29 mar 2019
Wallis Simpson trató de impedir que Eduardo VIII abdicara por amor
Una nueva biografía de la duquesa de Windsor niega su imagen de fría y ambiciosa y revela su reacción al conocer la noticia de la renuncia del entonces rey de Inglaterra.
Hay amores a contracorriente que acaban en un Nobel de Literatura, y otros que alimentan eternamente la prensa del corazón. A los primeros corresponde el del Doctor Zhivago, surgido de la imaginación del escritor ruso Boris Pasternak.A los segundos, el de la socialité estadounidense Wallis Simpson, quien ha pasado a la historia como la mujer por la que Eduardo VIII de Inglaterra renunció a su trono y cuyas confesiones aparecen ahora en el libro de Anna Pasternak, sobrina-nieta del autor de la célebre novela.
The Real Wallis Simpson (La Verdadera Wallis Simpson) es un nuevo intento de desentrañar uno de los personajes más vilipendiados en la historia reciente del Reino Unido.
Y su reclamo, poner en primera línea los infructuosos intentos de la dos veces divorciada Wallis por impedir que el hombre que tanto la amaba desencadenara una grave crisis constitucional, cuyos ecos nunca se han terminado de apagar.
"Recabé toda mi capacidad de persuasión e intenté convencerle de lo desesperada que era su situación.
Su empeño en combatir lo inevitable solo supondría una tragedia para él y una catástrofe para mí".
Pasternak recrea, a través de lo que amigos de la pareja le han contado y de los diálogos y pensamientos mil veces ya escritos —en su mayoría extraídos de las memorias de Eduardo VIII, A King´s Story (La Historia de un rey) y de la autobiografía de Simpson, The Heart has its reasons (El corazón tiene sus razones)— el momento en que el duque de Windsor recibe la carta de sir Alexander Hardinge, secretario de la Casa Real, en la que le anuncia que el Parlamento británico no respaldaría su matrimonio.
"Estaba claro que solo me quedaba una opción, abandonar el país inmediatamente", reflexiona Simpson en el libro de Pasternak.
"No harás nada semejante. No lo toleraré. Esta carta es una impertinencia.
No me van a detener. Con o sin trono, voy a casarme contigo", responde Eduardo VIII.
En un intento de rehabilitar para el público contemporáneo a la mujer despreciada por la Casa de los Windsor, a la que se negó durante 35 años el título de "Su alteza real" que el exmonarca reclamó desesperadamente a su familia, Pasternak atribuye a Simpson una sensatez que resultó inútil ante la obcecación de Eduardo VIII.
"Insistió en que me necesitaba, y como mujer enamorada que era, estaba preparada para atravesar ríos de tristeza, mares de desesperación y océanos de agonía por él", pone en boca de la duquesa de Windsor.
El rey presentó poco después al Parlamento su carta de abdicación y cedió la Corona a su hermano, quien reinó bajo el nombre de Jorge VI.
En diciembre de 1936, el rey firmó finalmente su abdicación y fue sucedido por su hermano.
A cambio, recibió el título de duque de Windsor. En junio de 1937, se casó con Wallis en el Château de Candé, en Tours, Francia.
Anfitriona
Pasternak niega la imagen fría, calculadora y ambiciosa que gran parte del público británico se hizo de la divorciada estadounidense, oculta del relato las maledicencias sobre las habilidades sexuales de Simpson que habrían cautivado al malogrado rey, y ensalza en cambio la elegancia y la clase de una mujer que iluminó como anfitriona las veladas con amigos que la pareja organizaba en sus estancias por Europa y Estados Unidos, alejados de un Londres que les dio la espalda.Wallis Simpson es, en esta obra rehabilitadora, una esposa capaz de adormecer el carácter irascible y caprichoso de su marido, que cada mañana le dejaba notas con tareas y actividades para llenar sus días vacíos y ociosos.
"Debí darme cuenta entonces de que aquel era un momento decisivo, el momento en que un movimiento por mi parte habría evitado esta crisis", afirma Simpson al recordar el día en que se dio cuenta de las consecuencias políticas y personales de su historia de amor.
La duquesa murió en París, después de 14 años de aislamiento y soledad tras la muerte de su marido.
Nunca obtuvo el reconocimiento ni el afecto de Buckingham Palace.
Su único acto de despecho fue renunciar a acompañar a Isabel II en el coche de caballos con que la reina Isabel acudió a los funerales de su tío.
“Soy católica, pero la mujer debe tener derecho a decidir si aborta”
Bianca Jagger, defensora de los derechos humanos, pide al Gobierno de España y a la UE que apoyen al pueblo nicaragüense para echar al presidente Daniel Ortega, entre otras reivindicaciones.
"Hablo como Bianca Pérez Mora, o como Bianca Jagger, como me quiera
llamar.
Soy defensora de los derechos humanos y no dependo ni estoy
aliada con ningún partido.
Ni en Nicaragua, ni en Inglaterra". Las
entrevistas suelen empezar con unas breves presentaciones y, sobre todo,
con una pregunta. Pero Bianca Jagger (Managua,
Nicaragua, 1945) tiene algo que decir antes de comenzar la
conversación.
Apenas llega a la cafetería del hotel Palace de Madrid,
donde se aloja durante su visita en Madrid para participar en un
encuentro sobre liderazgo femenino, saluda, toma asiento, pide una
manzanilla y expande un montón de papeles sobre la mesa y el sofá,
algunos informes subrayados y con anotaciones a los márgenes, y unas
hojas con las ideas que quiere destacar escritas de su puño y letra.
Solo después de leerlas, responderá a las cuestiones. Sobre Nicaragua,
los derechos de las mujeres, el Brexit... Directa, contundente. "Con una
gran libertad", apunta.
Como parte del consejo asesor de Amnistía Internacional, ha viajado en dos ocasiones con la organización a su país natal.
Lo hizo en 2017 y también en 2018 para documentar las violaciones de los derechos humanos por parte del presidente Daniel Ortega.
"Es importante aclarar a quien todavía le percibe como un líder de la izquierdas, que su Gobierno, con sus pactos con los más corruptos de la extrema derecha y familias poderosas, introdujo políticas neoliberales en Nicaragua".
Para él, no escatima calificativos: dictador sanguinario, opresor, tirano, pederasta (en referencia a las acusaciones de abusos sexuales por parte de su hijastra)...
"No tiene ningún escrúpulo en asesinar, secuestrar, torturar, encarcelar a la gente inocente simplemente porque se opone a su Gobierno.
Uso las palabras con el peso que se requiere", justifica.
Consciente de que Nicaragua no está entre las preocupaciones de la comunidad internacional, como Venezuela, Jagger no desaprovecha ocasión para atraer la atención hacia su tierra.
"Somos un pequeño país de seis millones de personas, no tenemos petróleo. Tampoco un líder como Juan Guaidó ", reconoce.
Pero pide a la comunidad internacional, al Gobierno de España, la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea que ayuden al pueblo nicaragüense justo ahora que Ortega ha abierto un proceso de diálogo con la oposición tras casi un año de crisis y está liberando presos políticos.
"Lo hace como quien negocia con carne humana", denuncia.
"No se dejen engañar. Este diálogo es para ganar tiempo.
Lo que debemos de negociar es la salida inminente de Daniel Ortega, que se respeten los derechos humanos, que haya elecciones libres, que saquen a todos los presos, que se permita que la prensa haga su trabajo y que aquellos que están exiliados —70.000 en Costa Rica, más los que hay en España y en Estados Unidos— regresen.
Eso es lo que necesitamos, no un falso diálogo".
No se refiere, aclara, a una intervención militar. "Estoy en contra. Como defensora de los derechos humanos creo que tenemos que agotar todas las formas pacíficas".
Eso es lo que les ha dicho al expresidente Felipe González y al eurodiputado Ramón Jaúregui, con quienes se ha reunido durante su estadía en Madrid.
Pese a la dureza de su discurso, por unos segundos se emociona al hablar del sufrimiento de los nicaragüenses del que ha sido testigo: de los campesinos perseguidos por su oposición al Canal Interoceánico, de los estudiantes asesinados y detenidos en las protestas que comenzaron en abril de 2018, de las mujeres que son encarceladas por sufrir abortos espontáneos, los periodistas en prisión o en el exilio.
Para ella, son héroes.
Como su amigo Levi Artola, de 21 años, estudiante universitario que participó en las últimas movilizaciones contra Ortega y que está en la cárcel acusado de terrorismo.
"Le torturaron porque quería cantar el himno nacional en prisión", se indigna.
"Antes de ser detenido, cuando estaba encerrado en una iglesia, me decía: 'Doña Bianca, ayúdenos, nos están matando".
Lo hizo en 2017 y también en 2018 para documentar las violaciones de los derechos humanos por parte del presidente Daniel Ortega.
"Es importante aclarar a quien todavía le percibe como un líder de la izquierdas, que su Gobierno, con sus pactos con los más corruptos de la extrema derecha y familias poderosas, introdujo políticas neoliberales en Nicaragua".
Para él, no escatima calificativos: dictador sanguinario, opresor, tirano, pederasta (en referencia a las acusaciones de abusos sexuales por parte de su hijastra)...
"No tiene ningún escrúpulo en asesinar, secuestrar, torturar, encarcelar a la gente inocente simplemente porque se opone a su Gobierno.
Uso las palabras con el peso que se requiere", justifica.
Consciente de que Nicaragua no está entre las preocupaciones de la comunidad internacional, como Venezuela, Jagger no desaprovecha ocasión para atraer la atención hacia su tierra.
"Somos un pequeño país de seis millones de personas, no tenemos petróleo. Tampoco un líder como Juan Guaidó ", reconoce.
Pero pide a la comunidad internacional, al Gobierno de España, la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea que ayuden al pueblo nicaragüense justo ahora que Ortega ha abierto un proceso de diálogo con la oposición tras casi un año de crisis y está liberando presos políticos.
"Lo hace como quien negocia con carne humana", denuncia.
"No se dejen engañar. Este diálogo es para ganar tiempo.
Lo que debemos de negociar es la salida inminente de Daniel Ortega, que se respeten los derechos humanos, que haya elecciones libres, que saquen a todos los presos, que se permita que la prensa haga su trabajo y que aquellos que están exiliados —70.000 en Costa Rica, más los que hay en España y en Estados Unidos— regresen.
Eso es lo que necesitamos, no un falso diálogo".
No se refiere, aclara, a una intervención militar. "Estoy en contra. Como defensora de los derechos humanos creo que tenemos que agotar todas las formas pacíficas".
Eso es lo que les ha dicho al expresidente Felipe González y al eurodiputado Ramón Jaúregui, con quienes se ha reunido durante su estadía en Madrid.
Pese a la dureza de su discurso, por unos segundos se emociona al hablar del sufrimiento de los nicaragüenses del que ha sido testigo: de los campesinos perseguidos por su oposición al Canal Interoceánico, de los estudiantes asesinados y detenidos en las protestas que comenzaron en abril de 2018, de las mujeres que son encarceladas por sufrir abortos espontáneos, los periodistas en prisión o en el exilio.
Para ella, son héroes.
Como su amigo Levi Artola, de 21 años, estudiante universitario que participó en las últimas movilizaciones contra Ortega y que está en la cárcel acusado de terrorismo.
"Le torturaron porque quería cantar el himno nacional en prisión", se indigna.
"Antes de ser detenido, cuando estaba encerrado en una iglesia, me decía: 'Doña Bianca, ayúdenos, nos están matando".
En defensa de los neandertales, los otros humanos
Guillermo Altares
En contra lo que dice Adolfo Suárez Illana, “no existe ninguna evidencia de infanticidio en esta especie humana”, explica el experto Antonio Rosas.
Desde que se descubrieron sus primeros restos óseos, en el siglo XIX, los neandertales siempre han resultado una presencia incómoda.
La idea de que existieron otros humanos, miembros de la misma especie, pero claramente diferentes, era difícil de asimilar por lo que resultó mucho más fácil describirles como brutos y salvajes frente a los civilizados Homo sapiens, nuestra especie.
Sin embargo, en las últimas décadas, esa imagen ha cambiado totalmente y se les considera tan avanzados, intelectual y tecnológicamente, como nosotros.
Ese cambio de percepción, basado en un aluvión de evidencias científicas, todavía no ha calado totalmente como queda claro después de las insultantes —contra las mujeres y contra los neandertales— declaraciones de Adolfo Suárez Illana, número dos de la lista del PP por Madrid.
“Los neandertales también lo usaban (en referencia al aborto), pero esperaban a que naciera y le cortaban la cabeza”, ha declarado en una entrevista con Carlos Alsina en el programa Más de Uno, en Onda Cero.
La imagen de esos otros humanos como asesinos despiadados, que se comportaban como animales —el infanticidio es habitual en bastantes especies, donde las madres tienen que proteger a los cachorros de los machos—, es muy difícil de arrancar del imaginario colectivo al igual que siempre es complicado derrotar la ignorancia.
Porque la ciencia dice algo totalmente diferente.
El antropólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Antonio Rosas, uno de los mayores expertos mundiales en neandertales, no tiene ni idea de dónde ha sacado el político conservador esa peregrina idea porque sus afirmaciones no tienen ninguna base en el registro arqueológico.
“No hay ninguna evidencia de infanticidio.
Ninguna.
Lo que sabemos es más bien todo lo contrario, porque sí que hay evidencias de que los niños recibían un tratamiento mortuorio especial”, explica Rosas, autor de libros como Los fósiles de nuestra evolución (Ariel) y Los neandertales (Catarata / CSIC) y que excavó en la cueva asturiana de El Sidrón, uno de los grandes yacimientos de esta especie humana.
“A los niños se les trataba con consideración, con ofrendas mortuorias”, prosigue este investigador.
“Si se hubiesen producido decapitaciones, tendría que haber evidencias arqueológicas y no existen.
No tenemos ninguna duda de que era una sociedad que cuidaba de los débiles, por ejemplo de los ancianos, aunque eso es algo que comparten todas las sociedades humanas.
Hace 1,9 millones de años, en Georgia, ya tenemos evidencias de cuidado de los ancianos.
Todas las sociedades humanas heredan esta organización social.
En el caso de los neandertales hay diferentes lugares donde se observa sin ninguna duda”.
Los neandertales fueron una especie humana europea, de hecho la única especie humana totalmente europea.
Su nombre viene del valle de Neander, en Alemania, donde se descubrieron algunos de los primeros restos.
Vivieron desde el Mediterráneo hasta Siberia, y también llegaron a Oriente Próximo.
Evolucionaron desde una especie anterior de homínidos hace unos 250.000-300.000 años y desaparecieron hace unos 40.000 años (algunos científicos creen que estuvieron presentes en Gibraltar hasta hace 28.000), coincidiendo con la llegada a Europa desde África de los sapiens.
Eso quiere decir que habitaron en Europa durante 200.000 años –un periodo temporal inmenso, si tenemos en cuenta por ejemplo que las cuevas de Altamira se pintaron hace 15.000 años– y que fueron capaces de adaptarse a todo tipo de cambios climáticos, incluyendo durísimas edades de hielo.
El principal misterio que les rodea sigue siendo por qué desaparecieron.
La hipótesis que comparten más investigadores es que se trató de un colapso provocado por la debilidad de la población y por la lucha por los recursos con los nuevos humanos que llegaron de África.
No existen tampoco evidencias arqueológicas de que se produjesen enfrentamientos violentos entre los sapiens y los neandertales.
Eso no quiere decir que no ocurriesen, solo que no se han encontrado huellas.
En los últimos años se han realizado una serie de descubrimientos que han transformado nuestra imagen de esta especie humana, morfológicamente diferente –eran mucho más corpulentos y el cráneo era distinto, sobre todo por la frente–, aunque podríamos encontrarnos con uno en el metro sin que nos extrañase demasiado.
Ahora sabemos que tenían la capacidad de lenguaje (por el gen FoxP2), que manejaban el pensamiento simbólico porque pintaban las paredes de las cuevas, que tecnológicamente estaban muy avanzados, que cazaban en grupo, que se decoraban con plumas y pinturas el cuerpo, que realizaban enterramientos…
En otras palabras, que eran como nosotros, diferentes pero tan humanos como nosotros.
De hecho, muchos científicos consideran que han sobrevivido en nosotros.
Cuando un equipo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), dirigido por el biólogo sueco Svante Pääbo, ganador del premio Príncipe de Asturias, secuenció el genoma neandertal en 2010, se produjo un hallazgo que cambió nuestra visión de lo que significa ser humano al descubrir que se produjeron encuentros sexuales entre neandertales y humanos.
Todos los humanos actuales no nacidos en África tienen entre un 2% y un 4% de genes neandertales.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)