Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 dic 2018

14 pijamas de mujer para regalar (o autoregalarse) esta Navidad

Diseños cómodos, en distintos tejidos y estampados, ideales para cualquier edad. 'Looks' perfectos para irse a dormir o para relajarse en el hogar.

 

14 pijamas de mujer para regalar (o autoregalarse) esta Navidad

El incontestable tuit de Hugo Silva tras el crimen de Laura Luelmo

"Por una vez en la historia de la humanidad..."

 

El actor Hugo Silva ha compartido en Twitter una breve reflexión sobre el papel de los hombres a lo largo de la historia y el funcionamiento del "sistema patriarcal" que está siendo muy compartido en esa red social, con más de 3.500 retuits y 10.000 'me gusta' en un día.
El actor ha publicado el mensaje tras el asesinato de Laura Luelmo, cuya autopsia ha revelado que murió de "un fuerte golpe" en la frente.
 Dicho golpe se lo propinó su asesino "con un objeto contundente, un palo o una piedra", abundan los expertos.
El cuerpo presentaba otros signos de violencia en el cuello, pendientes de análisis forense.
 Se encontró semidesnudo, boca abajo y parcialmente oculto entre matas de jara. Primero se localizó parte de su ropa y, luego, a unos 200 metros, el cadáver.
"Por una vez en la historia de la humanidad los hombres deberíamos tener un mínimo de humildad y reconocer lo tremendamente injusto y absurdo que ha sido siempre nuestro sistema patriarcal.
 Dejemos ya de justificar lo injustificable y aprendamos a ser mejores", ha escrito Hugo Silva.

El origen de los regalos navideños no está en los Reyes Magos, sino en la Roma pagana

Algunas teorías fijan los orígenes de esta costumbre en la Roma clásica.


La influencia de las fiestas paganas en la Navidad actual es directa
La influencia de las fiestas paganas en la Navidad actual es directa.
 
Cuando llega diciembre, el espíritu navideño inunda las calles de todas las ciudades: los árboles de Navidad adornan los salones de las casas, los estantes de los supermercados se llenan de turrón y polvorones y los ciudadanos abarrotan las tiendas y centros comerciales en busca de regalos.
 En 2017, cada español gastó 514 euros de media en regalos de Navidad, según el observatorio Cetelem, del Grupo BNP Paribas. Pero esta tradición de entregar obsequios en estas fechas no ha existido siempre.
 ¿Por qué damos regalos en Navidad? ¿De dónde viene esta costumbre?
 Papá Noel, los Reyes Magos o el amigo invisible son solo algunas de las excusas para obsequiar a nuestros seres queridos con, por ejemplo, juguetes, perfumes, libros y ropa.
 Pero estas tradiciones tienen orígenes diferentes. 
De hecho, no hay una única teoría sobre por qué damos regalos en Navidad.
 Una de las más lejanas se remonta a la Antigua Roma y es de origen pagano. 
Los romanos realizaban rituales durante el solsticio de invierno en honor a los dioses. 
Las fiestas más populares, según la enciclopedia Britannica, eran las Saturnales, que se celebraban entre el 17 y el 24 de diciembre en honor a Saturno, el dios de la agricultura.
En esta festividad, se celebraba el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz. 
Las Saturnales culminaban el 25 de diciembre con la celebración del Sol Invictus —el astro invencible—, cuando los días comenzaban de nuevo a alargarse y la luz vencía a la oscuridad. Además coincidían con la finalización de los trabajos del campo y la siembra de invierno.
 Por ello, todas la familias campesinas, incluidos los esclavos domésticos, tenían tiempo para descansar.
La tradición de Papá Noel

Hoy en día, el día 25 de diciembre es el día de Navidad, en el que se celebra el nacimiento del niño Jesús.
 Además, en muchos países es cuando Papá Noel (Santa Claus en Estados Unidos, Baboo Natale en Italia, Father Christmas o “padre Navidad” en Gran Bretaña) se encarga de repartir regalos a miles de niños..
Este personaje tiene sus orígenes en Licia (en la actual Turquía) a finales del siglo III. 
Allí, un niño llamado Nicolás se quedó huérfano y heredó una gran fortuna de sus padres. 
Años más tarde, el menor se convirtió en un sacerdote que destinó parte de su fortuna a ayudar a niños y desamparados.
 La devoción por el santo se extendió por Europa y hay quienes defienden que fue en ese momento cuando comenzó la tradición de hacer regalos a los más pequeños de la casa.
Orígenes en el siglo XIX
Sin embargo, el historiador Stephen Nissenbaum sostiene que en Nueva York la costumbre de comprar regalos comenzó en la primera mitad del siglo XIX.
 Según recoge la revista The Atlantic, Nissenbaum explica en su libro La batalla por la Navidad que en esa época las personas más pobres podían exigir comida y bebida a las ricas y hacer celebraciones en la calle entre el día de San Nicolás (6 de diciembre) y el día de Año Nuevo.
Entre 1800 y 1850 la población de Nueva York se multiplicó por diez.
 Las élites, según el historiador, comenzaron a temer que estas celebraciones se convirtieran en protestas cuando los empleadores se negaban a conceder tiempo libre o si se avecinaba un largo invierno de desempleo.

En respuesta a estas preocupaciones, un grupo de hombres adinerados trató de transformar en una fiesta familiar lo que hasta entonces había sido una celebración carnavalesca y callejera.
 Para ello, apelaron a una supuesta tradición que sus antepasados holandeses habían traído de Europa.
 Según esta costumbre, los regalos debían darse de padres a hijos y no de amos a trabajadores y sirvientes.
Esta nueva costumbre cuajó y los comerciantes vieron en Santa Claus un magnífico impulsor de sus ventas.
 De hecho, la imagen de Papá Noel con el trineo y los renos es una invención estadounidense. En 1823, el escritor inglés Clement Moore escribió el poema Una visita de San Nicolás, imaginando que Santa Claus surcaba los cielos en un trineo llevado por nueve renos.
 Años más tarde, el ilustrador estadounidense Thomas Nast dibujó a Santa Claus vestido de rojo con un gorro y en 1931 Coca-Cola le dio su actual aspecto.

En el siglo XIII, San Nicolás era representado en Holanda con una barba blanca, ropa eclesiástica, un saco de regalos para los niños y montado en burro.
 Los emigrantes holandeses fundaron en 1624 Nueva Holanda —hoy en día Nueva York— en el continente americano y llevaron consigo esta tradición al otro lado del charco.

 “La influencia de las Saturnales sobre las celebraciones de Navidad y Año Nuevo ha sido directa y se sigue sintiendo en el mundo occidental”, explica la misma enciclopedia.
 En esos días, los romanos decoraban las casas con plantas y candelas, celebraban banquetes y regalaban velas y estatuillas de cera a sus familiares y amigos.

La Biblia no habla de tres Reyes Magos

En algunos países como España, es habitual que los niños reciban regalos en la noche de Reyes.
 Esta costumbre es una tradición cristiana con varios siglos de historia. 
Tiene sus orígenes tras el nacimiento del niño Jesús, cuando los tres Reyes Magos le entregaron oro, incienso y mirra.
En la Biblia, solo hay una referencia a estos magos.
 Y en ningún momento dice que sean “reyes”.
 De hecho ni siquiera se aclara que sean tres, ni mucho menos sus nombres, razas o incluso aspectos.
 En el Evangelio apócrifo de la Infancia de Tomás, del siglo II, ya se afirma que se trata de tres magos, según recoge el periódico de la Iglesia católica en Colombia El Catolicismo. 
También se les asignan los nombres con los que hoy en día conocemos a los Reyes de Oriente: Melchor, Gaspar y Baltasar.
En la actualidad los grandes almacenes se han hecho eco de todas estas tradiciones e incitan a la compra compulsiva de regalos. 
 Pero aunque no esté claro un único origen sobre por qué hacemos obsequios en Navidad, cualquiera de estas tradiciones es una buena excusa que puede servirnos para sorprender con un regalo a quienes nos rodean.

Así son las tradiciones navideñas en diferentes países

Los regalos se abren en días diferentes en distintos países del mundo.
 Los niños holandeses los reciben en la víspera de San Nicolás, el 5 de diciembre. 
Un día más tarde, el día de San Nicolás, es el turno de los menores en otros países europeos como Bélgica, Alemania y República Checa
. En España, Reino Unido o Estados Unidos es habitual recibir los obsequios el día de Navidad (25 de diciembre).
 Los últimos en abrir los presentes suelen ser quienes celebran la noche de Reyes (el 6 de enero). 
Es decir, España y otros países católicos como México o Argentina.
Además, también varía el lugar en el que se dejan los regalos. En la mayor parte de Europa se ponen alrededor de los zapatos de los menores o debajo del árbol de Navidad. Mientras tanto, en algunos países como Reino Unido, Italia o Estados Unidos se suelen introducir algunos obsequios en calcetines que cuelgan de la chimenea.

 

18 dic 2018

¿De verdad llegaron a la Luna?................. Rafael Clemente

Dicen las encuestas que entre el 10% y el 20% de la población está convencida de que los vuelos a la Luna fueron un engaño. Este viernes se cumplen 50 años del 'Apolo 8', la primera misión tripulada al satélite.

 

La tripulación del 'Apolo 8' en el centro espacial Kennedy, el 21 de diciembre de 1968. NASA
En 1968, el Apolo 8 llevó tres hombres a girar en torno a la Luna. Para muchas personas aquello resultaba increíble, por incomprensible.
 Y, por lo tanto, directamente negable. Yo viví en primera persona un caso en el que mi interlocutora se mostraba admirada de que los astronautas hubieran encontrado “la puerta para salir” y sobre todo, de cómo lo harían para volverla a encontrar cuando tuvieran que volver.
 Supongo que, para ella, dejar la Tierra implicaba dar con la puerta adecuada. De eso hace ahora casi medio siglo. 
Pero a veces parece que las cosas no hayan cambiado mucho.
Dicen las encuestas que entre el 10% y el 20% de la población (las cifras varían por regiones y países) está convencida de que los vuelos a la Luna fueron una fantasía o –peor— un colosal engaño. Internet está plagado de comentarios en ese sentido y de intervenciones de “expertos” que lo atestiguan, esgrimiendo pruebas irrefutables.
El primero en explotar comercialmente el tema fue un caballero llamado William Kaysing
 Durante siete años había trabajado como redactor y responsable de ediciones técnicas en Rocketdyne, la empresa fabricante de motores cohete para los primeros misiles pero dejó su empleo en 1963, cinco años antes de que volase el primer Apolo.
El propio Kaysing declaró que cuando vio el despegue del Apolo 11 camino a la Luna ya tuvo una iluminación, una instintiva sospecha sobre la viabilidad de la aventura.
 Y confiando más y más en su intuición, en 1976 publicó, costeándolo de su propio bolsillo, su obra más conocida: Nunca fuimos a la Luna: la estafa de treinta mil millones.
En ese clásico ya aparecían casi todos los argumentos que luego harían fortuna para demostrar el engaño
: la bandera ondeando al viento en el vacío lunar, la ausencia de estrellas en las fotografías, las sombras divergentes que demostraban la existencia de varios focos de luz en el estudio donde se filmó el alunizaje, la ausencia de un cráter bajo el motor de frenado, el fantástico detalle de las fotografías incluso en la sombra… 
Y ya puestos, hasta un crimen para asegurar el silencio de un testigo.

Thomas Barron era un antiguo técnico de la North American exageradamente crítico con algunos procedimientos de control de calidad y seguridad en la construcción de la nave. 
En algunos puntos no le faltaba razón, pero tan persistente y quisquilloso era que en alguna ocasión llegó a agotar los formularios para documentar fallos, reales o supuestos.
Al final, sus superiores decidieron ignorar la mayoría de sus alarmas.
 Molesto por la poca atención recibida, a finales de 1966 decidió filtrar uno de sus informes a la prensa, lo que provocó su despido inmediato. 
Aunque, en una trágica coincidencia, solo unas semanas más tarde sus temores se verían confirmados, al menos en parte, por el fatal incendio del Apolo 1 en el que murieron los tres astronautas.
Barron prestó testimonio en la investigación del accidente. 
No fue un testigo decisivo pero pocos meses después, el automóvil en que viajaba junto a algunos familiares fue arrollado en un paso a nivel.
 La policía lo calificó de mero accidente: Barron había tratado de adelantar al tren en una carrera suicida. 
Pero el desastre le sirvió a Kaysing para señalarlo como una muestra más de hasta qué punto estaban dispuestas a llegar las fuerzas ocultas para preservar el incipiente engaño del Apolo.
Con los años, Kaysing tuvo docenas de imitadores. 
Cada uno aportaba más y más pruebas de la conspiración. 
El chivo expiatorio era la propia NASA, cuya incompetencia la incapacitaría para cumplir el objetivo en el plazo fijado por Kennedy.
Pero cuando empezaron a volar los primeros Apolo tripulados —en especial, el 8, hacia la Luna— se extendió otro argumento: la NASA podía, sí, alcanzar la Luna.
 Pero, puesto que era evidente que carecía de los medios y conocimientos necesarios, sin duda los debía haber obtenido de otra fuente: 
Solo podían ser extraterrestres ansiosos de ayudar al programa espacial americano (pero no así al ruso) o el análisis del platillo volante de Roswell, conservado en las instalaciones supersecretas del Area 51, en Nevada. 
Cuanto más descabellada fuera una hipótesis, mejor.
Esta imagen de la Tierra desde la Luna, tomada por los astronautas del 'Apolo 8', se ha convertido en icónica. 
Esta imagen de la Tierra desde la Luna, tomada por los astronautas del 'Apolo 8', se ha convertido en icónica.
Involuntariamente, el cine también contribuyó a perpetuar las sospechas.
 En 1968, el 2001 de Kubrick había presentado una imagen de la Luna muy creíble gracias a unos excelentes efectos especiales.
 Diez años más tarde se estrenó Capricorn 1, que contaba la odisea de tres astronautas forzados a simular un aterrizaje en Marte, filmado en un plató secreto en medio del desierto de Nevada. 
 Por fin, para los negacionistas todo encajaba: la NASA había contratado al propio Kubrick para organizar la pantomima del alunizaje.
 Y luego, se obligaría a mantener la boca cerrada durante toda su vida.
 El precio –exorbitante— había incluido un pago en especie: una óptica revolucionaria que le permitiría filmar escenas de su siguiente película, Barry Lyndon, solo a la luz de las velas.

En febrero de 2001, la cadena de televisión norteamericana Fox emitió un reportaje titulado La teoría de la conspiración ¿Aterrizamos en la Luna? 
 El cine había ayudado a incubar sospechas, pero lo cierto es que había alcanzado a un público limitado. 
La televisión, con mayor poder de penetración y un aura de credibilidad (“lo ha dicho la tele”) extendió el síndrome conspirativo como mancha de aceite.
El reportaje de la Fox se limitaba a repetir los argumentos de Kaysing, contando con el apoyo de una serie de “expertos” cuya ignorancia sobre el programa lunar solo era comparable a su osadía. Bajo la coartada “dejemos que sea el público quien decida”, presentaron una serie de razonamientos sesgados, parciales o simplemente falsos. 
Y eso incluía referencias a una docena de astronautas muertos o desaparecidos en “misteriosas circunstancias”.
La lista de fallecidos, presumiblemente para asegurar su silencio, alcanzó niveles absurdos: Además de los tres del Apolo 1 se incluyó a víctimas de accidentes aéreos o de carretera y más tarde a pilotos asignados a otros programas que no tenían nada que ver con el esfuerzo lunar, como el avión X-15.
 Y, claro está, al propio Thomas Barron cuyo caso venía como anillo al dedo.
Hacía treinta años del primer alunizaje.
 Para muchos jóvenes y adultos que ni siquiera habían vivido el acontecimiento, aquel valiente reportaje emitido por una cadena cuya credibilidad nadie dudaba se convirtió en dogma de fe. Reforzado, además por otros programas similares que llegaron a utilizar imágenes reales de personajes como Kissinger, Haigh o el propio Nixon con un doblaje que ponía en su boca “confesiones” de haber perpetrado el engaño.
 Todo era fantasía y así lo dijeron sus productores. 
Pero para gran parte de los espectadores era mucho más fácil y satisfactorio creerlo que aceptar la mucho más prosaica realidad.
Y así seguimos hoy. Todos tenemos algún conocido que asegura no creer que el hombre llegase a la Luna. 
Como máximo, sondas automáticas sí; astronautas no. 
La Luna está muy lejos (un encuestado aseguraba tener dificultades para sintonizar en su televisor cadenas nacionales que emitían desde cincuenta kilómetros de distancia; así que ¿cómo iban a poder verse imágenes enviadas desde la Luna, a 300.000 kilómetros?); los cinturones de radiación matarían instantáneamente a cualquiera que los atravesase (el que los astronautas recibiesen una dosis total similar a la de una radiografía era un detalle irrelevante); un ordenador de la época tenía menos potencia que una calculadora (aunque nadie se molestó nunca en echar un vistazo a su arquitectura o al software)… 
Todo ello, argumentos cogidos al vuelo, sin el más mínimo proceso crítico.
 Pese a todos los esfuerzos, esos prejuicios seguirán con nosotros por mucho tiempo. 
Será difícil, si no imposible, erradicarlos.
 Cuando alguien interioriza una idea sin detenerse a analizarla lógicamente, cualquier intento de utilizar la lógica para disuadirle está, casi seguro, condenado al fracaso.