Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 ago 2018

Una semana en Suiza..................................... Boris Izaguirre





La reina Letizia, la infanta Sofía, la reina Sofía y la princesa Leonor, paseando por Palma el pasado lunes.

La reina Letizia, la infanta Sofía, la reina Sofía y la princesa Leonor, paseando por Palma el pasado lunes. EFE
Escribo esta primera columna de agosto después de un delicioso y prolongado baño en el lago de Zúrich, junto a cisnes muy civilizados.
 Parece una curiosa elección de veraneo pero mi marido lleva años con el quijotesco plan de hacerme europeo y para complacerle, me dejo llevar. 
También es cierto que escribo sobre Suiza con frecuencia, porque muchas cosas o personas que ocupan nuestra actualidad, suceden aquí o terminan viviendo cerca de los Alpes. 
Así que he aceptado la idea de mi marido y me he tirado a nadar en el Rhin a su paso por Basilea.
 Más que nadar, uno se deja llevar por su corriente mientras contempla campanarios medievales y sedes de bancos suizos. 
En esa corriente del Rhin, río abajo me di cuenta de que la belleza y el lujo cuando están bien asegurados, parecen más naturales. 
Suiza funciona como un reloj.
 Neutral con todo y todos excepto con la falta de control. 
Nadie habla alto, todo el mundo lleva móviles con auriculares y el alemán que emplean no se entiende y sin embargo te entran ganas de aprenderlo.
 Los tranvías son puntualísimos y los Alpes te acompañan.
 El cambio climático ha aumentado las temperaturas pero como los suizos son ecológicos desde 1292, no usan el aire acondicionado ni el ventilador aunque lleguen a los 35 grados.
 El sudor pasa a ser una presencia fina que les preocupa menos que el turismo asiático.
 Así, liviano y un poquito húmedo, descubres maravillas como la colección Rosengart en Lucerna donde te espera Paul Klee y 32 Picasso, coleccionados por el abuelo, el padre y la hija, Angelika Rosengart, a lo largo de varias décadas de amistad con el genio malagueño.
 Los retratos de Angelika son maravillosos pero la joya de la corona es un retrato a Marie Therese Walter, en rosa y azul, que te hace pensar que esos son los colores del amor.
 A la salida, para mi asombro, la mismísima Angelika Rosengart estaba ordenando el libro de visitas . 
 “Al ser español, está claro que le han emocionado los picasso”, me dijo. 
No solo eso, le confesé, estoy emocionado porque Suiza me acaba de regalar conocerla y verla atender y compartir su colección con los aficionados y visitantes. 
Aparte de esos picasso, España ha estado muy presente en esta semana en Suiza.
 En la estación de tren de Basilea, María Teresa Campos nos apareció en la portada de Semana, asegurándonos que todo irá bien con su hija, Terelu.
 Y mientras conciliábamos el sueño, la señal internacional de TVE retransmitió el programa Lazos de Sangre dedicado a los Iglesias-Preysler.
 La mayoría de los colaboradores en ese programa son mujeres que se mostraban más complacientes con la fama de depredador de Julio Iglesias que ante los tres matrimonios de Isabel Preysler. Quizás porque estaba en Suiza, los comentarios de ellas me olieron a machismo femenino en la televisión pública. 
Y además en boca de señoras que se mostraron poco feministas. 
La cantante Madonna en Malawi el 16 de julio. I La cantante Madonna en Malawi el 16 de julio. I AP
Una semana en Suiza ayuda a ventilarse.
 Así lo hacen los españoles más internacionales, como Marta Gaya, que prefieren Gstaad en vez de Baleares.
 Al menos estos días de verano. Por eso me hizo gracia la imagen de la reina Sofía aireándose con un ventilador individual mientras paseaba con sus nietas y nuera por el mercado de Palma
. Aunque resultaba bastante irreal la situación, el coqueto ventilador individual refrescaba el ambiente.
 Existen otras señoras que no dudan en recurrir a un ventilador. Paulina Rubio, Beyoncé, Shakira, lo utilizan mucho en el escenario. Con todo, ventilador incluido, ese paseíllo veraniego con casi más mujeres que en el gobierno de Pedro Sánchez me devolvió un tufillo tradicional.
 Mujeres haciendo la compra y los hombres practicando deporte o convalecientes. 
 
En otra isla, lejos de allí, mucho más al norte, con la misma temperatura y el mismo día, se robaban dos coronas del tesoro real sueco. Como en la divertida película Ocean´s Eight, los ladrones o ladronas, aprovecharon el despiste propiciado por la ola de calor y saltaron a una lancha con el motor en marcha, dándose espectacularmente a la fuga con el botín.
 Es lo que tienen las coronas. O te las pones. O te las quitan. 
La corona del pop la tiene Madonna bien puesta.
 El día 16 cumple 60 años. Quiere que su regalo de cumpleaños sea la reinvención de Malawi, un pequeño país que para ella es una causa. Madonna, como Suiza, nunca pierde el tiempo.

La felicidad en tres camparis................................ Manuel Vicent

Este licor me lleva directamente a los tiempos de felicidad de mi primer viaje a Italia

Con un poco de suerte podría ver a Pier Paolo Pasolini escribiendo sentado en una terraza.

Pier Paolo Pasolini, en la terraza del café Rosati de Roma en julio de 1960.
Pier Paolo Pasolini, en la terraza del café Rosati de Roma en julio de 1960. FARABOLA/LEEMAGE
1. Puestos a seguir la ruta de la memoria por donde conducen también algunas bebidas, el Campari me lleva directamente a los tiempos de felicidad de mi primer viaje a Italia.
 Ignoro de qué clase de hierbas se compone ese trago amargo y ligero, pero yo era tan frívolo que al principio lo bebía solo por su color rojo quisquilla y por el placer de tenerlo en la mano.
 La primera vez fue en el Rosati en la plaza del Popolo de Roma, un día de primavera, en una mesa donde, según el camarero, solían sentarse a charlar Fellini y Alberto Moravia.
 Como siempre sucede, ellos ese día no estaban allí.
Fue un año indefinido del que solo recuerdo la sensación de libertad que suponía dejar atrás por unos días aquella España de esparto y estameña y creerse libre como un perro al que le quitan la correa y el collar.
 En aquel tiempo cualquier progresista llegado a Roma tenía la obligación de visitar a Alberti o fingir que lo había visitado en su casa de Vía Garibaldi, en el Trastevere.
 No fue mi caso puesto que en ese momento yo tenía otro dios, llamado Pier Paolo Pasolini, y mi sueño consistía en imaginar que un día podría cruzar mi campari con el suyo haciendo sonar nuestros vidrios en el aire.
 Alguien me había contado que Pasolini solía comer en una trattoria llamada Al Biondo Tevere, junto a la basílica de San Pablo en la Vía Ostiense.
 Con un poco de suerte podría verlo escribiendo sentado en la terraza que daba al Tíber o en su asidua tertulia con Moravia, Elsa Morante, Fellini, Sordi y Anna Magnani.
 Pregunté por él a Giuseppina, la mujer de Vincenzo, el dueño, quien me dio largas diciendo que hacía tiempo que Pasolini ya no iba por allí. 
Años después, esa trattoria se convirtió en un lugar de culto, parada obligatoria para muchos devotos de este santo laico representado en las fotografías que cubrían las paredes, porque la noche del 2 de noviembre de 1975, antes de tomar la Vía Nazionale en sentido al Lido di Ostia, donde fue asesinado, Pasolini se detuvo allí con su verdugo, el chapero Giuseppe Pelosi, al que había cargado en su coche en los aledaños de la estación Termini.
 El chico pidió unos espaguetis y el poeta, que ya había cenado, se tomó una cerveza y un plátano.
. Se dice que no hay que morir sin haberse reflejado en los espejos biselados de todos los cafés literarios donde se han sentado los artistas que admiras. En mis primeros tiempos de Campari yo sufría esta devoción de la que me he curado por completo, gracias a la aversión que llegó a producirme la figura de Hemingway como marca turística. Así que, recién llegado por primera vez a Venecia, fui a sentarme en la bombonera del Caffè Florian, que sigue en pie en la plaza de San Marcos desde principios del siglo XVIII, y me tomé un campari, a la sombra de Proust, que pasó muchas veces por allí cuando se hospedaba en el hotel Danieli. Fuera, en la plaza, una orquestina tocaba un vals mientras la ciudad, como el Titanic, se hundía en la laguna. Entonces aún se podía pasar la noche en un saco de dormir bajo los soportales de la plaza y cientos de jóvenes se disponían a hacerlo como caídos en un campo de batalla después de orinar contra las paredes de la fenecida belleza.
 El Campari brillaba sobre el color de limón podrido de la ciénaga donde se ahogaba la estética.
3. Sentado en un viejo sillón de mimbre, en el belvedere del Grand Hotel Villa Politi de Siracusa, en Sicilia, con los pies desnudos apoyados en la barandilla que guarda el foso de la latomia de Capuchinos me recuerdo con un campari en la mano leyendo El Inmoralista de Gide.
 Las latomias de Siracusa son las profundas galerías, abiertas algunas a pleno sol, que dejaron las antiguas canteras de los griegos, desde el siglo Vl antes de Cristo, de donde se extrajo toda la piedra caliza para levantar bastiones militares, teatros, templos y los dioses respectivos.
 Hoy los templos antiguos ya no existen y los dioses también han desaparecido, pero estas grutas gigantescas poseen la sombra idealista de la que extrajo Platón el mito de la caverna.
 Los salones del Villa Politi albergan los espectros de Renan, de Maupassant, de André Gide, de personajes de la alta sociedad centroeuropea que en el periodo de entreguerras pasearon por este lugar una tuberculosis muy elegante, románticos exploradores del sur, todos en busca de los últimos placeres de los sentidos bajo el fuego del siroco.


 

Las tres faltas de ortografía en 'Sábado Deluxe' que harán que te sangren los ojos

Las tres faltas de ortografía en 'Sábado Deluxe' que harán que te sangren los ojos.

 

Si usted es una persona sensible, absténgase de seguir leyendo.
Porque lo que se pudo ver este sábado en el programa Sábado Deluxe de Telecinco, presentado por María Patiño, es para que a uno le sangren los ojos.
El espacio del corazón entrevistó a la peluquera y exconcursante de Supervivientes, Raquel Mosquera, a la que sometieron a un polígrafo para que despellejara poco a poco a otros famosos del papel cuché.

Pero había un problema: que Mosquera había vetado a una de las colaboradoras del programa, la periodista Belén Rodríguez, que no estaba en el plató (de momento).
Así se anunciaba en la pantalla con un rótulo que incluía una tremenda falta de ortografía que reproducimos textualmente: "Raquel Mosquera a vetado a Belén Rodríguez. ¿Se lo pensará y permitirá que entre a plató?".
Alguien debió de darse cuenta del tremendo error y quiso corregirlo añadiendo la H, con tan mala fortuna que la puso detrás de la A, quedando tal y como recogió la cuenta de Twitter @ElCorrectorDeTV, que no pierde comba ni en verano.
No contentos con esto, ya con Rodríguez en plató, comenzó el rifirrafe entre ambas con la exsuperviviente acusando a la periodista de no tener "credibilidad periodística".
Una frase que el programa reprodujo textualmente pero con otro tremendo error ortográfico, ya que escribieron "credibilidad" con uve.


Un millón de toneladas de EL PAÍS..................... Juan Cruz.

El periódico llega hoy a su número 15.000, después de más de 42 años de historia.

El presidente del Gobierno Adolfo Suárez, solo en el banco azul del Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno Adolfo Suárez, solo en el banco azul del Congreso de los Diputados.
EL PAÍS nació el 4 de mayo de 1976, Cumple hoy su número 15.000. Los primeros días fueron de infarto. 
La rotativa rompía el papel. La tardanza en salir a la calle desató la broma: “Es el diario independiente de la mañana… porque sale por la tarde”.
Al peso estos 15.000 números que se cumplen hoy equivaldrían a más de un millón de toneladas de papel, según el cálculo de Pablo Cayado, actual director de Producción.
 Fue el periódico de la Transición democrática, el que salió a la calle contra el golpe de Estado del 23F de 1981; fue el blanco de la ultraderecha, que en 1978 causó un muerto en sus instalaciones. Fue pronto el de mayor difusión en España, y lo ha seguido siendo. Ahora es también “el periódico global en español”, con ediciones en América y con una importante implantación de sus ediciones digitales, que alcanza los cien millones de usuarios únicos.
El filósofo José Luis López Aranguren dijo que era “el intelectual colectivo”. 
Para el sociólogo José Vidal Beneyto era “la referencia dominante”. Camilo Valdecantos, el primer periodista contratado por Juan Luis Cebrián, dice ahora que “fue la mejor escuela de periodismo imaginable”.
Bernardo Marín, subdirector del periódico, antes en la Redacción de México, veinte años en EL PAÍS, en cuya Escuela hizo el Master.
 Apasionado de las Matemáticas, interpreta para este reportaje datos sobre lo que pesa la historia: “15.000 números a 80 páginas de media --contando suplementos, cuadernillos y especiales—son, más o menos, 1.200.000 páginas
. Como el Quijote, versión extendida de Francisco Rico, escrito 750 veces. Desplegando todas esas páginas podríamos alfombrar seis veces la Puerta del Sol o diez veces el césped del Camp Nou.
 O más de vez y media el Zócalo de Ciudad de México”. Y desplegando las páginas de todos los periódicos que ha vendido EL PAÍS en sus 42 años de historia a una media de 300.000 ejemplares diarios –en total unos 360.000 millones de páginas-- podríamos tapizar entera toda la Comunidad Valenciana.

El presidente del Gobierno Adolfo Suárez, solo en el banco azul del Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno Adolfo Suárez, solo en el banco azul del Congreso de los Diputados.

El filósofo José Luis López Aranguren dijo que era “el intelectual colectivo”. 
Para el sociólogo José Vidal Beneyto era “la referencia dominante”. Camilo Valdecantos, el primer periodista contratado por Juan Luis Cebrián, dice ahora que “fue la mejor escuela de periodismo imaginable”.
Bernardo Marín, subdirector del periódico, antes en la Redacción de México, veinte años en EL PAÍS, en cuya Escuela hizo el Master.
 Apasionado de las Matemáticas, interpreta para este reportaje datos sobre lo que pesa la historia: “15.000 números a 80 páginas de media --contando suplementos, cuadernillos y especiales—son, más o menos, 1.200.000 páginas.
 Como el Quijote, versión extendida de Francisco Rico, escrito 750 veces. 
Desplegando todas esas páginas podríamos alfombrar seis veces la Puerta del Sol o diez veces el césped del Camp Nou.
 O más de vez y media el Zócalo de Ciudad de México”. Y desplegando las páginas de todos los periódicos que ha vendido 
EL PAÍS en sus 42 años de historia a una media de 300.000 ejemplares diarios –en total unos 360.000 millones de páginas-- podríamos tapizar entera toda la Comunidad Valenciana.
Valdecantos recuerda “el ambiente de entusiasmo contenido por la incertidumbre” cuando llegaron al edificio de Miguel Yuste el 2 de febrero del 76 “y encontramos una inmensa sala de Redacción con suelo de terrazo y un mobiliario muy escueto.
 El runrún de la calle decía que iba a ser periódico muy orteguiano. Afortunadamente, profesionalmente hablando, enseguida vimos que sería un periódico muy cebriniano”.
Juan Luis Cebrián (31 años en ese momento) fue el primer director; José Ortega Spottorno, el hijo del filósofo, lo fundó y lo presidió; Jesús Polanco fue el primer consejero delegado, y luego fue su presidente hasta su muerte.
 Juan Luis Cebrián era el director. Javier Baviano era el director gerente. 
En la primera etapa, recuerda José María Aranaz, en aquel momento Director de Servicios, Polanco se empeñó en convertir EL PAÍS “en una empresa periodística”.
 Cebrián era el responsable de la Redacción, “y era el líder de todo”, pero Baviano estaba integrado en el equipo, como representante de la empresa. 
La clave del éxito, dice Aranaz, “era que fuera un buen periódico y que fuera un negocio”.
 Esa organización empresarial fue la clave. 

Eso hizo, añade Valdecantos, que el periódico alcanzara el liderazgo con rapidez y se convirtiera “en una referencia muy influyente social y políticamente”. “El periódico”, dice Aranaz, “llegaba a todos los sitios”.
Félix Díaz Martínez lo vio llegar por la mañana al quiosco de su padre, en la calle Santa Engracia. 
Él tenía 16 años, de su padre heredó el quiosco, que ya tiene sesenta años.
 Se acababa de morir Franco “y en su primera página EL PAÍS pedía la dimisión del presidente Carlos Arias Navarro... 
Tenía garra y todavía tiene que dar mucha guerra.
 De sus portadas se me quedó una para siempre: la matanza de Atocha.
 Conocía a los abogados, trabajaban aquí al lado… Yo aprendo de los periódicos; un periódico te enseña a amar lo bueno de la vida y también a conocer lo malo”.
Y Antonia Talavera lo estaba esperando; lo conocía por amigos del fundador, Ortega Spottorno. 
“Y de Laín, y de Tovar, amigos de mi marido. Nos hicimos suscriptores, hasta hoy”. 
Ella es enfermera, “inauguré La Paz”, tiene 86 años. Se hizo de EL PAÍS “porque representaba nuestros pensamientos, nos creó fidelidad y nos dio una referencia”. 
Un día la invitaron a la Redacción.
 “Me recordó los principios del periódico, y me emociona que no haya cambiado su línea de conducta… Pasaban tantas cosas, y ahí estaba EL PAÍS: el golpe de Estado, los cambios políticos, mi marido coleccionaba los ejemplares”. 
Ahora “los sobrinos leen Internet y yo sigo bajando al quiosco”.
Como hace Andrés Ruiz Torres, 76 años, internista en la Jiménez Díaz. 
 Le escribió a Ortega: “quiero ser suscriptor y accionista”. Hasta hoy. “Al principio me lo robaban de la puerta. En Inglaterra, donde estudié, aprendí democracia, y EL PAÍS me ha fortalecido esas convicciones.
 Y todos los días, a las seis y media, todavía bajo al quiosco con mucha ilusión”.


Alejandra Torres, ecuatoriana, nacida en 1982, hizo el Master, como Manetto, en 2013.
 Ha transitado de la Edición América a la web, estudió también en la escuela de García Márquez y fue alumna “del maestro Miguel Ángel Bastenier, que siempre hablaba bien de la Escuela y muy bien de su periódico. 
Aquí me gustó la calidad de la Redacción, el rigor, la honestidad, valores que Bastenier nos enseñó”. 
Cuando trabajaba para el papel “leía la web; ahora que trabajo en web leo el papel.
 El papel le da jerarquía a la noticia”. Eneko Ruiz Jiménez hizo el Master con Alejandra. Es bilbaíno, de 28 años.
 Se inició en nuestra Redacción en el País Vasco. “EL PAÍS era un sueño inalcanzable. Me hice de EL PAÍS por El pequeño País, en la infancia…” Ahora lleva Redes Sociales en EL PAÍS.
 No conoce a ningún amigo de su cuadrilla que lea el papel, pero sabe que el papel representa “orden, orientación para saber dónde está cada cosa: en la web están las cosas de las que sabemos, en el papel están también las cosas de las que conocemos poco.
 Existe el peligro de que nos creemos una burbuja si sólo leemos lo que ya conocemos”.

La mayor tragedia que sucedió en Miguel Yuste fue la que produjo la bomba en Servicios Generales, octubre de 1978. Allí estaba Juan Antonio Sampedro, el responsable de la sección, con Carlos Barranco y Andrés Fraguas, ambos a sus órdenes. 
Una bomba llegó por correo, enviada por la ultraderecha. Andrés Fraguas murió. 
Aranaz fue en la ambulancia, “sosteniendo su cara, los policías se abrían paso gritando a coches y transeúntes”. Sampedro perdió el conocimiento, fue herido, como Barranco. 
Hoy recuerda “sin odio; me da igual qué haya sido de los asesinos, lo que me ha marcado para toda mi vida fue la muerte de ese muchacho”. 
Para él, “el periódico fue mi segunda familia.
 Mientras hacíamos los números cero me fijé en las edades: Juan Luis, Aranaz, Baviano… Todos teníamos unas edades similares. Juan Luis era el timón, Aranaz era un tío grande, Baviano era ídolo para todos los que trabajábamos a sus órdenes en la administración del periódico”. 
Y luego el periódico fue “una lección adelantada de democracia. Era un orgullo estar ahí”, 
Ahora tiene 75 años, llegó al periódico en febrero de 1976, se jubiló hace catorce años.
 Su única sombra fue aquel septiembre. “Ese dolor no se me irá nunca”.
¿Y EL PAÍS qué es?, le preguntamos ayer, víspera de los 15.000, a Manuel Vicent.
 “El espíritu del regeneracionismo, los ideales de la República, de la Institución Libre de Enseñanza y del europeísmo, que continuaron en suspensión en el aire como polvo del infame derribo de la guerra civil y de la dictadura las sintetizó de nuevo el diario EL PAÍS en un sueño renovado de democracia y libertad”.
Número 15.000. Continuará.
 Un millón de toneladas de papel más entusiasmo más periodismo. EL PAÍS.

Gente que estaba aquella noche del 4 de mayo de 1976. Carlos Montejo, en Montaje.
 Tenía 28 años. “Había nervios, expectación, la nebulosa de que iba a ser un periódico decisivo, con credibilidad, distinto a los otros. Con EL PAÍS entonces nació la prensa libre. 
Y era divertido, además, trabajar ahí”. Aranaz: “Significó la oportunidad de alimentarse de algo que necesitábamos. Un maná. Un descubrimiento. 
Mi generación se lanzó a leerlo. Fue un acierto como producto. La gente esperaba algo así, y era EL PAÍS”.
 Karmentxu Marín, 24 años ese día: “Emoción y nervios. Entusiasmo es la palabra que nos juntaba. Hacíamos horarios endiablados, como si estuviéramos haciendo historia ¡y hacíamos números cero! Allí estaban Fernando Samaniego, Ángel Sánchez Harguindey, Ángel Luis de La Calle…