14 mar 2019
13 mar 2019
La Luna tiene colores, aunque no podamos verlos
Héctor Llanos Martínez
"La coloración de la Luna es muy sutil. Al hacer miles de fotos, he podido tomar las partes de cada una de ellas donde se resaltan esos cambios de color. Luego los he saturado con Photoshop para que podamos apreciarlos y he eliminado el reflejo de luz", explica McCarthy a Verne en un correo electrónico.
Seguimos pidiendo al astrofotógrafo que nos explique el proceso como si tuviéramos cinco años: "Los distintos colores muestran la presencia de minerales en la Luna.
En concreto, la cantidad de titanio que se concentra en el basalto. El azul significa que hay mucho titanio; el naranja, que hay poco". El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) tiene mapas que explican la concentración de minerales en ella.
Gran parte de la combinación de las imágenes está automatizada a través del software Autostakkert. Para editar el mosaico final, con el ajuste del color y el contraste, tardé menos de dos horas", explica a Verne. A través de su cuenta de Instagram, el estadounidense da más detalles de cómo se hicieron estas fotos.
En otro de sus proyectos reconstruye una imagen del sistema solar a partir de capturas individuales que ha hecho de cada uno de los planetas.
El coste de material para empezar a hacer fotos como estas tampoco es inalcanzable. "Un equipo fotográfico básico de buena calidad es de unos 600 dólares (531 euros), pero se puede empezar con la mitad de ese presupuesto (y con resultados algo peores)", dice.
La explicación científica
Como ha ocurrido en otras imágenes que han viralizado en redes relacionadas con la Luna, el divulgador y autor del blog Astrobitácora, Álex Riveiro, recurre a hilos desde su cuenta de Twitter para explicar aspectos relacionados con ella.
En este caso, se centra en los colores vistos en la imagen de Andrew McCarthy.
La coloración del satélite es muy sutil, pero se puede apreciar en esta foto.
Cuando miramos a la Luna, no vemos más color que el blanco y quizá algunos tonos grises.
La imagen del astrofotógrafo estadounidense Andrew McCarthy con el satélite a todo color, que él mismo ha compartido en redes sociales, nos ofrece una cara que desconocíamos.
¿Hay Photoshop? Sí ¿Eso significa que esos colores son falsos? No.
El uso de la herramienta de edición está, en este caso, justificado.
"La coloración de la Luna es muy sutil. Al hacer miles de fotos, he podido tomar las partes de cada una de ellas donde se resaltan esos cambios de color. Luego los he saturado con Photoshop para que podamos apreciarlos y he eliminado el reflejo de luz", explica McCarthy a Verne en un correo electrónico.
Seguimos pidiendo al astrofotógrafo que nos explique el proceso como si tuviéramos cinco años: "Los distintos colores muestran la presencia de minerales en la Luna.
En concreto, la cantidad de titanio que se concentra en el basalto. El azul significa que hay mucho titanio; el naranja, que hay poco". El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) tiene mapas que explican la concentración de minerales en ella.
La imagen nace a partir de otro proyecto reciente de McCarthy: una foto de la Luna a muy alta resolución que nos deja ver hasta el último poro.
En este caso, intentaba mostrarnos cómo se vería si nuestros ojos fueran capaces de percibir detalles a tanta distancia. El proceso es similar en ambos casos.
Edita en una única composición las miles de fotos tomadas.
¿Se tarda mucho en el montaje final? "Menos de lo que crees.
Gran parte de la combinación de las imágenes está automatizada a través del software Autostakkert. Para editar el mosaico final, con el ajuste del color y el contraste, tardé menos de dos horas", explica a Verne. A través de su cuenta de Instagram, el estadounidense da más detalles de cómo se hicieron estas fotos.
En otro de sus proyectos reconstruye una imagen del sistema solar a partir de capturas individuales que ha hecho de cada uno de los planetas.
El coste de material para empezar a hacer fotos como estas tampoco es inalcanzable. "Un equipo fotográfico básico de buena calidad es de unos 600 dólares (531 euros), pero se puede empezar con la mitad de ese presupuesto (y con resultados algo peores)", dice.
La explicación científica
Como ha ocurrido en otras imágenes que han viralizado en redes relacionadas con la Luna, el divulgador y autor del blog Astrobitácora, Álex Riveiro, recurre a hilos desde su cuenta de Twitter para explicar aspectos relacionados con ella.
En este caso, se centra en los colores vistos en la imagen de Andrew McCarthy.
¿La próxima erupción del Teide será como las anteriores?
Janire Prudencio
Tenerife se formó y creció a
consecuencia precisamente de erupciones volcánicas.
La isla de Tenerife está formada por centenares de centros de emisión volcánicos.
Aunque está considerada como “dormida”, podría haber una reactivación en cualquiera de sus volcanes.
Lo que ocurre en el Teide, o más
bien en la isla de Tenerife, es que hay una gran diversidad de
mecanismos eruptivos, desde explosivos a solo efusivos.
La última
erupción, que tuvo lugar en el volcán Chinyero en 1909, fue efusiva, es
decir, solo emitió lava, sin carácter explosivo.
Esta erupción se
produjo en las llamadas dorsales laterales de Tenerife.
Pero también hay
en la isla ejemplos de explosividad en la Caldera de Las Cañadas.
El
más relevante es el de Montaña Blanca, que se llama así porque contiene
materiales eruptivos de color blanco (piedra pómez) producto de una
erupción explosiva.
Así que la respuesta a tu pregunta es que no podemos
saber cómo será la próxima erupción, si efusiva o explosiva, como
tampoco podemos saber dónde será, si en las dorsales, en los flancos de
la isla o en Las Cañadas…Pero sin duda habrá nuevas erupciones y se parecerán a las anteriores.
Si la erupción se produce dentro
de Las Cañadas, una zona en la que no hay población, el riesgo de que
se pierdan vidas o infraestructuras será menor.
Sin embargo, si se
produce donde han tenido lugar las últimas erupciones de flanco, en lo
que se llaman las dorsales, se incrementan los riesgos porque son zonas
altamente pobladas y con gran cantidad de infraestructuras.
La isla de Tenerife está formada por centenares de centros de emisión volcánicos.
Aunque ahora mismo está considerada como “dormida”, a veces hay algún
signo de reactivación como pasó en 2004 cuando se registró un número de
terremotos que superaba con creces los que se detectan normalmente.
Algunos modelos predijeron entonces que era la señal de la próxima
erupción del Teide.
Los terremotos se interpretaron como el ascenso del
magma a la superficie, pero no hubo erupción.
El año pasado también se
registró un número de terremotos mayor al habitual, pero la actividad ha
vuelto a niveles normales.
Puede ser que dentro de un año, de un mes o
de una semana vuelva a haber una reactivación o cambio de actividad que
cese posteriormente, pero también puede ocurrir que esa reactivación
continúe y se produzca una erupción.
Es muy difícil hacer una predicción
a largo plazo, pero la vigilancia permite estar alerta.
Conocemos mucho más
el Teide que el resto de volcanes de la isla porque es el pico más alto y el más grandioso.
Se trata de un volcán poligenético, lo que quiere decir que ha tenido
varias erupciones y con cada una de ellas ha ido creciendo. Está dentro
de la Caldera de Las Cañadas que es a su vez un conjunto de diferentes
procesos de construcción y destrucción de edificios volcánicos.
Fuera de
Las Cañadas existen diferentes ejemplos de procesos eruptivos, algunos
históricos como el de Garachico o el más reciente de El Chinyero.
En su
mayoría, los volcanes de la isla son de tipo monogenético porque se
crearon en una única erupción.
De las anteriores erupciones históricas de Tenerife, la más espectacular y que además produjo víctimas mortales, fue la conocida como la triple erupción de Fasnia, Arafo y Siete Fuentes (diciembre de 1704-enero de 1705).
Lo que también hay que tener
claro es que si el Teide o alguno de los volcanes de Tenerife entrara en
erupción provocaría una situación muy complicada.
Primero, porque la
isla está mucho más poblada de lo que estaba en 1909 y, segundo, porque
nuestra vulnerabilidad tecnológica y de infraestructura es mucho más
alta, como descubrimos en abril 2010 con la erupción del volcán islandés
Eyjafjallajökull.
Esa erupción, considerada pequeña por su tamaño,
afectó de manera severa al tráfico aéreo durante días y hubo que
cerrarlo en la mayor parte del norte de Europa.
Si un volcán en Islandia
paralizó el tráfico europeo y mundial, un volcán en las islas Canarias
también podría afectar a las rutas aéreas locales o regionales.
Janire Prudencio es doctora en Ciencias de la Tierra,
experta en Sismología Volcánica e investigadora Juan de la Cierva del
Departamento de Física Teórica y del Cosmos de la Universidad de
Granada.
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