Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

21 abr 2019

Sandra Barneda: “No existe una plataforma para que hablemos entre nosotras, las inquietas”

La periodista no presentará el debate de 'Supervivientes' pero sí un canal en YouTube dedicado a hablar de mujeres.

Sandra Barneda, en una cafeteria del centro dde Madrid.
Sandra Barneda, en una cafeteria del centro dde Madrid.

 

Esta semana algo paranormal ocurrirá en la parrilla de televisión y no es la Pantoja en Supervivientes, sino Sandra Barneda en YouTube.
 La periodista, presentadora y escritora culminará su segunda oleada de vídeos en la plataforma de Mediaset, con un canal para hablar de mujeres, sobre ellas, con ellas y para todas (las personas). Miren sus móviles y verán que hay un hueco para lo nunca visto (en las cadenas generalistas): feminismo.


Por primera vez, en una plataforma vinculada a una gran cadena de televisión, las mujeres van a construir su propia narrativa, van a alzar la voz sin interrupciones. 
Es una propuesta ética y política, para conquistar el futuro de la emancipación y la igualdad en la televisión que está por venir. Barneda ha dado un paso arriesgado y Paolo Vasile ha tenido algo que ver en todo esto: 
“Un día me dijo: “Hemos dejado de ser una televisión, tenemos que ser un grupo audiovisual”.
 Y al ofrecerme este espacio está demostrando que apuesta por ello”, cuenta la presentadora, que cede su lugar a Jordi González en el debate de “Supervivientes”.
En su decisión hay voluntad y esfuerzo, compromiso: “No existe una plataforma donde podamos hablar entre nosotras y generar esa comunidad de gente inquieta, que quiere ir más allá de la superficie, más allá del puro entretenimiento”. 
¿Por qué nadie había dado ese paso? “No lo sé, quizá a nadie se le había ocurrido”, responde. 
¿Pero no hablan de esto entre ustedes?
 “Por supuesto, pero crear un espacio solo para mujeres no se le había ocurrido a nadie antes. 
Esta propuesta no tendría audiencia en una generalista”, añade. 
“La televisión está mutando y se abre a otros canales, que permiten avanzar en el feminismo. 
La tele muta, pero no tan rápido como me gustaría.
 Son grandes estructuras que se deben a unos presupuestos y el riesgo debe ser mínimo para seguir cumpliendo con los resultados”. Lo acepta con deportividad, pero reclama un poco de riesgo a fondo perdido, por si suena la campana.
La televisión será feminista o no será y Barneda ha tenido mano de hierro con los comportamientos cipotudos en directo.
 Ha aplacado y expulsado de platós a todo aquel que ha paseado su trogloditismo a granel.
 También ha empujado para derrumbar el imperio de los hombres que someten desde sus novelas (Las hijas del agua, en Suma de Letras). Y ha honrado a todas las que remaron antes para llevar el feminismo al centro del escenario, como las sinsombrero. 
De ellas recuerda que quisieron adelantar el reloj de su tiempo.
En YouTube se retirará el pinganillo para escuchar, ser altavoz y ayudar a crear un nuevo relato.
 “La tele mantiene una narrativa patriarcal. Y creo que igual que existe un horario infantil tendría que haber ciertas normas de inclusión”, asegura. 
Lucha por la diversidad, porque ahí está el “enriquecimiento” de la sociedad, porque la televisión no está al margen de la elegancia.
“¿Soy incómoda? Siempre lo he resultado.
 ¿Quizás ahora un poco más? Puede ser. Porque prefiero estar yo antes cómoda.
 Y si para estar cómoda resulto incómoda, prefiero estar cómoda”, explica.
Sandra Barneda no abandona la televisión, pero se mueve con ella a explorar nuevos territorios.
 Trabajaba en este proyecto con Mediaset desde diciembre y meses después le comunicaron que no presentaría el debate de Supervivientes
“Están muy contentos de que haga este proyecto en YouTube.
 Yo sigo en Mediaset dispuesta a lo que me digan que tengo que hacer”, explica por si había dudas de su situación. Incluso sueña con un late night, sin humor.
 La presentadora -y youtuber- explica su nuevo canal como un compromiso personal con una posición política.
Habla de su libertad de acción en YouTube.
 Habla de su conciencia de comunidad.
 Nunca se ha escondido.
 Está emocionada porque este canal le brinda la oportunidad de volver a sus orígenes y salir a la calle a preguntar al personal. Hacer reportajes y gastar mucho dinero (de su bolsillo), sin saber si funcionará, pero con la necesidad de conectar “con personas que quieren crear una sociedad más igualitaria y justa”. 
“El feminismo no es enemigo de nada.
 Es todo lo contrario: el feminismo es conciliación e igualdad.
 No me digas radical”, zanja rotunda y en titulares.

 La tele tradicional ha entrado en un test de estrés para ver cómo se comporta y qué nuevos formatos pueden surgir de todos estos experimentos. 
Ha publicado cuatro vídeos y desde Mediaset aseguran que la tasa de interacción en directo con los usuarios es “muy positiva”. 
La entrevista con Ágatha Ruiz de la Prada tuvo con 35.525 reproducciones y su charla con cuatro mujeres sobre cine, 17.498. Quiere ocupar el centro del debate feminista: aunque crea en la revolución, no quiere guerra.
 Quiere conciliación, no asustar a nadie.
 Es sutil en sus formas y muy cuidadosa en sus palabras.
 Habla de una posición feminista para todos, anhela un mundo sin desigualdades por razón de sexo y una voz construida por ellas. Esto es salir de la “zona de confort” de la tele, no abandonarla.

¿No pasarán?................................................... Elvira Lindo

Me espanta observar cómo el estilo agresivo, faltón, arrogante, despreciativo es el que hoy se celebra.

El presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández. rn
El presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández. Europa Press
Cuando se enfrentaron Trump y Clinton en la campaña de 2106 hubo un célebre debate en el que se traspasó la peligrosa barrera de la grosería.
 Trump zascandileaba a espaldas de Hillary cuando ésta tomaba la palabra; en uno de estos paseos payasescos, más propios de su reality show que de un debate político, Trump exclamó, “¡qué señora tan desagradable!”. 
Disgusting, el adjetivo que empleó, tiene un recorrido amplio, entre aborrecible y repulsiva.
 Una vez que los resultados de las elecciones mostraron que no sólo no se castigó su zafiedad sino que resultó premiado, deberíamos estar avisados de que de un ambiente descalificatorio y bronco no se sale fácilmente.
Dejarse caer por la rampa de la vulgaridad puede resultar tentador, incluso estimulante, pero tiene consecuencias negras para la convivencia de los ciudadanos que luego esperas gobernar. Dice la Unión Europea que teme por la futura estabilidad de España tras unos resultados demasiado ajustados entre los bloques. ¿Somos los españoles ingobernables? No lo creo, dadas las barbaridades que sueltan por su boca los políticos en campaña, yo diría que la mayoría contemplamos la jugada con una deportividad pasmosa, y que los que están absolutamente desmadrados y con ansias de destrozarse son ellos.
Aunque aliviados los votantes por la providencial Semana Santa, que entrega a unos a la fe procesionaria y a otros al sagrado solaz, el móvil nos sigue soltando balas, más que perlas, de lo que por esos mítines de Dios se va gritando.
 La pregunta que nos asalta a algunos observando el nivel es si, de vuelta a casa, vamos a reunir suficiente ánimo como para enfrentar los debates u optaremos por seguir viviendo en este casi limbo informativo vacacional.
Se viene acusando a la izquierda de hacer uso del pasado a beneficio del presente, con ese poquito de burla que a veces se dedica al dolor de los que no pudieron enterrar a sus muertos.
 Por eso sorprende que habiendo sostenido con firmeza que Franco y su dictadura deberían desaparecer del debate político, se haga uso con inusitada frecuencia de un lenguaje guerracivilesco.
 Casado, por ejemplo, que cuando considera que se ha topado con un hallazgo verbal lo repite como sorprendido de su propio ingenio, suele nombrar al “Frente Popular” para referirse al posible Gobierno de coalición liderado por Sánchez. 
Sin decirlo a las claras, responsabiliza al histórico Frente Popular de liarla parda y advierte del parecido entre una situación y otra.
 Es desasosegante. De igual manera, al presidente de su partido en Cataluña, Alejandro Fernández, no le tembló la voz cuando aludió al mítico “No pasarán” que animaba al pueblo de Madrid en su defensa de la ciudad sitiada por las tropas de Franco. Mitineaba Fernández recordando aquellos tiempos: “Empezaron a cantar ‘No pasarán’. Y vaya si pasamos. 
Y volveremos a pasar: esa es la libertad”. 
Yo me pregunto, ¿fue consciente de lo que decía o se trató de un acto fallido? Porque resulta ilógico andar quejándose del abuso de las palabras fascista o franquista, ciertamente abaratadas en el combate político, y luego recurrir sin pudor a una victoria franquista, glosada por Celia Gámez tras la guerra, para describir un posible futuro triunfo en unas elecciones democráticas: “Ya hemos pasao, decimos los facciosos/ ya hemos pasao, gritamos los rebeldes”. 
No estaría de más recurrir a ejemplos más democráticos.
Me espanta observar cómo el estilo agresivo, antipático, faltón, arrogante, despreciativo es el que hoy se celebra.
 ¿Cuánto tiempo hace falta para que esas maneras burlescas y revanchistas se nos contagien? ¿O estamos ya en ello?


 

La familia real regresa un año después al escenario de la discordia sin don Juan Carlos

Los reyes Felipe y Letizia, junto a sus hijas y doña Sofía, asisten a la tradicional Misa de Pascua en Palma con la ausencia destacada del rey emérito.

Los Reyes acompañados por sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, y la reina emérita doña Sofía, en la catedral de Palma.
Los Reyes acompañados por sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, y la reina emérita doña Sofía, en la catedral de Palma. EFE

En una jornada desapacible dominada por un cielo plomizo y bajo una fina lluvia, los reyes Felipe y Letizia acompañados de sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, han asistido a la misa del Domingo de Pascua y Resurrección que se ha celebrado este mediodía en la catedral de Palma.
 Al oficio también ha asistido la reina emérita Sofía, en lo que ha supuesto un año después la vuelta de la familia real, con la ausencia destacada de don Juan Carlos, al escenario donde se produjo el sonado desencuentro entre las dos reinas
Unas imágenes grabadas por los cámaras que retransmitían el evento el año pasado captaron a doña Letizia tratando de impedir que la reina emérita se fotografiase con sus nietas a la salida de la misa.

Las miradas de quienes aguardaban este domingo la llegada de la familia real tras las vallas de seguridad estaban puestas en el reencuentro de doña Letizia y doña Sofía a las puertas del templo, que ha resultado normal y sin detalles destacables.
 Los cinco miembros de la familia han llegado en el mismo coche, conducido por don Felipe, que ha parado a las puertas de la catedral apenas cinco minutos antes del comienzo de la eucaristía.
 Los reyes, sus hijas y la reina emérita han posado en la puerta del templo, en una escenografía un tanto fría y breve en la que apenas se han dejado retratar unos segundos entre los vítores y aplausos de las decenas de curiosos que año tras año abarrotan los alrededores del templo.

El rey se ha situado en el centro de la fotografía, vestido con un traje de chaqueta azul marino y corbata celeste.
 A su derecha se ha ubicado la reina Letizia, con un vestido camisero azul marino con flores blancas y un clutch granate en la mano, y a su lado la princesa Leonor con un abrigo blanco roto manga tres cuartos.
 La reina Sofía se ha situado a la izquierda de don Felipe, con un traje de dos piezas en color crudo y a su lado, la infanta Sofía con un pantalón azul marino y un top cruzado a la espalda.
 A su llegada han sido recibidos por la delegada del Gobierno en Baleares, Rosario Sánchez, y poco después por el obispo de Mallorca, Sebastiá Taltavull.
Al finalizar la misa, la familia real ha saludado durante diez minutos a las decenas de personas que esperaban fuera de la catedral para tomar una fotografía del momento
. La reina Letizia y doña Sofía se han desplazado al lugar donde aguardaban residentes y turistas charlando y mostrando gestos de cercanía entre ellas.
 Los reyes y sus hijas, además, se han acercado a saludar a los miembros de la agrupación musical Nuestro Padre Jesús de la Redención y de la Virgen del Mar, que han tocado el Ave María. Finalmente, los cinco miembros de la familia se han subido en un coche conducido por el rey Felipe y han abandonado la zona.

Ausencia del rey emérito

Juan Carlos I ha vuelto a ser la ausencia destacada en esta Misa de Pascua como ya lo hiciera en ediciones anteriores.
 El año pasado el rey emérito se incorporó a la fotografía después de un parón de cuatro años, ocasión en la que acudió con su hija la infanta Elena.
 Nada se ha sabido de las vacaciones del rey emérito y su paradero estos últimos días.
 La última vez que se pudo ver a don Juan Carlos en un acto fue en la plaza de toros de Las Ventas, a la que acudió para asistir a la presentación de los carteles de la feria de San Isidro. 
Un enorme moratón cerca del ojo desató las especulaciones sobre nuevos problemas de salud.
Por su parte, la reina Letizia y sus hijas han llegado a Palma tras unos días de descanso en Roma, según publicaron algunos medios. Una información que la Casa Real considera privada y que no ha confirmado, como ocurre con todos los viajes que no están programados en la agenda institucional.
 Quien lleva más tiempo en la isla es la reina emérita, que el pasado lunes presidió junto con su hermana Irene de Grecia el tradicional concierto en beneficio de la organización de ayuda contra la droga Proyecto Hombre, que tuvo lugar en la catedral. El martes por la mañana doña Sofía presidió la inauguración del espectáculo “Gigantes del Océano” en el Palma Aquarium, una iniciativa que acerca a los visitantes del recinto la vida de las ballenas jorobadas, en una proyección que se desarrolla bajo una enorme cúpula.
 La Casa Real no ha incluido la asistencia de la familia a la misa en la agenda institucional.
 Está previsto que los reyes y sus hijas vuelvan esta tarde a Madrid.

 

La monja del fondo...................................Juan José Millás

Juan José Millás
 

La monja del fondo
  LAS COSTURERAS que aparecen a izquierda y derecha de la foto se encuentran en la cárcel de mujeres de Barcelona cumpliendo condena por esto o por lo otro. 
Transcurre el año 1952. Pobres. 
Realizan trabajos de costura para reducir penas.
 Señoras y señores de la alta burguesía franquista se revolcarán más tarde entre las sábanas que parecen apiladas junto a las máquinas de coser.
 Una de ellas, la primera de la derecha, se atreve a mirar unos instantes a la cámara, aunque con expresión furtiva. 
Deben fingir que no hay fotógrafo (o fotógrafa). Tal vez hoy les han permitido asearse un poco más de lo común para dar buena imagen de la institución.
La verdad es que no he necesitado buscar esta instantánea.
 Ella me ha encontrado a mí. La publicó EL PAÍS hace unas semanas para ilustrar un artículo sobre la explotación laboral de los prisioneros de guerra durante la dictadura.
 Buscando las esquelas, tropecé con esta representación de la España de la que venimos.
 Así de sometidos estábamos, ya fuera en la prisión, en el aula o en la comunidad de vecinos.
 La disciplina carecía de tonos. O era blanca, o era negra; en el mejor de los casos, blanca y negra, como los fotogramas de una película de la época.
 Venimos de ahí, de ese pasillo abierto entre las obreras. Resulta que, al salirnos de la foto, hemos vuelto la cabeza para mirar hacia atrás.
 ¿Y qué hemos visto? Que la carcelera era una monja. Una monjita, por decirlo en términos cariñosos.
 De entre todas las especies guardianas, esta era la más peligrosa, la más cruel, la más impía. 
Hay abundante documentación sobre el asunto.