Ni Almodóvar ni Zidane son clonables, justo lo contrario que Melania Trump.
Presentación de Zidane como nuevo entrenador del Real Madrid, en el Santiago Bernabéu, el pasado lunes.Samuel Sanchez
Dolor y Gloria, el nuevo filme de Almodóvar,
es más que una película. Es una catarsis de su autor, pero también de
sus espectadores. En un momento global donde todo es conflicto y
tensión, la desnudez, franqueza y belleza de esta película atraviesa los
ojos de todos sus intérpretes, con un Antonio Banderas íntimo y bellísimo,
que nos conmueve y alivia, dolor y gloria, relatando la vida de una
generación que cambió España y descubriendo el pasado como si fuese otro
nuevo mundo . Es el regreso de Almodóvar a su primer deseo. El estreno se celebró con gran parte del talento de la filmografía almodovariana,
sus colores y banda sonora. El propio Almodóvar nos lo advirtió al
inicio de la fiesta en Joy Eslava. “Esperen porque valdrá la pena el
espectáculo”. Leonor Watling y Asier Etxeandia presentaron sus versiones
de dos grandes hits de Chavela Vargas, seguidos por Hugo Silva dentro del traje de Letal, el travesti que interpretó Miguel Bosé en Tacones Lejanos, y de ahí en adelante playback tras playback euforizándonos hasta que el director salió al escenario junto a Banderas e interpretaron Resistiré, el himno con el que cierra Átame. Desde el fondo del teatro se escuchó una voz, era Loles León, cruzando
la sala hasta llegar al escenario y subirse a él para sorprender al
director y a todos y cantarla como nadie. Resistiendo como nadie. Zinedine Zidane ha resistido y vuelve al Real Madrid
posiblemente para su rescate, pero también para apoyar completamente al
pantalón pitillo en la lucha por su supervivencia. Todos sabemos que la
ropa ceñida cede ante el avance inequívoco de la ropa amplia que ha
tomado la calle dispuesta a acabar con las estrecheces del jeggin. Puede ser que para el varón español enfundarse esos pantalones
apretadísimos, asfixiando cualquier intento de imaginación, es una
lucha, una épica nueva. Otro Dolor y Gloria. Mostrar culo y
muslo, como una señal de nueva masculinidad. Y Zinedine ha captado ese
mensaje y en su reaparición lo convirtió en catarsis. Él puede, está
espléndido.De cara, cuerpo, culo y seguro que también de estrategia. Y para que el mensaje llegara más lejos, sus pantalones pitillo llevaban un dobladillo XL
que subía más allá de los gemelos. Los han criticado en alguna prensa,
señalándolos como ridículos y que significan el fin de la moderación. Pero no, están equivocados. El vestuario es ahora de Zidane y dispone de
un buen presupuesto, 12 millones de salario por temporada, para hacer
lo que considere. Y será toda una demostración de elasticidad.
Pedro Almodóvar, Penélope Cruz y Antonio Banderas en el estreno de 'Dolor y Gloria', en Madrid, el pasado miércoles.SERGIO PEREZREUTERS
Ni Almodóvar ni Zidane son clonables, justo lo contrario que Melania Trump.
La prensa estadounidense ha levantado la teoría de que el presidente utiliza dobles de su esposa
en determinadas situaciones. Hay sospechas de que la Melania que
acompañó a Trump durante una reciente visita a Alabama, es una doble.
Insisten en que el pelo es peluca y la bajada por escalerilla del Air
Force One no responde a su habitual lenguaje corporal.
La teoría asegura
que hay cuatro o cinco Melanias, incluyendo la real.
Por supuesto, hay un subtítulo en esta teoría: que Melania no está al
lado de su esposo, lo que sí puede ser cierto e incluso, acertado.
Mientras más se complica la presidencia, más escurridiza resulta
Melania, oculta entre imitaciones.No debe ser fácil la Casa Blanca. ¡Qué difícil puede ser una casa para un político! Si no que le pregunten a Pablo Iglesias e Irene Montero, felices padres pero inquietos propietarios. Parece que Albert Rivera y Malú
buscan nido, en una de esas alejadas y protegidísimas urbanizaciones de
ricos y famosos en las afueras de Madrid. Sigo mucho esta historia de
amor en tiempos electorales. Malú está dejando de asistir a actos para
no llamar más la atención y recuperarse de su lesión de tobillo. Sospecho que por más votantes de Ciudadanos que haya en esos impecables
jardines de La Florida o de La Finca, puede suceder que la atención
mediática que anida en la pareja haga que esos mismos votantes escojan a
otro candidato que no esté entre sus vecinos. Además, el voto hoy en
día es muy volátil, como la gasolina. Por eso Rivera, con o sin Malú,
debería volver al centro. Volver, como dice Mecano, al aire de ciudad,
que si bien no es el más sano, lo prefiere el ser humano. Es lo que ha
hecho Zinedine Zidane.
Las mujeres sufren una desprotección total en el deporte. La mayoría no
tienen ni contrato y pueden terminar su carrera sin haber cotizado jamás.
TENGO UNA amiga de una audacia titánica a la que ya he mencionado algunas veces, la viguesa Chus Lago;
fue la tercera mujer del mundo en subir al Everest sin oxígeno. Ahora
acaba de capitanear la travesía del lago Baikal (Siberia), la mayor
reserva de agua dulce de la Tierra. Chus, Verónica Romero y Rocío García
tardaron 24 días en cruzar de sur a norte 640 kilómetros de inestable
costra de hielo (ha sido el primer equipo femenino que lo ha hecho). La
expedición, llamada Compromiso con la Tierra, buscaba evidenciar los
efectos del cambio climático. Colgué la noticia en mis redes, y algunas
lectoras se extrañaron de no haber visto nada de esta historia en la
prensa. Ha habido cosas peores: hace 10 años, Chus alcanzó el Polo Sur
tras una épica travesía en solitario de la Antártida, 59 días de
sufrimiento arrastrando un trineo de más de 100 kilos. Tampoco se habló
mucho. ¿Proezas deportivas de mujeres? Alguien ha decidido que no
venden.
Resulta chocante que el deporte sea uno de los sectores sociales en donde más se discrimina a la mujer. Sorprende este furioso sexismo por tratarse de una actividad tan
pública, tan sometida al escrutinio de la gente. No estamos hablando de
la desigualdad laboral en unas minas remotas, sino del machismo más
campante en horarios de máxima audiencia. Sucede en todo el planeta:
entre los 100 deportistas mejor pagados de 2018 según Forbes no
aparece ninguna mujer. Pero en España la situación es especialmente
penosa. Aquí nos regimos aún por la discriminatoria Ley del Deporte de
1990, que no reconoce a las mujeres como deportistas profesionales:
todas son amateurs.
Como consecuencia de eso, las mujeres sufren una desprotección total. La mayoría no tienen contrato ni Seguridad Social, y pueden terminar su
carrera deportiva a los treinta y tantos años sin haber cotizado jamás. Carecen de seguro frente a las lesiones o los accidentes, a muchas
competir les cuesta dinero (por ejemplo, la tiradora Pilar Calvo, que participó representando a España en el Campeonato del Mundo de 2015
en Italia, tuvo que costearse todos los gastos, mientras que los varones
iban pagados por la federación), y es un secreto a voces que a menudo se ven obligadas a firmar
ilegales acuerdos de no embarazo. Sin sueldo y con premios infinitamente
menores (o directamente sin premio y humilladas: ha habido campeonatos
de surf en los que los ganadores se llevaban 1.000 euros y las ganadoras
un biquini), por lo general las mujeres deportistas han de trabajar muy
duro para ganarse la vida, lo cual implica no poder entrenar todo lo
que deben y tener que pedir vacaciones para poder asistir a campeonatos. Y todo esto sin hablar de los abusos sexuales, de los uniformes
ofensivamente sexys, de los comentarios estúpidos. Según el Anuario de Estadísticas Deportivas de 2017 del Consejo
Superior de Deportes, las mujeres suman el 22,3% de deportistas
federados. Sin embargo, la cobertura en medios del deporte femenino
supone menos del 5% de las noticias, de acuerdo con el Consejo
Audiovisual de Andalucía. Aunque en este caso existe una cierta
discrepancia. Una excepción es Iberdrola, que desde 2016 sólo financia deporte
femenino: apoya a 16 federaciones, llegando a más de 22.000 mujeres
deportistas y promoviendo derechos tan básicos como que las chicas
tengan Seguridad Social. “Es un trabajo tenaz, cuesta cambiar las cosas;
por ejemplo, se supone que en televisión cubren paritariamente el
deporte, pero las noticias de las deportistas salen de madrugada…”, dice
Julián Martínez-Simancas, secretario del consejo de administración de
Iberdrola. En noviembre el Senado aprobó una proposición de ley para
acabar con las desigualdades en los premios deportivos, y en febrero el
Consejo de Ministros dio luz verde al anteproyecto de una ley del
deporte absolutamente necesaria que la convocatoria de elecciones puede
hacer peligrar. Pese a todo este drama, las deportistas españolas se han
llevado más medallas que los hombres en los dos últimos Juegos
Olímpicos. Lo que conseguirían si las apoyara.
Parece que hubiera una legión de “sexadores” mirándole el sexo a todo: a
la literatura, al cine, a los consejos de administración, a los
ministerios.
ESTÁ VISTO que las mujeres no tienen suerte. Durante siglos han
estado sojuzgadas (si hablo en pasado es porque me refiero sólo a las
occidentales), no se les ha permitido estudiar ni trabajar (con la
inmensa excepción de las clases pobres, que se han deslomado desde la
niñez), se les han puesto trabas para desarrollar actividades artísticas
y científicas o no se las ha tomado en serio; han sufrido
condescendencia y paternalismo, y lo que hacía una mujer se equiparaba
con lo que hacía un crío avispado: mira qué gracioso, no está exento de
mérito. En España fueron menores de edad, literalmente, hasta que Franco se fue a la tumba
y los franquistas a sus casas. Necesitaban autorización del marido o
del padre para las cosas más inverosímiles, abrir una cuenta corriente,
sacarse un pasaporte, tener un empleo remunerado. Yo conocí a algunas
que, una vez alcanzada la mayoría, prefirieron no casarse para gozar de
libertad y autonomía.
No estaban dispuestas a verse bajo la tutela de un individuo, por más
que la mayoría de los maridos —justo es reconocerlo— no la ejercieran de
facto. Entre personas civilizadas no existían esas
prohibiciones conyugales. Pero el mero hecho de que existieran por ley
bastaba para que algunas no quisieran correr riesgos y renunciaran
conscientemente a hijos y familia propia. Elegían ser lo que entonces se llamaba “una solterona”. No había “sexismo” en el término, ya que también se utilizaba en
masculino para los varones, a menudo acompañado del vocablo
“empedernido”, lo cual transmitía la idea errónea de que los
“solterones” lo eran por su voluntad y por aversión al compromiso,
mientras que las “solteronas” se conformaban con su falta de éxito o su
mala fortuna. Sin duda había casos así (como había hombres que sólo
habían recibido calabazas a lo largo de sus vidas); pero ya digo que
conocí, de niño, a no pocas jóvenes inteligentes, atractivas y
solicitadas que lo último que deseaban era tener a su lado a alguien con
autoridad sobre ellas, así fuese respetuoso y civilizado.
Todo esto fue cambiando desde el inicio de la democracia, y durante
cuarenta años, con constancia, las cosas se fueron normalizando. Quedan
todavía vestigios inadmisibles, como la menor paga de una mujer por el
mismo trabajo que hace un hombre. Eso, según nuestras leyes, no puede
darse, pero lo cierto es que se da en muchos lugares. La normalización
consistía —y esa era la justa aspiración feminista— en que el sexo
resultara indiferente. En que no se juzgara nada en función de él. Ni la
capacidad, ni la competencia, ni el talento, ni el mérito o el
demérito. Entre mis colegas escritoras, por ejemplo, lo que más las
irritaba era que se las llamara a conversar con otras autoras sobre “literatura femenina”
o “de mujeres”. Señalaban con razón que a los novelistas nadie nos
reunía para que habláramos de “literatura de varones”. Eso indicaba que
todavía, pese a todo —pese a Emily Brontë y Jane Austen, Madame de
Sévigné, George Eliot y Pardo Bazán, unas pocas clásicas—, el que las
mujeres escribieran se veía como algo cercano a una curiosidad, por no
decir a una anomalía. Era como si se las confinara a un ghetto. Recuerdo que a Rosa Chacel, a la que traté desde la infancia, la
sacaban de quicio estas distinciones. Ella no se sentía en la estela de
esas autoras y de Charlotte Brontë, Virginia Woolf, Colette e Isak
Dinesen —las supuestamente mejores—, o no sólo. Se sentía también en la
de Conrad, Flaubert, Proust, Valle-Inclán, Dickens y Tolstoy. Esa tendencia se ha ido al traste, y esta vez por imposición del
último feminismo. Parece que hubiera una legión de “sexadores” mirándole
el sexo a todo: a la literatura, al cine y a la televisión, a la música
y al teatro, a los consejos de administración y a los ministerios, a la
justicia y a la ciencia y a la enseñanza. Continuamente se señala el
número de mujeres que intervienen en algo, y, casi por sistema, se
subrayan y ensalzan sus contribuciones. Si antes había ninguneo —hasta
cierto punto—, ahora se va a marchas forzadas hacia el enaltecimiento
indiscriminado, lo cual constituye otra forma de ghetto. Si yo fuera una
mujer a lo Rosa Chacel, por seguir con su ejemplo, creo que estaría cabreada con una parte de mis congéneres. Han hecho tanto hincapié en el sexo de las personas, destacando las
bondades del suyo, que cuando uno lee el enésimo elogio, ya no sabe si
es sincero o si responde sólo a una “política de elevación”, a una
incesante campaña de veneración o llámenlo como quieran. En los últimos
años se han saludado tantísimas obras maestras de escritoras —sobre todo
estadounidenses y argentinas—, que, de creer a los críticos y a los
colegas, no sabría por dónde empezar y tendría lectura obligada para
varias décadas.
Como mi tiempo es limitado y debo emplearlo con tiento,
el resultado es que pongo entre paréntesis o en cuarentena todas esas
enérgicas loas y aguardo a ver qué queda y se consolida. No es que yo
sea índice de nada, pero me temo que no soy el único —ni la única— que
contempla con justificable escepticismo la avalancha de maravillas por
sexo. Y una vez más, me parece, son las mujeres las que salen
perdiendo.
El
entrenador del Real Madrid, con un estilo habitualmente clásico,
sorprendió el día de su presentación por su última elección estilística:
unos vaqueros de 435 euros.
Rueda de prensa de presentación de Zidane como nuevo entrenador del Real Madrid.Samuel SanchezZinedine Zidane
suele estar en las primeras posiciones de las siempre ponderadas listas
de mejores entrenadores del mundo. Pero también es habitual encontrarle
en otras más mundanas: las de los hombres mejor vestidos. El flamante míster del Real Madrid se caracteriza por su estilo
clásico y depurado, elegante. De ahí que su última decisión estilística
haya llamado la atención por salirse de su norma habitual. Para su presentación como técnico del equipo blanco,
Zidane, de 46 años, optó por llevar una camisa blanca, una chaqueta
gris muy entallada con zapatillas de deporte a juego y unos pantalones
que sorprendieron a muchos. Se trataba de un modelo en azul índigo,
pitillo, muy ajustado, con algunos rotos y tobillero. Lo más llamativo
fue que Zizou llevó los bajos del mismo subidos, pero no en un
dobladillo sencillo, sino en uno muy alto que le llegaba hasta media
pantorrilla. Un modelo creado por la firma Dsquared2, una de las
favorita de famosos como Maluma o Pep Guardiola, y con un precio de 435 euros. La misma marca vistió al FC Barcelona en 2009 y 2010, y también al Manchester City en 2018. El estilo de la ropa de Zidane llamó poderosamente la atención, ya
que rompía con su habitual clasicismo en el vestir. Aunque la tendencia
está presente en las calles, lo cierto es que tiene un aire juvenil y
quizá no del todo acertado para una presentación formal. De hecho, para
su aparición como entrenador madridista en enero de 2016
se decidió por un conjunto mucho más clásico de pantalón negro menos
ajustado, zapatillas blancas con camisa a juego y chaqueta de cuadros
azul, también menos entallada que la actual.
Zidane, vestido con traje, entrenando al Madrid en 2016.CORDON PRESS
Fueron muchos los que, a través de las redes sociales, hicieron bromas a costa del moderno look
del entrenador: "Dimisión inmediata"; "contento porque vuelve Zidane,
pero triste porque lo hace con esos pantalones"; "ni aunque tuviera el
físico de Zidane me pondría esos pantalones"; "los pantalones de Zidane aún me tienen en estado shock"; ""vuelve Zidane a darle una vuelta al Madrid y de paso al concepto 'el bajo de los pantalones". Zidane es un gran aficionado a la moda y suele seguir las últimas
tendencias. De hecho, es embajador de firmas como Adidas y lo ha sido de
Louis Vuitton y de la línea masculina de Mango. Le gusta vestir con ropa especialmente entallada, algo que en alguna
ocasión le ha jugado malas pasadas. En un par de ocasiones, en abril de
2016 en sendos partidos contra el Manchester City y el Wolfsburgo, se le
rompieron los pantalones en pleno partido, dejando al aire sus piernas y
su ropa interior. Entonces, se tuvo que tapar con un abrigo largo. La unión entre deportistas y moda es bastante habitual. David Beckham participó en una colección de ropa interior en colaboración con H&M, Cristiano Ronaldo ha posado para Armani y llegó a lanzar su propia colección de camisas y ha sido portada de Vogue, y Xabi Alonso fichó como imagen de Emidio Tucci, la firma de trajes de El Corte Inglés.