Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

11 jun 2018

La reflexión de Évole que explica que se haya liado la de dios con el nombramiento de Màxim Huerta

"Los de la tele somos a la cultura lo que Las Ketchup a la historia de la música". 

El periodista Jordi Évole ha asociado —en su comentario Un cambio de tele, en El Periódico— las críticas recibidas desde su nombramiento por el ministro de Cultura, Màxim Huerta, con lo infravalorado que está el mundo de la televisión, ya que a su juicio "los de la tele somos a la cultura lo que Las Ketchup a la historia de la música".
"Da igual que lo que se ve en la tele sea al día siguiente el tema más comentado en la oficina. 
Da igual que la tele aglutine delante suyo y de forma simultánea a un número de espectadores que casi nadie congrega. 
 Da igual que haya profesionales que se lo curren para hacer su trabajo lo mejor que saben.
 Da igual. La tele, caca", ha argumentado Évole, quien cree que en ese contexto, "si de ahí sale un ministro, pues a por él". 

A esta circunstancia, Évole le suma un agravante al caso particular de Huerta: 
"Y si encima se le ha ocurrido durante unos años de su carrera hacer entretenimiento en un 'programa de esos de la mañana solo para marujas' pues ya ni te cuento".

En este punto, Évole recuerda al exministro de Cultura Íñigo Méndez de Vigo, que se sabía El novio de la muerte y que lo cantaba al ver desfilar al Cristo de los Legionarios: 
"Solo le pido a Dios que el Gobierno de Sánchez llegue hasta la próxima Semana Santa y que toda España vea que su ministro de Cultura no se sabe ningún himno militar", ha sentenciado.
 !!QUE MALA ES LA ENVIDIA!!!
 Jordi Évole como te hubiera gustado ser tú el ministyro ¿Verdad?

 

10 jun 2018

El militante que recorrió España con Sánchez y no llegó a verlo de presidente

Antonio Castañeda luchó por recuperar la Secretaría del PSOE, pero murió poco antes de votarse la moción de censura.

Antonio Castañeda ondea la bandera del PSOE y de Castilla-La Mancha en un acto de Pedro Sánchez.  

Antonio Castañeda ondea la bandera del PSOE y de Castilla-La Mancha en un acto de Pedro Sánchez.

  

Han sido días de vino y rosas en el PSOE. 

El éxito de la moción de censura que desalojó del poder a Mariano Rajoy, el desembarco de Pedro Sánchez en La Moncloa y la buena acogida de su Gobierno, con récord mundial de ministras, instaló de nuevo la felicidad en el partido. 

Sin embargo, una trágica noticia ha empañado la fiesta socialista

. Este miércoles, poco antes de que el presidente anunciara la composición de su equipo, se conocía la muerte de Antonio Castañeda, un militante que recorrió España con Sánchez durante las primarias del año pasado. 


Pedro Sánchez y Antonio Castañeda se saludan en un acto durante las primarias del PSOE en 2017.
Pedro Sánchez y Antonio Castañeda se saludan en un acto durante las primarias del PSOE en 2017.
Castañeda, de 71 años y afiliado del PSOE en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) desde 2014, se ha ido en silencio, sin culminar el sueño de ver a su secretario general convertido en presidente del Gobierno.
 Un objetivo por el que se afanó durante las horas más bajas de Sánchez. 
 Desde que comenzó a fraguarse su caída, aquel 26 de septiembre de 2016 en el que dimitieron 18 miembros de la Ejecutiva socialista (la mitad). 
El 1 de octubre, un accidentado Comité Federal dividió al partido en dos y, días más tarde, Sánchez renunciaba a liderar el PSOE y a su acta de diputado, razón por la que hoy es un presidente sin escaño.
Antonio Castañeda ejerce su derecho al voto en las primarias del año pasado.
Antonio Castañeda ejerce su derecho al voto en las primarias del año pasado.
“Castañeda siempre estaba a disposición de los demás.
 En ese momento sintió que el partido había sido injusto con su secretario y se puso a defender su causa”, indica Gonzalo Redondo, secretario del PSOE en Alcázar de San Juan desde diciembre del año pasado y partidario de Susana Díaz.
 Castañeda, ebanista jubilado, se puso manos a la obra.
 Entonces Sánchez ni siquiera había anunciado su intención de echarse a la carretera para recuperar el cargo.
 Lo consiguió en mayo del año pasado, tras unas primarias y gracias a un relato épico que construyó con la ayuda de miles de militantes de base.

Un préstamo

“Antonio se ponía en contacto con afiliados de las federaciones que visitaba Sánchez para quedarse a dormir en sus casas.
 Se desplazaba en el coche de otros compañeros, en autobús o en tren.
 En la agrupación se rumoreaba que había solicitado un préstamo para seguirlo”, sostiene Redondo.
 En muchos lugares, como en Málaga, aún lo recuerdan. “Castañeda no pasaba desapercibido por su característica barba y su camiseta roja en favor de Sánchez, por el que sentía un gran fervor. Ha puesto su granito de arena en conseguir el cambio y para ello no dudó en dedicar su tiempo y su dinero”, afirma Rafael Fuentes, que fue candidato sanchista a la secretaria del PSOE en esa provincia andaluza.
 No se sabe con exactitud el día que falleció Castañeda, que vivía solo. 
 Todo hace indicar que murió antes del 1 de junio.
 La última vez que visitó la Casa del Pueblo fue el domingo 26 de mayo.
 A todos les extrañó que el viernes, tras salir adelante la moción de censura, no acudiera a la sede.
 “Creíamos que había ido a Madrid a celebrarlo. Después de unos días sin saber nada de él, nos alarmamos”, revela Redondo.
 Una concejal se puso en contacto con su hermana, y el miércoles acudieron a su casa con la policía.
 Al entrar, encontraron el cuerpo en un avanzado estado de descomposición. 
“El forense determinó que no procedía realizar la autopsia y fue incinerado”, señala el secretario local del PSOE. 
Este jueves a mediodía, mientras los nuevos ministros juraban su cargo, se celebraba su funeral en la Iglesia de Santa Quiteria.


 

 

La bomba de la deuda mundial amenaza con estallar

Sánchez empleó un año en diseñar su Gobierno.............. Javier Casqueiro

Desde su victoria en las primarias, el líder socialista organizó citas secretas para conocer a posibles aspirantes a encabezar candidaturas "potentes".

Primer Consejo de Ministros del nuevo Gobierno celebrado en el Complejo de la Moncloa. 
Primer Consejo de Ministros del nuevo Gobierno celebrado en el Complejo de la Moncloa.
El Gobierno de Pedro Sánchez no se pensó en tres días, aunque él lo fraguara en realidad en 48 horas, casi en solitario, el pasado fin de semana en su domicilio de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Sánchez llevaba casi un año diseñando este equipo, desde que ganó las primarias a Susana Díaz.
 El proceso se fue gestando en discretas comidas en restaurantes, hoteles, cafés y bares en el barrio madrileño de Chueca.
 Sobre todo los lunes. El objetivo de esos encuentros era conocer gente, especialmente mujeres, más allá de los militantes del PSOE, que pudieran representar en el futuro “candidaturas potentes”. 
Cuando la moción de censura triunfó, se encerró en su casa, tiró de su cuaderno y llamó por teléfono.
 Todos sus colaboradores y casi todos los nuevos amigos sondeados le dijeron rápidamente que sí, excepto Guillermo Fernández Vara.
Este nuevo Gobierno, al que el diario francés Le Monde dedicó un editorial donde lo calificó como un equipo de ensueño “para España y para Europa”, no se habría podido confeccionar en dos días, que fue lo que tardó Sánchez en obtener el plácet de los elegidos.
 Cuando llegó el momento de la verdad, al culminar con éxito en la tarde del viernes de la semana pasada la moción de censura prevista en el artículo 113 de la Constitución, rescató su agenda, descolgó el teléfono y esgrimió un argumento difícil de rechazar: 
“No te puedes perder esta oportunidad única para España”. 

Pero en su hoja de ruta sobre el concepto transversal del país todo empezó antes. Incluso antes de ganar las primarias a Susana Díaz, en mayo de 2017.
 Ahí comenzó la que él llama su “segunda vida”, revisó algunos errores cometidos, se trazó un plan y se rodeó de las personas adecuadas para llevarlo a cabo. 
Ese equipo se dividió en dos grupos con dos metas distintas: el control del partido y la reconstrucción de su imagen mediática y como hombre de Estado.

Para cada uno de sus objetivos tenía en mente un perfil diferente de candidatos, que ahora han cuadrado como un puzle. 
Para reagrupar al dividido PSOE, limar diferencias internas, vigilar las federaciones y asegurarse el control y la supervisión de los aparatos del partido escogió a José Luis Ábalos y a la exministra y experta en Derecho Constitucional Carmen Calvo.
 Esta encajó como un guante con la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en sus contactos para frontar el desafío independentista en Cataluña.
Para cuidar la proyección de su figura, y volver a conectar al PSOE con la sociedad contrató en septiembre pasado al consultor Iván Redondo, un experto que en pocos meses ha asesorado tanto a los populares José Antonio Monago o Xavier García Albiol como al líder de Podemos, Pablo Iglesias.
El líder socialista compatibilizó sus reuniones con el expresidente Mariano Rajoy para consensuar la intervención de Cataluña con el artículo 155 y realzar su categoría institucional, con otros encuentros más discretos con todo tipo de profesionales.
Muchos lunes, tras terminar la ejecutiva del partido, el secretario general del PSOE se marchaba de Ferraz para comer con personalidades de la cultura, de la justicia, del deporte, de la universidad o de la ciencia, independientes, para ampliar sus conocimientos y en la búsqueda, que ahora se reconoce en su entorno, de “posibles candidatos potentes para distintos cargos futuros, sobre todo mujeres”. 
Esa idea la llegó a mencionar en público varias veces, especialmente para las listas de Madrid.
Fue así como intensificó su conexión con el juez Fernando Grande Marlaska, la fiscal de la Audiencia Nacional Dolores Delgado, el periodista de Tele 5 Máxim Huerta, el astronauta Pedro Duque, el exseleccionador nacional de fútbol Vicente Del Bosque, los escritores Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo, el sociólogo Lorenzo Díaz (marido de la ministra Magdalena Valerio), o los comunicadores de Cuatro, Jesús Calleja y Miguel Ángel Oliver (su nuevo portavoz en La Moncloa).
En las distancias cortas y el trato directo se los ganaba como amigos.
 A veces, esas reuniones eran con grupos o colectivos más amplios, en el local Válgame Dios, en pleno corazón del barrio madrileño de Chueca; en otras ocasiones, eran citas más reservadas en el restaurante del hotel Petit Palace, también de Chueca, o en locales de Malasaña, barrios prototipo de los nuevos tiempos en la capital de España. 
Pero siempre sin prejuicios ideológicos.
 El juez Marlaska pasó, en horas, de ser un vocal del núcleo duro del PP en el Consejo General del Poder Judicial a ministro del PSOE y a ser compatible con Delgado, fiscal de la “trinchera más progresista” muy cercana a Baltasar Garzón y a su primer jefe, Carlos Jiménez Villarejo.
 Pero no fueron estos los que la promocionaron, se enteraron apenas unas horas antes de su nombramiento oficial.

Foto de familia del Gobierno de Pedro Sánchez tras la reunión del Consejo de Ministros.


Cuando el sábado pasado Sánchez les llamó desde su casa, Marlaska y Delgado no tardaron en subirse al proyecto. 
Costó algo más localizar a una de las estrellas en ciernes del nuevo Gabinete, la titular de Economía, Nadia Calviño, economista del Estado, que fue la última en rellenar la quiniela, el domingo por la noche. 
Estaba en Bruselas, cuadrando los presupuestos de los aún 28 países que componen la Unión Europea. 
Sánchez llamó al presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, para alertarle de sus intenciones.
 Juncker le replicó para afianzar el buen acierto del presidente español: “Me haces un gran roto”.
Sánchez ya conocía el impresionante currículo de Calviño, una de las pocas españolas con un cargo de primer nivel en Europa, pero fue su padre, José María Calviño, exdirector de RTVE en la primera época de Felipe González, guerrista y asesor externo ahora de Sánchez, el que decantó esa balanza a su favor.
Otro factor determinante para la composición del su Gabinete tuvo que ver con la promoción interna de cargos autonómicos que han ascendido a nivel nacional de cara al futuro y de los guardianes del tesoro con los que ha compartido estos años todas las batallas dentro del PSOE.
 En el capítulo de pruebas para el futuro, Sánchez siempre habló muy bien de la labor de Carmen Montón en Sanidad en la Comunidad Valenciana, de María Jesús Montero con la Hacienda andaluza, de Reyes Maroto en Madrid, de Meritxell Batet en Cataluña y de Magdalena Valerio en Castilla-La Mancha. 
A todas las llamó directamente, sin pasar por el filtro de sus jefes en sus respectivas comunidades autónomas.
 Ni un reparo.
Con José Luis Ábalos (Fomento), Adriana Lastra (portavoz en el Congreso), Carmen Calvo (vicepresidenta) y Margarita Robles (Defensa) habló en persona.
 Eran opciones previsibles y solo se produjeron ajustes por su formación, pasado y competencias.
En su “cuaderno azul” nunca estuvieron, pese a que se publicó, Patxi López, Pilar Cancela, Jordi Sevilla, Beatriz Corredor o Rafael Bengoa, a los que se conoce como “las viudas de Pedro”.

Al titular de Agricultura el telefonazo de Sánchez le pilló entre olivares. 
El presidente le preguntó, para romper el hielo, que dónde estaba, y Luis Planas, que en su día osó disputar a Susana Díaz el liderazgo del PSOE andaluz sin éxito, le replicó: “Caminando entre olivos…”. 
Sánchez recogió el guante del hasta ahora presidente del Consejo Económico y Social europeo:
 “Pues perfecto, porque es el mejor lugar para el encargo que te voy a hacer” . Planas estaba en Montoro, Córdoba.
En su “cuaderno azul” nunca estuvieron, pese a que se publicó, Patxi López, Pilar Cancela, Jordi Sevilla, Beatriz Corredor o Rafael Bengoa, a los que se conoce como “las viudas de Pedro”.

El caso de Guillermo Fernández Vara es diferente. 
Sí le llamó, el sábado pasado sobre las siete de la tarde, cuando el presidente de Extremadura salía de una comida de trabajo y antes de asistir a la final de la Copa del Rey de fútbol sala, y le ofreció uno de los cinco ministerios más importantes.
 “No me contestes aún, piénsalo”, insistió Sánchez. 
Vara, que nunca fue un sanchista sino todo lo contrario, rechazó rápido ese envite.
 Hace un año, cuando Sánchez barrió a Díaz en las primarias, ambos quedaron a comer en Madrid y el extremeño le entregó su renuncia. 
Sánchez la obvió y le encomendó presidir el consejo de política federal del PSOE.
En septiembre, cuando el secretario general socialista contrató a Ivan Redondo, asesor del rival popular de Vara en Extremadura, le llamó para conocer su opinión y sus reparos. No hubo problemas. Ahora Vara está ya nominado como candidato para repetir en su cargo autonómico, se siente totalmente atado a ese compromiso y Sánchez lo entendió.