Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

27 jul 2018

Lucy Birley, la exmujer de Bryan Ferry, se suicidó

La policía encuentra un arma al lado del cuerpo de la exmodelo, hallada muerta este lunes en Irlanda.

Lucy Birley
Lucy Birley en una fiesta en Londres en enero de 2017. GETTY

 

La exmodelo estuvo casada durante 21 años con el artista y tuvieron cuatro hijos.

La exmodelo Lucy Birley, en una imagen de archivo de 2012.
La exmodelo Lucy Birley, en una imagen de archivo de 2012. Getty Images

 

Lucy Birley, la exmujer del cantante estadounidense Bryan Ferry, ha muerto este lunes en Irlanda a los 58 años, cuando se encontraba de vacaciones, según ha informado su actual marido Robin Birley. La exmodelo británica estuvo casada durante 21 años con el artista de la banda de rock Roxy Music, y juntos tuvieron cuatro hijos. Se desconocen las causas de su muerte. 

"El lunes, Lucy Birley falleció mientras estaba de vacaciones en Irlanda, rodeada de sus queridos perros, Daisy, Peg y Daphne. Su esposo Robin y sus hijos, Otis, Isaac, Tara y Merlin, están comprensiblemente devastados y piden que se respete su privacidad durante este momento difícil", ha indicado el marido de la exmodelo, según recogen varios medios británicos. 
 Lucy Birley y Bryan Ferry contrajeron matrimonio en 1982 y se divorciaron en 2003.
 En su cuenta de Twitter, el cantante de rock, de 76 años, ha lamentado la muerte de su exmujer y ha pedido, al igual que el marido actual de Birley, que se respete la vida privada de la familia. "Estoy muy triste y conmocionado por esta trágica noticia de la muerte de Lucy. 
La familia solicita que se respete nuestra privacidad durante este difícil momento".

Las vidas paralelas de Carolina de Mónaco y Carole Bouquet

La princesa y la actriz francesa han compartido fama, tragedias y su pasión por la moda. Ahora la unión de sus hijos las hace abuelas.

La princesa Carolina de Mónaco y la actriz Carole Bouquet en 2014 y 2018, respectivamente.
La princesa Carolina de Mónaco y la actriz Carole Bouquet en 2014 y 2018, respectivamente. GETTY
La princesa Carolina de Mónaco y la diva del cine francés Carole Bouquet son dos mujeres con personalidades fuertes, referentes de estilo, famosas y magnéticas.
 Han pasado de ser amigas íntimas a consuegras y próximamente serán abuelas.
 Las dos están a punto de dar la bienvenida al primer retoño de sus hijos, Carlota Casiraghi y Dimitri Rassam, que nacerá a finales del verano.
 Han llevado vidas paralelas intensas, unidas también por la tragedia, el amor, el desamor y la moda. 
Ambas nacieron en 1957. Carolina fue popular desde la cuna, por ser la primogénita del príncipe Rainiero III de Mónaco y la diva de Hollywood Grace Kelly.
 Carole vivió en el anonimato hasta la década de los setenta, cuando conquistó el estrellato de la mano del director Luis Buñuel con Ese oscuro objeto de deseo.
 Después se convirtió en chica Bond y hoy es de las actrices más respetadas de Francia.
 Durante su juventud las dos se cruzaron en numerosas fiestas en Studio 54 de Nueva York, en París y en Montecarlo; vivieron amores fallidos; se convirtieron en iconos de belleza y elegancia y compartieron asientos en primera fila de desfiles de moda. 
Ambas aún conservan una estrecha relación personal con Karl Lagerfeld, el diseñador de Chanel.
 Mientras que Carole fue la imagen del perfume Chanel n. 5 durante más de una década, Carolina se consagró como musa del creador y una de sus grandes embajadoras.


Carolina de Mónaco y Carole Bouquet en un desfile en París, en 1989 
Carolina de Mónaco y Carole Bouquet en un desfile en París, en 1989 Getty Images

 

Juntas también conocieron la tragedia.
 Las dos quedaron viudas muy jóvenes y tuvieron que salir adelante solas con niños pequeños. Carolina perdió a su marido, el empresario italiano Stefano Casiraghi en 1990 en un accidente naútico, cuando ella tenía 33 años y él apenas 30. 
La pareja tenía tres hijos: Andrea, Carlota y Pierre, de seis, cuatro y tres años.

Carole había despedido en 1985, a su esposo, el productor libanés Jean-Pierre Rassam. 
El cineasta, que a lo largo de su vida había acusado problemas con las drogas, se suicidó a los 43 años con un cóctel de barbitúricos. Su hijo Dimitri tenía tres años.

Parejas y solidaridad

Después de varias parejas fugaces, las dos retomaron su vida sentimental con hombres que guardaban cierto parecido entre sí. Carolina con el príncipe Ernesto de Hannover, con quien se casó, embarazada de su hija Alexandra, en 1999 y del que se separó diez años después, aunque nunca han llegado a divorciarse oficialmente. Carole compartió diez años con el actor Gerard Dépardieu. 
Ambos son exorbitantes y con cierta tendencia a enfrascarse en situaciones desenfrenadas, a menudo relacionadas con los excesos y el alcohol. 
Las dos parejas mantienen una buena relación. Los hijos de Depardieu adoran a Carole y los de Hannover consideran a Carolina una más de la familia.
Carlota Casiraghi y Dimitri Rassam en el Baile de la Rosa de Mónaco, el 24 de marzo de 2018. 
Carlota Casiraghi y Dimitri Rassam en el Baile de la Rosa de Mónaco, el 24 de marzo de 2018. AFP/Getty Images
La actriz y la princesa también comparten una vertiente solidaria. Bouquet es portavoz de una federación de asociaciones que ayuda a niños víctimas de violencia, La voix de l'enfant (La voz del niño). Y Carolina preside la Asociación mundial de amigos de la infancia (AMADE) y la fundación Princesa Grace
 También frecuentan amigos comunes. Robertino Rossellini, que mantuvo una relación con la princesa de Mónaco cuando esta tenía 25 años, fue quien le presentó a Stefano Casiraghi.
Y su hermana Isabella, ambos hijos del director Roberto Rossellini y la actriz Ingrid Bergman, fue quien llevó por primera vez a Bouquet a la isla de Pantelaria, su refugio desde entonces, donde cultiva viñedos y elabora vino y donde se celebrará previsiblemente el enlace de Carlota y Dimitri cuando se solucione el arduo divorcio entre Rassam y su expareja, la modelo Masha Novoselova.

25 jul 2018

La princesa Leonor, irreconocible en su primera moneda

La heredera al trono empieza a tener una imagen pública y compromisos oficiales, que se afianzan con su primer viaje oficial y esta nueva creación.

La princesa Leonor en la imposición del Toisón de Oro, el 30 de enero de 2018.
La princesa Leonor en la imposición del Toisón de Oro, el 30 de enero de 2018. GTRESONLINE

 Una niña que parece la replica de su madre.

A sus 12 años, la princesa Leonor se prepara para el gran salto. El que la hará pasar de ser una estudiante del colegio de Santa María de los Rosales a asumir, poco a poco, sus funciones como heredera de la corona.
 Aunque este verano se encuentra de vacaciones junto a su hermana, la infanta Sofía, en un campamento de verano en Estados Unidos, a partir del próximo curso la pequeña se irá incorporando a tareas institucionales. 
La primera señal de ello será el lanzamiento de una moneda que ya ha sido anunciada por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. 
Se tratará de una tirada especial de un millón de monedas que costarán 30 euros —aunque no servirán como método de pago— y saldrán a la venta el 22 de octubre, aunque se puede reservar en las entidades bancarias a partir del día 30 de julio.
 Aunque queden  meses, ya se ha desvelado la imagen de la heredera en el reverso de la misma, en el que aparece detrás de su padre, el rey Felipe VI. 
Arriba les rodea la inscripción "Felipe VI y Leonor Princesa de Asturias"; abajo, "España, 2018"

La moneda con la imagen de la princesa Leonor.
 Lo cierto es que no hay un gran parecido entre el verdadero rostro de la princesa y el que está tallado en la moneda. La niña aparece con una nariz afilada, labios finos, ojos estrechos y frente ancha, lejos de sus rasgos suaves y redondeados. 
Su padre, sin embargo, sí resulta más acertado.La moneda con la imagen de la princesa Leonor. 


Por delante, la moneda reproduce el escudo de Asturias sobre una cinta de la bandera de España, y es que está dedicada a los 1.300 años de la fundación del Reino de Asturias.
 También se celebran los 100 años de la proclamación de los Picos de Europa como Parque Nacional, el primero de España, y el centenario de la coronación de la virgen de Covadonga.
 Así, la princesa Leonor acudirá a Asturias a su celebración, en el que será su primer viaje oficial.
El perfil público de Leonor de Borbón, que acaba de terminar primero de la ESO, se ha visto impulsado desde principios de año. Su primer acto solemne tuvo lugar con la imposición del Toisón de Oro, símbolo de la continuidad de la dinastía borbónica creado en el siglo XV, el pasado 30 de enero, día que su padre cumplía 50 años
 Un acto en el Palacio Real al que acudieron unas 80 personas, entre ellas la reina Letizia y la infanta Sofía y los abuelos de la niña, los reyes Juan Carlos y Sofía, además de los presidentes del Gobierno, el Parlamento o el Poder Judicial y una veintena de niños de edades similares a la de Leonor.

Por qué olvidamos los libros que leemos.................... Aloma Rodríguez

Recordamos dónde leímos aquella obra, o cómo era la portada. Pero nos suele costar más evocar el argumento.

Por qué olvidamos los libros que leemos 
Es bastante frecuente recordar los lugares en los que se ha leído: sobre la toalla en la playa y cerca de unos pinos; en unas gradas en un parque de atracciones; en un apartamento mínimo en la habitación desde la que se oía el tren; en la mesa de la cocina de la casa familiar.
 Sin embargo, cuesta un poco más recordar qué libro se leyó en qué lugar, quién era el autor, o el argumento.
 Aunque a veces se recuerda que tenía la portada roja o que era una edición de bolsillo.

Es decir, conservamos recuerdos de la sensación física de leer, pero menos de lo que se ha leído.
 “Casi siempre me acuerdo de dónde estaba y me acuerdo del libro. Me acuerdo del objeto físico”, le dijo Pamela Paul, editora de The New York Times Book Review, a Julie Beck en un reportaje en The Atlantic.
 Sigue: “Me acuerdo de la edición, me acuerdo de la portada, suelo recordar dónde lo compré o quién me lo dio.
 Lo que no recuerdo —y es terrible— es todo lo demás”. “Lo que más recuerdo de la colección de cuentos de Malamud El barril mágico es la cálida luz del sol en la cafetería los viernes en los que la leí antes del instituto.
 Le faltan los puntos más importantes, pero es algo.
 La lectura tiene muchas facetas, una puede ser la mezcla indescriptible, y naturalmente fugaz, de pensamiento y emoción, y las manipulaciones sensoriales que ocurren en el momento y luego se desvanecen.
 ¿Cuánto de la lectura es entonces una especie de narcisismo, un marcador de quién eras y de qué estabas pensando cuando te encontraste con un texto?”, escribe Ian Crouch en The New Yorker a propósito de leer y olvidar lo leído.
Hay afortunados que son capaces de recordar las tramas de pelícu­las, series y libros, pero para la mayoría, como escribe Beck, es “como llenar una bañera, sumergirse en ella y luego ver cómo el agua se va por el desagüe: puede dejar una fina pelícu­la en la bañera, pero el resto ya no está”. 
Hay algunas razones científicas para explicar esto, y tienen que ver con lo que se llama “curva del olvido”, que es la velocidad con la que olvidamos algo, y que es más intensa durante las primeras 24 horas después de haber aprendido algo, a no ser que se repase.
 Eso explicaría que los libros que se leen de un tirón, o las series que se devoran de una sentada, se olviden más fácilmente: no se ha hecho trabajar a la memoria de recuperación.
De hecho, se sabe que quienes consumen una serie viendo un capítulo a la semana o al día la recuerdan mejor que quienes la ven entera en un día. 
 Leer un libro de un tirón a veces supone olvidarlo antes porque solo está funcionando la memoria de trabajo, no hay repaso. 
En parte siempre ha sido así, pero según Jared Horvath, investigador de la Universidad de Melbourne, al que cita Beck, “la forma en que ahora se consume información y entretenimiento ha cambiado el tipo de memoria que valoramos”.
 La memoria de recuperación es ahora menos necesaria, en parte gracias a Internet, y en cambio, para Horvath, la memoria de reconocimiento es más importante.
 La posibilidad de tener el acceso a la información hace que no haga falta memorizarla.
 Eso lo da Internet, la gran biblioteca global, pero también algunos de sus antecesores, como los libros, los casetes o los VHS.
 De hecho, Sócrates ya se mostró en contra del “uso de las letras”, como una suerte de memoria externa que iba a hacer que no se memorizara.
 Hoy sabemos de esa reticencia del filósofo frente a la letra escrita, y de todo su pensamiento, gracias a los diálogos de Platón, que quedaron recogidos por escrito. 

En Contra la lectura, la profesora y ensayista Mikita Brottman recupera este fragmento de El tiempo recobrado, de Proust, un gran explorador de la confluencia entre lectura y memoria: 
“Un libro que leímos no permanece unido para siempre solo a lo que había en torno a nosotros; sigue estándolo fielmente también a lo que nosotros éramos entonces, y ya solo puede volver a ser sentido, concebido, mediante la sensibilidad, mediante el pensamiento, por la persona que éramos entonces”. 
Brottman también cita las memorias de Azar Nafisi, Leer Lolita en Teherán, donde escribe:
 “Si un sonido pudiera guardarse entre las páginas del mismo modo que una hoja o una mariposa, diría que entre las de mi Orgullo y prejuicio, la novela más polifónica de todas…, está escondido, como una hoja de otoño, el sonido de aquella sirena [antiaérea]”. Esa relación con los libros leídos y a veces olvidados explica la existencia de las memorias bibliófilas.
 El libro de Brottman pertenece en parte a ese género, Leer Lolita en Teherán, completamente. 
Pamela Paul lleva el suyo desde los 17 años. Sobre ese diario de lecturas ha escrito My Life with Bob: Flawed Heroine Keeps Book of Books, Plot Ensues [Mi vida con Bob: la heroína defectuosa guarda el libro de los libros, sigue la trama]. 
Según recogía un artículo en el Financial Times, estamos en un buen momento para las bibliomemorias.
 Lucy Scholes escribió sobre el género: “Una bibliomemoria es una invitación abierta a buscar en los estantes de la biblioteca de otra persona; una oferta que yo, y claramente también muchos otros, encuentro difícil de rechazar”. 
El capítulo del expurgo de la biblioteca de don Quijote siempre se ha leído como una crítica literaria más o menos camuflada, también como una declaración de las fuentes de El Quijote, pero es también una lista de libros leídos, es decir, una bibliomemoria.
 Y el deseo de recoger su biblioteca esencial fue el primer impulso que llevó a Ismael Grasa a escribir La hazaña secreta, un libro que, entre otras muchas cosas, es un diario de lecturas.
 Alberto Manguel ha cultivado el género con brillantes resultados. En Packin my Library, escribe que escritores y lectores siempre se han preguntado si la literatura tiene un papel en la formación de un ciudadano.
 Lucy Scholes responde que “en su exploración de la relación simbiótica entre la vida y la literatura, la bibliomemoria parece ser un grito de guerra afirmativo”.
 
Aloma Rodríguez es escritora y miembro de la redacción de Letras Libres.
Es un género que tiene su propio acrónimo: Bob, book of books.