Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

14 mar 2019

El sistema solar puede volver a tener nueve planetas

 
 

Varios estudios y nuevos descubrimientos sugieren que es necesario un planeta 10 veces mayor que la Tierra para explicar las órbitas de los objetos más allá de Plutón.

 

Impresión artística del Planeta Nueve con el sistema solar al fondo a la derecha.
Hasta hace poco, Plutón estaba en la frontera del sistema solar.
 En las escuelas de todo el mundo se estudiaba al pequeño planeta como el noveno de la familia y más allá parecía existir solo el vacío interestelar.
 Las cosas se complicaron en los noventa con el hallazgo de una gran cantidad de pequeños objetos helados en una región más allá de Plutón que se bautizó como cinturón de Kuiper.
 El estudio de esta zona mostró también que el que durante más de 70 años había sido el noveno planeta tenía más que ver con la población del nuevo suburbio.
 En 2006, en una polémica decisión de la Unión Astronómica Internacional, Plutón fue degradado y el sistema solar pasó a tener ocho planetas, pero es posible que la situación cambie pronto.
 En las últimas semanas, varios artículos científicos y algunos descubrimientos astronómicos sugieren que estamos a punto de conocer al nuevo planeta nueve.
La sospecha de que existe un mundo desconocido más allá de Plutón tiene un vínculo estrecho con el estudio de ese cinturón que provocó la degradación del planeta enano.
 En 2016, Konstantin Batygin y Michael Brown, del Instituto Caltech de California, publicaron un artículo en el que, a partir del análisis de los movimientos de estos objetos, predecían la existencia y ciertas características del planeta nueve. 
Tendría 10 veces la masa de la Tierra, necesitaría 15.000 años para dar una vuelta al Sol y en su momento de mayor acercamiento a nuestro planeta estaría 200 veces más lejos que nosotros de nuestra estrella.
 Esa órbita tan alejada explicaría por qué aún no lo hemos visto.
El pasado 10 de febrero, Batygin, Brown y dos colegas más publicaron una revisión de todos los datos que sustentan la existencia del nuevo planeta y concluyeron que es difícil explicar el movimiento de las rocas heladas del cinturón de Kuiper sin la existencia de un planeta de gran tamaño que provoque sus extraños movimientos. Brown, conocido por ser uno de los principales responsables de relegar a Plutón a planeta enano, cree que, con la tecnología disponible, se debería detectar el nuevo planeta en los próximos diez años o al menos conocer mejor su órbita probable.
Otro de los frentes en la búsqueda del nuevo planeta del sistema solar, que sería el primero descubierto desde el siglo XIX y solo el tercero desde la Antigüedad, es la búsqueda de nuevos objetos en el cinturón de Kuiper que pueden ampliar la información indirecta sobre el mundo desconocido.
 Esa pesquisa está liderada hasta el momento por un trío de astrónomos estadounidenses.
 Scott Sheppard, de la Institución Carnegie, David Tholen, de la Universidad de Hawái, y Chad Trujillo, de la Universidad del Norte de Arizona, han descubierto el 80% de los nuevos mundos en esta lejana región a más de 9.000 millones de kilómetros de distancia del Sol.
En diciembre, este trío descubrió Farout (nombre que se puede traducir como Lejano), un cuerpo tres veces más alejado del Sol que Plutón, y en enero batieron su propio récord añadiendo al catálogo Farfarout (que traduciremos como Aún más lejano).
 Unos meses antes, en octubre, habían identificado a El Duende, un planeta enano de apenas 300 kilómetros de diámetro, tan excéntrico que tarda 40.000 años en completar una vuelta al Sol. 
Su excentricidad, según afirmaban Shepard y sus colegas, podría explicarse por la presencia del planeta nueve.
Si finalmente se localiza a partir de sus efectos gravitacionales, se uniría a Neptuno.
 En la década de 1840 aún eran siete los planetas conocidos del sistema solar.
 El último descubierto había sido Urano, en 1781, y pese al tiempo transcurrido, los astrónomos no habían sido capaces de explicar las irregularidades de su órbita. 
Esto cambió cuando el matemático Urbain Le Verrier analizó sus movimientos y dedujo que debía haber algún otro planeta perturbando a Urano.
 Poco después de que Le Verrier hiciese público su estudio, astrónomos en Alemania utilizaron sus cálculos para localizar Neptuno exactamente en el lugar donde el francés predijo que estaría.
La proeza de Le Verrier empujó a otros astrónomos a tratar de hacer conjeturas similares, pero este tipo de búsquedas han tenido fracasos sonados.
 En el siglo XIX, una anomalía en la órbita de Mercurio se trató de explicar con un planeta llamado Vulcano, y en los ochenta, se propuso la existencia de una estrella enana marrón atrapada por el Sol a 1,5 años luz de distancia.
 Ni el planeta ni la estrella se han encontrado jamás. 
A medio camino entre el éxito y el fracaso quedó el esfuerzo de Percival Lowell, que construyó un observatorio en Arizona (EE UU) para buscar planetas más allá de Neptuno.
 Los cálculos en los que basaba sus pesquisas eran erróneos, pero desde uno de sus telescopios se observó por primera vez, en 1930, Plutón. 
No era exactamente lo que buscaban, pero mantuvo su categoría de planeta nueve durante más de siete décadas.

13 mar 2019

Alain Delon

La Luna tiene colores, aunque no podamos verlos




La coloración del satélite es muy sutil, pero se puede apreciar en esta foto.

 Cuando miramos a la Luna, no vemos más color que el blanco y quizá algunos tonos grises.

 La imagen del astrofotógrafo estadounidense Andrew McCarthy con el satélite a todo color, que él mismo ha compartido en redes sociales, nos ofrece una cara que desconocíamos.

 ¿Hay Photoshop? Sí ¿Eso significa que esos colores son falsos? No.

 El uso de la herramienta de edición está, en este caso, justificado.


"La coloración de la Luna es muy sutil. Al hacer miles de fotos, he podido tomar las partes de cada una de ellas donde se resaltan esos cambios de color. Luego los he saturado con Photoshop para que podamos apreciarlos y he eliminado el reflejo de luz", explica McCarthy a Verne en un correo electrónico.
Seguimos pidiendo al astrofotógrafo que nos explique el proceso como si tuviéramos cinco años: "Los distintos colores muestran la presencia de minerales en la Luna.
 En concreto, la cantidad de titanio que se concentra en el basalto. El azul significa que hay mucho titanio; el naranja, que hay poco". El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) tiene mapas que explican la concentración de minerales en ella.

La imagen nace a partir de otro proyecto reciente de McCarthy: una foto de la Luna a muy alta resolución que nos deja ver hasta el último poro.

 En este caso, intentaba mostrarnos cómo se vería si nuestros ojos fueran capaces de percibir detalles a tanta distancia. El proceso es similar en ambos casos.

Edita en una única composición las miles de fotos tomadas. 

 

¿Se tarda mucho en el montaje final? "Menos de lo que crees.
 Gran parte de la combinación de las imágenes está automatizada a través del software Autostakkert. Para editar el mosaico final, con el ajuste del color y el contraste, tardé menos de dos horas", explica a Verne. A través de su cuenta de Instagram, el estadounidense da más detalles de cómo se hicieron estas fotos.
En otro de sus proyectos reconstruye una imagen del sistema solar a partir de capturas individuales que ha hecho de cada uno de los planetas. 
El coste de material para empezar a hacer fotos como estas tampoco es inalcanzable. "Un equipo fotográfico básico de buena calidad es de unos 600 dólares (531 euros), pero se puede empezar con la mitad de ese presupuesto (y con resultados algo peores)", dice.
La explicación científica
Como ha ocurrido en otras imágenes que han viralizado en redes relacionadas con la Luna, el divulgador y autor del blog Astrobitácora, Álex Riveiro, recurre a hilos desde su cuenta de Twitter para explicar aspectos relacionados con ella.
 En este caso, se centra en los colores vistos en la imagen de Andrew McCarthy.

 

 



¿La próxima erupción del Teide será como las anteriores?



La isla de Tenerife está formada por centenares de centros de emisión volcánicos. 

Aunque está considerada como “dormida”, podría haber una reactivación en cualquiera de sus volcanes.

Cañadas del Teide, una de las muestras de ecosistema volcánico más espectaculares del planeta.
Cañadas del Teide, una de las muestras de ecosistema volcánico más espectaculares del planeta.
Lo que ocurre en el Teide, o más bien en la isla de Tenerife, es que hay una gran diversidad de mecanismos eruptivos, desde explosivos a solo efusivos.
 La última erupción, que tuvo lugar en el volcán Chinyero en 1909, fue efusiva, es decir, solo emitió lava, sin carácter explosivo. 
Esta erupción se produjo en las llamadas dorsales laterales de Tenerife. 
Pero también hay en la isla ejemplos de explosividad en la Caldera de Las Cañadas. 
El más relevante es el de Montaña Blanca, que se llama así porque contiene materiales eruptivos de color blanco (piedra pómez) producto de una erupción explosiva.
 Así que la respuesta a tu pregunta es que no podemos saber cómo será la próxima erupción, si efusiva o explosiva, como tampoco podemos saber dónde será, si en las dorsales, en los flancos de la isla o en Las Cañadas…Pero sin duda habrá nuevas erupciones y se parecerán a las anteriores.
Si la erupción se produce dentro de Las Cañadas, una zona en la que no hay población, el riesgo de que se pierdan vidas o infraestructuras será menor. 
Sin embargo, si se produce donde han tenido lugar las últimas erupciones de flanco, en lo que se llaman las dorsales, se incrementan los riesgos porque son zonas altamente pobladas y con gran cantidad de infraestructuras.
La isla de Tenerife está formada por centenares de centros de emisión volcánicos
 Aunque ahora mismo está considerada como “dormida”, a veces hay algún signo de reactivación como pasó en 2004 cuando se registró un número de terremotos que superaba con creces los que se detectan normalmente. 
 Algunos modelos predijeron entonces que era la señal de la próxima erupción del Teide.
 Los terremotos se interpretaron como el ascenso del magma a la superficie, pero no hubo erupción.
El año pasado también se registró un número de terremotos mayor al habitual, pero la actividad ha vuelto a niveles normales.
 Puede ser que dentro de un año, de un mes o de una semana vuelva a haber una reactivación o cambio de actividad que cese posteriormente, pero también puede ocurrir que esa reactivación continúe y se produzca una erupción. 
Es muy difícil hacer una predicción a largo plazo, pero la vigilancia permite estar alerta.

Volcán de las Arenas Negras.
Volcán de las Arenas Negras. Getty
Tenerife se formó y creció a consecuencia precisamente de erupciones volcánicas.
 Conocemos mucho más el Teide que el resto de volcanes de la isla porque es el pico más alto y el más grandioso.
 Se trata de un volcán poligenético, lo que quiere decir que ha tenido varias erupciones y con cada una de ellas ha ido creciendo. Está dentro de la Caldera de Las Cañadas que es a su vez un conjunto de diferentes procesos de construcción y destrucción de edificios volcánicos. 
Fuera de Las Cañadas existen diferentes ejemplos de procesos eruptivos, algunos históricos como el de Garachico o el más reciente de El Chinyero. 
En su mayoría, los volcanes de la isla son de tipo monogenético porque se crearon en una única erupción.

De las anteriores erupciones históricas de Tenerife, la más espectacular y que además produjo víctimas mortales, fue la conocida como la triple erupción de Fasnia, Arafo y Siete Fuentes (diciembre de 1704-enero de 1705).

Lo que también hay que tener claro es que si el Teide o alguno de los volcanes de Tenerife entrara en erupción provocaría una situación muy complicada.
 Primero, porque la isla está mucho más poblada de lo que estaba en 1909 y, segundo, porque nuestra vulnerabilidad tecnológica y de infraestructura es mucho más alta, como descubrimos en abril 2010 con la erupción del volcán islandés Eyjafjallajökull. 
Esa erupción, considerada pequeña por su tamaño, afectó de manera severa al tráfico aéreo durante días y hubo que cerrarlo en la mayor parte del norte de Europa.
 Si un volcán en Islandia paralizó el tráfico europeo y mundial, un volcán en las islas Canarias también podría afectar a las rutas aéreas locales o regionales.

Janire Prudencio es doctora en Ciencias de la Tierra, experta en Sismología Volcánica e investigadora Juan de la Cierva del Departamento de Física Teórica y del Cosmos de la Universidad de Granada.