reírse por la paradoja que suponía el que reclamaran el aborto mujeres feas y, para colmo, mayores, que ya no están en edad de procrear.
 Pero ahora la fealdad en España se ha transversalizado y hay feas de toda edad y condición.
 No me extraña que las mujeres guapas anden temerosas y los hombres cabreados: esto es una invasión. 
En el Gobierno de Sánchez había más feas que hombres, y lleva camino el líder socialista de reeditar, como se dice ahora, esta aberración estética. Una fea preside el Congreso

Proliferan las candidatas feas a estas elecciones municipales y autonómicas.

 Para colmo, el Princesa de Asturias de las Letras se le ha concedido a una fea entre las feas, Siri Hustvedt.

 Con lo guapo que es el marido. Antaño, las feas sufrían, como tenía que ser, y tristes soportaban su condición, pero con tantísima fea quitándose la careta (como Diana la de V) el adjetivo se ha convertido en una especie de salvoconducto. Si saludas a una mujer, sea de la edad que fuere, diciéndole, “hola, fea”, y ella te responde, “más fea serás tú”, sabes que se ha creado un vínculo transgeneracional indestructible. 

Y ya no te cuento si tu pareja te saluda con un, “hola, feílla”. Eso es amor, quien lo escuchó, lo sabe.

 Imaginen por un momento a un grupo de feas subidas a un andamio y pasando por debajo a Jorge Buxade, candidato a las europeas por Vox.

 Lo que encartaría sería que le cantaran aquella copla de Jorge Sepúlveda: “Cuando me miras, moreno / de adentro del alma un grito se escapa / para decirte muy fuerte / ¡Guapo, guapo y guapo!”. A cada cual, lo suyo.

Un asunto de millonarios ......................... Juan José Millás



Un asunto de millonarios

Pequeños gestos........................................Rosa Montero

Expresas es una revista hecha por las internas de la cárcel de Picassent que se ha convertido en una herramienta potenciadora de la autoestima




TENGO ENTRE mis manos una revista preciosa.
 Es cuadrada, bastante gruesa, con un diseño moderno y un papel estupendo.
 Dentro hay, entre otras cosas, poemas, chistes, recetas de cocina, pequeños relatos, entrevistas, un genial trabajo sobre la lengua caló con un glosario de palabras (¿sabían que “fardar” es caló y significa “vestir bien”?) y un reportaje-testimonio sobre las madres que cumplen condena en un centro penitenciario y que viven entre rejas con sus bebés hasta que estos alcanzan los tres años:
 ¿Es bueno llamar casa a la cárcel delante de los niños? ¿Cómo ir explicándoles dónde están a medida que crecen?
 ¿Es posible preparar a los pequeños y prepararse una misma para el desgarro de la separación cuando se van?
 Es un texto conmovedor y fascinante, como otros que se recogen en estas páginas.
 La revista se llama Expresas y está hecha por las internas del centro penitenciario de ­Picassent, en Valencia.
Desde fuera solemos tener una visión descuidada y lejana de lo que es una cárcel. Incluso si acudes de visita (he dado charlas en media docena de centros penitenciarios) eres incapaz de ver más allá de la primera ojeada.
 Impresiona el ruido de los cerrojos restallando a la espalda a medida que cruzas los diversos controles, pero aún vas protegida y envuelta en la burbuja de tu libertad y del pleno dominio de ti misma, así que no te parece tan difícil de soportar.
 Sin embargo, mis amigos abogados me cuentan de la extrema dureza de la cárcel.
 Del quebranto que supone no ser dueño de tu tiempo ni de tu vida. Esta revista es un pellizco de normalidad dentro de la desolada anormalidad de estar prisionera. 
Es un poderoso remedio contra la humillación.

Siempre he admirado a esas personas que no sólo sienten un vago deseo de mejorar el mundo, como nos sucede a la mayoría, sino que además deciden hacerlo.
 Gente que tiene una idea y, sobre todo, la formidable voluntad de ponerse en marcha.
 Qué generosos son en tiempo y energía.Sesenta reclusas acudieron a la presentación de los talleres periodísticos y, al final, 15 internas hicieron la revista por completo. 
Decidieron absolutamente todo, incluso el elocuente título de Expresas.
 La revista salió el 8 de marzo y está en versión digital, pero también se imprimieron unos cuantos ejemplares, objetos preciosos para las presas, que carecen de acceso a Internet:
 “La revista tenía que salir en papel para salvar la brecha digital con sus familias y para poder ser un puente entre el interior y el exterior”, explica Pilar. “Quería que ellas pudieran entregar la publicación en mano a sus hijos y decirles: 
‘Esto es lo que yo soy capaz de crear. Esta sí soy yo”. La escritura como salvación, la comunicación como herramienta potenciadora de la autoestima. En un reportaje publicado en elsaltodiario.com, Eva, una de las redactoras de Expresas, decía: “Es una experiencia nueva que te demuestra a ti misma lo que eres capaz de hacer. Como nunca te han dicho cómo hacerlo (…), lo tienes ahí, pero es una parte que tienes dormida. Y cuando se despierta es un monstruo que crece y crece ¡para bien!”.
 Las mujeres son sólo un 8% de la población reclusa en España y los recursos para su reinserción son por consiguiente menores que los de los hombres.
 El proyecto Impresas cuenta con el apoyo de la Universidad de Valencia, pero ha sido muy difícil conseguir financiación para sacar este primer número.
 Ahora están buscando fondos para una segunda edición, lo cual implica llamar a mil puertas, porque la sociedad no es lo que se dice muy receptiva ante las necesidades de los presos: vivimos de espaldas a ellos.
 De nuevo palabras de Eva expresando lo que sintió al ver por primera vez el borrador:
 “Por la noche no podía dormir, se me revolvía el estómago de pensar que lo habíamos hecho, que lo habíamos logrado. 
Estábamos todas como en un sueño”. Pequeños gestos que pueden cambiar vidas y que, en mitad de la desesperanza, logran despertar al monstruo bueno.  



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