Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

13 abr 2019

La reinvención del rebelde Ricardo Bofill................Cristian Segura.

El ex de Chabeli Iglesias y Paulina Rubio rompió con su pasado de excesos y vive centrado en su carrera como arquitecto.

El arquitecto Ricardo Bofill.
El arquitecto Ricardo Bofill.

 Un hombre sobriamente vestido, con el semblante serio y con un dominio impecable de idiomas se dirige al auditorio del Foro Económico Internacional de San Petersburgo (Rusia). 

Es el año 2016 y nuestro protagonista podría pasar por ser un cónsul honorario. 

El público, compuesto por ejecutivos y representantes de la Administración rusa, no sabe que este orador, invitado como arquitecto de prestigio, fue célebre en España por un pasado de desmadre, símbolo de una época de desenfreno previa a la crisis económica.

 Su nombre es Ricardo Emilio Bofill Maggiora Vergano, el personaje antes conocido como Ricardito Bofill.

Estrella de circos televisivos como Tómbola, exmarido de Chabeli Iglesias y expareja de la cantante Paulina Rubio, Bofill fue protagonista de la crónica rosa durante la década de los noventa y hasta 2005 por sus excesos y aventuras amorosas. “No me escondo, pero decidí que quería acabar con ello, porque no era óptimo para una trayectoria seria”, explica en una conversación telefónica con EL PAÍS. 

Bofill hace este resumen de su actual vida privada: “Estoy muy centrado en el trabajo, y soy muy casero.

 Tengo diez amigos de toda la vida. Salimos en moto, voy a conciertos en el Palau de la Música, practico el surf. 

Vivo frente a la playa de Barcelona, al final de la Diagonal, en una zona en la que no se me conoce. 

Estoy soltero y no tengo hijos. Ayer le llevé la mona de Pascua a mi ahijada. 

Disfruto muchos de los niños de mis amigos”. No le apetece que se hable de su pasado, aunque tampoco le quita el sueño, lo ve como una etapa necesaria:

 “Me enseñaron que era joven y que debía vivir, tener experiencias”. 

Hijo del genio de la arquitectura Ricardo Bofill Levi, junto a su padre y a su hermano Pablo lleva las riendas del despacho RBTA –Ricardo Bofill Taller de Arquitectura.

 Bofill júnior es director de diseño y está centrado en proyectos en China, Rusia y en su destino favorito, India: “En India se preguntan 'Who the hell is Ricardo Bofill?' [Quién demonios es Ricardo Bofill?].

 Mi padre tiene una gran trayectoria en cuarenta países, en Rusia y en China también, pero no en India. 

Allí he empezado de cero”. Algunos de sus trabajos de los que habla con orgullo son la reforma de las oficinas de Google en Nueva Delhi o un barrio residencial de casas de cuatro plantas en Chennai, en la costa este de India.

 En Instagram publica imágenes de sus jornadas de trabajo. Solo tiene 485 seguidores en esta red social y en Twitter, 110, lejos de la fama de antaño. 

El vídeo más reciente que ha publicado es de un viaje profesional en Sri Lanka: son imágenes de diciembre de 2018, soplando las velas de una tarta que trabajadores locales le prepararon por su 53 aniversario.

Ausente de la vida social, del último gran evento del que hay fotografías de Bofill es la gala contra el sida de 2015, un acontecimiento que organizaba Miguel Bosé en Barcelona.

 A Bofill, lo que le gusta más hoy es hablar sobre modelos de ciudades –“tienen que ser pulmones verdes, bosques que en vez de generar CO2, generen oxígeno”– y de la arquitectura en general: “Esta se ha puesto de moda porque queda bien colgar fotos de edificios en las redes. 

Se diseñan edificios muy frikis, muy retorcidos, para salir en Instagram”. 



En once años, un nuevo cambio vital

Bofill cree que le quedan once años más como arquitecto, quiere ceder el liderazgo de RBTA a su hermano.
 Pablo es 15 años más joven que él e hijo de la artista francesa Annabelle D'Huart; Ricardo es hijo de la actriz Serena Vergano, la primera mujer de su padre y una de las musas del cine experimental de la Escuela de Barcelona.
 Licenciado en Artes por la Universidad de Rice (Texas) y máster en Arquitectura por Harvard, entre otros títulos, Bofill júnior prevé empezar una nueva fase vital de aquí a una década: “La vida tiene una tercera parte, de retorno al estudio, a la naturaleza, a la vida simple”.
El “espíritu renacentista” que Bofill dice seguir, le llevó hace dos décadas a escribir tres novelas y a dirigir una película en 2005: casi todas sus ficciones sucedían en el mundo de la noche, de la fiesta y de las drogas, todo lo que ha querido dejar atrás.
 Bofill siempre ha destacado que el cine y la arquitectura son sus pasiones, y asegura que en ello fue determinante la influencia de ver trabajar a pie de obra a su padre y a su abuelo, el también arquitecto Emili Bofill. 
“El uso que hacían de los colores, de las formas, era una explosión de imaginación”, dice Bofill al recordar la construcción de La Muralla Roja (Calpe, Alicante), una urbanización de 1973 que es una clásico de la llamada arquitectura posmoderna, y del Castillo de Kafka, un edificio de apartamentos de 1968 en Sitges (Barcelona) que evoca a un juego de cubos.
Otra influencia importante fue la de su abuela María Levi, esposa de Emili Bofill y madrina discreta de la cultura catalana durante el franquismo.
 Joan de Sagarra escribió sobre Levi un artículo en 1993, con motivo del matrimonio de Bofill con la hija de Julio Iglesias e Isabel Preysler: 
“Preguntado Ricardín sobre qué le sedujo más de Chabeli, el novio responde: 'Los ojos. Cuando la vi por primera vez pensé que era la reencarnación de mi abuela”.
Sagarra continuaba exponiendo la importancia de la abuela Levi: “Fue uno de los personajes más fascinantes de la Barcelona de los años sesenta y setenta.
 En aquellos años, cualquiera que fuese o aspirase a ser alguien en la gran encisera debía forzosamente ir a probar la pasta –¡y qué pasta!– de María Levi.
 En las cenas que montaban en su casa Emili y María, uno podía encontrarse con Andy Warhol, con Pasolini o con Monica Vitti, y, en el peor de los casos, con Baltasar Porcel”.
Bofill cuenta que los abuelos le enseñaron a nadar o a jugar al ajedrez.
 De aquel ambiente cultural recuerda sobre todo al escritor José Agustín Goytisolo, que le corregía sus ensayos y poemas de juventud:
 “Escribí un verso, algo así como 'velas más blancas que la leche'; José Agustín me dijo que aquello era muy cursi y me lo cambió por 'velas más blancas que la lepra'. 
José Agustín me enseñó a no ser previsible”.



 

El ADN confirma que un médico holandés usó su propio semen para engendrar 49 hijos en su clínica

Medio centenar de descendientes estudian si piden indemnizaciones por las inseminaciones ilegales.

 
A la izquierda, Joey Hoofdman, presunto hijo de Jan Karbaat. A la derecha, el médico en una imagen de joven.
A la izquierda, Joey Hoofdman, presunto hijo de Jan Karbaat. A la derecha, el médico en una imagen de joven.
Jan Karbaat, apodado en Holanda “el médico inseminador”, ha resultado ser el padre biológico de al menos 49 hijos.
 El ginecólogo, fallecido en 2017 a los 89 años, regentó durante cuatro décadas una clínica de fertilidad cerca de Róterdam, y cuando el tratamiento con sus pacientes fallaba, utilizaba su propio semen ocultando que no era de un donante anónimo.
 Este viernes, las pruebas de ADN autorizadas por los tribunales han confirmado las sospechas de su prole, que se ha conocido gracias al caso.
 Karbaat tenía además 22 hijos de varias parejas sentimentales.

Los análisis han sido efectuados en el hospital Canisius Wilhemina, de Nimega (al sur del país), después de que uno de los vástagos legítimos de Karbaat accediera, en 2017, a cruzar su ADN con el de 18 de los hijos de las mujeres tratadas en la clínica paterna.
Cuando esas pruebas dieron positivo, los demás demandantes pidieron a los jueces una muestra de su supuesto progenitor. “Varios de los nuevos hijos sospechaban de Karbaat desde hace años, y muchos se le parecen físicamente, pero saberlo seguro era importante”, ha dicho Ties van der Meer, de la Fundación Hijos de Donantes, que les ha apoyado.
A partir de ahora tendrán que decidir si reclaman una indemnización a la familia de Karbaat por los gastos que les ha ocasionado el proceso. 
 Tal vez también por los daños emocionales sufridos. Para algunas familias ha sido muy duro, porque Karbaat no solo vulneró la ética profesional. 
Tanto las mujeres como sus hijos creían que el padre era anónimo, y por eso han denunciado la falta de controles de las clínicas de fertilidad.
Moniek Wassenaar, una de las hijas que ha confirmado ahora su filiación, es psiquiatra de profesión y aseguró en 2017 a EL PAÍS que el médico se aprovechó de mujeres como su madre.
 “Estaban en uno de los momentos más vulnerables de sus vidas, y convencidas de que el semen era de donante anónimo, así que no preguntaron nada.
 Jugó con ellas y nunca tuvo en cuenta la trascendencia de sus actos”. 
Este viernes, Joey Hoofdman, otro de los hijos, y hermano por tanto de Moniek, se abrazaba a sus nuevos parientes oficiales.
 Joey acudió a la televisión holandesa en 2017 y contó el caso.
 Su parecido paterno es tal, que esperó hasta que muriera su madre para investigar sus orígenes y darse a conocer. 
En los años ochenta y noventa pasaron por la clínica de fertilidad de Karbaat unas 6.000 mujeres que engendraron cerca de 10.000 hijos, según aseguraba el propio médico. 
El éxito de sus tratamientos explica en parte que las pacientes no preguntaran cuando veían que, tras varios intentos fallidos, con otro donante lograban el deseado embarazo.
Para el hijo legítimo que aceptó proporcionar su ADN, el resultado tampoco ha sido una sorpresa.
 Ha hecho saber que su padre le confió tener “unos 40 descendientes” concebidos por inseminación de sus pacientes. Karbaat tenía mucho éxito porque trababa a una amplia gama de pacientes, desde parejas estables con problemas de concepción, a mujeres solteras y lesbianas. 
En 2009 se vio forzado a cerrar la clínica cuando la inspección sanitaria observó “graves problemas administrativos, con falta de registros adecuados y desorden documental”.
 La donación anónima de semen para la inseminación artificial es posible en Holanda desde 1970.
 Desde 2004, los hijos así concebidos tienen derecho a pedir los datos de su progenitor.
 En esa fecha, con el cambio de ley, todos los adolescentes de 16 años podían pedir el pasaporte del donante en el centro que atendió a sus madres. 
 Una mujer no pudo encontrar al padre biológico de su hija, y ahí entró a fondo la inspección. 

 
 

 

‘Sálvame’, lo mejor de lo peor cumple 10 años

El programa de Telecinco, convertido en la franquicia del cotilleo, es una formidable caja registradora para millones de espectadores.

Jorge Javier Vázquez, rodeado de Gema López. Belén Esteban, Mila Ximénez y Rafa Mora
Jorge Javier Vázquez, rodeado de Gema López. Belén Esteban, Mila Ximénez y Rafa Mora

 El 27 de abril de 2009, con el país conteniendo la respiración debido a la gripe porcina (“La OMS reconoce que no puede frenar el avance”, titulaba a toda página EL PAÍS), Telecinco estrenó un programa de televisión.

 “Con ustedes, la joven promesa de la televisión, ¡Jorge Javier Vázquez!”, anunció una voz en off. 

“Yo prefiero lo de joven a lo de promesa”, dijo Jorge Javier, bajando las escaleras entre el público, mientras avisaba de que venía “para quedarnos mucho tiempo, de aquí a la eternidad, así que hágannos caso”.

Diez años después, Sálvame se ha pasado la eternidad: dejó las noches detrás de Supervivientes —empezó como un debate del reality— para ocupar las tardes y después los fines de semana. Dejaron de hablar de las vidas de los demás para hablar de sus propias vidas, sus sobresaltos amorosos, familiares, sus glorias y miserias.

 Y dejaron de comentar Supervivientes para viajar ellos mismos a la isla.  

Y así fue cómo Sálvame (“hágannos caso”) se convirtió en Sálvame Naranja, Sálvame Limón, Sálvame Deluxe, Sálvame Stars o Sálvame Fashion Week; una franquicia como la de la WWF Wrestling, la lucha libre fingida, pero esto sin fingir del todo sobre infidelidades, familias rotas y recompuestas, adicciones a las drogas, ruinas económicas, pelotazos, amistades y enemistades personales.

 Todo ello orbitando sobre las exclusivas de personajes de los que nunca se sabe dónde acaba el guion y empieza la vida.

 En cualquier caso, una formidable caja registradora que millones de españoles escuchan fascinados cada tarde.

Óscar Cornejo y, a la derecha, Adrián Madrid, propietarios de La Fábrica de la Tele y productores de 'Sálvame'
Óscar Cornejo y, a la derecha, Adrián Madrid, propietarios de La Fábrica de la Tele y productores de 'Sálvame'
El 1 de mayo de 2009, Día Mundial del Trabajador, se produjo el segundo acontecimiento histórico a celebrar estos días: “Un fuerte aplauso porque se incorpora al Sálvame Belén Esteban”, dijo Jorge Javier Vázquez. 
La animó a cantar un tema de Alaska, pero Esteban, la denominada princesa del pueblo, prefirió arrancarse con Tengo un tractor amarillo. 
Había empezado una época cuya influencia destroyer llegó a todos los ámbitos, desde el fútbol hasta la política, donde es imposible pensar en el éxito de un debate sin la fabricación de unos personajes con tanto o más protagonismo que el objeto a debatir, cuando hay objeto. 
Eso, la conversión de los antaños comentaristas o tertulianos en cabezas de cartel, es la mejor huella de Sálvame en televisión.
 Son sus gustos y sus pasiones —amorosas, políticas y futbolísticas, según el debate— los que marcan la actualidad que comentan ellos mismos.

 

Jorge Javier Vázquez, el presentador estrella de 'Sálvame'.
Jorge Javier Vázquez, el presentador estrella de 'Sálvame'.
Sirva Esteban como algoritmo que resuelve cualquier ecuación en España.
 El último reclamo de Telecinco son las invitaciones de boda de la exmujer de Jesulín de Ubrique, matrimonio por el que saltó a la fama en 1999. Veinte años después, el telespectador ha visto a crecer a la Esteban, como la llaman sus fans, del mismo modo que un telespectador sigue la vida en directo de Jim Carrey en el show de Truman: sus separaciones y romances, adicciones y desintoxicaciones, juicios, llantos y risas.
 Ahora, una boda. ¿Y a quién va a invitar Belén Esteban de sus compañeros de programa, los Patiño, Matamoros, Lozano, Mora y etcétera? El dilema ocupa horas de debate, de tensiones, de rótulos sobreimpresos llenos de suspense. 
Y hay gente al otro lado del televisor, mucha. Gente para la que esos personajes que gritan en un plató son su compañía, a menudo la única que tienen, o su evasión, la forma más fácil y gratuita de olvidar sus problemas para consolarse con los de los demás, que siempre son más entretenidos.
 Aquel primer día entre los invitados estaban Kiko Hernández y Jimmy Giménez Arnau, los dos con mascarillas a causa de la gripe porcina. 
También Begoña Alonso y Karmele Marchante. Las mascarillas en muchas tardes pasaron de los participantes a la audiencia. Giménez Arnau, precisamente, fue el protagonista de una pelea con Pipi Estrada: primero a insultos en el plató y luego a golpes en los pasillos de Mediaset. 
No habían pasado tres meses y Sálvame ya se había estrenado, ya había presentado a Belén Esteban, ya había provocado la primera pelea y llegaba a los hospitales y los juzgados, dos de sus escenarios emblemáticos junto a las discotecas.
 Estrada, años después, dio la clave: “Les di la idea de lo que tiene que ser Sálvame: la pelea. Sin llegar a las manos pero pandillera, barriobajera, donde se empiece a rascar y salga la mierda”.

Tantas pastillas perjudican seriamente su salud.............Ana Alfageme..

Uno de cada tres mayores de 65 años toma más de cinco fármacos diarios.

La mitad de ellos ingiere más de los necesarios. Los geriatras piden más control.

Carmen Mínguez, de 91 años, muestra su medicación en su casa de Madrid.
Carmen Mínguez, de 91 años, muestra su medicación en su casa de Madrid.
Ana Alfageme
 
  . Carmen Mínguez deja de comer. Vomita. La hija, que vive con ella, se alarma ante la visión de la madre viuda de 91 años. Aletargada, tumbada todo el día. 
Lleva un parche de opiáceos para los dolores de huesos y toma ocho pastillas diarias.
 Dos para el colesterol, una para la tensión, un protector de estómago, un antidepresivo, una pastilla para dormir, otra tipo aspirina y un calmante. 
“Me asusté mucho, porque a mi madre le encanta comer”, dice la hija, Menchu, que es médica, “así que la llevé al psiquiatra... y añadió otro antidepresivo”.
Uno de cada tres mayores de 65 años toma más de cinco medicamentos diarios. Con la edad, aparecen la hipertensión, el colesterol o la artrosis, enfermedades crónicas que rellenan los pastilleros.
 Quienes se encaminan a la séptima década de la vida, un 18,7% de los españoles, consumen más del 40% de fármacos, según la Sociedad de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC)

Varias investigaciones internacionales revelan que la mitad de los mayores toma uno o más fármacos que no son necesarios.
  Bien porque no tienen valor terapéutico suficiente, ya no son apropiados para su edad (por ejemplo, conservar la pastilla para el colesterol en una persona de 80 años incrementa la mortalidad), o en algún momento se los recetaron y no los han abandonado. Leocadio Rodríguez Mañas, jefe de Geriatría del Hospital de Getafe, se topó en la consulta con un hombre que llevaba tres años tomando antibióticos. 
“Y luego está lo que el paciente considera que no son medicamentos, como antiinflamatorios o tranquilizantes”, dice. 

“Hay que prescribir los fármacos que se necesiten”, añade José Antonio Serra, responsable de Geriatría del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
 Ramón Orueta, médico de familia, miembro del grupo de trabajo de utilización de fármacos de la SemFYC, como sus colegas, habla de adecuación terapéutica.
 “Cada especialista prescribe para la enfermedad que diagnostica”, dice el geriatra Serra, “sin tener en cuenta que el paciente padece otras dolencias y toma fármacos que pueden interaccionar.
 Y a mayor edad y más medicación, más riesgo”.
La polimedicación en mayores comporta riesgos bien estudiados por la ciencia: mayor probabilidad de episodios adversos (hasta un 88% de incremento del riesgo, estimándose que una de cada 10 urgencias se debe a efectos de los medicamentos, sobre todo si se toman anticoagulantes, diuréticos, anticonvulsivos, benzodiacepinas o remedios para la diabetes), interacciones entre fármacos, y entre estos y la enfermedad que se padece.
 Tomar un cóctel de medicinas puede causar reducción de la capacidad para realizar las tareas diarias, incontinencia urinaria y problemas de nutrición, mayor mortalidad, delirios, mareos o caídas, estos últimos agrupados bajo el nombre de síndrome geriátrico.
2. Carmen sigue muy abatida. No recupera el apetito. La hija le retira el parche de opiáceos y se lo sustituye por paracetamol (que ya tomaba) y nolotil.

El jefe de Farmacia del Hospital Clínico de Madrid, José Manuel Martínez Sesmero, dice: “Hay que preguntarse, ¿le aporta este medicamento algo al paciente? ¿le mejora la calidad de vida? “Hay que valorar qué medicinas son esenciales y cuáles pueden ser retiradas por su escaso valor terapéutico o porque pueden provocar nuevas dolencias. 

“Es la cascada yatrogénica”, dice el geriatra Rodríguez Mañas, “se prescribe una medicación, ésta provoca efectos secundarios y en vez de retirarla, se añade otro fármaco para tratar los síntomas que da el primero”. 
Los geriatras, al igual que los médicos de familia, recomiendan que en cada visita al doctor de cabecera se revise medicación y nuevos síntomas.
 Existen herramientas que valoran la efectividad y seguridad de los fármacos: STOPP/START, Beers, Good Geriatric-Palliative Algorithm. 
Siempre que se pueda, y con la complicidad del paciente, hay que quitarles pastillas.

Pero, ¿se hace? “Poquito. No de manera sistemática”, responde Rodríguez Mañas.
 La situación de los médicos de familia tampoco ayuda. “Estamos saturados y no hay tiempo suficiente para consultas de prescripción ni para otras muchas cosas”, dice Miguel Ángel Hernández, coordinador del grupo de trabajo de fármacos de la SemFYC. 3. Carmen y Menchu van al centro de salud.
 La joven médica que les atiende es nueva. Examina tanto a la anciana como sus análisis clínicos y abultada receta electrónica. Comprueba que tiene la tensión baja, así que le retira la pastilla. Suprime los medicamentos contra el colesterol y un antidepresivo. Le aconseja ir a un centro de día.
 Observa que tiene deficiencia de vitamina D y se la prescribe. En total, seis medicamentos.
Dos semanas más tarde, Carmen, el pelo blanquísimo y en pijama, se levanta a saludar ágilmente. 
No ha obedecido a la médica en cuanto al centro de día y no duerme excesivamente bien. “Pero va bastante mejor”, dice Menchu sin que su madre, un poco sorda, la oiga.
La madre tuerce el gesto y no para de decir que esto no es vida. De todo se queja: los políticos de derechas que salen en la tele que tiene enfrente, su cabeza, el yerno, sus hermanas muertas. La hija la riñe: 

“¡Mamá, si estás mucho mejor!”. “Sí, pero...”.

Cómo averiguar qué píldoras consume mi paciente

El envejecimiento transforma el paradigma terapéutico.
 La fisiología de una persona de 40 años no es la misma que la de otra que le dobla la edad. 
La mayoría de los ensayos clínicos de los medicamentos excluyen a mayores de 65 años, así que poco se sabe de cómo se comportan en un cuerpo añoso.
 Los geriatras recomiendan que se ajusten las dosis atendiendo “a la función renal, las variaciones de peso, las posibles interacciones” y también la concentración en sangre.
Cuantas más pastillas se receten, complicando la rutina de manejar el pastillero, peor.
 Uno de cada tres mayores (35%) no se toma la medicación o no como ha sido pautada.
 El geriatra José Antonio Serra dice que la mayor parte del tiempo en la consulta lo destina a averiguar qué consumen sus pacientes y cómo. 
El médico de familia Ramón Orueta aplica la complicidad. 
“Si les preguntas que si toman las pastillas bien, te responderán que sí, para agradarte. Así que les digo que hay gente que ha tenido problemas con la medicación y que si a ellos también les pasa”. Entonces cuentan la verdad. 
Un truco es pedirles que metan en una bolsa todas las medicinas y las lleven a la consulta.
En las personas mayores además de sobretratamiento, se da el mal tratamiento y el infratratamiento.
 Lo dice el geriatra Leocadio Rodríguez Mañas, que encuentra habitualmente, por poner un ejemplo, pacientes deprimidos con tratamientos ineficaces. 
“Se les prescribió una dosis inicial que es solo el comienzo de la terapia y que luego hay que revisar. No se comprobó si los síntomas remitían. 
Y siguen con una pastilla que no les hace nada”.
Su colega Serra se topa con muchísimos mayores carentes de vitamina D, fundamental para paliar la osteoporosis.
 Es una población que está menos expuesta al sol, imprescindible para la síntesis de esta molécula tan necesaria para combatir las temidas fracturas y la debilidad muscular.
 La mitad de los mayores suele tener baja de la vitamina, algo que hay que corregir.