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29 mar 2019

En defensa de los neandertales, los otros humanos

  • En contra lo que dice Adolfo Suárez Illana, “no existe ninguna evidencia de infanticidio en esta especie humana”, explica el experto Antonio Rosas.

    Reconstrucción de una familia neandertal en la cueva de Krapina, en Croacia.
    Reconstrucción de una familia neandertal en la cueva de Krapina, en Croacia. REUTERS
    Desde que se descubrieron sus primeros restos óseos, en el siglo XIX, los neandertales siempre han resultado una presencia incómoda.
     La idea de que existieron otros humanos, miembros de la misma especie, pero claramente diferentes, era difícil de asimilar por lo que resultó mucho más fácil describirles como brutos y salvajes frente a los civilizados Homo sapiens, nuestra especie.
     Sin embargo, en las últimas décadas, esa imagen ha cambiado totalmente y se les considera tan avanzados, intelectual y tecnológicamente, como nosotros.

    Ese cambio de percepción, basado en un aluvión de evidencias científicas, todavía no ha calado totalmente como queda claro después de las insultantes —contra las mujeres y contra los neandertales— declaraciones de Adolfo Suárez Illana, número dos de la lista del PP por Madrid. 
    “Los neandertales también lo usaban (en referencia al aborto), pero esperaban a que naciera y le cortaban la cabeza”, ha declarado en una entrevista con Carlos Alsina en el programa Más de Uno, en Onda Cero.
     La imagen de esos otros humanos como asesinos despiadados, que se comportaban como animales —el infanticidio es habitual en bastantes especies, donde las madres tienen que proteger a los cachorros de los machos—, es muy difícil de arrancar del imaginario colectivo al igual que siempre es complicado derrotar la ignorancia. 
     Porque la ciencia dice algo totalmente diferente.
    El antropólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Antonio Rosas, uno de los mayores expertos mundiales en neandertales, no tiene ni idea de dónde ha sacado el político conservador esa peregrina idea porque sus afirmaciones no tienen ninguna base en el registro arqueológico.
     “No hay ninguna evidencia de infanticidio.
     Ninguna.
     Lo que sabemos es más bien todo lo contrario, porque sí que hay evidencias de que los niños recibían un tratamiento mortuorio especial”, explica Rosas, autor de libros como Los fósiles de nuestra evolución (Ariel) y Los neandertales (Catarata / CSIC) y que excavó en la cueva asturiana de El Sidrón, uno de los grandes yacimientos de esta especie humana.
    “A los niños se les trataba con consideración, con ofrendas mortuorias”, prosigue este investigador. 
    “Si se hubiesen producido decapitaciones, tendría que haber evidencias arqueológicas y no existen.
     No tenemos ninguna duda de que era una sociedad que cuidaba de los débiles, por ejemplo de los ancianos, aunque eso es algo que comparten todas las sociedades humanas.
     Hace 1,9 millones de años, en Georgia, ya tenemos evidencias de cuidado de los ancianos.
     Todas las sociedades humanas heredan esta organización social. 
    En el caso de los neandertales hay diferentes lugares donde se observa sin ninguna duda”.
    Los neandertales fueron una especie humana europea, de hecho la única especie humana totalmente europea. 
    Su nombre viene del valle de Neander, en Alemania, donde se descubrieron algunos de los primeros restos. 
    Vivieron desde el Mediterráneo hasta Siberia, y también llegaron a Oriente Próximo.
     Evolucionaron desde una especie anterior de homínidos hace unos 250.000-300.000 años y desaparecieron hace unos 40.000 años (algunos científicos creen que estuvieron presentes en Gibraltar hasta hace 28.000), coincidiendo con la llegada a Europa desde África de los sapiens
    Eso quiere decir que habitaron en Europa durante 200.000 años –un periodo temporal inmenso, si tenemos en cuenta por ejemplo que las cuevas de Altamira se pintaron hace 15.000 años– y que fueron capaces de adaptarse a todo tipo de cambios climáticos, incluyendo durísimas edades de hielo.
    El principal misterio que les rodea sigue siendo por qué desaparecieron. 
    La hipótesis que comparten más investigadores es que se trató de un colapso provocado por la debilidad de la población y por la lucha por los recursos con los nuevos humanos que llegaron de África. 
    No existen tampoco evidencias arqueológicas de que se produjesen enfrentamientos violentos entre los sapiens y los neandertales. 
    Eso no quiere decir que no ocurriesen, solo que no se han encontrado huellas.
    En los últimos años se han realizado una serie de descubrimientos que han transformado nuestra imagen de esta especie humana, morfológicamente diferente –eran mucho más corpulentos y el cráneo era distinto, sobre todo por la frente–, aunque podríamos encontrarnos con uno en el metro sin que nos extrañase demasiado. 
    Ahora sabemos que tenían la capacidad de lenguaje (por el gen FoxP2), que manejaban el pensamiento simbólico porque pintaban las paredes de las cuevas, que tecnológicamente estaban muy avanzados, que cazaban en grupo, que se decoraban con plumas y pinturas el cuerpo, que realizaban enterramientos… 
    En otras palabras, que eran como nosotros, diferentes pero tan humanos como nosotros.
    De hecho, muchos científicos consideran que han sobrevivido en nosotros.
     Cuando un equipo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), dirigido por el biólogo sueco Svante Pääbo, ganador del premio Príncipe de Asturias, secuenció el genoma neandertal en 2010, se produjo un hallazgo que cambió nuestra visión de lo que significa ser humano al descubrir que se produjeron encuentros sexuales entre neandertales y humanos
    Todos los humanos actuales no nacidos en África tienen entre un 2% y un 4% de genes neandertales.

     

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