15 jul 2018
Apocalipsis del ladrillo.......................................Juan José Millás
Los agujeros del ‘STOP’ parecen de bala. Ignoramos qué intentaba detener esa señal, pero está claro que no detiene nada, medio muerta como ha quedado al borde de una carretera que divide en dos mitades el descampado de la fotografía.
Entiéndase por descampado, con independencia de lo que diga el DRAE, un lugar inhóspito como el domingo por la tarde o como el corazón de Aznar.
Medio muerta ha quedado la señal de tráfico de esa carretera de segunda que conduce al infierno
. Lo que se aprecia al fondo es el esqueleto de diversas construcciones de la época de la burbuja inmobiliaria, cuando si pasabas por delante de un banco, de camino al mercado, te obligaban a entrar a punta de pistola para ofrecerte un crédito hipotecario con el que harías el negocio de tu vida, pues si al cabo de un año tuvieras dificultades para satisfacer las cuotas, podrías revender la casa, aun sin haber llegado a escriturarla, obteniendo un 10% o un 20% de beneficios.
Hay palabras que entran en la circulación corriendo y que salen a toda velocidad. Subprime es una de ellas.
Apareció con la crisis para nombrar los préstamos que el banco concedía a sabiendas de que no se podrían devolver, y desapareció de nuestras vidas cuando se comenzaron a montar los cimientos de la burbuja inmobiliaria en curso.
Significa que, tal y como demuestra la imagen, no han desaparecido las llagas purulentas de la anterior y ya estamos metidos de hoz y coz en otra. No hay más que ver cómo suben los precios para deducir que un nuevo apocalipsis del ladrillo nos aguarda a la vuelta de la esquina.
Tiempo sin transcurso........................................Javier Marías...
Hasta hace no mucho, bastantes espectadores de pintura reconocían el
momento que el artista había decidido aislar. Ahora demasiados no tienen
ni idea de nada.
EN UNA VIEJA novela hay un personaje llamado Mateu, guardián del
Museo del Prado, al que el padre del narrador, Ranz, con un cargo en
dicha pinacoteca, sorprende una noche chamuscando con un mechero el
marco del único Rembrandt de la colección, que no se sabe —o no estaba
claro cuando se escribió la novela— si representa a Artemisa o a
Sofonisba.
Mateu va acercando su llama peligrosamente al lienzo. Ranz descuelga un extintor de la pared y lo sujeta oculto a su espalda, considerable peso.
Como cualquier movimiento en falso puede dar al traste rápidamente con la obra maestra de 1634, se aproxima con cautela e intenta distraer a Mateu, que lleva veinticinco años en el museo. “¿Qué hay, Mateu? ¿Viendo mejor el cuadro?”, le pregunta con calma.
“No, estoy pensando en quemarlo”, responde éste desapasionadamente.
“Pero, hombre, ¿tan poco le gusta?” Contesta el guardián: “No me gusta esa gorda con perlas, estoy harto.
Parece más guapa la criadita que le sirve la copa, pero no hay manera de verle bien la cara”
El cuadro muestra a tres mujeres, a Sofonisba iluminada y de frente (que en efecto es gruesa y luce perlas), a la criadita joven de espaldas, que le ofrece una copa quizá con veneno (según sea Artemisa o Sofonisba), y a una vieja en sombras.
“Ya”, dice Ranz, “fue pintado así, claro, la gorda de frente y la sirvienta de espaldas”, a lo que Mateu responde, cargándose de razón: “Eso es lo malo, que fue pintado así para siempre, y ahora nos quedamos sin saber lo que pasa; no hay forma de verle la cara a la chica ni de saber qué pinta la vieja del fondo, lo único que se ve es a la gorda con sus dos collares que no acaba nunca de coger la copa.
A ver si se la bebe de una puta vez y puedo ver a la chica si se da la vuelta”.
Ranz le razona: “Pero comprenda que eso no es posible, Mateu, las tres están pintadas, ¿no lo ve usted?, pintadas.
Usted ha visto mucho cine, esto no es una película. Comprenda que no hay manera de verlas de otro modo, esto es un cuadro.
Un cuadro”. “Por eso me lo cargo”, reitera Mateu con gran fastidio.
No contaré el desenlace, no vayan a acusarme de destripar, pese a los veintiséis años transcurridos desde que se publicó este episodio. Lo cierto es que no he podido por menos de acordarme de él al ver la reciente película Loving Vincent, de Dorota Kubiela y Hugh Welchman.
En ella sucede justamente lo que anhelaba el guardián Mateu: los muy famosos cuadros de Van Gogh, sus paisajes, sus retratos, cobran vida, se independizan y continúan.
Las personas que pintó, el jefe de correos Roulin, su hijo Armand, el Père Tanguy, el célebre Doctor Gachet, su hermano Theo, Marguerite Roulin a la que inmortalizó tocando el piano, el gendarme, el zuavo, el barquero, todos hablan y se mueven y se los ve desde diferentes ángulos.
Los cuervos sobrevuelan los campos de paja, el tren avanza por el puente que atraviesa el río, las farolas y las estrellas titilan, la tormenta se abre paso y se arremolina.
Si mal no he entendido, cada escena se rodó con actores (destaca el excelente Jerome Flynn, de Juego de tronos) y después cada fotograma (más de 65.000) fue pintado a mano “a la Van Gogh”. El efecto es sorprendente y sin duda grato de contemplar.
Los movimientos de los personajes son pastosos y espasmódicos como sus pinceladas, las perspectivas distorsionadas como las de sus cuadros, pero bien reconocibles; los colores son fieles, sobre todo los amarillos (los de los campos, el de la chaqueta de Armand Roulin). El parecido de los actores con sus modelos pictóricos resulta extraordinario (salvo Van Gogh), aunque eso tal vez no sea lo más difícil, la pincelada posterior puede cambiarlos a gusto.
El problema es que lo que la película cuenta (una mínima indagación sobre el suicidio del pintor, con insinuaciones muy débiles de que pudiera haber sido asesinado) carece de interés. Quizá eso es lo que nos ocurriría las más de las veces si los instantes de los cuadros tuvieran un antes y un después; si fuera posible complacer al Mateu que todos albergamos.
Hasta hace no muchos años, bastantes espectadores de pintura sabían ese antes y ese después, cuando se trataba de escenas bíblicas o mitológicas griegas.
Reconocían el momento que el artista había decidido aislar y detener en el tiempo, estaban familiarizados con el relato del que estaba sacado.
Ahora demasiados no tienen ni idea de nada, y no es raro que un estudiante de Historia del Arte identifique a un Cristo simplemente como “hombre crucificado”.
Y cuando las escenas son inventadas, o costumbristas, o retratos, quizá lo que nos fascina y debe fascinarnos es su falta de referentes y de antecedentes, de antes y después, de historia.
“Esto es un cuadro”, le decía Ranz a Mateu en aquel viejo episodio.
Hay pinturas ante las que quisiéramos ver más de lo que se nos enseña: el rostro de alguien que estará de espaldas hasta la eternidad, para entendernos.
Pero esa extraña y a ratos hipnótica película, Loving Vincent, nos muestra por qué un pintor debe ser sólo un pintor, jamás un novelista ni un cineasta.
La pintura no es narrativa, sino acaso lo contrario: tiempo sin transcurso, elegido y congelado.
Mateu va acercando su llama peligrosamente al lienzo. Ranz descuelga un extintor de la pared y lo sujeta oculto a su espalda, considerable peso.
Como cualquier movimiento en falso puede dar al traste rápidamente con la obra maestra de 1634, se aproxima con cautela e intenta distraer a Mateu, que lleva veinticinco años en el museo. “¿Qué hay, Mateu? ¿Viendo mejor el cuadro?”, le pregunta con calma.
“No, estoy pensando en quemarlo”, responde éste desapasionadamente.
“Pero, hombre, ¿tan poco le gusta?” Contesta el guardián: “No me gusta esa gorda con perlas, estoy harto.
Parece más guapa la criadita que le sirve la copa, pero no hay manera de verle bien la cara”
El cuadro muestra a tres mujeres, a Sofonisba iluminada y de frente (que en efecto es gruesa y luce perlas), a la criadita joven de espaldas, que le ofrece una copa quizá con veneno (según sea Artemisa o Sofonisba), y a una vieja en sombras.
“Ya”, dice Ranz, “fue pintado así, claro, la gorda de frente y la sirvienta de espaldas”, a lo que Mateu responde, cargándose de razón: “Eso es lo malo, que fue pintado así para siempre, y ahora nos quedamos sin saber lo que pasa; no hay forma de verle la cara a la chica ni de saber qué pinta la vieja del fondo, lo único que se ve es a la gorda con sus dos collares que no acaba nunca de coger la copa.
A ver si se la bebe de una puta vez y puedo ver a la chica si se da la vuelta”.
Ranz le razona: “Pero comprenda que eso no es posible, Mateu, las tres están pintadas, ¿no lo ve usted?, pintadas.
Usted ha visto mucho cine, esto no es una película. Comprenda que no hay manera de verlas de otro modo, esto es un cuadro.
Un cuadro”. “Por eso me lo cargo”, reitera Mateu con gran fastidio.
No contaré el desenlace, no vayan a acusarme de destripar, pese a los veintiséis años transcurridos desde que se publicó este episodio. Lo cierto es que no he podido por menos de acordarme de él al ver la reciente película Loving Vincent, de Dorota Kubiela y Hugh Welchman.
En ella sucede justamente lo que anhelaba el guardián Mateu: los muy famosos cuadros de Van Gogh, sus paisajes, sus retratos, cobran vida, se independizan y continúan.
Las personas que pintó, el jefe de correos Roulin, su hijo Armand, el Père Tanguy, el célebre Doctor Gachet, su hermano Theo, Marguerite Roulin a la que inmortalizó tocando el piano, el gendarme, el zuavo, el barquero, todos hablan y se mueven y se los ve desde diferentes ángulos.
Los cuervos sobrevuelan los campos de paja, el tren avanza por el puente que atraviesa el río, las farolas y las estrellas titilan, la tormenta se abre paso y se arremolina.
Si mal no he entendido, cada escena se rodó con actores (destaca el excelente Jerome Flynn, de Juego de tronos) y después cada fotograma (más de 65.000) fue pintado a mano “a la Van Gogh”. El efecto es sorprendente y sin duda grato de contemplar.
Los movimientos de los personajes son pastosos y espasmódicos como sus pinceladas, las perspectivas distorsionadas como las de sus cuadros, pero bien reconocibles; los colores son fieles, sobre todo los amarillos (los de los campos, el de la chaqueta de Armand Roulin). El parecido de los actores con sus modelos pictóricos resulta extraordinario (salvo Van Gogh), aunque eso tal vez no sea lo más difícil, la pincelada posterior puede cambiarlos a gusto.
El problema es que lo que la película cuenta (una mínima indagación sobre el suicidio del pintor, con insinuaciones muy débiles de que pudiera haber sido asesinado) carece de interés. Quizá eso es lo que nos ocurriría las más de las veces si los instantes de los cuadros tuvieran un antes y un después; si fuera posible complacer al Mateu que todos albergamos.
Hasta hace no muchos años, bastantes espectadores de pintura sabían ese antes y ese después, cuando se trataba de escenas bíblicas o mitológicas griegas.
Reconocían el momento que el artista había decidido aislar y detener en el tiempo, estaban familiarizados con el relato del que estaba sacado.
Ahora demasiados no tienen ni idea de nada, y no es raro que un estudiante de Historia del Arte identifique a un Cristo simplemente como “hombre crucificado”.
Y cuando las escenas son inventadas, o costumbristas, o retratos, quizá lo que nos fascina y debe fascinarnos es su falta de referentes y de antecedentes, de antes y después, de historia.
“Esto es un cuadro”, le decía Ranz a Mateu en aquel viejo episodio.
Hay pinturas ante las que quisiéramos ver más de lo que se nos enseña: el rostro de alguien que estará de espaldas hasta la eternidad, para entendernos.
Pero esa extraña y a ratos hipnótica película, Loving Vincent, nos muestra por qué un pintor debe ser sólo un pintor, jamás un novelista ni un cineasta.
La pintura no es narrativa, sino acaso lo contrario: tiempo sin transcurso, elegido y congelado.
13 jul 2018
Arturo Pérez-Reverte dejará la RAE si se cambia la redacción de la Constitución por un lenguaje inclusivo
"Tiene usted mi palabra", ha respondido el escritor a un usuario de Twitter.
"Tiene usted mi palabra".
Breve y directa ha sido la respuesta del escritor y académico Arturo Pérez-Reverte a los comentarios de un usuario de Twitter que aseguraba que dejaría la Real Academia Española (RAE) si se cambiaba el lenguaje de la Constitución por uno inclusivo.
El creador del capitán Alatriste ocupa en la actualidad el sillón T de la institución.
"Es un intento de domesticar la RAE. Cederán los académicos, tras intentar suertes de esgrima desganada, algún bizantinismo apolillado.
Solo Arturo Pérez-Reverte, el viejo león, marchará dando un sonoro portazo. País de cobardes", aseguraba el tuitero en este hilo. Contactado por este diario, Pérez-Reverte ha ratificado su posición y no ha querido hacer más comentarios, informa Juan Carlos Galindo.
La vicepresidenta Carmen Calvo ha pedido esta semana a los académicos de la lengua un informe que determine si la Constitución está redactada en un lenguaje que refleje por igual la realidad de hombres y mujeres y qué fórmulas podrían modificarlo en caso de que no sea así.
Durante una comparecencia ante la Comisión de Igualdad en el Congreso de los Diputados el pasado martes, en la que ha explicado las líneas generales de su departamento, Calvo apuntó que "en cuanto" este informe esté terminado lo llevará ante dicha comisión y también a la comisión constitucional.
Según ha manifestado, este estudio es "independiente" al análisis del contenido de la Carta Magna y de abordar una reforma constitucional.
Calvo sostiene que la redacción de la Constitución en masculino "se corresponde" con una sociedad de "hace 40 años" y cree que "hablar en masculino" traslada al cerebro solamente "imágenes masculinas".
En este sentido, ha recordado en la toma de posesión de los ministros y ministras del Gobierno de Pedro Sánchez a muchas de ellas les "costó trabajo prometer como ministros" precisamente porque son mujeres.
Breve y directa ha sido la respuesta del escritor y académico Arturo Pérez-Reverte a los comentarios de un usuario de Twitter que aseguraba que dejaría la Real Academia Española (RAE) si se cambiaba el lenguaje de la Constitución por uno inclusivo.
El creador del capitán Alatriste ocupa en la actualidad el sillón T de la institución.
"Es un intento de domesticar la RAE. Cederán los académicos, tras intentar suertes de esgrima desganada, algún bizantinismo apolillado.
Solo Arturo Pérez-Reverte, el viejo león, marchará dando un sonoro portazo. País de cobardes", aseguraba el tuitero en este hilo. Contactado por este diario, Pérez-Reverte ha ratificado su posición y no ha querido hacer más comentarios, informa Juan Carlos Galindo.
La vicepresidenta Carmen Calvo ha pedido esta semana a los académicos de la lengua un informe que determine si la Constitución está redactada en un lenguaje que refleje por igual la realidad de hombres y mujeres y qué fórmulas podrían modificarlo en caso de que no sea así.
Durante una comparecencia ante la Comisión de Igualdad en el Congreso de los Diputados el pasado martes, en la que ha explicado las líneas generales de su departamento, Calvo apuntó que "en cuanto" este informe esté terminado lo llevará ante dicha comisión y también a la comisión constitucional.
Según ha manifestado, este estudio es "independiente" al análisis del contenido de la Carta Magna y de abordar una reforma constitucional.
Calvo sostiene que la redacción de la Constitución en masculino "se corresponde" con una sociedad de "hace 40 años" y cree que "hablar en masculino" traslada al cerebro solamente "imágenes masculinas".
En este sentido, ha recordado en la toma de posesión de los ministros y ministras del Gobierno de Pedro Sánchez a muchas de ellas les "costó trabajo prometer como ministros" precisamente porque son mujeres.
El lenguaje inclusivo salta de la calle a las instituciones
Los académicos difieren en la necesidad de retocar el texto de la Constitución para traerlo al siglo XXI.
El lenguaje no está solo en las páginas de un texto que esté desfasado, salvo que se quiera ir a Pasapalabra. El Enfado de Reverte es ya como si tuviera un cromosoma enfadado, eso del feminismo le pone de muy mala milk.Si se va pues eso que gana. Nunca supe para que tenemos una RAE ni para que sirve, ni me importa y me considero que las palabras o un discurso lo llevo bien , tanto que creo que muchos no me entienden, sencillamente la población española está instalada en una perpetua mala educación que la traduce a gritos, cada vez se habla mas alto y son maleducados tanto hombres como mujeres.
Como en los viejos lances de capa y espada, ha empeñado su palabra en un tuit. Y después ha hecho mutis. Él verá.
“El tema está en la calle, en la prensa, en los bares. Claro que hay que echar un vistazo a la Constitución y hablar de todo”, dice Soledad Puértolas, también escritora y miembro de la Academia.
Tampoco le parece mal que se estudie este asunto a Inés Fernández-Ordóñez porque considera, como su colega, que el debate está en la calle.
“En los textos administrativos se puede hacer constar la presencia de la población femenina y recogerlo de una forma sensible.
Si se empieza una conferencia con un “señores y señoras” en otras situaciones también se puede marcar, de entrada, esa presencia femenina”.
La presencia femenina se nota en el Corte Inglés o en Zara y ahí da igual como te expreses por muy educada que yo sea salta sobre mi la que más grita la que se mete en la conversación etc etc.
Si se quieren colar hasta en el ascensor. No he visto mayor torpeza en hombres y mujeres que en los cajeros que han puesto fuera de las oficinas bankarias, cuanto más jóvenes mas torpes y se pasan media hora (Con suerte) para pagar un recibo....por ejemplo.
En todo caso, dice el cineasta: “No se pueden buscar sinrazones a la lengua y las presiones políticas producen rechazo.
La RAE debe resistir presiones y defender los derechos de la lengua”, opina.
“¿Política o sociedad? Eso dependen de la visión de cada uno, es discutible”, sostiene Puértolas cuando se le pregunta si este asunto es presión política o demanda social.
La filóloga Paz Battaner, que ingresó en la Academia el año pasado, se sitúa al lado del “informe Bosque”, el redactado por el académico Ignacio Bosque en 2016, en el que se rechazaban propuestas de lenguaje inclusivo.
Sobre la iniciativa del Gobierno dice: “No me parece lo más importante que haya que hacer ahora... pero quizá un texto se puede modificar con gracia y sentido de la lengua, sin forzarla...”, concede
. Y, como Gutiérrez Aragón, rechaza opinar sobre la postura que ha tomado Pérez-Reverte.
“Yo creo que la Academia debe atender este asunto con interés y discutirlo y estar abierta a las demandas de la sociedad”, zanja Fernández-Ordóñez. Y sobre Pérez-Reverte: “Él verá”.
O dirá !Voto al chápiro verde.....
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