Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

30 ago 2018

Los europeos piden a Bruselas el fin del cambio de hora por amplia mayoría

Los europeos piden a Bruselas el fin del cambio de hora por amplia mayoría.

 

Un 80% de los participantes en la consulta pública abierta por la Comisión Europea es partidario de eliminarlo.

Peatones, en la Reuters Plaza de Londres.
Peatones, en la Reuters Plaza de Londres. GETTY
Los europeos envían un mensaje a las instituciones comunitarias: deben poner fin a la política de cambio de hora que dos veces al año hace bailar las agujas del reloj. 
La Comisión Europea abrió el pasado 5 de julio una consulta pública para conocer la opinión de ciudadanos, empresas y asociaciones al respecto. 
Durante 43 días, 4,6 millones de personas completaron un formulario a través de Internet en el que además de votar si son partidarias de abolirlo, podían exponer sus argumentos por escrito. La participación ha superado ampliamente los registros de todas las consultas previas, una muestra del interés que despierta el asunto a pie de calle. 
Bruselas no ha hecho público aún el resultado del cuestionario, pero según ha desvelado el diario alemán Westfalen Post, un 80% opta por suprimir el sistema de cambios horarios y prefiere que siga invariable todo el año. 
la espera de que la Comisión desglose las estadísticas por países, el mismo periódico informa de que dos de cada tres participantes ha sido alemán, lo que resta cierta representatividad continental a la muestra.

Una vez conocida la voluntad popular, la discusión se traslada ahora a las altas esferas.
 La Comisión Europea debatirá hoy y mañana el asunto. 
Y para que haya acuerdo final es necesario un consenso también con el Parlamento y los Estados miembros, los que tienen la última palabra. 
El Ejecutivo comunitario dejó claro desde el comienzo que se trataba de un sondeo y no de un referéndum, por lo que la abrumadora victoria de los ciudadanos favorables a acabar con el cambio horario no tendrá como consecuencia su abolición automática. 
 La Eurocámara ha sido la gran promotora de las conversaciones: en febrero instó a la Comisión a que evaluara la posibilidad de eliminar el cambio horario.
 Una solución que reclaman países como Finlandia y Lituania.

El debate sobre los beneficios y perjuicios de esta práctica lleva años instalado en la sociedad europea. 
Las leyes comunitarias obligan a los Veintiocho a adelantar una hora los relojes el último domingo de marzo y retrasarla el último domingo de octubre para tener en cuenta la evolución de la luz diurna y aprovechar su disponibilidad.
 Entre los argumentos para hacerlo se esgrime el ahorro de energía, una mayor seguridad vial, contar con más tiempo para el ocio antes de que se haga de noche o simplemente la equiparación con los países vecinos y principales socios comerciales.
Bruselas cree que algunos de esos razonamientos se basan en conclusiones poco contrastadas o con un efecto mínimo sobre la economía.
 Los estudios consultados por la Comisión Europea indican que el ahorro de energía derivada del cambio de hora de verano es marginal, entre el 0,5 y el 2,5%. 
Tampoco está claro que disminuya el riesgo de accidentes de tráfico.
 Y advierten de que su impacto en los biorritmos humanos —en forma de cansancio o falta de concentración— podría ser más importante de lo que se suponía en un primer momento.
Entre tantos datos contradictorios, la única certeza es que permitir cambios horarios descoordinados entre los Estados miembros iría en detrimento del mercado interior. 
Si se pone fin a la obligatoriedad del cambio horario, cada país sería libre de elegir su zona horaria, pero Bruselas espera que sea cual sea la decisión final, los socios europeos no vayan por la vía unilateral y exista un marco común.
La controversia inmediatamente posterior sería en torno a la elección del huso horario. 
En caso de que dejara de aplicarse el cambio de verano y se mantuviera todo el año el de invierno, la hora seguiría intacta tras la modificación de octubre.
 Es decir, no habría que adelantar una hora los relojes en marzo; los días no serían tan largos en los meses estivales, ni amanecería tan tarde.
 Ello implicaría menos horas de luz veraniega y, por tanto, menos tiempo de ocio diurno. En el caso de España, el sol se pondría pasadas las ocho y media de la tarde en julio.
El horario de verano se generalizó tras la crisis del petróleo de 1973 como un método de ahorrar energía ganando horas de luz solar. Italia y Malta fueron los primeros países en Europa en adoptar el cambio y otros países se fueron sumando dentro y fuera de la UE —España lo hizo en 1977—. Bruselas intervino para armonizar los cambios en 1996, preocupada por la disparidad de criterios dentro de un mismo mercado interior. 
Y en el año 2001, una directiva impuso como obligatorio el salto adelante y atrás del reloj.
 En la Unión Europea existen actualmente tres husos horarios sin tener en cuenta las regiones ultraperiféricas.
 El de Europa Occidental, con Irlanda, Portugal y Reino Unido con una hora menos que en España. El de Europa Central en el que coinciden 17 países: Austria, Bélgica, Croacia, República Checa, Dinamarca, Francia, Alemania, Hungría, Italia, Luxemburgo, Malta, Holanda, Polonia, Eslovaquia, Eslovenia, España y Suecia. Y por último el de Europa Oriental, donde el reloj marca una hora más que en España. 
En este horario están ocho países: Bulgaria, Chipre, Estonia, Finlandia, Grecia, Letonia, Lituania y Rumanía.

 

 

Para la historia nacional de la infamia........................ Juan Cruz

Adulterar algo que se dijo con el objeto de obtener de jueces belgas una impresión falsa debe sonrojar a la ciudadanía, también a la independentista.

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. AFP
El trapicheo de parchís que organiza el expresident Carles Puigdemont cuenta con cómplices adiestrados en burlar la verdad y producir las mentiras.
 Ese equipo aficionado a la distorsión adulteró una traducción para que esta dijera en francés algo muy distinto a lo que decía en español.
 Ahora, el que emplea a los abogados, el citado expresident, ha dicho que ese error será subsanado.
 
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. AFP
El trapicheo de parchís que organiza el expresident Carles Puigdemont cuenta con cómplices adiestrados en burlar la verdad y producir las mentiras. 
Ese equipo aficionado a la distorsión adulteró una traducción para que esta dijera en francés algo muy distinto a lo que decía en español.
 Ahora, el que emplea a los abogados, el citado expresident, ha dicho que ese error será subsanado.
El error no es menor, es gravísimo. 
Adulterar algo que se dijo con el objeto de obtener de jueces belgas una impresión falsa debe sonrojar a la ciudadanía, también a la independentista, a los abogados en general y a los traductores, cuya profesión es tan sagrada como imprescindible.

 Quien haya hecho esa traducción arriesga el prestigio de los profesionales dedicados a calcar hasta los suspiros del que se expresa en otro idioma.
 La trascendencia del documento procesal que implica a un juez español lleva a concluir que la infeliz ocurrencia solo puede provenir de la mala fe.


En este error insólito no hay inocencia alguna, no se puede limpiar con una fe de errores, ni siquiera se puede subsanar ahora cortando la falacia y sustituyéndola por la verdadera frase dicha.
 Lo que queda de manifiesto es una labor de ladrones de las palabras ajenas para buscar con el equívoco una decisión judicial que llene de regocijo al tramposo mayor y a los que coadyuvan a hacer eficaz y duradera la infamia.
 El objetivo es desacreditar la justicia española y, de paso, poner en entredicho no solo a un juez, sino, y esto no es menor, los mecanismos con los que se produce algo tan decisivo como la profesión del traductor.

El afectado por este peligroso enjuague es el juez español que entiende la causa contra independentistas como el citado Puigdemont, quien acudió con cartas trucadas a la justicia belga para que esta llame al orden al magistrado que le persigue. 
El argumento: que España es un Estado mezquino y opresor, incapaz de juzgar a los ciudadanos según las leyes dedicadas a salvaguardar la presunción de inocencia y, por tanto, a respetar y mantener el derecho de defensa.
Eso es mentira, pero en esa tesitura canta el expresident. 
  Rodea sus circunloquios de hechos falsos, con esa mezcla se engaña a sí mismo, luego engaña a los suyos y, finalmente, poseído de la locura a la que conduce la afición a distorsionar, llega a la desembocadura en la que entra esta última iniquidad: poner en boca de alguien, un magistrado español, lo que el propio Puigdemont hubiera querido escuchar para atraer a la justicia belga a su propia causa.
 Alrededor del expresident se festejó el hallazgo de lo que el juez había dicho (que no dijo) en el tono jocoso con que se celebran todas las derrotas de España.
 Así es en esta tertulia de vecindad en que se han convertido sectores de la política y del periodismo tuitero.
Los que se llevaron las manos a la cabeza por lo que dijo el juez, que resulta que no dijo, no han salido aún de sus mullidas cavernas a expresar estupor por sus precipitadas condenas. 
Y en el mundo independentista esto se salda como si fuera la consecuencia de un error de imprenta que se subsana de un soplido.
Tiempo de infamia cuando da igual decir mentira si el propósito es acentuar el lodo nacional en medio de las carcajadas de los que cometen indignidad simulándose tan puros.

 

 

‘El cochecito’ adelanta a la censura 58 años después

La Filmoteca Española rescata en su versión original el filme de Ferreri escrito por Azcona que protagonizó José Isbert, un clásico que sufrió el hachazo franquista.

Pepe Isbert, en 'El cochecito'. En vídeo, secuencia final de la película.

Pepe Isbert los mató. 
A toda su familia, empezando por su hijo Carlos, que no le dejaba cumplir su sueño más ansiado: comprarse un motocarro para discapacitados, un vehículo con el que disfrutar de la libertad, junto a su amigo Lucas y su heterogénea pandilla de lisiados. 
Sin embargo, para la censura franquista ese asesinato múltiple superaba los límites de la moral imperante de 1960.
 Así que don Anselmo, el personaje que interpretaba Isbert en El cochecito, la película de Marco Ferreri con guion de Rafael Azcona, cambió de asesino a mero fugitivo.
 Sí, vendió las joyas de la familia y se compró su motocarro.
 Sí, no lo devolvió pese a las amenazas de su vástago.
 Pero al eliminar la penúltima secuencia -en la que don Anselmo ve salir los ataúdes de su casa- y cambiarla por una llamada de teléfono que da a entender que la familia está viva y le busca, el remate con su detención por la Guardia Civil pierde fuelle.

Con la masacre se entiende mejor la lúgubre frase final: "¿Me dejarán tener el cochecito en la cárcel?".

Y con todo, El cochecito es uno de los clásicos del cine europeo. Ganó el premio de la crítica en la Mostra de Venecia, pero en España nunca se vio en su versión original. 
Hasta hoy, que la Filmoteca Española proyecta -en una sesión especial dedicada a tres de sus trabajadores recientemente fallecidos y que se repetirá el 21 de septiembre- una copia restaurada procedente del Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma, ya que en Italia sí se estrenó como la idearon Ferreri y Azcona.
 Quien sabía de su existencia es Pere Portabella, intelectual y político, presidente de la Fundación Alternativas, cineasta de rompedora obra y productor de tres filmes prodigiosos del cine español de inicios de los sesenta: Los golfos, de Carlos Saura, El cochecito y Viridiana, de Luis Buñuel. 
 "Yo tampoco tengo una copia de la película", confirma el productor, "porque cedí los derechos comerciales a la viuda de Ferreri".
 Portabella recuerda entre risas aquellos dos años de locura. "Por amistad con Antonio Saura, yo produje Los golfos, de su hermano Carlos.
 Y en el rodaje en Madrid, un día se acercó Rafael Azcona, a quien yo conocía como escritor, y me habló de un guion que había coescrito con un italiano basado en uno de los relatos de su libro Pobre, paralítico y muerto".
 El italiano era el director Marco Ferreri, con el que Azcona ya había redactado El pisito años antes y que tras el fracaso de Los chicos, malvivía en Canarias.
 "Yo pedí que viniera, Rafael me contó que vendía sanitarios y artículos de óptica en las islas y que no tenía dinero para un hotel en Madrid y le pagué el viaje".
Imagen de 'El cochecito'. 
Imagen de 'El cochecito'. Filmoteca Española
Portabella leyó el guion y enseguida pensó que conectaba con el cine que deseaba producir. 
"Los golfos tenía cosas de nouvelle vague, de chicos de barrio y periferia", asegura desde Girona. 
"No iba a hacer caso a la censura, desde luego.
 Llegó Azcona con este libreto y pensé rápidamente en llevarla a Venecia.
 Pero antes viajé al festival de Cannes con Los golfos y allí conocí a Luis Buñuel". 
Y allí germinó Viridiana, la única Palma de Oro a una película española, aunque participó con bandera mexicana, país que puso parte de la financiación.
 "En Venecia, El cochecito levantó gran polvareda.

  A mi vuelta a Madrid me quitaron las ayudas estatales por Los golfos, ya que sus protagonistas no recibían el castigo que los censores consideraban ejemplar, y tardó dos años en verse en España", cuenta entre risas.

"Con Buñuel rematé algo único: mi impugnación al cine comercial, ya que las subvenciones y el retorno del capital determinan el contenido de la película. 

Y me salió perfecto". Portabella fue "expulsado desde instancias gubernamentales" del cine más popular. 

"Decidí mantener mi línea hasta hoy".

De aquel rodaje (en el que participaron Saura y Azcona, caracterizados de frailes), Portabella rememora que fue muy sencillo y divertido:
 "Marco era muy gracioso. Aquel guion corrosivo hablaba de insolidaridad incluso entre discapacitados, de egoísmo y de miseria moral, y Pepe Isbert lo borda.
 Creo que es su mejor interpretación". El productor recuerda el dolor que provocó la censura en el equipo:
 "El cochecito gira alrededor de su final, de la mirada de Isbert a su familia asesinada antes de huir con su amado vehículo". 
Hoy, la podredumbre existencial de aquella España gris vuelve a la pantalla con don Anselmo envenenando a su familia, por fin, como él quería.
Plano de la secuencia final de 'El cochecito'. 
 

29 ago 2018

Woody Allen se toma un descanso porque no encuentra financiación tras las acusaciones de abuso

El director no encuentra patrocinadores para financiar sus nuevas películas tras haber sido acusado de abuso sexual por su hija adoptiva, Dylan Farrow.

Woody Allen y su mujer, Soon-Yi, en Nueva York el pasado 23 de agosto.
Woody Allen y su mujer, Soon-Yi, en Nueva York el pasado 23 de agosto. GTRES
Por primera vez en décadas, Woody Allen ha decidido tomarse un descanso este año, según ha informado el medio estadounidense Page Six.
 "Woody ama trabajar. Nunca toma un descanso
. Pero se tomará un tiempo libre este año hasta que pueda encontrar un patrocinador", ha revelado una fuente al medio estadounidense. El cineasta ha sido acusado de abuso sexual por su hija adoptiva, Dylan  Farrow, en 2014.
 Desde entonces, y como consecuencia del movimiento #MeToo —encabezado por Ronan Farrow, el hijo de Allen—, el director de cine ha tenido problemas para encontrar financiación para sus proyectos.
Allen, de 82 años, ha dirigido al menos una película por año desde 1981.
 En este momento, está buscando patrocinador para un proyecto sin nombre pensado para 2020.
  A Rainy Day in New York es la segunda de las cinco películas que Woody Allen acordó dirigir para Amazon Studios, aunque algunos medios como Hollywood Reporter informaron a principios de año que esta colaboración parece cada vez más inestable y es posible que la productora tenga que cortar los lazos con el cineasta.
Según Page Sixel director de Annie Hall o Café Society está siendo percibido por algunos profesionales de Hollywood como una persona "tóxica".
 Desde que el escándalo salió a la luz, actores con los que Allen había trabajado, como Timothee Chalamet, Rebecca Hall y Griffin Newman, se desolidarizaron del director y donaron sus salarios a organizaciones benéficas que defienden a víctimas de abusos. Incluso actores destacados como Michael Caine, ganador de un Oscar por Hannah y sus hermanas, han dicho que no volverán a trabajar nunca más con Allen.