Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 ago 2018

El ‘lujo’ de llegar a sobrevivir en Miami................. Pablo de Llano

Las restricciones migratorias del gobierno de Trump y el coste del viaje dificultan la emigración de venezolanos a EE UU, donde decenas de miles piden asilo.

Voluntarias de la ONG Venezuelan Awareness el viernes en Miami.
Voluntarias de la ONG Venezuelan Awareness el viernes en Miami.
EE UU fue hasta hace unos años un lugar de vacaciones para los venezolanos. 
 Hoy es un destino de supervivencia. 
“Todavía en 2012 nos pasamos aquí tres semanas”, recuerda Maigregori Mora, un informático de 45 años que llegó este año con su familia. 
“Estuvimos en los Estudios Universal, en un parque acuático, vimos un partido de los Yankees en Tampa e hicimos muchas compras.
 Gastamos entre cuatro unos 5.000 dólares.
 Y esta vez me vine, para empezar una nueva vida, con 3.000 dólares y la ropa que traía encima”.
 Ahora conduce en Uber y Lyft.
Las estanterías de la ONG Venezuelan Awareness de Miami, que tiene un centro de entrega de productos básicos a venezolanos recién llegados, estaban el viernes repletas. 
En cada estante, una etiqueta. Colchones de aire. Toallas de los pies. Saleros. Gorras recién nacidos. Teteros. Abrelatas. 
 “Si se entera mi padre de que estoy recibiendo donaciones, creo que le da una vaina (ataque)”, decía María Alejandra Olmos, una abogada de 39 años que emigró en junio a EE UU.


“Cada vez llegan más desesperados”, contaba la directora de la ONG, Patricia Andrade.
 “Cuando abrí esto en 2016 ninguno de los que venía quería ropa. Hoy te piden de todo.
 Hace unos días vino un padre con una niña de diez años que había llegado de Venezuela sin zapatos, solo con las sandalias que traía puestas. 
Hay familias que piden hasta comida, y desde hace un año estamos viendo que algunos niños llegan con signos claros de desnutrición”.
 La abogada Olmos se había resistido a irse de su país, pero este año dijo basta. 
Su madre falleció de cáncer. 
Vio a sus tías perder “15 o 20 kilos en unos meses”. 
Ella, su marido y su hijo de 11 años tenían vigentes sendas visas de turismo, pero tenían que pedir otra para su bebé de un año. Temieron que no se la diesen y que a la vez les revocasen las suyas, como está sucediendo a menudo.
 Pero “se hizo el milagro” y les entregaron el permiso para la pequeña.
 Según Olmos, esa mañana en el consulado no habían aprobado ni una sola visa de turista, y cuando los de la cola la vieron irse sonriendo la miraban “como a una extraterrestre”.
Dos niñas venezolanas el viernes en Miami en el almacén de la ONG Venezuelan Awareness.
Dos niñas venezolanas el viernes en Miami en el almacén de la ONG Venezuelan Awareness.
Reaccionando al aluvión de venezolanos que llegan de viaje y se quedan pidiendo asilo político, EE UU ha restringido la entrega de visas turísticas en origen.
 La ONG Amnistía Internacional denunciaba en abril que “en Venezuela, muchas personas solicitan día tras día la visa (para EE UU) y se les deniega sin explicación alguna” y añadía que fuentes cercanas a la embajada reconocían que desde el verano de 2017 se había rechazado más de un 80% de las solicitudes.
EE UU es después de Colombia el segundo país con más inmigrantes venezolanos (366.000, según datos de 2016 de la Oficina del censo), pero las restricciones migratorias de Washington bajo la presidencia de Donald Trump y la exacerbación de la pobreza en Venezuela han hecho “ralentizarse” la emigración a EE UU, explicó por teléfono el sociólogo especialista en migración Tomás Páez, de la Universidad Central de Venezuela. “Además de las dificultades legales para ir allá, el simple costo de un pasaje de avión para el venezolano común se ha vuelto inaccesible, un artículo de absoluto lujo.
 Así que EE UU sigue siendo un país de destino pero en menor medida, porque la avalancha se mueve hacia donde puede y se está yendo a pie o en bus a Sudamérica”.
“A Miami no llegan los venezolanos más pobres”, dijo la directora de la ONG. 
“La mayoría de los que vienen a nuestro centro son profesionales: gente con un negocio, ingenieros, administradores, médicos. 
Y de todos modos llegan sin nada y se tienen que poner a trabajar sin papeles de lo que sea”. 
La abogada Olmos contaba que su marido se desdobla a diario entre un empleo de aparcacoches y otro lavando platos en un restaurante. 
Y Jeissy Petit, 38 años, que aterrizó el 17 de agosto con sus tres hijos menores, esperaba que su marido, “con el favor de Dios”, encontrase empleo cuanto antes.
 “En Venezuela vendimos la casa y dos camionetas. Con todo eso nos dio para comprar los cinco billetes de avión y traer 6.000 dólares para mantenernos al principio” decía.
Todos ellos habían llegado con visa de turista y afirmaban que su plan para regularizarse era pedir refugio por causas humanitarias. Los venezolanos ocupan el primer lugar en peticiones de asilo en EE UU. 
En el primer trimestre de 2018 lo solicitaron 7.610, y el ritmo es solo un poco más bajo que en 2017, cuando lo pidieron 29.250.
 El aumento ha sido galopante desde 2013, año de la muerte de Hugo Chávez, cuando hubo 786 peticiones.
 Congresistas por Florida de los partidos Demócrata y Republicano han reclamado al Gobierno que se otorgue a los venezolanos indocumentados un Estatus de Protección Temporal que les dé permiso de residencia y trabajo mientras la crisis no amaina en su país, pero parece improbable que la Administración Trump acceda, pues ha retirado ese escudo a otras comunidades en apuros como la salvadoreña o la hondureña. 




 

La carta que Romy Schneider dejó a su hija Sara antes de morir

James Woods y Sean Young: cuando ‘Atracción fatal’ se hizo realidad en Hollywood

Hace 30 años, la película 'Impulso sensual' unió a los dos intérpretes en la pantalla.

 La trama era apasionante, pero nada comparado con lo que ocurrió tras las cámaras.

James Woods y Sean Young en una imagen publicitaria de 'Impulso sensual'. En vídeo: Tráiler de la película.
Cuando Sean Young (Louisville, Kentucky, 1959) conoció a James Woods (Vernal, Utah, 1947), le dijo: 
“No te sorprendas si acabas enamorado de mí al final de este rodaje”. 
Él respondió: “Tendrás suerte si no te asesino”.
 Pero Impulso sensual (Harold Becker, 1988), un drama sobre un matrimonio adicto a la cocaína estrenado cuando dicha droga todavía era señal de triunfo y de clase social, atrajo más atención mediática por lo que ocurría fuera de cámara. 
Y no era para menos: la relación, la ruptura y la denuncia por acoso eran mejor película que la que efectivamente rodaron.
Estos son los hechos: James Woods y su entonces prometida (hoy segunda exmujer) Sarah Owen demandaron a Sean Young por enviarles cartas con amenazas y fotos de cadáveres humanos y de animales desmembrados, pisotear las flores de su jardín (valoradas en 434 euros), inscribirles en listas de correo de asociaciones antiabortistas y dejar una muñeca decapitada en el felpudo de su casa.
 Estos dos últimos actos, según la denuncia, eran una referencia al aborto al que Owen se había sometido semanas antes. 
La muñeca tenía el cuello roto, yodo simulando sangre por todo el abdomen y maquillaje pálido en la cara para darle aspecto cadavérico.
 Según el abogado de Woods, Dave Kinsella, “al día siguiente apareció una nota en la puerta disculpándose por el envío [de la muñeca], pero aclarando que la señorita Young era la remitente y que, por cierto, estaba muy disgustada porque él no había colgado la muñeca de una de las vigas del porche tal y como instruía la carta adjunta”.
Según Sean Young, lo único que hizo fue enviar a la pareja un artículo sobre los peligros del tabaco, especialmente sus consecuencias en la piel.
 (En 1988 los perjuicios en la salud de fumar no estaban tan asumidos como ahora).
 Aunque el acoso, el vandalismo y las amenazas estaban demostradas, nada probaba que Young los hubiera perpetrado. Woods pedía 6 millones de dólares en concepto de “angustia emocional deliberada”, pero el caso se zanjó con un acuerdo extrajudicial. 
Este thriller erótico se quedó sin el tercer acto que el público estaba esperando y, del mismo modo, la carrera de Sean Young se quedó en suspense a la espera de un clímax que jamás iba a llegar. 

Sean Young, una de las promesas de Hollywood de los ochenta, en una imagen tomada en Cannes en 1990.
En los ochenta todo el mundo daba por hecho que Sean Young, que hoy tiene 58 años, iba a ser una estrella. 
Personificaba todo lo que Hollywood le pedía a sus actrices en aquella época: aspecto de muñeca frágil pero sexualmente intrépida y con tendencia a meterse en apuros.
 El mundo se enamoró de Young en Blade Runner (Ridley Scott, 1982) ella tenía 22 años.
 Interpretaba a un personaje, la replicante Rachael, del cual el público jamás le permitió desvincularse. 
 Porque Rachael, en realidad, era como una estrella del Hollywood de los 80. 
Era clásica, estaba disponible, era perfecta.
 Era parte del decorado. Era una femme fatale, pero una accesible y que no daría problemas. 
Y era la creación de unos hombres perversos.

“Por supuesto que me habrían tratado mejor si fuese hombre” reflexionaría Young años más tarde en una entrevista al periódico británico The Guardian en 2015. 
“Quizá todos esos tíos de Hollywood sufrieron el rechazo de las mujeres cuando eran jóvenes y por eso cuando triunfan en la meca del cine quieren perpetuar la ilusión de que son poderosos”.
 La actriz sigue manteniendo su inocencia y asegura que todo se trató de una venganza de James Woods porque ella le rechazó.
 Pero como en los mejores (y los peores) thrillers, no importa tanto quién es el culpable sino el efecto que la trama causa entre el público.
Y el público no sólo asumió esta historia como canon del Hollywood Babilonia, sino que también decidió creerse la leyenda urbana (negada por todas las partes) de que Young llegó a pegar el pene de Woods contra su propio muslo con pegamento instantáneo mientras él dormía. 
“Durante años, cada vez que iba a un casting me preguntaban por la historia de James Woods” recuerda la actriz, “así que el casting no me salía bien”.
James Woods, uno de los actores más prolíficos de su generación, en una imagen tomada en el Festival de Cannes en 1984.

Sean Young, una de las promesas de Hollywood de los ochenta, en una imagen tomada en Cannes en 1990. Getty Images
 
El culebrón Young-Woods era, sencillamente, demasiado bueno para ser verdad.
 Tanto que dio igual que fuera verdad o no. En un momento en el que Atracción fatal (thriller en el que la amante tomaba represalias contra el hombre casado infiel) estaba reptando en la psique americana para no ser arrancado de ella jamás, la prensa no pudo ni quiso resistirse a agotar todos los juegos de palabras posibles con “pegamento”, “muñeca” y “flores muertas”. 

 

 

Una seguiriya solemne.................................Rocío Márquez...


 Frente a la polémica que habitualmente genera la academización del cante, la cantaora recibió de su maestro José de la Tomasa un consejo: “No intentes copiar cómo otros expresan la pena”.
Antes de tener una idea propia sobre los entresijos del flamenco, recuerdo cómo iba buscando opiniones de artistas que admiraba y cómo disfrutaba al encontrar discursos contrapuestos. 
Esto me confirmaba que en la mayoría de las cuestiones, el flamenco, como el arte general, es subjetivo.
En esos días nos conocimos, mi admirado maestro José de la Tomasa.
 Siempre te había visto sobre el escenario, en festivales de verano y había disfrutado a través de tus grabaciones.
 Aquel año el entorno cambió. 
Tú impartías clases en la Fundación Cristina Heeren, a la que yo acudía. 
Entonces pude escucharte en un cuarto pequeño, sin megafonía, alrededor de una gran mesa junto a otras personas tan deseosas de tu arte como yo.
Siempre me ha llamado la atención el debate que genera la academización del cante porque parece que olvidásemos que en cualquier caso tiene que darse el proceso de aprendizaje.
 Ningún artista nace con las melodías y los patrones rítmicos instalados en su disco duro. 
Dicho esto, la variable a tener en cuenta sería el contexto, algo ligado estrechamente a los tiempos que van viniendo.
 Con esta naturalidad lo vivo.
Recuerdo el primer día que canté delante de ti.
 No me he puesto tan nerviosa ni en el Teatro Real… Me sorprenden los límites que podemos llegar a ponernos por culpa de nuestros propios prejuicios.
 Antes de conocerte pensaba que “mi metal” no iba a gustarte, que sólo apreciarías timbres similares al tuyo.
Pero no fue así…, contigo encontré un maestro único; que me invitó a conocerme y a ser yo misma.
La seguiriya es un palo solemne y trágico. 
Uno de esos estilos considerados “grandes” por los aficionados más puristas. 
A mí siempre me atrajo. Fue el estilo que más tiempo tardé en cantar y ahora es uno de los que no suelen faltar en mi repertorio.
Recuerdo que compartimos respeto por este género.
 Me dijiste: “Este año sales cantando por seguiriya de aquí”. Casi todos los días me preguntaba si quería cantártela, a lo que yo respondía que no con tantas ganas como miedo.
 Mientras tanto, escuchaba todas las versiones que iba encontrando, desde Agujetas a Mayte Martín, pasando por Tomás Pavón y Mairena.
El día que por fin me decidí, ya estaba acabando el curso.
 Antes de comenzar me diste el mejor consejo que nadie me ha dado: “Sé tú misma, no intentes copiar cómo otros y otras expresan la pena o la desesperación, tú la exteriorizas a tu manera.
 Nunca te he visto dando un portazo o dando un grito cuando te enfadas porque tus maneras son otras…, pues en el cante pasa lo mismo”.

El mensaje fue contundente; ser una misma o uno mismo, conocerse, aceptarse y mostrarse como se es.
Me gusta sentir y pensar que canto como soy, así que este consejo me sirvió tanto para el cante como para la vida.
 El orden es de dentro hacia fuera. 
Sólo buscando en nuestro interior y conectando con nuestro centro podremos llegar a los demás. 
Y si no sucede tan deseada conexión, al menos, siempre nos quedaremos nosotros mismos.