"Los de la tele somos a la cultura lo que Las Ketchup a la historia de la música".
El periodista Jordi Évole ha asociado —en su comentario Un cambio de tele, en El Periódico—
las críticas recibidas desde su nombramiento por el ministro de
Cultura, Màxim Huerta, con lo infravalorado que está el mundo de la
televisión, ya que a su juicio "los de la tele somos a la cultura lo que
Las Ketchup a la historia de la música". "Da igual que lo que se ve en la tele sea al día siguiente el tema más
comentado en la oficina. Da igual que la tele aglutine delante suyo y de
forma simultánea a un número de espectadores que casi nadie congrega. Da igual que haya profesionales que se lo curren para hacer su trabajo
lo mejor que saben. Da igual. La tele, caca", ha argumentado Évole,
quien cree que en ese contexto, "si de ahí sale un ministro, pues a por
él".
A esta circunstancia, Évole le suma un agravante al caso particular de
Huerta: "Y si encima se le ha ocurrido durante unos años de su carrera
hacer entretenimiento en un 'programa de esos de la mañana solo para
marujas' pues ya ni te cuento".
En este punto, Évole recuerda al exministro de Cultura Íñigo Méndez de Vigo, que se sabía El novio de la muerte y
que lo cantaba al ver desfilar al Cristo de los Legionarios: "Solo le
pido a Dios que el Gobierno de Sánchez llegue hasta la próxima Semana
Santa y que toda España vea que su ministro de Cultura no se sabe ningún
himno militar", ha sentenciado. !!QUE MALA ES LA ENVIDIA!!! Jordi Évole como te hubiera gustado ser tú el ministyro ¿Verdad?
Sin embargo, una trágica
noticia ha empañado la fiesta socialista
. Este miércoles, poco antes de
que el presidente anunciara la composición de su equipo, se conocía la
muerte de Antonio Castañeda, un militante que recorrió España con
Sánchez durante las primarias del año pasado.
Castañeda, de 71 años y afiliado del PSOE en Alcázar de San Juan
(Ciudad Real) desde 2014, se ha ido en silencio, sin culminar el sueño
de ver a su secretario general convertido en presidente del Gobierno. Un
objetivo por el que se afanó durante las horas más bajas de Sánchez. Desde que comenzó a fraguarse su caída, aquel 26 de septiembre de 2016
en el que dimitieron 18 miembros de la Ejecutiva socialista (la mitad). El 1 de octubre, un accidentado Comité Federal dividió al partido en dos y, días más tarde, Sánchez renunciaba a liderar el PSOE y a su acta de diputado, razón por la que hoy es un presidente sin escaño.
“Castañeda siempre estaba a disposición de los demás. En ese momento
sintió que el partido había sido injusto con su secretario y se puso a
defender su causa”, indica Gonzalo Redondo, secretario del PSOE en
Alcázar de San Juan desde diciembre del año pasado y partidario de Susana Díaz. Castañeda, ebanista jubilado, se puso manos a la obra. Entonces Sánchez
ni siquiera había anunciado su intención de echarse a la carretera para
recuperar el cargo. Lo consiguió en mayo del año pasado, tras unas primarias y gracias a un relato épico que construyó con la ayuda de miles de militantes de base.
Un préstamo
“Antonio se ponía en contacto con afiliados de las federaciones que
visitaba Sánchez para quedarse a dormir en sus casas. Se desplazaba en
el coche de otros compañeros, en autobús o en tren. En la agrupación se
rumoreaba que había solicitado un préstamo para seguirlo”, sostiene
Redondo. En muchos lugares, como en Málaga,
aún lo recuerdan. “Castañeda no pasaba desapercibido por su
característica barba y su camiseta roja en favor de Sánchez, por el que
sentía un gran fervor. Ha puesto su granito de arena en conseguir el
cambio y para ello no dudó en dedicar su tiempo y su dinero”, afirma
Rafael Fuentes, que fue candidato sanchista a la secretaria del PSOE en
esa provincia andaluza. No se sabe con exactitud el día que falleció Castañeda, que vivía solo. Todo hace indicar que murió antes del 1 de junio. La última vez que
visitó la Casa del Pueblo fue el domingo 26 de mayo. A todos les extrañó
que el viernes, tras salir adelante la moción de censura,
no acudiera a la sede. “Creíamos que había ido a Madrid a celebrarlo.
Después de unos días sin saber nada de él, nos alarmamos”, revela
Redondo. Una concejal se puso en contacto con su hermana, y el miércoles
acudieron a su casa con la policía. Al entrar, encontraron el cuerpo en
un avanzado estado de descomposición. “El forense determinó que no
procedía realizar la autopsia y fue incinerado”, señala el secretario
local del PSOE. Este jueves a mediodía, mientras los nuevos ministros
juraban su cargo, se celebraba su funeral en la Iglesia de Santa Quiteria.
El
endeudamiento fue una medicina vital para salir de la Gran Recesión,
pero el abuso del crédito amenaza con inocular el veneno de la próxima
crisis.
Usted y yo estamos sentados sobre una montaña de deuda pública
y privada. La cuota alícuota para cada habitante del planeta es de
21.866 euros. Una bola de nieve gigante y voraz. La factura total
asciende a 164 billones de dólares, cantidad equivalente al 225% del PIB
mundial. Vivir a crédito fue la salida natural de la crisis financiera.
Los préstamos han permitido sufragar los desequilibrios de las cuentas
públicas y reanimar el crecimiento. Pero conviene no traspasar
determinadas líneas rojas. Un nivel de apalancamiento jamás visto desde
la II Guerra Mundial es una bomba de relojería que puede estallar en
cualquier momento. Argentina e Italia son dos ejemplos recientes de lo
fácil que resucitan los fantasmas mal enterrados. “Los altos niveles de deuda y los elevados déficit públicos son un motivo de preocupación”, advierte el Fondo Monetario Internacional
(FMI) en su último Monitor Fiscal. Las naciones con un elevado
endeudamiento, recuerda este organismo, son más vulnerables a un
endurecimiento de las condiciones globales de financiación, que podrían
dificultar el acceso a los mercados y meter presión sobre la economía. “La experiencia demuestra que los países pueden sufrir notables e
inesperados shocks en su ratio de deuda sobre PIB, lo que incrementa la
posibilidad de sufrir problemas en cadena”, rematan estos expertos. China es el principal contribuidor
al aumento del volumen total en la última década. Pero no el único. Las
economías desarrolladas deben el equivalente al 105% de su PIB de
media. Para las naciones emergentes el ratio supone ya el 50%, una
frontera que la última vez que se traspasó fue en los años 80 y trajo
una crisis severa en muchas de ellas. “Por ahora el crecimiento global
es robusto, el desempleo se reduce y los tipos de interés siguen bajos. Todo ello hace que el aumento de la deuda sea manejable, pero si hubiese
una desaceleración inesperada o un rápido aumento del precio del
dinero, esta situación placentera se borraría al instante”, según Pierre
Bose, estratega de Credit Suisse.
El crédito crea una adicción extrema. Por eso el mayor riesgo es la gran
velocidad a la que se ha alcanzado el nivel actual. Más de un tercio de
las economías avanzadas, por ejemplo, deben como mínimo el equivalente
al 85% del tamaño de su economía, tres veces más en el año 2000. Los
gobiernos, al pisar el acelerador del crédito, han sorteado la recesión,
pero podrían estar hipotecando el futuro económico de sus países. “Con
el tiempo, la deuda deja de estimular la actividad. Cada vez se necesita
más acumulación de préstamos para generar un punto porcentual de PIB
adicional. El crecimiento impulsado por la deuda puede ser divertido al
principio, pero simplemente trae al presente consumo futuro, que luego
echaremos de menos”, dice Alfredo Álvarez-Pickman, economista jefe de
Key Capital Investment.
Momento delicado
La burbuja llega además en un momento muy delicado. La Reserva
Federal de EE UU ha empezado a reducir su balance —ya no compra más
bonos públicos y los que tiene los amortiza a vencimiento—, medida que
viene acompañada por subidas en los tipos de interés. El Banco Central
Europeo (BCE) sigue comprando deuda soberana, pero en septiembre próximo
tiene pensado cerrar el grifo e iniciar la senda de su homólogo
americano. La hoja de ruta diseñada por ambos organismos prevé un
endurecimiento monetario progresivo y moderado. Para que el plan se
materialice tiene que cumplirse la otra parte de la ecuación: que los
precios sigan bajo control. “La inflación ha sido modesta, pero si
volviese de forma súbita pondría a los bancos centrales en una
encrucijada. Tendrían que decidir entre dejar que los precios siguieran
subiendo, algo que va en contra de su naturaleza, o incrementar los
tipos para combatirla, lo que encarecería la carga de intereses de
Estados, empresas y hogares”, subraya Bart Hordijk, analista de Money
Europe.
Este año se cumple el décimo aniversario de la quiebra de Lehman
Brothers, pistoletazo de salida de la crisis financiera preludio de la
Gran Recesión. En el mercado empieza a extenderse la teoría de que ya no
hay ciclos económicos, sino ciclos de crédito, y que por eso conviene
no perder de vista el contador de la deuda. Algunos expertos, sin
embargo, llaman a la prudencia, poniendo los datos en perspectiva. “Los
niveles actuales de endeudamiento son autofinanciados y baratos. Esa es
una diferencia importante con el estado de la deuda global y de la
economía hace una década”, apunta Stéphane Monier, director de
inversiones de Lombard Odier. La economía mundial lleva ya un largo periodo de crecimiento. Aunque
aún nadie vaticina un cambio de tendencia, la idea de que podríamos
estar en las últimas fases del ciclo cobra fuerza. Cuando llegue la
temida desaceleración económica lo mejor que le puede pasar a un
gobierno es contar con margen para incrementar el gasto público, reducir
impuestos y bajar los tipos. Esas herramientas contracíclicas, sin
embargo, son ahora una quimera. Por eso, desde instituciones como el FMI
se conmina a los países a construir un colchón a través de la reducción
del déficit para cuando lleguen los malos momentos. “Los gobiernos
tienen poco margen fiscal debido a la situación actual de la deuda. Además, desde el punto de vista monetario, los bancos centrales han
iniciado el camino del endurecimiento. Debido a la ausencia de estos
estabilizadores tradicionales, la próxima recesión será más pronunciada
que en ocasiones precedentes”, aseguran los expertos de Carmignac. Como los problemas nunca vienen solos, a la elevada deuda pública hay
que sumarle la también delicada situación del endeudamiento privado,
partida que se ha doblado en una década y ya alcanza el 120% del PIB
mundial. “El apalancamiento de las familias es un problema sobre todo
cuando es el resultado de un boom en el mercado inmobiliario”, explica
Stefan Hofrichter, economista jefe de Allianz GI. “Es llamativo que el
incremento de la deuda privada se deba en gran medida a la evolución de
la misma en países que apenas sufrieron la crisis financiera como
Canadá, Suecia, Noruega, Australia, China, Brasil, Turquía o India. Precisamente, muchos de ellos son los que han experimentado el mayor
aumento en los precios de la vivienda en los últimos dos años”, añade
Hofrichter. Pero la deuda de los países emergentes no es la única que preocupa.
Los focos empiezan a apuntar a la mayor economía del mundo. El
incremento del gasto en 150.000 millones (0,7% del PIB) por año durante
los próximos dos cursos, y la bajada de impuestos aprobada por la
Administración Trump llevarán el déficit de EE UU por encima del billón de dólares (más del 5% del PIB). Esta
situación, junto con las mayores necesidades de financiación, situarán
el ratio de deuda sobre PIB en el 117% en 2023, según cálculos del FMI. “A corto plazo, estas medidas serán positivas para los inversores, ya
que permitirán que el mercado alcista continúe en la medida que EE UU
siga tirando de la economía mundial. Sin embargo, la deuda podría
convertirse en un tema a seguir de cerca cuando la actividad del país se
desacelere y el ratio de apalancamiento aumente más de lo previsto”,
indica Susan Joho, economista de Julius Baer.
Desde su
victoria en las primarias, el líder socialista organizó citas secretas
para conocer a posibles aspirantes a encabezar candidaturas "potentes".
El Gobierno de Pedro Sánchez
no se pensó en tres días, aunque él lo fraguara en realidad en 48
horas, casi en solitario, el pasado fin de semana en su domicilio de
Pozuelo de Alarcón (Madrid). Sánchez llevaba casi un año diseñando este
equipo, desde que ganó las primarias a Susana Díaz. El proceso se fue
gestando en discretas comidas en restaurantes, hoteles, cafés y bares en
el barrio madrileño de Chueca. Sobre todo los lunes. El objetivo de
esos encuentros era conocer gente, especialmente mujeres, más allá de
los militantes del PSOE, que pudieran representar en el futuro
“candidaturas potentes”. Cuando la moción de censura triunfó,
se encerró en su casa, tiró de su cuaderno y llamó por teléfono. Todos
sus colaboradores y casi todos los nuevos amigos sondeados le dijeron
rápidamente que sí, excepto Guillermo Fernández Vara. Este nuevo Gobierno, al que el diario francés Le Monde dedicó
un editorial donde lo calificó como un equipo de ensueño “para España y
para Europa”, no se habría podido confeccionar en dos días, que fue lo
que tardó Sánchez en obtener el plácet de los elegidos. Cuando llegó el
momento de la verdad, al culminar con éxito en la tarde del viernes de
la semana pasada la moción de censura prevista en el artículo 113 de la
Constitución, rescató su agenda, descolgó el teléfono y esgrimió un
argumento difícil de rechazar: “No te puedes perder esta oportunidad
única para España”.
Pero en su hoja de ruta sobre el concepto transversal del país todo empezó antes. Incluso antes de ganar las primarias a Susana Díaz, en mayo de 2017. Ahí comenzó la que él llama su “segunda vida”, revisó algunos errores
cometidos, se trazó un plan y se rodeó de las personas adecuadas para
llevarlo a cabo. Ese equipo se dividió en dos grupos con dos metas
distintas: el control del partido y la reconstrucción de su imagen
mediática y como hombre de Estado.
Para cada uno de sus objetivos tenía en mente un perfil diferente de
candidatos, que ahora han cuadrado como un puzle. Para reagrupar al
dividido PSOE, limar diferencias internas, vigilar las federaciones y
asegurarse el control y la supervisión de los aparatos del partido
escogió a José Luis Ábalos y a la exministra y experta en Derecho
Constitucional Carmen Calvo. Esta encajó como un guante con la
exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en sus contactos para
frontar el desafío independentista en Cataluña. Para cuidar la proyección de su figura, y volver a conectar al PSOE con la sociedad contrató en septiembre pasado al consultor Iván Redondo,
un experto que en pocos meses ha asesorado tanto a los populares José
Antonio Monago o Xavier García Albiol como al líder de Podemos, Pablo
Iglesias. El líder socialista compatibilizó sus reuniones con el expresidente
Mariano Rajoy para consensuar la intervención de Cataluña con el
artículo 155 y realzar su categoría institucional, con otros encuentros
más discretos con todo tipo de profesionales. Muchos lunes, tras terminar
la ejecutiva del partido, el secretario general del PSOE se marchaba de
Ferraz para comer con personalidades de la cultura, de la justicia, del
deporte, de la universidad o de la ciencia, independientes, para
ampliar sus conocimientos y en la búsqueda, que ahora se reconoce en su
entorno, de “posibles candidatos potentes para distintos cargos futuros,
sobre todo mujeres”. Esa idea la llegó a mencionar en público varias veces, especialmente para las listas de Madrid. Fue así como intensificó su conexión con el juez Fernando Grande Marlaska, la fiscal de la Audiencia Nacional Dolores Delgado, el periodista de Tele 5 Máxim Huerta,
el astronauta Pedro Duque, el exseleccionador nacional de fútbol
Vicente Del Bosque, los escritores Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo,
el sociólogo Lorenzo Díaz (marido de la ministra Magdalena Valerio), o
los comunicadores de Cuatro, Jesús Calleja y Miguel Ángel Oliver (su
nuevo portavoz en La Moncloa). En las distancias cortas y el trato directo se los ganaba como
amigos. A veces, esas reuniones eran con grupos o colectivos más
amplios, en el local Válgame Dios, en pleno corazón del barrio madrileño
de Chueca; en otras ocasiones, eran citas más reservadas en el
restaurante del hotel Petit Palace, también de Chueca, o en locales de
Malasaña, barrios prototipo de los nuevos tiempos en la capital de
España. Pero siempre sin prejuicios ideológicos. El juez Marlaska pasó,
en horas, de ser un vocal del núcleo duro del PP
en el Consejo General del Poder Judicial a ministro del PSOE y a ser
compatible con Delgado, fiscal de la “trinchera más progresista” muy
cercana a Baltasar Garzón y a su primer jefe, Carlos Jiménez Villarejo. Pero no fueron estos los que la promocionaron, se enteraron apenas unas
horas antes de su nombramiento oficial.
Cuando el sábado pasado Sánchez les llamó desde su casa, Marlaska y
Delgado no tardaron en subirse al proyecto. Costó algo más localizar a
una de las estrellas en ciernes del nuevo Gabinete, la titular de
Economía, Nadia Calviño, economista del Estado, que fue la última en
rellenar la quiniela, el domingo por la noche. Estaba en Bruselas,
cuadrando los presupuestos de los aún 28 países que componen la Unión
Europea. Sánchez llamó al presidente de la Comisión, Jean Claude
Juncker, para alertarle de sus intenciones. Juncker le replicó para
afianzar el buen acierto del presidente español: “Me haces un gran
roto”. Sánchez ya conocía el impresionante currículo de Calviño, una de
las pocas españolas con un cargo de primer nivel en Europa, pero fue su
padre, José María Calviño, exdirector de RTVE en la primera época de
Felipe González, guerrista y asesor externo ahora de Sánchez, el que
decantó esa balanza a su favor. Otro factor determinante para la composición del su Gabinete tuvo que
ver con la promoción interna de cargos autonómicos que han ascendido a
nivel nacional de cara al futuro y de los guardianes del tesoro con los
que ha compartido estos años todas las batallas dentro del PSOE. En el
capítulo de pruebas para el futuro, Sánchez siempre habló muy bien de la labor de Carmen Montón en Sanidad en la Comunidad Valenciana,
de María Jesús Montero con la Hacienda andaluza, de Reyes Maroto en
Madrid, de Meritxell Batet en Cataluña y de Magdalena Valerio en
Castilla-La Mancha. A todas las llamó directamente, sin pasar por el
filtro de sus jefes en sus respectivas comunidades autónomas. Ni un
reparo. Con José Luis Ábalos (Fomento), Adriana Lastra (portavoz en el
Congreso), Carmen Calvo (vicepresidenta) y Margarita Robles (Defensa)
habló en persona. Eran opciones previsibles y solo se produjeron ajustes
por su formación, pasado y competencias. En su “cuaderno azul” nunca estuvieron, pese a que se publicó, Patxi
López, Pilar Cancela, Jordi Sevilla, Beatriz Corredor o Rafael Bengoa, a
los que se conoce como “las viudas de Pedro”.
Al titular de Agricultura el telefonazo de Sánchez le pilló entre
olivares. El presidente le preguntó, para romper el hielo, que dónde
estaba, y Luis Planas, que en su día osó disputar a Susana Díaz el
liderazgo del PSOE andaluz sin éxito, le replicó: “Caminando entre
olivos…”. Sánchez recogió el guante del hasta ahora presidente del
Consejo Económico y Social europeo: “Pues perfecto, porque es el mejor
lugar para el encargo que te voy a hacer” . Planas estaba en Montoro,
Córdoba. En su “cuaderno azul” nunca estuvieron, pese a que se publicó, Patxi
López, Pilar Cancela, Jordi Sevilla, Beatriz Corredor o Rafael Bengoa, a
los que se conoce como “las viudas de Pedro”.
El caso de Guillermo Fernández Vara es diferente. Sí le llamó, el
sábado pasado sobre las siete de la tarde, cuando el presidente de
Extremadura salía de una comida de trabajo y antes de asistir a la final
de la Copa del Rey de fútbol sala, y le ofreció uno de los cinco
ministerios más importantes. “No me contestes aún, piénsalo”, insistió
Sánchez. Vara, que nunca fue un sanchista sino todo lo contrario,
rechazó rápido ese envite. Hace un año, cuando Sánchez barrió a Díaz en
las primarias, ambos quedaron a comer en Madrid y el extremeño le
entregó su renuncia. Sánchez la obvió y le encomendó presidir el consejo
de política federal del PSOE. En septiembre, cuando el secretario general socialista contrató a
Ivan Redondo, asesor del rival popular de Vara en Extremadura, le llamó
para conocer su opinión y sus reparos. No hubo problemas. Ahora Vara
está ya nominado como candidato para repetir en su cargo autonómico, se
siente totalmente atado a ese compromiso y Sánchez lo entendió.