Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 ago 2018

James Woods y Sean Young: cuando ‘Atracción fatal’ se hizo realidad en Hollywood

Hace 30 años, la película 'Impulso sensual' unió a los dos intérpretes en la pantalla.

 La trama era apasionante, pero nada comparado con lo que ocurrió tras las cámaras.

James Woods y Sean Young en una imagen publicitaria de 'Impulso sensual'. En vídeo: Tráiler de la película.
Cuando Sean Young (Louisville, Kentucky, 1959) conoció a James Woods (Vernal, Utah, 1947), le dijo: 
“No te sorprendas si acabas enamorado de mí al final de este rodaje”. 
Él respondió: “Tendrás suerte si no te asesino”.
 Pero Impulso sensual (Harold Becker, 1988), un drama sobre un matrimonio adicto a la cocaína estrenado cuando dicha droga todavía era señal de triunfo y de clase social, atrajo más atención mediática por lo que ocurría fuera de cámara. 
Y no era para menos: la relación, la ruptura y la denuncia por acoso eran mejor película que la que efectivamente rodaron.
Estos son los hechos: James Woods y su entonces prometida (hoy segunda exmujer) Sarah Owen demandaron a Sean Young por enviarles cartas con amenazas y fotos de cadáveres humanos y de animales desmembrados, pisotear las flores de su jardín (valoradas en 434 euros), inscribirles en listas de correo de asociaciones antiabortistas y dejar una muñeca decapitada en el felpudo de su casa.
 Estos dos últimos actos, según la denuncia, eran una referencia al aborto al que Owen se había sometido semanas antes. 
La muñeca tenía el cuello roto, yodo simulando sangre por todo el abdomen y maquillaje pálido en la cara para darle aspecto cadavérico.
 Según el abogado de Woods, Dave Kinsella, “al día siguiente apareció una nota en la puerta disculpándose por el envío [de la muñeca], pero aclarando que la señorita Young era la remitente y que, por cierto, estaba muy disgustada porque él no había colgado la muñeca de una de las vigas del porche tal y como instruía la carta adjunta”.
Según Sean Young, lo único que hizo fue enviar a la pareja un artículo sobre los peligros del tabaco, especialmente sus consecuencias en la piel.
 (En 1988 los perjuicios en la salud de fumar no estaban tan asumidos como ahora).
 Aunque el acoso, el vandalismo y las amenazas estaban demostradas, nada probaba que Young los hubiera perpetrado. Woods pedía 6 millones de dólares en concepto de “angustia emocional deliberada”, pero el caso se zanjó con un acuerdo extrajudicial. 
Este thriller erótico se quedó sin el tercer acto que el público estaba esperando y, del mismo modo, la carrera de Sean Young se quedó en suspense a la espera de un clímax que jamás iba a llegar. 

Sean Young, una de las promesas de Hollywood de los ochenta, en una imagen tomada en Cannes en 1990.
En los ochenta todo el mundo daba por hecho que Sean Young, que hoy tiene 58 años, iba a ser una estrella. 
Personificaba todo lo que Hollywood le pedía a sus actrices en aquella época: aspecto de muñeca frágil pero sexualmente intrépida y con tendencia a meterse en apuros.
 El mundo se enamoró de Young en Blade Runner (Ridley Scott, 1982) ella tenía 22 años.
 Interpretaba a un personaje, la replicante Rachael, del cual el público jamás le permitió desvincularse. 
 Porque Rachael, en realidad, era como una estrella del Hollywood de los 80. 
Era clásica, estaba disponible, era perfecta.
 Era parte del decorado. Era una femme fatale, pero una accesible y que no daría problemas. 
Y era la creación de unos hombres perversos.

“Por supuesto que me habrían tratado mejor si fuese hombre” reflexionaría Young años más tarde en una entrevista al periódico británico The Guardian en 2015. 
“Quizá todos esos tíos de Hollywood sufrieron el rechazo de las mujeres cuando eran jóvenes y por eso cuando triunfan en la meca del cine quieren perpetuar la ilusión de que son poderosos”.
 La actriz sigue manteniendo su inocencia y asegura que todo se trató de una venganza de James Woods porque ella le rechazó.
 Pero como en los mejores (y los peores) thrillers, no importa tanto quién es el culpable sino el efecto que la trama causa entre el público.
Y el público no sólo asumió esta historia como canon del Hollywood Babilonia, sino que también decidió creerse la leyenda urbana (negada por todas las partes) de que Young llegó a pegar el pene de Woods contra su propio muslo con pegamento instantáneo mientras él dormía. 
“Durante años, cada vez que iba a un casting me preguntaban por la historia de James Woods” recuerda la actriz, “así que el casting no me salía bien”.
James Woods, uno de los actores más prolíficos de su generación, en una imagen tomada en el Festival de Cannes en 1984.

Sean Young, una de las promesas de Hollywood de los ochenta, en una imagen tomada en Cannes en 1990. Getty Images
 
El culebrón Young-Woods era, sencillamente, demasiado bueno para ser verdad.
 Tanto que dio igual que fuera verdad o no. En un momento en el que Atracción fatal (thriller en el que la amante tomaba represalias contra el hombre casado infiel) estaba reptando en la psique americana para no ser arrancado de ella jamás, la prensa no pudo ni quiso resistirse a agotar todos los juegos de palabras posibles con “pegamento”, “muñeca” y “flores muertas”. 

 

 

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