Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

21 abr 2019

La familia real regresa un año después al escenario de la discordia sin don Juan Carlos

Los reyes Felipe y Letizia, junto a sus hijas y doña Sofía, asisten a la tradicional Misa de Pascua en Palma con la ausencia destacada del rey emérito.

Los Reyes acompañados por sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, y la reina emérita doña Sofía, en la catedral de Palma.
Los Reyes acompañados por sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, y la reina emérita doña Sofía, en la catedral de Palma. EFE

En una jornada desapacible dominada por un cielo plomizo y bajo una fina lluvia, los reyes Felipe y Letizia acompañados de sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, han asistido a la misa del Domingo de Pascua y Resurrección que se ha celebrado este mediodía en la catedral de Palma.
 Al oficio también ha asistido la reina emérita Sofía, en lo que ha supuesto un año después la vuelta de la familia real, con la ausencia destacada de don Juan Carlos, al escenario donde se produjo el sonado desencuentro entre las dos reinas
Unas imágenes grabadas por los cámaras que retransmitían el evento el año pasado captaron a doña Letizia tratando de impedir que la reina emérita se fotografiase con sus nietas a la salida de la misa.

Las miradas de quienes aguardaban este domingo la llegada de la familia real tras las vallas de seguridad estaban puestas en el reencuentro de doña Letizia y doña Sofía a las puertas del templo, que ha resultado normal y sin detalles destacables.
 Los cinco miembros de la familia han llegado en el mismo coche, conducido por don Felipe, que ha parado a las puertas de la catedral apenas cinco minutos antes del comienzo de la eucaristía.
 Los reyes, sus hijas y la reina emérita han posado en la puerta del templo, en una escenografía un tanto fría y breve en la que apenas se han dejado retratar unos segundos entre los vítores y aplausos de las decenas de curiosos que año tras año abarrotan los alrededores del templo.

El rey se ha situado en el centro de la fotografía, vestido con un traje de chaqueta azul marino y corbata celeste.
 A su derecha se ha ubicado la reina Letizia, con un vestido camisero azul marino con flores blancas y un clutch granate en la mano, y a su lado la princesa Leonor con un abrigo blanco roto manga tres cuartos.
 La reina Sofía se ha situado a la izquierda de don Felipe, con un traje de dos piezas en color crudo y a su lado, la infanta Sofía con un pantalón azul marino y un top cruzado a la espalda.
 A su llegada han sido recibidos por la delegada del Gobierno en Baleares, Rosario Sánchez, y poco después por el obispo de Mallorca, Sebastiá Taltavull.
Al finalizar la misa, la familia real ha saludado durante diez minutos a las decenas de personas que esperaban fuera de la catedral para tomar una fotografía del momento
. La reina Letizia y doña Sofía se han desplazado al lugar donde aguardaban residentes y turistas charlando y mostrando gestos de cercanía entre ellas.
 Los reyes y sus hijas, además, se han acercado a saludar a los miembros de la agrupación musical Nuestro Padre Jesús de la Redención y de la Virgen del Mar, que han tocado el Ave María. Finalmente, los cinco miembros de la familia se han subido en un coche conducido por el rey Felipe y han abandonado la zona.

Ausencia del rey emérito

Juan Carlos I ha vuelto a ser la ausencia destacada en esta Misa de Pascua como ya lo hiciera en ediciones anteriores.
 El año pasado el rey emérito se incorporó a la fotografía después de un parón de cuatro años, ocasión en la que acudió con su hija la infanta Elena.
 Nada se ha sabido de las vacaciones del rey emérito y su paradero estos últimos días.
 La última vez que se pudo ver a don Juan Carlos en un acto fue en la plaza de toros de Las Ventas, a la que acudió para asistir a la presentación de los carteles de la feria de San Isidro. 
Un enorme moratón cerca del ojo desató las especulaciones sobre nuevos problemas de salud.
Por su parte, la reina Letizia y sus hijas han llegado a Palma tras unos días de descanso en Roma, según publicaron algunos medios. Una información que la Casa Real considera privada y que no ha confirmado, como ocurre con todos los viajes que no están programados en la agenda institucional.
 Quien lleva más tiempo en la isla es la reina emérita, que el pasado lunes presidió junto con su hermana Irene de Grecia el tradicional concierto en beneficio de la organización de ayuda contra la droga Proyecto Hombre, que tuvo lugar en la catedral. El martes por la mañana doña Sofía presidió la inauguración del espectáculo “Gigantes del Océano” en el Palma Aquarium, una iniciativa que acerca a los visitantes del recinto la vida de las ballenas jorobadas, en una proyección que se desarrolla bajo una enorme cúpula.
 La Casa Real no ha incluido la asistencia de la familia a la misa en la agenda institucional.
 Está previsto que los reyes y sus hijas vuelvan esta tarde a Madrid.

 

La monja del fondo...................................Juan José Millás

Juan José Millás
 

La monja del fondo
  LAS COSTURERAS que aparecen a izquierda y derecha de la foto se encuentran en la cárcel de mujeres de Barcelona cumpliendo condena por esto o por lo otro. 
Transcurre el año 1952. Pobres. 
Realizan trabajos de costura para reducir penas.
 Señoras y señores de la alta burguesía franquista se revolcarán más tarde entre las sábanas que parecen apiladas junto a las máquinas de coser.
 Una de ellas, la primera de la derecha, se atreve a mirar unos instantes a la cámara, aunque con expresión furtiva. 
Deben fingir que no hay fotógrafo (o fotógrafa). Tal vez hoy les han permitido asearse un poco más de lo común para dar buena imagen de la institución.
La verdad es que no he necesitado buscar esta instantánea.
 Ella me ha encontrado a mí. La publicó EL PAÍS hace unas semanas para ilustrar un artículo sobre la explotación laboral de los prisioneros de guerra durante la dictadura.
 Buscando las esquelas, tropecé con esta representación de la España de la que venimos.
 Así de sometidos estábamos, ya fuera en la prisión, en el aula o en la comunidad de vecinos.
 La disciplina carecía de tonos. O era blanca, o era negra; en el mejor de los casos, blanca y negra, como los fotogramas de una película de la época.
 Venimos de ahí, de ese pasillo abierto entre las obreras. Resulta que, al salirnos de la foto, hemos vuelto la cabeza para mirar hacia atrás.
 ¿Y qué hemos visto? Que la carcelera era una monja. Una monjita, por decirlo en términos cariñosos.
 De entre todas las especies guardianas, esta era la más peligrosa, la más cruel, la más impía. 
Hay abundante documentación sobre el asunto.

Qué orgullosos los veo...................................Rosa Montero.

La democracia consiste en intentar domesticar al monstruo que nos habita, pero hay gente que parece haberse puesto de acuerdo en cultivarlo.
DIRÉ, PARAFRASEANDO a Martin Luther King, que en los últimos tiempos tengo una pesadilla. 
Una intuición de peligro.
 Hace poco leí en EL PAÍS una interesante entrevista de Gil Alessi con un fiscal militar de la dictadura brasileña, ese tiempo de plomo que comenzó hace medio siglo y que trajo la cosecha habitual de torturados, asesinados y desaparecidos, aunque ahora Bolsonaro sostenga que fue una revuelta necesaria para impedir una dictadura comunista. 
El fiscal en cuestión, Durval de Araújo, fue al parecer uno de los peores tiburones: según testigos, ayudó a encubrir centenares de torturas y muertes. 
En la entrevista, en fin, este hombre feroz proclamaba con orgullo: “No me arrepiento de nada, presté servicios relevantes al país”.
Araújo, todo hay que decirlo, tiene 99 años.
 A esa edad ya no hay filtros mentales, me parece: pueden soltar cualquier barbaridad.
 Aun así, su ufanía al hablar del cruento pasado ha hecho sonar un timbre en mi cabeza.
Porque él estará mayor y descontrolado, pero tendrá familia. 
Hijos y nietos que, en otros tiempos, le hubieran aconsejado no recibir a un periodista.
 Ahora, en cambio, imagino a todo el cónclave familiar sacando pecho en torno al anciano.
 Vanagloriándose de la antigua violencia alentados por el extremismo de Bolsonaro. 
Lo veo a mi alrededor. Conocidos y familiares de amigos que de golpe y porrazo se exacerbotan, un genial palabro inventado por el escritor Julio Llamazares.
 Quiero decir que de la noche a la mañana parecen haberse convertido en gremlins muy mojados, ansiosos de soltar sonoros bufidos.
 El otro día iba en un Car2Go, esos pequeños vehículos eléctricos de alquiler.
 Estaba en una esquina intentando incorporarme a una estrecha calle llena de coches, porque el semáforo apenas dejaba pasar tres o cuatro antes de cerrarse.
 Arrimé el hocico al auto que quedaba a mi altura, a la espera de que la luz cambiara a verde, y entonces un todoterreno enorme y novísimo aceleró corriendo y se pegó al coche para impedir mi paso. 

El conductor quedó frente a mí; enarqué las cejas con gesto de fastidiada incredulidad, porque las normas no escritas de educación viaria aconsejan alternar el paso de los vehículos, y entonces sucedió: el tipo enloqueció. 
Empezó a vociferar y a agitar los puños en el aire, mientras, a su lado, una mujer de su mismo pelaje se volcaba sobre él desde el asiento contiguo para acercarse a la ventanilla y sumar sus bramidos. 
Teníamos los cristales subidos y yo escuchaba música, así que no los oí. 
Pero les observé pasmada, agitándose como dementes en el encierro de su caro habitáculo, desenfrenados y desencajados, hasta que cambió el semáforo y arrancaron.
 El siguiente conductor, como es natural, me dejó pasar. 
Entonces, y sólo entonces, salí de mi asombro y empecé a tener miedo de esos energúmenos. 
De su delirante agresividad, de su primitiva explosión de inquina. Y todo por no esperar el microsegundo de la incorporación de mi diminuto vehículo a la fila. 
Era una pareja en la cuarentena, con esa pinta un tanto repulida que tópicamente asociamos a la derecha. 
Claro que también podrían ser de cualquier otra ideología, salvo quizá podemitas, a quienes hay que reconocer que son pertinaces en sus vestimentas.
 No sé, quizá me equivoque, pero tuve la intuición, casi el convencimiento, de que pertenecían a la nueva camada de la derecha radical, sobre todo por el perfecto trabajo conyugal de equipo, la familia unida hasta en el furor babeante.
 Y pensando en esto tuve aún más miedo, un temor apenado ante los pequeños pero abundantes signos de crispación que veo a mi alrededor (no sólo de ellos, desde luego: también hay especímenes rabiosos en el independentismo y otros extremismos).
 La democracia consiste en intentar domesticar al monstruo que nos habita, pero hay gente que parece haberse puesto de acuerdo en cultivar al bicho.
 En mimarlo, alimentarlo y sacarlo a pasear con fatua ostentación. Es como si, de repente, se les estuviera incendiando la cabeza y empezaran a inventarse no sé qué históricos agravios, qué venganzas. 
Y se vanagloriaran no de la convivencia, sino de la violencia.
 No de los valores de la civilidad, sino del enfrentamiento.
 Qué orgullosos los veo de su odio. 



Ardua tarea................................................Javier Marías.

Hace decenios que muchos votamos lo que juzgamos el mal menor entre un abanico de males muy malos.
 Esta vez cuesta especial trabajo identificar ese mal menor.




ES PARADÓJICO que a muchos votantes les haya ocurrido lo contrario de lo esperable, al disponer de más opciones. 
Lo normal habría sido que la aparición de nuevos partidos en los últimos años nos hubiera hecho sentir más desahogados: ya no nos vemos abocados a un Gobierno del PSOE o del PP en cuasi solitario, o con el hoy añejo apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos para cualquiera de los dos, que nunca tuvieron empacho en hacer concesiones de las que ahora abominarían (si las hiciera el rival, claro está). 
Yo he sido siempre un defensor del voto: con guantes, con la nariz tapada o como lo quieran llamar. 
 Abstenerse o depositar una papeleta en blanco me han parecido pobres alternativas: nadie computa eso (o, si se molesta alguien, nada importa), y al final otros deciden por uno. 
Inhibirse en política es a mi juicio la peor solución, o al menos la más pusilánime, y todavía lo creo así.
 Y sin embargo, ante las elecciones del próximo domingo mi temor al arrepentimiento es mayor que nunca, y uno sobrelleva mal arrepentirse gravemente.
Lo llamativo del caso es que son los posibles socios de Gobierno de unos u otros los que me causan más aprensión o repelús. 
La actual camada de políticos es espantosa en mi opinión. Mediocres, engreídos, miopes, falaces, locoides, insustanciales y cínicos, con alguna rarísima excepción.
 Quién nos iba a decir que en el PP echaríamos de menos a Rajoy (¡Rajoy!) y a Soraya Sáenz, que al lado de Casado y Teodoro Egea se antojan personas modestas, respetuosas y de mediana inteligencia.
 Quién que en el PSOE veríamos a Rubalcaba como a un Tocqueville o a un Adam Smith en comparación con sus dirigentes de hoy (y el peor no es ni siquiera Pedro Sánchez: miren hacia abajo, por favor).
 Quién que el inepto y destructivo Artur Mas (culpable primordial del desastre catalán) iba a resultarnos articulado y hábil si escuchamos a Puigdemont, Torra o la taimada Laura Borràs; o que Carod Rovira nos parecería más honesto que el melifluo Junqueras o el falsario vocacional Rufián… 
Lo más asombroso de la situación es que, si uno se pone en la piel de los líderes (no es fácil, pero para eso sirve la imaginación), no da crédito a que todos sean tan torpes, no cesen de equivocarse y de meter la pata, y lancen reiteradas lluvias de piedras contra sus propios 
tejados. 
No es sólo que anuncien alianzas con quienes más los perjudican ante buena parte del electorado: el PSOE abraza a Podemos (un partido cuyo fin transparente es laminar las instituciones, desde la Constitución hasta la democracia representativa, la única medio digna del nombre) y no se zafa de los secesionistas totalitarios ni de los herederos políticos de ETA. 
El PP se deja contagiar por los neo o paleofranquistas de Vox y cuenta sin disimulo con ellos, lo cual espeluzna y ahuyenta a muchísimos votantes tradicionales suyos, gente conservadora y moderada.
 Ciudadanos, que podría haber crecido si se hubiera mantenido en una posición liberal, se funde anticipadamente con este PP polvoriento, chulesco y contaminado, perdiendo incontables votos de centro o incluso de centroizquierda.
 Podemos se desmembra y muestra un rostro cada vez más desencajado, fiándolo todo a la figura autoritaria que más lo daña, la cual aumenta día a día sus dosis de majadería y malas artes: no por nada Abascal y esa figura —ésta desde hace años— son los dirigentes peor valorados en las encuestas de opinión.
 En cuanto a Vox, que se beneficia de su novedad y de la corriente suicida que ha llevado al poder a Trump, Bolsonaro, Duterte, Maduro, Orbán, Salvini y a los veteranísimos Netanyahu y Erdogan, se saca de la manga pistolas para todo el mundo, obviando que España es uno de los países con más bajos índices de criminalidad, y poniéndonos los pelos de punta a la mayoría: imagínense a los cabestros que abundan con armas de fuego. 
Por caridad. Es notorio, asimismo, el ojo infalible de los partidos para colocar en los puestos señeros de sus listas a gente contraproducente, de antipatía antológica como Carmen Calvo, Cayetana Álvarez de Toledo, Ortega Smith, Rufián, Ione Belarra, Borràs o Iglesias.
 O bien a personajes a los que más les valdría no abrir la boca, como el pobre Suárez Illana, De Quinto, Adriana Lastra, Noelia Vera, Egea y tantos otros: cada vez que sueltan unas frases en público, privan de millares de votos a sus respectivos partidos. Bueno, eso creo yo, y me puedo equivocar. 
Pero si esos partidos ni siquiera saben velar por sus propios intereses y beneficio, uno se pregunta cómo podrían hacerlo por los del conjunto del país. 
Todos, por sus socios o por sus idearios (y esta palabra ya es mucho atribuirles), encierran un peligro ilimitado.
 Hace decenios que muchos votamos lo que juzgamos el mal menor entre un abanico de males muy malos.
 Esta vez cuesta especial trabajo identificar ese mal menor. 
En lo que a mí respecta, he de conseguirlo de aquí a una semana, porque no voy a votar en blanco ni a abstenerme, eso lo sé. 
Les deseo suerte en la ardua tarea.
 Un gran número de electores la vamos a necesitar.


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