Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

19 ago 2018

Nueve estrellas de Hollywood para las que la tragedia cruzó la pantalla

Han triunfado en la música y en el cine y sonreído ante el mundo, pero llevan a cuestas historias que los han marcado para siempre.

 Repasamos los casos más impactantes.

 

El arte y la vida................................................Juan José Millás

Juan José Millás 

El arte y la vida

ALGO QUE PERMANECÍA desencajado en tu interior se articula al contemplar esta fotografía, como cuando te quedas embobado ante un mondrian.
 ¡Pero si no hay nada más que geometría y cromatismo!, te dices. Geometría y cromatismo, vale, pero tú sigues ahí, delante de la pintura, como un pasmarote, igual que al dar el primer trago a la copa de vino permaneces atento al modo en que el alcohol se abre paso por el sistema vascular y alcanza misteriosamente el encéfalo para provocar un estallido de depresión o euforia. 
Así permaneces frente al mondrian, siguiendo el rastro que su mera observación provoca en tu intelecto, tan difícil de expresar en palabras.
Lo cierto es que, al alejarte de la pintura, te sientes como organizado, igual que cuando, perdido en una ciudad extranjera, tropiezas con uno de esos mapas en los que una leyenda dice: “Usted está aquí”. 
¡Qué felicidad, la de encontrarnos!
  Nos ocurre también al leer un buen poema, una buena novela, al ver una película estimable: que descubrimos, siquiera de forma provisional, nuestro lugar en el mundo.
 Para eso sirven las representaciones de la realidad que proporciona el arte.
 Quizá el valor de esta fotografía sea el de señalarnos dónde estamos. O el de ayudarnos a decidirlo. 
Nos hallamos, por ejemplo, fuera, observando las cosas desde el ojo de la fotógrafa. 
O quizá dentro, detrás de una de esas persianas. 
Tal vez esta geometría plana y ligeramente coloreada sea el reflejo de una aspiración moral. 
Ese orden, esa discreción, ese juego de luces y de sombras nos representan. De ahí el placer de su contemplación. 

De criada a descubrir el universo, y otras pioneras de la astronomía


Dorothea Klumpke Roberts, matemática rny astrónoma, en una ilustración de 1903. rn
Dorothea Klumpke Roberts, matemática y astrónoma, en una ilustración de 1903.
 La ciencia fue coto reservado a los hombres hasta fines del XIX, cuando un proyecto astronómico internacional abrió las puertas al trabajo femenino.
 Fueron apenas un centenar de pioneras, pero su contribución engrandeció nuestro conocimiento del cosmos.
HACÍA UN AÑO que había emigrado desde su Escocia natal a Boston, EE UU, cuando su marido la abandonó. 
Era 1880 y, recién embarazada, Williamina Fleming contaba 23 años. 
Dadas las circunstancias, la joven se vio en la obligación de solicitar trabajo como sirvienta en casa de Edward C. Pickering, director del Observatorio Astronómico de Harvard.
 Ante el escaso interés y profesionalidad de sus ayudantes, que contrastaba con el buen hacer de su criada, el hombre no tardó en decidirse a instruirla y contratarla para llevar a cabo los cálculos del laboratorio. 
Aquella chica se convirtió así en la primera calculadora de un proyecto científico y en la primera integrante de lo que después se conocería como el harén de Pickering, apelativo despectivo con el que se denominó al grupo de mujeres que el científico acabaría contratando.
 Hoy, el cráter lunar Fleming lleva este nombre, compartiendo el honor con el del descubridor de la penicilina, en memoria de Williamina. 

Dorothea Klumpke Roberts, matemática y astrónoma, en una ilustración de 1903.

 

De criada a descubrir el universo, y otras pioneras de la astronomía

Dorothea Klumpke Roberts, matemática rny astrónoma, en una ilustración de 1903. rn
Dorothea Klumpke Roberts, matemática y astrónoma, en una ilustración de 1903.
La ciencia fue coto reservado a los hombres hasta fines del XIX, cuando un proyecto astronómico internacional abrió las puertas al trabajo femenino. Fueron apenas un centenar de pioneras, pero su contribución engrandeció nuestro conocimiento del cosmos.
HACÍA UN AÑO que había emigrado desde su Escocia natal a Boston, EE UU, cuando su marido la abandonó. Era 1880 y, recién embarazada, Williamina Fleming contaba 23 años. Dadas las circunstancias, la joven se vio en la obligación de solicitar trabajo como sirvienta en casa de Edward C. Pickering, director del Observatorio Astronómico de Harvard. Ante el escaso interés y profesionalidad de sus ayudantes, que contrastaba con el buen hacer de su criada, el hombre no tardó en decidirse a instruirla y contratarla para llevar a cabo los cálculos del laboratorio. Aquella chica se convirtió así en la primera calculadora de un proyecto científico y en la primera integrante de lo que después se conocería como el harén de Pickering, apelativo despectivo con el que se denominó al grupo de mujeres que el científico acabaría contratando. Hoy, el cráter lunar Fleming lleva este nombre, compartiendo el honor con el del descubridor de la penicilina, en memoria de Williamina.
Imagen de 1909 de la estrella Eta Carinae. En la segunda imagen, la galaxia Andrómeda fotografiada en 1888. / GETTYColl. B. Garrett (album)
 Hasta entonces, salvo contadas excepciones –la de Hipatia de Alejandría, en la Antigüedad tardía, o la de Fátima de Madrid, en la Edad Media, ambas hijas de célebres astrónomos–, la ciencia era un territorio inaccesible para la mujer sola, que únicamente podía transitarlo de la mano de un varón, ya fuera su padre, hermano o esposo. 
La irrupción de las mujeres en el ámbito científico se produjo con carácter general a finales del siglo XIX, concretamente en el campo de la astronomía.
 Su expansión se dio gracias a la Carte du Ciel, una iniciativa impulsada por el Observatorio de París y considerada como el primer gran proyecto científico de carácter internacional. 
Su objetivo consistía en elaborar una cartografía celeste que, con el concurso de 18 observatorios repartidos por el globo, pretendía localizar y medir millones de estrellas.
 La ingente cantidad de operaciones matemáticas que había que desarrollar abrumaron a los astrónomos titulares, por lo que optaron por buscar una mano de obra eficaz y barata. 
  En Oxford encomendaron la tarea a jóvenes recién graduados, quienes cobraban menos aún que las mujeres. 
Pero en la Universidad de Harvard, Pickering abrió la puerta al empleo femenino, una práctica que acabó extendiéndose a otros observatorios en Francia, Reino Unido e Italia.
La astrónoma Henrietta Leavitt, póstumamente propuesta para el Premio Nobel.Granger NYC (Album)

Los catálogos de la entonces incipiente astrofotografía, que generaba enormes cantidades de datos que había que interpretar, abrieron un área importante para la incorporación de las mujeres al trabajo de los observatorios.
 Pero dado el paternalismo de la época, no fue fácil reivindicar su talento.
 Cuando, con el transcurso del tiempo, ellas se involucraron en la investigación científica de mayor calado, sus artículos y proyectos siempre aparecían firmados por su mentor o, en el mejor de los casos, su nombre aparecía en segundo lugar.


Aunque en vida solo ostentó el título de ayudante, el trabajo de Henrietta Leavitt fue propuesto para el Nobel después de su muerte.
 Algunas de las calculadoras ingresaron en el proyecto de Pickering a través de un vínculo familiar o de amistad con algún científico; otras, simplemente, se ofrecieron voluntarias inicialmente para poder cobrar luego un salario de 25 centavos de dólar por hora (la mitad de lo que hubiera cobrado un hombre), durante 6 días a la semana y 7 horas al día.
 El mal llamado harén llegó a reunir a más de 80 mujeres en un contexto, el de Harvard, donde se pensaba que “un cuerpo femenino solo puede manejar un número limitado de tareas simultáneamente, dado que las chicas que gastan mucha energía en su desarrollo mental durante la pubertad terminarán por experimentar desarreglos en su sistema reproductivo”, como aseguraba Edward H. Clarke, profesor de medicina de esa universidad, en su obra de 1873 Sex in Education (el sexo en la educación).
  

 
Williamina Fleming. En la segunda foto, Annie Jump Cannon, en la fotografía de su graduación en Oxford en torno a 1900. / ASTRONOMICAL PHOTOGRAHS AT HARVARD COLLEGE OBSERVATORY / GETTYColl. B. Garrett (album)

 
 
Antonia Maury, fotografiada cerca de 1910 y retrato de Hipatia de Alejandría, científica griega de los siglos IV y V. / GRANGER NYC (ALBUM) AGE

En Francia, y siempre bajo el paraguas de la Carte du Ciel, se crearon en París, Burdeos y Toulouse los llamados Gabinetes de las Damas.
 Los trabajos ligados al proyecto evidenciaban una división de género, donde la percepción masculina y patriarcal de la actividad científica asignaba a las mujeres las tareas subalternas que supuestamente se correspondían con aptitudes femeninas: los astrónomos implicados asociaban la precisión a una atención reverente y confundían la disciplina con la paciencia. 
En la práctica, la actividad del Gabinete de las Damas era rutinaria hasta lo exasperante, sin dejar lugar a la iniciativa personal.
 El manejo de los grandes instrumentos de observación estaba reservado a los hombres, cuyo papel incluía la planificación de las tareas de las calculadoras.
 Ellas eran las encargadas de medir las placas fotográficas para situar correctamente los asterismos (conjuntos de estrellas que aparentemente recrean figuras o formas) y de reducir estas medidas de posición de las estrellas en los negativos a un sistema de coordenadas coherente.  
También fueron ellas mismas quienes se encargaron de formar a las recién llegadas.
 La mayoría procedía de familias burguesas y habían sido empujadas al mundo laboral por reveses de la fortuna.   
 
Portada del libro de Ernest Mouchez La fotografía astronómica, con imágenes tomadas a partir de 1821.Coll. B. Garrett (album) 

Otras en cambio fueron científicas pioneras con titulación universitaria. 
Las estadounidenses Dorothea Klumpke, Henrietta Leavitt, Annie Jump Cannon y Antonia Maury son algunas de estas astrónomas que, a pesar de su valía, nunca obtuvieron el reconocimiento profesional que merecían.
 Sus aportaciones quedaron opacadas, como también ocurrió con las de los miembros de la congregación de la Virgen Niña, que ejercieron de calculadoras humanas en el Observatorio Vaticano. Es de suponer que serían previamente instruidas y que trabajarían con humildad, rigor y precisión como sus compañeras, pero nada se sabe de ellas. 
No queda ni un nombre propio, ni siquiera una mención, a excepción de los anales de la Carte du Ciel, donde se las cita de forma colateral.
Si hay una historia especialmente llamativa sobre estas pioneras es la de Henrietta Leavitt, que durante toda su vida ostentó el título profesional de ayudante de Pickering. 
Cuando murió, con 53 años, su patrimonio ascendía a 344,89 dólares.
 Cuatro años después, un matemático sueco envió a Harvard una misiva en la que proponía su nominación al Nobel, una petición sobre la que también insistió su superior y famoso descubridor de la expansión del universo, Edwin Hubble: gracias a los trabajos de aquella calculadora sobre un tipo de estrellas, las cefeidas, fue posible computar las distancias a galaxias remotas y, en última instancia, comprender la descomunal grandeza de nuestro cosmos. 
 

Estos son los caseros razonables.......................... Sergio C. Fanjul

Pese al espectacular aumento del precio del alquiler, algunos propietarios deciden no subir la renta para vivir más tranquilos y luchar contra la llegada de otra burbuja.

A la izquierda, Rosa, la casera, en Alicante; a la derecha, Ofelie, la inquilina, en Madrid. En vídeo: Los pisos turísticos en Madrid incrementan el precio de alquiler de las viviendas.
“Nosotros no alquilamos para hacernos ricos”, dice Mar, propietaria junto a su marido de un piso en Lavapiés
 Su inmueble, de 60 metros cuadrados útiles y dos habitaciones, se alquila por 830 euros mensuales en un barrio en el que podrían pedir unos cuantos cientos más y encontrar inquilinos con facilidad. “No nos gusta la situación de subida desmesurada de los alquileres que estamos viviendo”, continua Mar, que prefiere no dar su apellido, al igual que el resto de entrevistados para este reportaje. “Este es un tema con el que estamos sensibilizados, ya que nosotros también hemos sido arrendatarios durante varios años, y vivimos esta situación desde ambas partes.
 No queremos contribuir a una nueva burbuja inmobiliaria”.

La burbuja del precio del alquiler es una preocupación que está afectando a los centros —y también a periferias— de muchas ciudades en España. Y particularmente en las más grandes, como Madrid. La subida media en los precios, a final del segundo cuatrimestre, había sido de un 10,3% respecto al año anterior, fijando un nuevo máximo.
 Las mayores subidas interanuales se dieron en Carabanchel (15,8%), Villa de Vallecas (16%) y Puente de Vallecas (19%).
 En distrito Centro fue del 5,1%, todo según datos del portal inmobiliario Idealista.
 A esto hay que añadir la subida de los precios de los alimentos y de la factura de la luz.
 Y el estancamiento de los salarios.
A pesar de todo, hay arrendadores que, pudiendo sacar mayores beneficios, optan por no subir el precio o hacerlo moderadamente, sin subirse a la ola de la rentabilidad creciente. 
Sus motivos son variados: desde el compromiso ético a la búsqueda de estabilidad.
Rosa, residente en Alicante, administra el piso de su tía, por la zona de Acacias, compartido por cuatro personas de diferentes nacionalidades con las que se comunica mediante un grupo de WhatsApp. 
“Son personas que trabajan o que están estudiando y debido a una situación económica precaria no pueden vivir de forma independiente.
 En este piso pueden vivir de una manera digna: no vamos a andar asfixiando a la gente”, dice la administradora
Incluso, en ocasiones de apuro, les ha bajado un poco el alquiler. Ellos mismos son los que, cuando queda una habitación libre, hacen las entrevistas y la selección. 
 “En los inquilinos busco estabilidad y tranquilidad”, explica Rosa, “y procuro que la gente esté bien si tú estás bien con ellos”.

Una de las inquilinas es Ofelie, joven francesa de 22 años, que se mudó a Madrid a estudiar hace un año y ahora trabaja en el sector del cine. 
Paga 280 euros mensuales por una habitación, más los gastos.
 “Lo que estaba encontrando eran habitaciones pequeñísimas que ni siquiera tenían ventanas y costaban 500 euros”, dice. 
“Mi habitación actual está bien y el precio es razonable”.
 En París, de donde procede, también hay problemas con la vivienda. 
“Yo tuve que decir que estaba casada con mi mejor amigo, que es gay, porque no les gustaba que compartiéramos piso”, relata.
Hay presión social. 
“La gente me decía que por qué tenía un piso a 500 euros si podía pedir más de 700. Me animaba a que lo subiera”, dice Juan, propietario de un inmueble de dos habitaciones en la plaza de Cascorro.
 Ahora lo alquila por 640 euros mensuales, un precio más que razonable dada la zona. 
“Cuando lo pongo en alquiler, veo cómo está la cosa: viene muchísima gente, se puede alquilar muy rápido”.
¿Ha valorado la posibilidad de utilizarlo como piso de alquiler turístico? “No me interesa, tengo un vínculo sentimental muy fuerte con el centro de Madrid y no me gusta que se convierta en un parque temático para el turismo.
 Tampoco queremos dar problemas a una comunidad de vecinos con la que hemos convivido”. contesta Juan. Busca inquilinos que no estén de paso, que quieran quedarse en Madrid.
 “Ahora nos quieren meter a todos en la cabeza que somos inversores, pero yo no tengo esa mentalidad. No pretendo que el alquiler me saque de pobre”, dice el propietario.
Eduardo es arrendador, junto con su madre, de dos inmuebles, uno en Delicias y otro en San Fermín (Usera), que alquila a un precio razonable, alrededor de 600 euros. 
“Considero que a los particulares no nos interesa que se cree otra burbuja, ya que un pinchazo perjudicaría finalmente a todos: demasiado pan para hoy es hambre para mañana, por eso creo que mantener precios razonables no es decisión política o ética, sino más bien lógica”, opina.

Estos propietarios también prefieren inquilinos de largo recorrido. “Gente que se puede encariñar con la casa, considerarla en cierto modo suya, mimarla un poco. 
Eso solo es posible si están contentos con el precio y el lugar en el que viven”, dice Eduardo.
 Y añade: “Es importante pensar que uno está recibiendo un dinero pero también dando un servicio. 
Y es importante no comprar cosas que parecen un piso pero que no lo son, aunque se alquilen bien, como esos sótanos sin ventanas que se ven en las inmobiliarias”.

Extrañas relaciones

La fiebre de subida de alquileres está produciendo efectos notables para los vecinos.
 Por ejemplo, en Lavapiés varios bloques de viviendas han sido comprados por diferentes empresas y fondos de inversión y sus vecinos, expulsados al término de sus contratos.
 Las empresas planean poner pisos de lujo o apartamentos turísticos.
 Un ejemplo notorio es el de la calle de Argumosa 11, donde el Sindicato de Inquilinos e Inquilinas (nacido al calor de estos conflictos) ya ha parado varios desahucios. 
Varios de estos inmuebles se han unido en la asamblea Bloques en Lucha.
Las relaciones entre inquilinos y caseros toman otro cariz dada la coyuntura.
 “Tengo el aire acondicionado estropeado hace meses y no me atrevo a llamar al dueño del piso, no vaya a aprovechar para subirme el alquiler”, dice Rebeca, que vive cerca de Gran Vía. A Diego, inquilino en Carabanchel, su casera le envía por WhatsApp con frecuencia links con ofertas de pisos del portal Idealista, sobre todo cuando toca subir el IPC. 
“Son pisos en mi barrio más pequeños y más caros.
 Como no le respondo nunca, no sé si me está amenazando o demostrándome lo buena casera que es”, dice.