Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

23 dic 2018

Serrat interrumpe un concierto para contestar a un espectador que le exigió cantar en catalán

El cantante paró su concierto de la gira 'Mediterráneo da Capo' en Barcelona para recriminar la actitud de un hombre.

 

Joan Manuel Serrat, en el concierto que ofreció en Barcelona, se dirige a un espectador que le había exigido que cantase en catalán.
El cantautor Joan Manuel Serrat interrumpió su último concierto de Barcelona este viernes durante un par de minutos para recriminar la actitud de un espectador que le dijo que cantara en catalán aprovechando una pausa entre canción y canción. 
 "Canta en catalán, que estamos en Barcelona", le espetó desde la platea.
 El cantautor, visiblemente molesto y de forma contundente, pidió en varias ocasiones al público que no aplaudieran sus palabras. "Siempre hay alguien que viene despistado", dijo al comienzo de su intervención.
Serrat recordó que "Mediterráneo es un disco compuesto en 1971 con 10 canciones, todas en castellano", y que su espectáculo las canta una a una, "en orden", prosiguió.
"Sé perfectamente que estoy en Barcelona, seguramente lo sepa antes que usted”, dijo con contundencia.
 “Y desde antes que usted, estoy trabajando por hacer cosas en esta ciudad, así que le pido que me deje hacer mi espectáculo”.
 Serrat concluyó diciendo que era la primera vez "después de girar por todo el mundo" que le hacían este tipo de recriminación.
Tras un largo aplauso, siguió cantando, tal y como puede verse en un video que ha subido a Youtube Josep Maria Carafí.

¿Qué leches miramos?................................Juan José Millás..


¿Qué leches miramos?
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Juan José Millás 
HE AQUÍ un caso de estabulación extremo. 
Los animales, atrapados en un pequeño rectángulo, han de asomar la cabeza para comer y beber por ese ventanuco carcelario bajo el que disponen de dos recipientes, uno para el agua, suponemos, y el otro para el pienso. 
La higiene es perfecta, no duden de ella.
 Los pendientes amarillos grapados a cada una de las orejas de estos mansos mamíferos dan cuenta del control al que viven sometidos.
 Son vacas con carné de identidad a las que seguramente se les administran antibióticos que a lo mejor, como efecto secundario, le curan a usted una infección de garganta.
 ¿No le pareció raro que se le fuera de un día para otro, y sin tratamiento alguno, esa faringitis que arrastraba desde que terminó el verano? 
La solución está en el yogur que se toma para desayunar, o en los chuletones que se hace en la barbacoa del jardín los fines de semana.
Conste que estas vacas son de Wisconsin, pero pocas cosas viajan más que la carne o que la leche (la mala leche, sobre todo).
 El otro día, en la pescadería, me vendieron un filete de pez espada procedente de Chile. 
 Pero vamos a lo que íbamos que es a la higiene de carácter filosófico.
 Se siente uno culpable contemplando esta imagen. 
Todo muy limpio, sí, pero qué hay de la profilaxis mental.
 ¿Puedes ver esto en el periódico y no detenerte a meditar unos segundos? Si ha notado usted que los lácteos le saben a presidio, aquí tiene la respuesta. 
Por cierto, no se pierdan la expresión de perplejidad o de cabreo de la ­segunda vaca por la derecha.
 Nos pregunta qué leches miramos.

El huracán del tiempo...........................................Rosa Montero

Lo peor de envejecer es que por dentro sigues siendo el mismo, de manera que cada vez hay un conflicto mayor con ese cuerpo que se derrumba.
HENOS AQUÍ de nuevo en Navidad. 
Ya sé que nuestra manera de dividir el tiempo es una convención, pero eso no me evita sentir un creciente agobio cada vez que nos damos de bruces con estas fechas.
 El tiempo es la mayor riqueza de la que disponemos, un recurso que solemos dilapidar sin darnos cuenta de lo escaso que es. Malgastamos el tiempo cuando queremos que pase muy deprisa, cuando quemamos los días para poder alcanzar cuanto antes una fecha (las vacaciones, el regreso del ser amado, el final de un tratamiento médico); y directamente arrojamos nuestra existencia por la borda cuando nos aburrimos.
 ¿Cómo puede uno permitirse el aburrimiento? El solo hecho de vivir es un portento.
Pero lo más difícil de todo es digerir lo que el tiempo te hace.
 O más bien lo que te deshace.
 Decía Oscar Wilde, que tiene frases célebres para casi cualquier ocasión, que lo peor de envejecer es que no se envejece;

es decir, que por dentro sigues siendo el mismo, de manera que cada vez hay un conflicto mayor con ese cuerpo irreconocible que se derrumba.
 Si en mi interior aún tengo 20 años, ¿por qué me mira ese estúpido carcamal desde el espejo? 
Pero no es sólo la disociación entre mente y carne: también es la larga cola de pasado que empiezas a arrastrar a tus espaldas, como el polvo estelar de un viejo cometa.
 Un ejemplo: en los Nuevos Ministerios de Madrid hay una sala de exposiciones en donde ahora hay una muestra sobre los 40 años de la Constitución.
 Pues bien, pasé por allí el otro día y de pronto me asaltó la pedrada de un recuerdo: en ese mismo espacio vi de niña la exposición de los 25 años de paz, un invento propagandístico del franquismo.
 El súbito brote de memoria me dejó anonadada y enterrada bajo un alud de tiempo y de sucesos.
 Sí, Wilde tenía razón, envejecer conlleva un extrañamiento de ti mismo.
 Estoy revisando antiguas entrevistas mías para reunirlas en un libro, lo cual me está poniendo de los nervios, porque no hago más que tropezarme con la joven que fui. 
Hablé con Tina Turner, por ejemplo, y recuerdo lo maravillada que volví. 
La encontré guapísima y escultural pese a lo vieja que era, y así se lo comenté con admirado entusiasmo a mis amigos. 
Ahora, al leer el texto, compruebo que por entonces Turner acababa de cumplir 50 años, y una gota de sudor helado me baja por el cuello.
 Hoy aquella vieja casi me parece una pipiola. La buena noticia es que sin duda es cierto que la sensibilidad con respecto a la edad ha cambiado muchísimo en las últimas décadas. 
Yo pensaba que el tópico de que los 50 de hoy son los 30 de antaño era una exageración consoladora, pero la lectura de estas entrevistas parece confirmarlo.
 Muchos de los personajes a los que abordé estaban en la travesía de los 50 y se manifestaban sorprendentemente hundidos en la senectud, como si la presión social los forzara a ser viejos.
 Por ejemplo, un melancólico Yves Montand, con 56, se lamentaba de los millones de neuronas que perdía cada día; 
y Luis Miguel Dominguín, con 52, me recibía metido en la cama, disfrazando de cinismo su depresión y hablando desde el más allá de la vida, como si fuera un anciano.  

Con todo, la entrevista más espeluznante es la que le hice al director de cine Marco Ferreri, que era un hombre bamboleante y apático, un viejo sin paliativos.
 En un momento de la charla me espetó: “Tú quieres escribir, quieres ser feliz…; tú lo quieres todo”.
 “Claro”, contesté. “Eso es imposible. Los tiempos son tan cortos…, ¿qué edad tienes?”, preguntó.
 Y la conversación, horror vertiginoso, siguió así: “27”. “Y yo 50. A los 50 años no se cree en la felicidad; a los 27, sí (…). A los 50, por muy bien que te vaya, sólo te quedan 20 años de vida”. 
Y, en efecto, Ferreri falleció 19 años más tarde (a una edad a la que yo casi he llegado). 
Hoy pienso en aquel hombre que acababa de cumplir 50 pero que se había dado por derrotado, y me recuerdo a mí misma con la arrogancia que la inmortalidad de mis 27 años me confería, mientras siento silbar, atronador, el huracán del tiempo en mis oídos. 
En fin. Disfrutemos el hoy. Felices Fiestas.

El año que nos robaron el fútbol...................Javier Marías.

Este deporte nunca ha estado en buenas ni sensatas manos, pero ahora han clavado sobre él las garras varios individuos especialmente incompetentes.

LO VENGO ADVIRTIENDO desde hace años, pero la actual es la temporada en que los viejos aficionados nos hemos quitado definitivamente del fútbol o más bien nos lo han quitado. 
Ese deporte nunca ha estado en buenas ni sensatas manos, a nivel nacional ni internacional.
 Sin embargo, ahora han clavado sobre él las garras tres individuos especialmente avariciosos, incompetentes y presumidos, con un cuarto en el horizonte del que luego diré algo.
 Del italiano Infantino ya me ocupé meses atrás, cuando tomó la ridícula decisión de prohibir a las televisiones insertar planos de público femenino atractivo, a fin de torpedear su ruin objetivo de “tentar a los espectadores masculinos”; los cuales no verían partidos, según él, de no ser por ese sucio señuelo.
 De paso ofendió a la mayoría de la población mundial, pues no vio inconveniente en los planos de mujeres feas ni en los de varones feos o guapos.
Y en España contamos con dos individuos, Rubiales y Tebas, que por lo visto se llevan a matar, pero que no obstante reman en la misma dirección de desvirtuar y destruir el fútbol.
 El segundo, por ejemplo, está empeñado —a qué se deberá tanta tabarra— en que se juegue un encuentro de Liga en Miami, lo cual no sólo es una mentecatez, sino que adulteraría la competición al privar al equipo local del factor campo y del aliento de su hinchada. También perjudicaría a los demás clubs visitantes, que disputarían sus choques como eso, visitantes, a diferencia del Barça, que sería el beneficiado en este caso. 
Si Tebas se saliese con la suya, no crean que ahí pararía: supondría el acicate para que en próximas temporadas se celebrasen partidos de Liga en lugares absurdos como Tokio, Taskent, Qatar o Tegucigalpa. 
En este sentido, malo es el precedente que se establecerá mañana (escribo el 8 de diciembre): me pregunto qué necesidad tenía Madrid —una ciudad asediada por las manifestaciones, las maratones, los triatlones, los días de la bici, las procesiones, las ovejas y la armagedónica Carmena— 
de añadirse una invasión de feroces forofos porteños al albergar la vuelta de la Copa Libertadores entre River Plate y Boca Juniors. Confío en que no haya incidentes graves y en que la capital no sea destruida —aunque de eso ya se encargan los atilas del Ayuntamiento—, pero en todo caso se ha sometido a Madrid a un sobreesfuerzo en seguridad y se ha fastidiado a base de bien, durante días, a los ciudadanos. 
A ello han contribuido no poco los medios, que han dado mucha más importancia a esta Final foránea que a la jornada de Liga del fin de semana. 
Digo mal: la Liga hace tiempo que no se disputa en fin de semana. Hay partidos los viernes y los lunes. 
Las televisiones han impuesto horarios estrafalarios, como la una del mediodía.
 Pero lo que más delata el propósito de acabar con el Campeonato es que entre Rubiales, Tebas e Infantino han logrado que no haya forma de seguirlo.
 La continuidad de la Liga es un factor primordial de su interés, y ahora es un torneo deshilachado y discontinuo, al que parece que se le reservaran las sobras, las fechas de la basura.
 
Las interrupciones debidas a los “ensayos” o amistosos de la selección nacional siempre han constituido un engorro, algo que a los aficionados verdaderos nos sentaba como un tiro.
 En vista de lo cual se han multiplicado, con la invención de un trofeo engañabobos llamado Liga de las Naciones, creo. 
Nadie ha sabido quiénes ni por qué compiten, y a casi nadie le ha importado un comino.
 Nos han “tocado” Inglaterra y Croacia como podían haber sido Portugal e Islandia. 
Por suerte no hemos ido lejos, de lo contrario nos aguardarían más parones latosos, y ahora viene el de Navidad como remate.
 Lo cierto es que, cada vez que reaparece la Liga, en plan Guadiana, ya no nos acordamos de ella, de quién la encabeza ni de quiénes están en descenso. 
Han conseguido que no interese, que sea un galimatías, que nos dé igual quién la gane o la lleve encarrilada. 
Se la ha devaluado a conciencia.
 Al parecer hay una razón semioculta, y aquí entra el cuarto personaje, el defensa Piqué, al que inexplicablemente se hace caso. No contento con haber certificado la defunción de la Copa Davis de tenis —sí, de tenis—, pretende también, tengo entendido, arrumbar las Ligas nacionales —que son el alma y la columna vertebral del fútbol— en favor de una Superliga europea reservada a los clubs pijos y neopijos, que amparan dicho proyecto clasista.
 Como si no viéramos ya demasiados Madrid-Bayern, Barça-Juventus y Manchester City-PSG en la Copa de Europa, ahora se procurará que los partidos entre esos equipos nos produzcan hastío. Porque además serían eternamente los mismos, ya que no habría descensos ni ascensos.
 El resultado de estrujar la gallina y querer un “acontecimiento” semanal es que nada es ya un acontecimiento, sino todo reiteración y rutina.
 Si hay varios Brasil-Argentina o Alemania-Italia cada temporada, se pierden la gracia y la expectativa. 
Añadan a todo esto que los futbolistas se agotan y se saturan. 
La mayoría no deben de saber qué están disputando cuando saltan al césped. 
¿Es la Copa del Rey o la Liga, la Copa de Europa o la Eurocopa, las Naciones, el Mundial o un apestoso amistoso? Desde luego los espectadores empezamos a no tener ni idea. 
Y lo que es peor, nos empieza a traer sin cuidado.