La
compradora anónima de uno de los trajes descubrió el origen de la prenda
cuando vió un documental sobre la princesa de Gales.
El traje se acaba
de subastar por 150.000 libras.
Puede resultar pura ficción pero dado lo que ha ocurrido uno puede llegar a imaginar a personas del entorno familiar de la princesa Diana de Gales
diciendo después de su muerte: “Limpiad todo y haced lo que queráis con
sus vestidos”.
Sus hijos eran demasiado pequeños entonces para tomar
este tipo de decisiones y, como han llegado a manifestar muchos años
después de aquellos funerales que impactaron a medio mundo, la desaparición de su madre les dejó sumidos en un estado se shock en el que los armarios de Lady Di no estaban con seguridad entre sus prioridades.
El caso es que algunos de los vestidos de la princesa,
incluidos modelos que utilizó en cenas de gala de visitas oficiales,
acabaron en una tienda de segunda mano de Hereford, una localidad
inglesa situada a 26 kilómetros de la frontera de Gales.
El
descubrimiento se ha hecho público tras conocer la historia de cómo
había llegado uno de los trajes de fiesta de la princesa Diana a la sala
de subastas Kerry Taylor, una noticia divulgada por el sitio web ITV
News.
En concreto se trata de un vestido blanco que Lady Di utilizó en
1986 durante el banquete organizado por Issa vin Salman Al Khalifa, el
emir de Bahréin, durante una gira que realizaron los entonces herederos
británicos por Oriente Medio.
La leyenda cuenta que durante ese encuentro la princesa
llegó a preguntarle al emir cuál sería su reacción si su hijo se casara
con una británica alta y rubia.
Y que él contestó diplomáticamente:
“Estaría muy celoso”.
El caso es que el vestido llegó a la tienda de segunda mano en algún
momento y años después una compradora de quien se desconoce su nombre lo
adquirió por unas 200 libras (algo más de 222 euros). Lo quería para el
baile de Saint-Hubert pero cuando se dio cuenta de que era demasiado
grande para ella lo relegó al fondo de su armario hasta que años después
ve un documental sobre Diana Spencer y se da cuenta de quién era la
propietaria original de la prenda olvidada en su guardarropa. El traje
finalmente acabó en la casa de subastas que lo compró por 2.280 libras
(unos 2.500 euros) y que lo ha vendido recientemente por 155.000 libras
(más de 172.000 euros).
La casa de subastas ha desvelado que el vestido llegó a la tienda de
segunda mano a través el ama de llaves de una amiga cercana de la
princesa Diana y que saben que la misma persona dejo otros vestidos
diseñados por Bruce Oldfield para ella. Según el portavoz de la casa de
subastas, hay más personas de la pequeña ciudad inglesa de Hereford que
“tienen en sus armarios otros vestidos de la princesa Diana y no lo
saben. Pequeños tesoros escondidos en los armarios que pueden significar
una sorpresa económica si se ofrecen al mejor postor. Al menos el desarrollo de la historia hace suponer que puede que fuera
la misma princesa quien regalara algunas de las prendas de su armario a
sus amistades después de usarlas.
Cuando en marzo de 2017 Telecinco canceló Qué tiempo tan feliz,
el programa que presentaba cada fin de semana María Teresa Campos desde
hacía ocho años, parecía que había llegado el gran cataclismo a la vida
de una presentadora acostumbrada a tener a sus pies a la audiencia y a
las cadenas de televisión por las que había pasado. Sin embargo, la
sucesión de adversidades solo acababa de empezar.
En mayo, la periodista sufrió un ictus mientras su pareja, Edmundo Bigote Arrocet participaba como concursante en Supervivientes, un reality de la misma cadena que dio por finalizado su programa, pero con la que había firmado un contrato de larga duración que, según un comunicado de Mediaset, “permitirá a la periodista seguir vinculada al grupo con nuevos proyectos”. Teresa Campos superó el ictus
sin que le dejara secuelas, su hija Terelu anunciaba en mayo que estaba
curada del cáncer que padecía y Carmen Borrego abandonaba
definitivamente el anonimato de un trabajo tras las cámaras para
convertirse en otro personaje más de la cadena en la que trabajan las
tres y que se empeñó en convertir sus vidas personales en carne de reality. Así nació Las Campos,
madre e hijas abriendo las puertas de su intimidad para enseñar cómo
vivían, cómo discutían, quién trabajaba en su casa y con qué cara se
levantaban por las mañanas. El año 2017 acabó con una reunión en la casa
materna a la que convocaron a periodistas de todos los medios para
presentar nuevas entregas de Las Campos, que las situaban en distintos escenarios del mundo, el primero, Nueva York. El nuevo programa que Teresa Campos quedaba aparcado en favor del intento de convertirlas en las Kardashian españolas.
La audiencia siguió respondiendo al morbo de ver a madre e hijas en
acción, pero muchos profesionales comenzaron a preguntarse a qué se
debía que el trío se aviniera a exponer su intimidad si podían seguir
viviendo de sus respectivas profesiones. Volvieron a arreciar los
comentarios sobre sospechas que siempre habían estado ahí, pero nunca se
han concretado: la matriarca tira de sus hijas y sin ella sus trabajos y
su nivel de vida pende de un hilo. La periodista dijo entonces
que lo hacía para divertirse. La semana pasada, su hija Carmen Borrego
confesó en una entrevista publicada enSemanaque "se ha arrepentido de hacerlo". Y añadió "Si algo se ha ganado mi madre durante tantos años es el respeto". Y sobre Las Campos, arreciaron las críticas e incluso la mofa.
2018 ha superado las expectativas del clan Campos y no precisamente
para bien. Teresa Campos no ha conseguido un programa propio con el que
volver a la televisión y no parece que haya planes para que se
materialice algún proyecto. La edad no perdona y los espectadores
reclaman sangre nueva que consumen a ritmo desmesurado. Terelu Campos y
Carmen Borrego, pasada la pasión televisiva por ver su vida pasar,
prácticamente se limitan a aparecer como colaboradoras en Sálvame y los programas satélite de los que se nutre (léase realities diversos de la cadena amiga de la familia). Y si el clavo de no tener un programa con el que despedirse de sus
seguidores se ha hundido profundamente en el ánimo de la matriarca, nada
ha afectado más al ánimo de la familia que la reaparición del cáncer en la vida de Terelu. En pocos meses se ha sometido a tres intervenciones quirúrgicas.
Primero para extirpar el nuevo tumor de mamá que apareció por sorpresa
cuando daba la enfermedad por olvidada; después para realizarse una doble mastectomía preventiva
y más tarde para solucionar complicaciones causadas por esta
intervención. El rostro de la hija mayor de la presentadora refleja todo
el dolor y sufrimiento que está pasando durante estos meses, y su larga
ausencia de la televisión ha aumentado el interés por conocer cualquier
detalle sobre la evolución de su enfermedad y sobre el estado de ánimo
tanto de ella como de su madre y su hermana.
A todo esto se han sumado dos nuevos frentes: la casa en la que María
Teresa Campos invirtió gran parte de sus ahorros y que ahora quiere
vender, sin éxito, para conseguir dinero en efectivo, y la traición
de María, la empleada de hogar que llevaba trabajando 15 años en su
casa, que la ha denunciado por despido improcedente, y que espera su
oportunidad para vender al mejor postor los secretos de la familia. Sobre este conflicto María Teresa Campos ha sido muy explícita. Según su
versión, María a quien consideraba de su total confianza, se marchó de
vacaciones y no volvió. La denuncia ha sido la guinda de un conflicto
que no entienden: “Es lo más grande que podía pasarme”, dijo la
presentadora a la revista Diez Minutos, “Por ella habría puesto las manos en el fuego”. Respecto a venta de la casa, parece que la operación se frustró en el
último momento. Un contratiempo importante a tenor de las noticias que
apuntan a que la periodista y presentadora ya ha alquilado otro chalé,
mucho más pequeño, y quiere reducir sus gastos para sanear su economía y
no tener que hacer uso de su patrimonio ante la proximidad del final
del contrato que firmó en 2017 con Mediaset. En cualquier caso, nada es comparable con el caos sentimental en el que ha caído la familia a causa de la enfermedad de Terelu Campos.
“He llegado a pensar que mi hermana perdía el conocimiento de dolor”.
“La soledad de mi hermana, con lo que tiene encima, me desgarra”. “He
visto llorar a mi madre sin consuelo cuando bajaban a mi hermana al
quirófano”. Son algunas de las frases de la entrevista que concedió
Carmen Borrego a la revista Semana, que desvelan el bajo momento por el que están pasando.
Pocas veces se había oído algo así en el Congreso de los Diputados. Por desgracia, porque es un gesto noble que ha sido ampliamente aplaudido por todos los presentes. Sucedió el pasado miércoles de la mano del parlamentario por Santa Cruz de Tenerife de Podemos Alberto Rodríguez, que piropeó a un diputado de otro partido diferente. Nada más y nada menos que del Partido Popular: a Alfonso Candón. "Bueno,
llevo un rato pensándomelo y como sé que esto queda grabado... Y queda
para la historia y para los anales de este país... No sé si me voy a
arrepentir. Quedará en el diario de sesiones", ha dicho Rodríguez al
subir a la tribuna de la cámara baja este miércoles.
"Nunca
pensé que fuese a decirle algo así a alguien en esta cámara y menos a
un diputado del PP: lo vamos a echar de menos", ha dicho mirando sin
dejar ni un segundo de sonreír el parlamentario canario a Alfonso
Candón, que abandona el Congreso para formar parte del grupo popular en
el Parlamento andaluz. "Le voy a decir algo. Creo que es de las cosas más bonitas que se le
pueden decir a alguien", ha continuado Alberto Rodríguez, para sorpresa
del resto. "Es usted buena persona y le pone calidez humana a este
sitio", ha concluido su despedida de Candón, mientras el resto de
parlamentarios ha elogiado sus palabras de la mano de una intensa
ovación.
Victoria
de Suecia, Máxima de Holanda y la reina Letizia son algunas
personalidades de la realeza que han recuperado vestidos que ya usaron
sus antecesoras.
Heredar el armario de los progenitores parece que está a la orden del
día entre los miembros de la realeza. La última, y la más habitual, ha
sido Victoria de Suecia, que en los premios Nobel celebrados la noche del lunes ha lucido el mismo traje que vistió su madre, la reina Silvia de Suecia,
23 años antes en el mismo evento. El diseño, de Nina Ricci, es un
vestido palabra de honor que combina el rosa en el corpiño, el dorado en
un fajín y el gris con acabado satinado en una voluminosa falda con una
gran lazada en la espalda. Además del vestido, la princesa Victoria,
igual que lució entonces la reina Silvia en 1995, llevó la banda y la
orden de la familia real sueca. Este no es el primer guiño de Victoria de Suecia a su progenitora. El
año pasado, en 2017, la princesa hizo al menos tres apariciones públicas
luciendo ropa que había pertenecido a la reina de Suecia. En abril, la
princesa llevó un vestido azul marino con topos rojos y lazo al cuello
de Yves Saint Laurent que su madre se puso en 1980. Unos meses después,
en Nueva York, Victoria de Suecia escogió el vestido fucsia que la reina
llevó en un posado de Drottningholm en 1984; y en agosto, la princesa
eligió el mismo vestido amarillo pastel con rayas en rojo y gris que su
madre lució casi 40 años antes, justo un año después de tenerla a ella. Una costumbre que parece asentarse entre otras familias reales. En España, la reina Letizia
homenajeó en enero a doña Sofía llevando por primera vez ropa de su
vestidor. Fue para la celebración del 80 cumpleaños de don Juan Carlos
con un almuerzo en la Zarzuela cuando doña Letizia decidió rescatar del
armario de doña Sofía un traje que la reina emérita había lucido 34 años antes. Se trata de un vestido gris hasta la rodilla de manga larga y
abullonada con rayas finas y un lazo anudado a un lado del cuello que la
esposa de don Juan Carlos lució durante una visita al centro de
rehabilitación médico-psicopedagógico Dionisia Plaza, en la localidad
madrileña de Aravaca, en noviembre de 1984.