El anarquista Melchor Rodríguez, el llamado Ángel Rojo de Madrid, salvó
la vida de 11.000 personas durante las sacas de presos en la Guerra
Civil.
EL NUEVO AÑO se nos viene encima cargado de amenazas.
La crispación y
el sectarismo engordan en el mundo y, aunque estoy segura de que en lo
personal mantenemos la optimista ambición de ser felices (somos bichos
tenaces), me parece que en lo colectivo contemplamos 2019 con ojos
suspicaces y un barrunto de susto, como quien ve llegar a un toro en
campo abierto.
A saber qué soponcios nos puede deparar el año próximo.
Contra ese pesimismo, y contra la creciente aspereza de los
intransigentes, voy a contar hoy una historia ejemplar. Fue un hombre
célebre en su época y en 2016 hicieron un documental sobre él y pusieron
su nombre a una calle, pero aun así sigue siendo mucho menos conocido
de lo que se merece.
Hablo del anarquista Melchor Rodríguez, el llamado Ángel Rojo de Madrid,
aunque nació en Sevilla en 1893.
Huérfano de padre desde muy niño, sólo
estudió hasta los 13 años y vivió una infancia paupérrima.
En 1921 se trasladó a Madrid, en donde trabajó como chapista.
Su
militancia en la CNT le hizo conocer las cárceles y la indefensión
esencial del prisionero.
El 10 de noviembre de 1936, en los agitados
primeros meses de la Guerra Civil, fue nombrado delegado de prisiones de
Madrid, e inmediatamente intentó detener las terribles sacas de presos
de las cárceles, es decir, los traslados de reclusos que luego eran
asesinados en Paracuellos del Jarama y otras zonas cercanas.
Sólo duró
en su empeño cuatro días, porque los más feroces consiguieron forzarle a
dimitir, pero las protestas del cuerpo diplomático y de otros sectores
republicanos lograron que recuperara el cargo el 4 de diciembre.
A
partir de ahí se enfrentó, a veces con grave peligro de su vida, a los
partidarios de las ejecuciones, entre quienes estaba, sí, Santiago
Carrillo, que estuvo más implicado en las matanzas de lo que nunca quiso
admitir, según un historiador tan prestigioso como Paul Preston.
Melchor terminó siendo, muy brevemente, el último alcalde republicano de
Madrid.
Ahora imagínate a ese hombre que, completamente solo en medio de la
furia y la violencia, lo arriesga todo para salvar la vida de sus
enemigos.
Prohibió que saliera ningún preso de ninguna cárcel desde las
siete de la noche hasta las siete de la mañana, y cuando había que
trasladar de verdad a los reclusos, escoltaba él personalmente los
convoyes, lo que demuestra que no tenía a nadie en quien confiar.
Probablemente ni siquiera era entendido por sus compañeros anarquistas.
Déjame contarte una de sus gestas: el 8 de diciembre de 1936, estando de
inspección en la cárcel de Alcalá de Henares, vio llegar a una turba
enfurecida.
Los franquistas habían bombardeado la ciudad y matado a
media docena de personas, y una multitud de vecinos y milicianos armados
acordaron asaltar la prisión y linchar a los reclusos.
Pues bien,
Melchor se plantó ante la puerta, pistola en mano, y aguantó los
insultos, las pedradas y las amenazas desde las cinco de la tarde hasta
las tres de la madrugada, momento en que consiguió que los atacantes
desistieran.
Aquel día había 1.500 presos en Alcalá.
Se considera que,
en total, Rodríguez salvó a 11.000 personas. “
Pero, claro, Melchor no es un santo cómodo ni para la derecha ni para
la izquierda tradicional, liderada desde el antifranquismo por los
comunistas (la represión desmanteló a los anarquistas).
Un pensamiento
independiente y ético, en fin, es un lugar desapacible y ventoso.
Murió
en 1972; espero que el recuerdo de las muchas personas a las que salvó
calentara lo suficiente su corazón aterido.
20 ene 2019
Ayudar al enemigo................................................Javier Marías
No cabe sino preguntarse por qué la Sexta, Podemos, Esquerra, PDeCAT y
otros medios y partidos desean fervientemente que Vox crezca sin parar.
Es imposible que los medios de comunicación, sus tertulianos y
articulistas desconozcan el viejo adagio de Wilde según el cual “sólo
hay una cosa peor que dar que hablar, y es no dar que hablar”. De esta
máxima se han hecho variantes sin fin, y una de ellas llega a afirmar
—acertadamente en nuestro tiempo— que resulta más beneficioso que de uno
se hable mal, si se habla mucho.
Esto se vio con Berlusconi y se ve ahora con Trump.
Su éxito consistió, en gran medida, en que lograron que la prensa girara en torno a ellos, que les diera permanente cobertura para alabarlos y sobre todo para denostarlos.
Ambos montaron espectáculo y armaron escándalos, y los periódicos, las televisiones, las radios y las redes sociales, incluidos los serios (bueno, si es que una red social puede ser seria), se ocuparon hasta la saciedad de sus salidas de pata de banco y de sus bufonadas.
Esto es, les concedieron más importancia de la que tenían, y al dársela no sólo los hicieron populares y facilitaron que los conocieran quienes apenas los conocían, sino que los convirtieron en efectivamente importantes.
La época de Berlusconi parece que ya pasó (nunca se sabe), pero ahora la operación se repite con su empeorado émulo Salvini: a cada majadería, chulería o vileza suya se le presta enorme atención, aunque sea para execrarlas, y así se las magnifica.
La era de Trump no ha pasado, por desgracia, y se siguen registrando con puntualidad cada grosería, cada despropósito, cada sandez que suelta, y así se lo agranda hasta el infinito.
Llegados a donde han llegado tanto Trump como Salvini (el máximo poder en sus respectivos países), ahora ya es inevitable: demasiado tarde para hacerles el vacío, que habría sido lo inteligente y aconsejable al principio.
Cuando quien manda dice atrocidades, éstas no se pueden dejar pasar, porque a la capacidad que tenemos todos de decirlas, se añade la de llevarlas a cabo.
Si mañana afirma Trump que a los musulmanes estadounidenses hay que meterlos en campos de concentración, o que hay que privar del voto a las mujeres, no hay más remedio que salirle al paso y tratar de impedir que lo cumpla.
Pero a esas mismas propuestas, expresadas hace dos años y medio, convenía no hacerles caso, no airearlas, no amplificarlas mediante la condena solemne.
En el mundo literario es bien sabido: si un suplemento cultural lo detesta a uno, no se dedicará a ponerlo verde (aunque también, ocasionalmente), sino a silenciar sus obras y sus logros, a fingir que no existe.
Como es imposible que esta regla básica se ignore, hay que preguntarse por qué motivo los medios y los partidos en teoría más contrarios a Vox llevan meses dándole publicidad y haciéndole gratis las campañas.
Veamos: ese partido existe hace años y carecía de trascendencia. Un día “llenó” con diez mil personas (bien pocas) una plaza o un recinto madrileños.
Eso seguía sin tener importancia, pero la Sexta —más conocida como TelePodemos, raro es el momento en que no hay algún dirigente suyo en pantalla— abrió sus informativos con la noticia, le regaló largos minutos y echó a rodar la bola de nieve.
En seguida se le unieron otras cadenas y diarios, de manera que, aunque fuera “negativamente” y para criticarlo, obsequiaron a Vox con una propaganda inmensa, informaron de su existencia a un montón de gente que la desconocía, otorgaron a un partido marginal el atractivo de lo “pernicioso”.
Y así continúan desde entonces.
Se esperaba que en las elecciones andaluzas Vox consiguiera un escaño y le cayeron doce.
Inmediatamente Podemos (en apariencia la formación más opuesta) agigantó el aún pequeño fenómeno, llamando a las barricadas contra el fascismo y el franquismo que nos amenazan.
Lo imitaron otros, entre ellos el atontadísimo PSOE.
Los independentistas catalanes se frotaron las manos y lanzaron vivas a Vox, porque eso les permitía hacer un pelín más verdadera su descomunal mentira del último lustro, a saber:
“Vean, vean, España entera sigue siendo franquista”.
Los columnistas más simples se lanzaron en tromba a atacar a Vox, y a pedirnos cuentas a los que ni lo habíamos mencionado.
No sé otros, pero yo me había abstenido adrede, para no aumentar la bola de nieve creada por la Sexta, que ya no sé si es sólo idiota o malintencionada.
¿Hace falta manifestar el rechazo a un partido nostálgico del franquismo, nacionalista, xenófobo, misógino, centralista y poco leal a la Constitución, amén de histérico? Ça va sans dire, en cierta gente se da por supuesto.
Si Vox estuviera en el poder, como lo están sus equivalentes Trump, Salvini, Maduro, Orbán, Bolsonaro, Ortega, Duterte y Torra, habría que denunciarlo sin descanso.
Pero no es el caso, todavía.
Un 10% de apoyos en Andalucía sigue siendo algo residual, preocupante pero desdeñable.
Ahora bien, cuanto más suenen las alarmas exageradas, cuanto más se vea ese 10% como un cataclismo, más probabilidades de que un día acabe siéndolo.
Y como es imposible —repito— que se desconozcan el adagio de Wilde y sus variantes, no cabe sino preguntarse por qué la Sexta, Podemos, Esquerra, PDeCat y otros medios y partidos desean fervientemente que Vox crezca sin parar, mientras fingen horrorizarse.
Esto se vio con Berlusconi y se ve ahora con Trump.
Su éxito consistió, en gran medida, en que lograron que la prensa girara en torno a ellos, que les diera permanente cobertura para alabarlos y sobre todo para denostarlos.
Ambos montaron espectáculo y armaron escándalos, y los periódicos, las televisiones, las radios y las redes sociales, incluidos los serios (bueno, si es que una red social puede ser seria), se ocuparon hasta la saciedad de sus salidas de pata de banco y de sus bufonadas.
Esto es, les concedieron más importancia de la que tenían, y al dársela no sólo los hicieron populares y facilitaron que los conocieran quienes apenas los conocían, sino que los convirtieron en efectivamente importantes.
La época de Berlusconi parece que ya pasó (nunca se sabe), pero ahora la operación se repite con su empeorado émulo Salvini: a cada majadería, chulería o vileza suya se le presta enorme atención, aunque sea para execrarlas, y así se las magnifica.
La era de Trump no ha pasado, por desgracia, y se siguen registrando con puntualidad cada grosería, cada despropósito, cada sandez que suelta, y así se lo agranda hasta el infinito.
Llegados a donde han llegado tanto Trump como Salvini (el máximo poder en sus respectivos países), ahora ya es inevitable: demasiado tarde para hacerles el vacío, que habría sido lo inteligente y aconsejable al principio.
Cuando quien manda dice atrocidades, éstas no se pueden dejar pasar, porque a la capacidad que tenemos todos de decirlas, se añade la de llevarlas a cabo.
Si mañana afirma Trump que a los musulmanes estadounidenses hay que meterlos en campos de concentración, o que hay que privar del voto a las mujeres, no hay más remedio que salirle al paso y tratar de impedir que lo cumpla.
Pero a esas mismas propuestas, expresadas hace dos años y medio, convenía no hacerles caso, no airearlas, no amplificarlas mediante la condena solemne.
En el mundo literario es bien sabido: si un suplemento cultural lo detesta a uno, no se dedicará a ponerlo verde (aunque también, ocasionalmente), sino a silenciar sus obras y sus logros, a fingir que no existe.
Como es imposible que esta regla básica se ignore, hay que preguntarse por qué motivo los medios y los partidos en teoría más contrarios a Vox llevan meses dándole publicidad y haciéndole gratis las campañas.
Veamos: ese partido existe hace años y carecía de trascendencia. Un día “llenó” con diez mil personas (bien pocas) una plaza o un recinto madrileños.
Eso seguía sin tener importancia, pero la Sexta —más conocida como TelePodemos, raro es el momento en que no hay algún dirigente suyo en pantalla— abrió sus informativos con la noticia, le regaló largos minutos y echó a rodar la bola de nieve.
En seguida se le unieron otras cadenas y diarios, de manera que, aunque fuera “negativamente” y para criticarlo, obsequiaron a Vox con una propaganda inmensa, informaron de su existencia a un montón de gente que la desconocía, otorgaron a un partido marginal el atractivo de lo “pernicioso”.
Y así continúan desde entonces.
Se esperaba que en las elecciones andaluzas Vox consiguiera un escaño y le cayeron doce.
Inmediatamente Podemos (en apariencia la formación más opuesta) agigantó el aún pequeño fenómeno, llamando a las barricadas contra el fascismo y el franquismo que nos amenazan.
Lo imitaron otros, entre ellos el atontadísimo PSOE.
Los independentistas catalanes se frotaron las manos y lanzaron vivas a Vox, porque eso les permitía hacer un pelín más verdadera su descomunal mentira del último lustro, a saber:
“Vean, vean, España entera sigue siendo franquista”.
Los columnistas más simples se lanzaron en tromba a atacar a Vox, y a pedirnos cuentas a los que ni lo habíamos mencionado.
No sé otros, pero yo me había abstenido adrede, para no aumentar la bola de nieve creada por la Sexta, que ya no sé si es sólo idiota o malintencionada.
¿Hace falta manifestar el rechazo a un partido nostálgico del franquismo, nacionalista, xenófobo, misógino, centralista y poco leal a la Constitución, amén de histérico? Ça va sans dire, en cierta gente se da por supuesto.
Si Vox estuviera en el poder, como lo están sus equivalentes Trump, Salvini, Maduro, Orbán, Bolsonaro, Ortega, Duterte y Torra, habría que denunciarlo sin descanso.
Pero no es el caso, todavía.
Un 10% de apoyos en Andalucía sigue siendo algo residual, preocupante pero desdeñable.
Ahora bien, cuanto más suenen las alarmas exageradas, cuanto más se vea ese 10% como un cataclismo, más probabilidades de que un día acabe siéndolo.
Y como es imposible —repito— que se desconozcan el adagio de Wilde y sus variantes, no cabe sino preguntarse por qué la Sexta, Podemos, Esquerra, PDeCat y otros medios y partidos desean fervientemente que Vox crezca sin parar, mientras fingen horrorizarse.
19 ene 2019
“Indio, indio, restaurante, casa, dormir”.................... Juan Cruz
En este centro de Málaga, los inmigrantes aprenden la lengua de su nuevo país y buscan compañía.
No tiene número la casa de la calle Bustamante de Málaga donde
maestros jubilados educan en español a los emigrantes que llegan aquí
por tierra o en pateras.
Viven buscando refugio; tuvieron que escuchar, los maestros también, que podrían estar entre los 52.000 deportados que anuncian discursos políticos de la derecha reciente.
Esta de la calle Bustamante es una universidad popular y bulliciosa. A cualquier hora.
Desde 1990 funciona organizada por Málaga Acoge.
En cada uno de sus cubículos hay, esta mañana del último jueves, árabes, africanos o ucranianos en clases de alfabetización, ante sus cuadernos inéditos.
Hay también maestros para los que ya saben algo e incluso para los que son, verdaderamente, universitarios cuyos oficios (dentista, músico, médico) se han interrumpido por un viaje que tiene dos causas: la necesidad y el hambre.
Adela Jiménez Villarejo, la educadora más veterana, fundadora, en 1990, de esta institución, resume la conversación con un emigrante indio.
No sabe otro idioma que el suyo, trabaja sin descanso entre personas que hablan su idioma.
Le cuesta aprender y esto es todo lo que dice:
-Indio, indio, restaurante, casa, dormir.
Para estos educadores –Manuel Vergara, Adela, Lola Avilés, Pilar Ampudia, Teresa Cobo, Carmen Espeja, José Tomas Pacheco— estas personas “son seres, nombres propios, no son números”, de modo que esa cifra, 52.000, señalada por políticos que aventaron la idea de deportarlos, les produjo “indignación, rabia, impotencia”
Viven buscando refugio; tuvieron que escuchar, los maestros también, que podrían estar entre los 52.000 deportados que anuncian discursos políticos de la derecha reciente.
Esta de la calle Bustamante es una universidad popular y bulliciosa. A cualquier hora.
Desde 1990 funciona organizada por Málaga Acoge.
En cada uno de sus cubículos hay, esta mañana del último jueves, árabes, africanos o ucranianos en clases de alfabetización, ante sus cuadernos inéditos.
Hay también maestros para los que ya saben algo e incluso para los que son, verdaderamente, universitarios cuyos oficios (dentista, músico, médico) se han interrumpido por un viaje que tiene dos causas: la necesidad y el hambre.
Adela Jiménez Villarejo, la educadora más veterana, fundadora, en 1990, de esta institución, resume la conversación con un emigrante indio.
No sabe otro idioma que el suyo, trabaja sin descanso entre personas que hablan su idioma.
Le cuesta aprender y esto es todo lo que dice:
-Indio, indio, restaurante, casa, dormir.
Para estos educadores –Manuel Vergara, Adela, Lola Avilés, Pilar Ampudia, Teresa Cobo, Carmen Espeja, José Tomas Pacheco— estas personas “son seres, nombres propios, no son números”, de modo que esa cifra, 52.000, señalada por políticos que aventaron la idea de deportarlos, les produjo “indignación, rabia, impotencia”
Y aquí están, aprendiendo la lengua, tratando de hacerse entender en las farmacias y en los mercados; también, dicen sus educadores, encuentran en sus compañeros de clase nuevas amistades.
Atrás quedaron familiares y países; saben que no van a ser, aquí, profesores, o médicos, técnicos o camareros. “Quieren vivir”. Acaso diciendo tan solo “indio, indio, restaurante, casa, dormir”.
Esta universidad chiquita es un alivio;
esta mañana dicen palabras optimistas sobre la acogida, Málaga los trata bien; pero, creen los maestros, es quizá porque el foco está puesto ahora sobre ellos por los periodistas.
“Pero esto es muy duro. Incomprensión, egoísmo, falta de entendederas. Han convertido la inmigración en un infierno”.
En este país que fue de emigrantes, la policía es mejor que las leyes.
María Luisa I. Thomson Caplin, abogada del turno de oficio que se ocupa de ellos desde que llegan en pateras, es consecuencia ella misma de una historia de emigrantes españoles a los que el exilio arrojó en México.
Y es ahora una mano que asiste a los que arañan la Costa del Sol. “Todo es absurdo. Niños, jóvenes, mayores.
Buscan una vida nueva. Y aquí los separan de sus hijos.
Son prudentes, educados, pacíficos”. La ley los retiene, los detiene, los deja marchar y se diluyen.
“¿Dónde los van a encontrar los que quieren deportarlos?”
En el aula de los analfabetos una mujer mayor trata de saber cómo se coge el lapicero.
El maestro explica por qué está allí. “Me jubilé. Vine a echar una mano.
Ahora nada me puede hacer más feliz que escuchar que uno de estos inmigrantes me dice que ya puede leer”.
Aprenden la lengua de un país que aquí al menos, en este recinto que los acoge, los quiere lejos de la desolación o la intemperie.
Estos que los asisten en la peculiar universidad de la calle Bustamante saben qué es lo peor:
“El rumor de que esta gente viene a aprovecharse de nosotros. De que nos roban lo nuestro”.
Los maestros encuentran una sola palabra en el diccionario de su rabia: indignación.
Famosos que mantienen relaciones abiertas: ¿realidad o leyenda urbana?
Reconocer que no se mantiene una relación monógama no es fácil: uno se expone a críticas severas, como les ha ocurrido a algunas estrellas que han tenido que retractarse, matizar sus palabras o moverse en el terreno de la ambigüedad.
Se puede cambiar de opinión.
Este fue el caso de la cantante Carla Bruni, que cuando estaba unida al filósofo Raphaël Enthoven, padre de su hijo mayor Aurélien, se mostraba a favor de las relaciones abiertas o, lo que es lo mismo, de mantener encuentros sexuales con otras personas, además de con la que compartía su vida.
Sin embargo, cuando se enamoró en 2007 del expresidente de Francia Nicolas Sarkozy, sus planteamientos pasaron a ser otros.
La modelo ve ahora las cosas desde otra perspectiva: ““Si me enterara de que mi marido me engaña me lo tomaría muy mal. Podría cometer alguna atrocidad como cortarle la garganta o las orejas mientras duerme.
Hay que evitar serle infiel a tu pareja, es algo muy peligroso, uno de los caminos que acaba llevando a la separación.
La fidelidad, desde mi punto de vista, es una condición esencial en un matrimonio”, manifestaba en la edición francesa de la revista Elle en 2016.
Hace casi dos años, cuando el periodista y escritor Juan del Val publicó el libro Parece mentira,
su mujer Nuria Roca y él, revelaron que mantenían una pareja abierta.
Las redes sociales hirvieron con descalificaciones, que le obligaron a
pronunciarse a través de las redes sociales:
“Respeto
profundamente cualquier modelo de vida, que cada uno viva como le dé la
gana, solo, en pareja o en grupo.
Yo no veo ninguna opción como la única
ni la mejor. No entiendo por qué alguien se enfada cuando otra persona
expone su manera de vivir o de sentir”.
Recientemente, la colaboradora de El Hormiguero 3.0.
desvelaba en el programa que están yendo a terapia de pareja y que el
resultado está siendo óptimo:
“Teníamos que escribir en una hoja las
cosas por las que estábamos juntos, las cosas que nos perderíamos si no
estuviéramos en pareja y las que nos sobran en la relación.
Tienen que
pesar más las cosas buenas”.
Las relaciones abiertas están dejando de
ser un tema tabú y también en Hollywood es una cuestión de plena
actualidad.
Aún así, no todas las estrellas se atreven a abordar esta
cuestión y, cuando lo han hecho, como fue el caso de Jada Pinkett-Smith,
han tenido que matizar mucho sus palabras.
Otras, como Shirley
MacLaine, de 84 años, han sido pioneras en dar la cara.
1. Will Smith y Jada Pinkett-Smith
Durante años se dio por hecho que eran uno de los más claros ejemplos de esta manera de vivir.
Durante años se dio por hecho que eran uno de los más claros ejemplos de esta manera de vivir.
Sin embargo, parece
ser que no es así… Todo surgió cuando en 2013, la actriz y directora de
cine hizo unas declaraciones en HuffPost Live que se prestaban a
esa interpretación: “Siempre le he dicho a Will:
‘Haz todo lo que
quieras siempre que te puedas mirar en el espejo y sentirte bien’.
Porque, al final del día, Will es dueño de sí mismo. Tiene que decidir
lo que quiere ser y no es algo que me corresponda a mí. O viceversa”.
Ante el revuelo que se formó, Jada publicó un comunicado en Facebook
para aclarar los malentendidos y dar un significado unívoco a sus
palabras:
“Will y yo hacemos lo que queremos, porque confiamos
el uno en el otro.
Esto no significa que tengamos una relación abierta…
Significa que tenemos una relación adulta”.
Tilda Swinton
La vida de la actriz británica han sido tan poco convencional como las películas que protagoniza.
Tilda estuvo casada con el dramaturgo John Byrne, padre de sus gemelos, Honor y Xavier, con quien sigue manteniendo una excelente relación, y se publicó en reiteradas ocasiones que compartía casa en Escocia con él y con su actual pareja Sandro Kopp, un visual artist alemán 18 años más joven que ella. Ganadora de un Oscar a mejor actriz de reparto por Michael Clayton en 2008, Tilda, consciente de la leyenda que arrastra, despejaba las dudas de una vez por todas en una reciente entrevista en Il Corriere:
“Hay un divertido y difuso malentendido: no he vivido nunca con dos hombres.
De John me separé amistosamente hace 14 años, se ha vuelto a casar y vive a muchas horas de distancia de mí. Con Sandro llevo once años.
No es extraño en familias grandes como la nuestra quedar como buenos amigos”
Dolly Parton
La emblemática cantante de country lleva más de 50 años casada con Carl Thomas Dean y, en 2007, hizo unas declaraciones que parecían indicar que la suya era una relación abierta:
La emblemática cantante de country lleva más de 50 años casada con Carl Thomas Dean y, en 2007, hizo unas declaraciones que parecían indicar que la suya era una relación abierta:
“Si nos somos infieles no lo sabemos, así que si así es, es bueno para
los dos.
Ni él ni yo querríamos saberlo”, publicaban en The Independent.
Aunque cuando la presentadora Oprah Winfrey le preguntó si era cierto,
se salió por la tangente y dijo que sus palabras se habían sacado de
contesto:
“Dejamos que cada uno sea lo que quiere ser, pero le mataría si supiera que está con alguien y él haría lo mismo conmigo”.
El pasado mes de noviembre, dio una pista sobre el secreto del éxito de su matrimonio en la revista People:
“Viajo un montón, pero también disfrutamos cuando estamos juntos y las pequeñas cosas que hacemos”.
Beyoncé y Jay-Z
En numerosas ocasiones se publicó que esta pareja, una de las más poderosas de la industria musical, podría tener una relación abierta, pero los acontecimientos demostraron que no era así.
En numerosas ocasiones se publicó que esta pareja, una de las más poderosas de la industria musical, podría tener una relación abierta, pero los acontecimientos demostraron que no era así.
De todas formas, el rapero admitió haberle sido infiel a su mujer y
por ese motivo buscaron ayuda profesional:
“Quiero tener las
herramientas emocionales para mantener mi familia unida.
Hemos hecho el
esfuerzo de ir a terapia y nos queremos.
Creo que estamos en una
situación mejor ahora.
Todavía estamos trabajando en ello,
comunicándonos y creciendo. Y estoy orgulloso del padre y marido que soy
por todo el esfuerzo que se ha hecho”, confesaba el año pasado a David
Letterman, mientras que Beyoncé, unos meses más tarde, en el número de
septiembre de Vogue USA, se sinceraba sobre cómo habían superado la crisis:
“Procedo
de un linaje de mujeres que han sufrido rupturas sentimentales, abuso
de poder y desconfianza.
Solo cuando fui consciente de ello pude
resolver los conflictos de mi relación”.
. Shirley MacLaine
La inolvidable protagonista de Irma la dulce y El apartamento fue toda una pionera en este sentido, al igual que su marido, el empresario Steve Parker, con quien se casó en 1954 y de quien se divorció en 1982:
La inolvidable protagonista de Irma la dulce y El apartamento fue toda una pionera en este sentido, al igual que su marido, el empresario Steve Parker, con quien se casó en 1954 y de quien se divorció en 1982:
“Nadie lo entendía en ese momento, pero lo
hicimos.
Él vivía en Japón y yo estaba en América trabajando, y esto y
lo otro… Nos encontrábamos de vez en cuando y éramos grandes amigos,
además de viajar juntos algunas veces.
Creo que esa es la base para que
un matrimonio dure mucho. Yo era muy abierta para esas cosas y él
también”, desvelaba a la revista People en 2016.
Al
mismo tiempo confesaba con gran ironía tener ahora otro tipo de
relaciones: “Estoy aprendiendo con mis perros lo que es ser posesivo.
Los adoro, pero tuve que contratar a una nanny para que se
ocupara de ellos porque he estado trabajando mucho últimamente”,
afirmaba la actriz, quien admitía que se habían encariñado con su
cuidadora y la prestaban más atención que a ella.
“Es duro, no estoy
bromeando”, concluía la actriz de Downton Abbey.
Mila Kunis y Ashton KutcherCuando comenzaron a salir, ambos decidieron que no querían ningún tipo de compromiso y que no se iban a casar nunca. Sin embargo, la actriz cambió de opinión bastante pronto: “Descubrimos que cada vez que intentábamos vernos con otra gente, al final nos llamábamos y acabábamos quedando porque queríamos más.
Hasta que descubrí que me ponía nerviosa y acabé hablando con él para decirle que no quería vivir más esa situación”, afirmó en el programa The Howard Stern Show en 2016. Un relato que bien podría ser la versión real de la película Con derecho a roce que la propia actriz había protagonizado con Justin Timberlake cinco años antes.
Ethan Hawke
La fidelidad no ha sido una de las características que definan al actor de Gattaca, en cuyo rodaje conoció a su primera mujer, Uma Thurman, de quien se se separó en 2003 y se divorció dos años más tarde.
Una ruptura traumática en medio de especulaciones de que la causa había sido la relación de Ethan con la que hoy es su mujer, Ryan Shawhughes y que había sido niñera de sus hijos, aunque el protagonista de Boyhood mantuvo que su matrimonio se terminó por otras causas.
En 2013, en una entrevista concedida a Mr Porter, se mostraba claramente partidario de las relaciones abiertas:
“La fidelidad sexual no puede ser lo único en lo que se base tu relación.
La gente tiene una visión muy infantil de la monogamia y la fidelidad… En lugar de reconocer que nuestra especie no es monógama”.
. Mo’Nique
La ganadora de un Oscar como mejor actriz de reparto por Precious desveló en 2006 que ella y su marido, Sidney Hicks, mantenían relaciones sexuales con otras personas y que habían conseguido que su matrimonio funcionara.
La ganadora de un Oscar como mejor actriz de reparto por Precious desveló en 2006 que ella y su marido, Sidney Hicks, mantenían relaciones sexuales con otras personas y que habían conseguido que su matrimonio funcionara.
Una década más tarde, la actriz dejó claro que la
idea había partido de ella e hizo algunas precisiones en un podcast
para los que la criticaban:
“La gente no lo entendía. Creía que se
trataba de intercambios de parejas y orgías.
Había individuos muy
vehementes que metían a Dios en sus opiniones”.
Su marido, a quien
conoció en el instituto, antes de embarcarse en otro matrimonio que
fracasó, comparte sus puntos de vista:
“Nos metimos en esto
porque sabíamos que íbamos a estar con alguien que te iba a permitir ser
ser quien eres.
Una de las cosas más románticas que puedes tener en una
pareja es ser honesto el uno con el otro.
Nosotros lo somos”.
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