El cuadro se expone en el Prado tras una restauración de más de un año que ha permitido rescatar sus colores originales.
Ángeles García
- En las restauraciones de cuadros, el proceso de investigación es toda una aventura en la que los expertos se afanan en buscar las claves a partir de las que recomponer una obra dañada por el tiempo.
- Como en una novela policíaca, el más mínimo detalle puede ser el desencadenante de la solución al problema.
- En el arte, rigen las mismas reglas. Hace poco más de un año que una de las tablas más imponentes realizadas por Fra Angelico, La Anunciación (hacia mediados de la década de 1420), fue trasladada al prestigioso taller de restauración del Museo del Prado.
- Considerada una de las joyas indiscutibles de la colección, ingresó en la pinacoteca en 1861 procedente del Monasterio de las Descalzas Reales.
- No sufría daños importantes, salvo la inevitable capa de polución que aporta el paso del tiempo y repintes inadecuados que habían suprimido la luz mística original y los deslumbrantes lapislázuli, rojos y verdes de los elementos originales que ahora han retornado a la tabla tal cual los pintó su autor.
- La obra podrá verse en la exposición Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia, entre el 28 de mayo y el 15 de septiembre.
- Almudena Sánchez, la misma restauradora que descubrió la llamada Gioconda del Prado, ha sido la encargada de dirigir el rescate de la esencia de La Anunciación,
una tabla de chopo de 1,90 metros por 1,91.
Pero, antes de empezar, hubo que buscar financiación.
Dos entidades filantrópicas como la American Friends of Prado Museum y Friends of Florence han aportado conjuntamente 150.000 euros que se han sumado a la colaboración económica que Iberdrola hace directamente al taller del museo.
Salvado el espinoso asunto del dinero, cuenta Sánchez que el primer paso consistió en analizar al detalle el estado de la obra, un trabajo en el que han colaborado todos los departamentos especializados de la institución.
Terminadas las pruebas, comprobaron que el daño producido por la polución era superior al que se creía.
Los repintes sobre el manto de la Virgen y el arcángel aportaban confusión y en la única restauración documentada desde el viaje de la obra a España en 1661 se habían ensamblado incorrectamente los paneles que soportan la tabla. A consecuencia de ello, las alas del arcángel estaban unidas de manera confusa.
En la operación de limpieza, explica la restauradora, se ha utilizado un método tan sencillo como revolucionario: un gel de silicona que permite trabajar sobre el temple con la ayuda de un pequeño pincel.
Según se retiraba el velo gris que empañaba el cuadro, fueron emergiendo la laca roja, el azul lapislázuli, los blancos luminosos que rodean el contorno de cada figura, el amarillo del pelo del ángel, el fondo arquitectónico.
Y, de repente, apareció el hallazgo que daría las claves sobre la extraña composición de las alas del arcángel Gabriel: una partícula de oro perdida en la espalda como único resto de las alas doradas originales.
Al avanzar la limpieza, se recuperó la incisión original que detallaba de manera exacta la curva del ala tal como la diseñó Fra Angelico.
“Recuperar el dibujo del ala original”, explica Sánchez, “constituye uno de los momentos de mayor transcendencia de todo el proceso de restauración por el gran protagonismo de esta figura en la escena y la situación de este elemento en el centro de la composición”.
Gema García, experta en el tratamiento de dorados, se armó con un punzón especial y láminas de oro para componer la secuencia del plumaje del arcángel, un conjunto que recuerda en algunos detalles a las espectaculares colas de los pavos reales.
Junto a La Anunciación, colgarán otras dos pinturas de Fra Angelico recientemente incorporadas a la colección del museo: la donación de Funeral de san Antonio Abad que acompañó a la adquisición de la Virgen de la granada, ambas obras procedentes de las colecciones del duque de Alba.
En aplicación de este principio, se hicieron centenares de fotografías, reflectografías (estudios con luz infrarroja).
Antes de empezar, Sánchez estuvo en Florencia contemplando al detalle otras obras del maestro del Quattrocento y puso especial atención en composiciones de temática similar.