Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 nov 2018

Las cuentas pendientes del mafioso Bulger

 

El gánster que inspiró películas como ‘Infiltrados’ murió golpeado en una celda en la que estuvo una sola noche.

 

Imagen archivo otorgada por la policía en 1953: James
James Whitey Bulger ingresó la noche del lunes en silla de ruedas en una prisión de alta seguridad en Virginia Occidental.
 A la mañana siguiente no se presentó a desayunar. Horas después, un médico forense certificó su muerte.
 El cuerpo del hombre, de 89 años, estaba envuelto en una manta sobre su cama con la cabeza apoyada en la almohada. 
Parecía estar durmiendo, pero en realidad acababa de ser asesinado. Era el tercer homicidio que tenía lugar en la cárcel de alta seguridad Hazelton en los últimos seis meses.
 Pero este no era un recluso cualquiera.
 El hombre al que habían reventado a golpes era el otrora padrino de la mafia irlandesa del sur de Boston en la década de los setenta y ochenta. 
Fue capo, chivato y prófugo. 
 Ahora es el protagonista a su pesar de un crimen espeluznante.
 El FBI lleva la investigación del asesinato de su viejo compañero de aventuras.
 En 1975, cuando Bulger lideraba una sangrienta batalla al frente de la banda de Winter Hill para hacerse con el negocio del tráfico de drogas y las apuestas ilegales, el FBI le ofreció un trato: él entregaba información relevante sobre sus rivales de la mafia italiana a cambio de que los agentes no se interpusieran en su camino. 
 El confidencial acuerdo se respetó durante años. 
Hasta que en 1994 el agente retirado John Connolly, que era amigo del poderoso gánster desde la infancia, le alertó de que iba a ser encausado. 
Bulger y su pareja, Catherine Greig, desaparecieron del inframundo en el que estaban inmersos.
 Su fuga obligó a destapar detalles ocultos de su vida, como que había sido un soplón. 
Ese detalle le granjeó una condena pública al FBI, por haber permitido que cometiera asesinatos uno de sus informantes.
 Y también el desprestigio de Bulger en el entorno criminal, que condena a "las ratas".
Durante 16 años, Bulger fue uno de los criminales más buscados de Estados Unidos.
 Tras la muerte de Osama bin Laden en 2011, subió al primer puesto de la lista. 
 Las agencias de investigación, ya estigmatizadas por haber hecho un trato con el padrino de la mafia irlandesa, fueron criticadas duramente por no dar con su paradero. 
Ese mismo año, el FBI decidió cambiar de estrategia y centrar sus esfuerzos en encontrar a Greig, la compañera de Bulger. 
A través de una intensa campaña en los medios, en los que publicaron fotos de cuál sería el aspecto de la mujer y cuáles eran sus aficiones, el FBI recibió una llamada. 
Era de una reina de la belleza. Anna Bjornsdottir, Miss Islandia en 1974, informó de que su vecina de Santa Mónica (California) era la mujer que aparecía en los anuncios y por la que se ofrecía una recompensa de dos millones de dólares.
 La pareja se hacía llamar Charlie y Carol Gasko, unos jubilados del Medio Oeste.
 

Doble cadena perpetua

Dos años después, Bulger fue declarado culpable de 31 delitos de extorsión, lavado de dinero, tráfico de drogas, tenencia de armas y pertenencia a banda organizada, además de 11 de los 19 asesinatos que se le imputaban.
 La sentencia que recibió fue una doble cadena perpetua más cinco años. 
 Bulger purgó su pena en una prisión de Florida hasta que lo trasladaron por mal comportamiento
. En una ocasión fue reprendido por masturbarse frente a un empleado y en febrero pasado por amenazar de muerte a un asistente de la enfermería. 
Tras ese episodio fue confinado en una celda de aislamiento hasta el 23 de octubre, cuando lo trasladaron a Oklahoma.
 Se desconoce por qué le cambiaron de prisión nuevamente esta semana.
 Tampoco se sabe por qué un prisionero de tal perfil fue asignado a las celdas que ocupa el resto de la población reclusa.
 “Ponerlo ahí fue una sentencia de muerte”, dijo anteayer un funcionario del sindicato de trabajadores de la prisión.
La vida de película que tuvo Bulger fue llevada a la pantalla grande en dos ocasiones: The Departed (Infiltrados, en su traducción en España), de Martin Scorsese, que ganó cuatro Oscar en 2007 y en la que le dio vida Jack Nicholson, y Black Mass (2015) de Scott Cooper, protagonizada por Johnny Depp.
 El famoso gánster terminó condena de forma prematura, víctima de una paliza con un candado envuelto en un calcetín, según afirmaron varios funcionarios federales a NBC News.
 Una vez más, bajo el anonimato.
 Porque en esta historia, con más muertos que vivos, nadie quiere tener cuentas pendientes que saldar.


El peso de la identidad............................... Elvira Lindo

Los Bolsonaros están convenciendo al electorado de que las minorías les han robado un espacio que era suyo.

Hay una idea que sobresale: la culpa de que triunfe la extrema derecha la tiene una izquierda atontada.
Hay una idea que sobresale: la culpa de que triunfe la extrema derecha la tiene una izquierda atontada. AP
Qué difícil es para un intelectual admitir que también es susceptible de someterse a los dictados de la moda.
 Sería como reconocer que en sus especulaciones también intervienen la ambición y el capricho.
 Hasta en una materia áspera como el análisis político hay quien tiene astucia para seguir la moda, y contarnos, como si fuera la primera vez, lo que ya está escrito.
 Porque la moda se basa en eso: en la repetición de un concepto. 
Ya estaba escrito, por ejemplo, que a la izquierda no le convenía la fragmentación de sus fieles. 
Ya estaba escrito, desde los años setenta, que los derechos de las mujeres podían esperar.
 Y así podían esperar otros colectivos que reclamaban derechos civiles.
 Ya estaba escrito que eran aspiraciones secundarias.
 No fue la izquierda quien tiró de este carro, sino los propios activistas quienes forzaron la marcha.
 Fue Clara Campoamor quien avisó a la izquierda de que las mujeres no podían esperar a ser tratadas como adultas; fue Martin Luther King quien entendió que las aspiraciones de los negros eran también las de la clase trabajadora y que el movimiento no sobreviviría como tal si no se producía esa alianza.
En los análisis posteriores a la victoria de Trump y Bolsonaro hay una idea que sobresale entre todas las demás y que compran y difunden tanto comentaristas conservadores como de un sector de la izquierda: la culpa de que triunfe la extrema derecha la tiene una izquierda atontada y rendida a las políticas de identidad.
 Hay incluso quien desde la derecha reclama que se le reconozca la generosidad de ofrecer estrategias de redención que devuelvan a la izquierda al buen sendero, que entendía al individuo solo como trabajador y obviaba aquellos aspectos de la vida en los que se centra la soberanía individual.
 Es lo mismo que vocifera Trump, pero de manera más bruta y que le ha venido de perlas para desatar el resentimiento necesario que precisa un déspota.
 La culpa, señalan desde el púlpito los líderes de la ultraderecha, la tienen aquellas minorías que están arrebatando, por capricho de la izquierda, los derechos de las personas normales.
 Esas “minorías” son, según convenga, los africanos, los latinos, los negros, las feministas, los gais.
Cierto es que la izquierda no ha sabido aunar ese coro de voces, pero culpar a las políticas identitarias del auge del reaccionarismo es injusto, por no decir grotesco. 
Si tan efectivas hubieran sido esas medidas correctoras veríamos los foros del poder financiero y político plagados de mujeres, de gais, de negros, de latinos. 
¿Lo están? En absoluto. 
Pero es que además se advierte en este análisis una especie de condescendencia hacia esa clase obrera que dicen reivindicar: no entienden que hoy en día para un joven trabajador puede ser tan importante su sueldo como poder expresar libremente su legítima condición sexual, o que para una mujer pobre el añadido de ser negra o gitana sea un elemento en contra.
 Malviven, como intuyó Luther King, en una intersección donde coinciden varios elementos de marginalidad. 
Pero los Bolsonaros están convenciendo al electorado de que las minorías les han robado un espacio que era suyo. 
Y esa teoría la manosean analistas que la repiten como un hallazgo. Yo no creo en la inocencia de dicho análisis, venga del lado que venga, intuyo en él un viejo desprecio a los derechos humanos y un miedo poco disimulado a la amenaza feminista. 
Qué fácil desdeñar el peso de la identidad para quien jamás se ha visto menospreciado o arrinconado por ser diferente (al que manda). 

 

Tanta belleza.........................................Juan José Millás

Contenedores, Hong Kong, 2014.
Contenedores, Hong Kong, 2014.
Juan José Millás 

ESTA OBRA DE ARTE no es una obra de arte.
 Es un conjunto de contenedores apilados que casualmente han construido un mondrian.
 Debemos su descubrimiento a la agudeza del fotógrafo, que fue capaz de observar unas pautas cromáticas donde la mayoría de los mortales solo habríamos visto un montón de chatarra de colores.
 El contenedor es uno de los grandes inventos de la poshistoria o como quiera que se llame esta época que nos ha tocado vivir. Sus medidas estándar facilitan su almacenamiento y transporte por carreteras, ríos u océanos.
 Las grandes barcazas especializadas en su traslado atraviesan los mares cargando centenares o miles de ellos, los unos encima de los otros, elevando peligrosamente el centro de gravedad del complejo. Su visión desde un barco normal o de recreo resulta muy perturbadora para las buenas conciencias, sobre todo si se manifiesta en medio de la niebla, como un remordimiento.
 A veces, en los temporales, la carga se balancea y algunos de los contenedores caen al agua precipitándose hasta el fondo. 
 Los lechos marinos están llenos de estas cajas de zapatos monstruosas que igual contienen maquinaria agrícola que inmigrantes de los llamados ilegales.
Del mismo modo que si deseas entender a Mondrian has de atravesar lo que en su pintura hay de pura geometría y de simple pantone, para entender uno de estos continentes industriales debes abrir, siquiera de forma imaginaria, sus puertas de acero corten o aluminio para sorprenderte (y escandalizarte quizá) de lo que nos enviamos de un extremo al otro del universo mundo provocando sin querer tanta belleza. 

La ignorancia produce monstruos ........................ Rosa Montero.


La ignorancia produce monstruos