Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

10 jun 2018

Lengua hiriente y superior....................................Javier Marías

Torra se deleita ofendiendo a los españoles y a más de la mitad de los catalanes. Tampoco le importa ofender a los verdaderamente oprimidos.
LOS INDEPENDENTISTAS catalanes llevan ya tantos años alejados del raciocinio, inventándose agravios imaginarios y negando la realidad, que poco les importa caer una y otra vez en la contradicción. 
Si se les señala alguna, hacen caso omiso, como si no hubieran oído, o bien incurren en una nueva para intentar enmendar la denunciada.
 El resultado es un embrollo sin ton ni son, un magma pegajoso en el que nada es discernible, una acumulación de grumos. 
Se han hecho impermeables a la crítica (les trae sin cuidado), al ridículo y al razonamiento.
 Ni los dirigentes ni los fieles sabrían responder a casi ninguna pregunta sensata:
 “¿Cómo vivirían en una Cataluña aislada, con qué economía y qué medios? ¿Con qué reconocimiento internacional (Putin y Maduro aparte)? ¿Qué harían con más de la mitad de la población catalana contraria a su decisión? ¿Iniciarían purgas y expulsiones (mejor no hablar por ahora de limpieza étnica)?”
  La mayoría de la gente no se leyó o ha olvidado la llamada Ley de Transitoriedad, según la cual los jueces serían nombrados por el Govern (acabando así con la separación de poderes propia de los Estados democráticos), y los medios de comunicación estarían controlados por la Generalitat (acabando, de facto, con la libertad de prensa y de opinión).
 Para los que llevamos tiempo sosteniendo que el actual proyecto independentista —tal como lo planean quienes lo propugnan— es de extrema derecha, clasista, racista, de ricos contra pobres, insolidario y totalitario, el nombramiento de Quim Torra como President ha venido a confirmar nuestro pronóstico, ay, con meridiana claridad.
 Ya Vidal-Folch, Cercas y otros se han molestado en mirar sus libros, artículos y tuits anteriores a su entronización (que son los que cuentan: lo que los individuos declaran una vez bajo los focos ya no es creíble): una ristra de insultos, expresiones de odio y desprecio hacia los españoles y los catalanes “impuros”, es decir, que no piensan como él.
 De éstos ha afirmado que son “bestias con forma humana, carroñeras, víboras, hienas”, esto es, los ha animalizado, que es lo primero que han hecho todos los exterminadores que en el mudo han sido, de los nazis a los hutus de Ruanda a los serbios de la Guerra de los Balcanes. 
Es asombroso que personas supuestamente de izquierdas no hayan montado en cólera ante semejante suciedad y no hayan exigido su inmediata destitución. 
 Torra es idéntico a Le Pen (al padre, que no disimulaba como la hija), a Orbán, al gemelo polaco superviviente, a Salvini de La Liga italiana, a los Auténticos Finlandeses, a la Aurora Dorada griega, a los supremacistas noruegos (uno de ellos llevó a cabo una matanza de críos en una isla, ¿recuerdan?).
 Admira a pistoleros fascistas de los años treinta, los equivalentes independentistas de Falange.
 Lo bueno de este nombramiento tan inequívoco es que alguien como Torra contamina a quien lo aupó, Puigdemont, y a más, y por ende a todo el movimiento independentista actual, incluidas las falsamente izquierdistas Esquerra y CUP, que con sus votos o su abstención le han dado el cargo máximo. 
Ya nadie que lo apoye puede reclamarse ignorante ni inocente ni “de buena fe”.
 Se ha visto que las “sonrisas” eran muecas y que la “democracia” sólo interesaba para enarbolarla un rato en vano y después pisotearla.
 En las aseveraciones megalómanas de Torra hay una flagrante contradicción a la que nadie, de nuevo, hará caso, pero que vale la pena destacar.
 Según él o sus maestros, los catalanes son más “blancos” que el resto de España y por lo tanto superiores
 Los españoles son inmundicia, exportadores de miseria material y espiritual, creadores de discriminaciones raciales (!) y subdesarrollo. 
Puede ser. Como saben mis lectores, no soy un gran entusiasta de mi país.
 Ahora bien, ¿cómo puede una nación “superior” llevar tres o cinco siglos sojuzgada, según él y sus compinches, por una “inferior”? Las colonizaciones, conquistas y sometimientos siempre han sido de los “superiores” sobre los “inferiores”, nunca al revés. 
Así, el de Cataluña sería un caso inexplicable, sin paragón en la historia de la humanidad. 
 Un caso único de opresión y “ensañamiento” perpetuos por parte de los tontos a los listos, de los desgraciados a los sobresalientes. Sería como si el Congo hubiera sojuzgado a Bélgica, Argelia y Marruecos a Francia, los indios americanos a los pioneros, los indios de la India al Imperio Británico. 
Un caso digno de estudio, en verdad insólito: ¿cómo unos “superiores” han aguantado cinco o tres siglos de “dominación”? 
 Sólo cabe concluir lo evidente para cualquiera salvo para Torra y sus secuaces: nunca ha habido tal sometimiento (excepto bajo el franquismo, pero los sometidos fuimos todos), y aún menos lo hay ahora, pese a estas palabras del flamante President
“Nos tienen acorralados en el gueto, sin medios de comunicación, ni poder económico, ni influencia política”. 
Qué paraíso sería tal “gueto” para los verdaderamente oprimidos, palestinos, rohingyas, venezolanos y cuantos ejemplos se les ocurran. 
Torra se deleita ofendiendo a los españoles y a más de la mitad de los catalanes.
 Pero además no le importa ofender también a los auténticos desheredados, perseguidos y masacrados del mundo.
 Que Mussolini le conserve la lengua, tan hiriente y superior. 

9 jun 2018

Anonimato como obra de arte................................ Manuel Vicent....

Bombardeado por el propio éxito, Salinger tuvo que enterrarse vivo en una granja de Cornish, donde se convirtió en una leyenda.

Jerome David Salinger jugando con su perro Benny, en una imagen sin datar.
Jerome David Salinger jugando con su perro Benny, en una imagen sin datar. AP
La película Rebelde entre el centeno, estrenada hace un mes en España, escrita y dirigida por Danny Strong, narra la lucha de Jerome David Salinger por conquistar el éxito literario y la forma en que el éxito, una vez alcanzado, llegó a destruirlo como escritor. Buscar con ahínco la gloria y a continuación, al sentirse aplastado por ella, tener que hacerse invisible para sobrevivir, este es el caso de J. D. Salinger, quien convirtió su fuga y anonimato en una obra de arte y al final consiguió ser famoso precisamente por huir a toda costa de la fama.
J. D. Salinger nació en Nueva York el 1 de enero de 1919, hijo de un judío llamado Salomon, descendiente a su vez de un rabino que, según las malas lenguas, se hizo rico importando jamones. 
En realidad, Salomon Salinger fue un honrado importador de carnes y quesos de Europa.
 La compañía Hoffman, para la que trabajaba estuvo envuelta en un escándalo, acusada de falsificar agujeros en los quesos de bola, pero de ese lío salió indemne Salomon quien acabó viviendo en un lujoso apartamento de Park Avenue entre la alta burguesía neoyorquina.
 Allí el adolescente Jerome David Salinger comenzó a ensayar sus primeros gestos de rebeldía. 

Después de ser expulsado del colegio McBurney, entró como cadete en la academia militar de Valley Forge donde empezó a escribir iluminando el cuaderno con una linterna bajo las sábanas unos relatos cortos que durante años mandó sin éxito a las revistas satinadas.
 Era un joven elástico, rico, neurótico, inteligente, esnob y sarcástico, enfundado en un abrigo negro Chesterfield que envidiaban sus compañeros.
 Frecuentaba el Stork Club, donde abrevaban las niñas doradas del Upper East Side, de apellidos famosos, apacentadas por Truman Capote. 
Trataba de seducirlas y a la vez las despreciaba. 
Las volvía locas, pero no a todas.
 Hubo una adolescente de 15 años, Oona O'Neill, la hija del dramaturgo premio Nobel, que le fue esquiva hasta que vio que aquel joven tan atractivo había publicado su primer cuento en la revista The Story, que dirigía el profesor Whit Burnett, su mentor, interpretado en la película por Kevin Spacey, condenado hoy a las tinieblas por acoso sexual.
 Oona y Salinger fueron de esa clase de novios que se besan todavía con los labios cerrados.
Se escribe para enamorar, para que te quieran, reconocen algunos escritores.
 Algo parecido le sucedió a Scott Fitzgerald cuando fue llamado a filas en la Segunda Guerra Mundial durante su periodo de instrucción en Camp Sheridan (Alabama), con uniforme de teniente acudió a un baile en el Country Club, la cercana ciudad de Montgomery, donde conoció a la bella sureña Zelda Sayre. 
La sacó a bailar y en la pista la pareja fue admirada por su belleza frívola, como el ideal de una existencia evanescente.
 Se enamoraron.
 Ella no estaba dispuesta a entregarse mientras Francis Scott no fuera más que un delicioso pelanas, escritor de relatos cortos y de anuncios de publicidad.
 Pero un día le llegó el éxito con su primera novela, A este lado del paraíso, y el remolino de la fama le trajo también la chica a sus brazos.
 Por el contrario, Salinger se alistó en la Segunda Guerra Mundial. Participó en el desembarco de Normandía y bajo las bombas se enteró de que Oona O'Neill, su novia tan inocente, a la que escribió mil cartas de amor, se había casado con Charles Chaplin, 40 años mayor que ella. 

Con un esfuerzo neurótico J. D. Salinger trataba de colocar sus relatos cortos en las revistas The Story, Saturday Evening Post, Bazzar's, y sobre todo The New Yorker, que habían consagrado a otros famosos escritores en cuyo espejo Salinger se miraba, Fitzgerald, Hemingway, Capote, pero a su vez nadie era tan quisquilloso y peleaba hasta la agonía con los directores de esos medios para que respetaran sus textos hasta la última palabra.
La ansiedad por alcanzar el éxito le estaba destrozando y para remediarlo se hizo discípulo de Jesús, de Gotama, de Lao-Tse, de Shankaracharya y de otras pepitas de calabaza.
 En 1951, publicó El guardián entre el centeno, cuyo protagonista, Holden Caulfield, era un adolescente sarcástico, rebelde, inconformista e inadaptado que se comportaba con un desparpajo irreverente con sus mayores, ya fueran padres, profesores o simples predicadores. 
De pronto había tocado una tecla misteriosa y se produjo la explosión. 
El friqui Mark Davis Chapman llevaba esta novela en la mano cuando vació todo el revólver contra John Lennon en el edificio Dakota.
 Bombardeado por el propio éxito, Salinger tuvo que enterrarse vivo en una granja de Cornish, donde su anonimato se convirtió en una leyenda hasta el punto que llegar hasta él era una misión tan difícil como encontrar un mono en Marte, siempre que el explorador fuera un periodista, biógrafo, crítico literario o editor, pero no si era una joven admiradora atractiva dispuesta a ser pasada por las armas.

 

Dios...............................................J.ulio Llamazares

Se ve que Aznar, que se dice católico, no ha leído los Evangelios y, si lo hizo, no los entendió.

José María Aznar, en la presentación del libro de Javier Zarzalejos.
En esto bajó Aznar de los cielos y se nos manifestó a los mortales. Lejos de pedirnos perdón (por los muertos en la guerra de Irak, en la que nos metió a los españoles por su santa voluntad, no por la nuestra; o por la corrupción de su partido en los años en que él lo presidía; o por haber elegido para sus Gobiernos casi tantos delincuentes como honrados), el reaparecido Aznar nos ha vuelto a reñir por no hacer caso de sus consejos, esos que amasa durante sus desapariciones y esparce sobre nuestras cabezas como la misericordia divina cuando regresa a la tierra desde su limbo celestial y puro.
 En esta ocasión la bronca ha sido más para sus correligionarios, a los que ha culpado de que su obra se dividiera, y la ha personalizado en su creación, ese Mariano Rajoy pusilánime, dubitativo y falto de valentía que le negó tres veces como san Pedro y al que sus enemigos acaban de desplazar del poder por no hacerle caso cuando debía.
¡Cuántas veces no le advirtió de que no gobernaba como debería hacerlo, de que por el camino que iba se terminaría estrellando, de que con su cobardía y sus dudas iba a dejar que se deshiciera la España fuerte y llena de orgullo que él había levantado en pocos años, los mejores de la democracia! 
Pero Rajoy no le obedeció; al contrario, se apartó de él, renegó de su obra y de sus consejos y así acabó: derrotado y llorando como Boabdil tras entregar las llaves del poder a un advenedizo.

El regreso de Aznar a la tierra, de la que faltaba últimamente más de lo que le habría gustado seguramente obligado por las sentencias condenatorias por corrupción a varios de sus ministros, de la que él no sabía nada pese a saberlo todo de este país, nos ha pillado por sorpresa, sobre todo por el momento elegido para manifestarse en carne mortal. 
Si a Jesucristo cuando iba a ser crucificado se le hubiera aparecido Dios para regañarlo como Aznar ha hecho con Rajoy seguramente la religión católica no habría tenido la proyección que ha tenido.
Pero se ve que Aznar, que se dice católico, no ha leído los Evangelios y, si lo hizo, no los entendió.
 Por eso no conoce la humildad ni la piedad y por eso es capaz de ensañarse con su propia creación, ese Mariano Rajoy derrotado que mueve a la compasión más que a la venganza como cualquier perdedor de la historia.
 Embriagado de sí mismo, Aznar ha vuelto a demostrarnos que Séneca tenía razón cuando dijo que las personas inteligentes se recuperan pronto de un fracaso, pero los mediocres jamás lo hacen de un éxito.
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El nuevo gobierno.......................................... Boris Izaguirre

Antiguos compañeros de televisión se hacen ministros. Los gobiernos se parecen a los 'realities' y los 'realities' se convierten en series.

El ministro de Cultura y Deportes, Màxim Huerta, en el primer Consejo de Ministros del nuevo Gobierno celebrado en Moncloa.
En el momento que se anunció la composición del nuevo Gobierno, mi móvil colapsó debido a la histérica cantidad de mensajes y memes diciendo:
 "Màxim Huerta, ministro de Cultura y Boris Izaguirre, de Festejos".
 Ya lo dijo hace días Antonio Caño:
 "Todos somos presa en estos tiempo de un clima emocional que lo distorsiona todo".
 Al principio me dio risa hasta que luego pensé que esa no era manera de darle la enhorabuena al señor Huerta. "Cualquiera puede ser ministro de Cultura", escuché decir en el andén de la estación de tren de León. 
"Imagínense, Pedro Duque, Màxim Huerta y Marlaska", dijo otro viajero, "eso mas que un gobierno parece Masterchef Celebrity"

Y todos lo celebraron con una carcajada.
Sí, las noticias reflejan en exceso el clima emocional de mi realidad. 
 Antiguos compañeros de televisión se hacen ministros. Los gobiernos se parecen a los realities y los realities se convierten en series.
 Mientras me afeitaba con el cacareo de la radio al fondo, llegué a la conclusión de que Màxim Huerta debe saber mucho de política porque su primer trabajo en televisión fue dar noticias acerca de ella y luego, en sus largos años junto a Ana Rosa Quintana, entrevistó y analizó a todos los políticos de diferentes gobiernos y partidos y también a Bibiana Fernández, que es tan fuerte como la oposición que promete hacer el PP. 
Quizás sea atrevido de mi parte, pero así como a cocinar se aprende escuchando y mirando, creo que con la política sucede lo mismo. 
Aparte de eso, muchos otros miembros del nuevo gobierno tienen en común que llegan al servicio público a través de sus méritos, como bien lo puntualizó, con una voz más aterciopelada que de costumbre, Pepa Bueno desde la radio de la cocina.
 Y Màxim tiene buena voz y un as en la manga de su traje nuevo: modificar el impuesto del cruel 21% de IVA con el que el gobierno anterior castigó a la industria cultural. 
Miss America 2018, Cara Mund, en Nueva York en septiembre de 2017.
Miss America 2018, Cara Mund, en Nueva York en septiembre de 2017. AP
El nuevo Gobierno nos enfrenta al cambio y se suma a Ana Botín en su declaración de que Europa “tiene que cambiar y tiene que hacerlo rápido”.
 Pues el cambio ya está aquí. 
Y ese cambio te da alas y trae novedades.
 Como el anuncio de que en Miss América se acabó para siempre el desfile en bañador, quizás uno de los resquicios rijosos más anquilosados de occidente. 
 Reconozco que cuando me tocó presentarlo en el certamen de Miss Venezuela sentí bochorno al repetir, candidata tras candidata, sus medidas siempre perfectas y verlas avanzar con coloridas y diminutas fantasías textiles robadas a la natación sincronizada.
Después de recitar aquellas medidas, que eran el resultado de la suma del alto rendimiento deportivo y del avance tecnológico, tenías que agregar sus estudios académicos, su currículum como "experta en el estudio del planctón marino" o "experta en comunicación social".
 Chirriaba y celebro que su final sea producto del movimiento Me Too y en la misma semana que el Tribunal Supremo de ese país exculpa a un pastelero que se negó a hacer una tarta para un matrimonio gay por razones religiosas.
 Las religiones han estado detrás de muchas guerras, ojalá este sea el comienzo de la batalla definitiva contra el azúcar y la cursilería. 
Cambiemos el menú de las bodas en los matrimonios gais. En vez de pastel nupcial, recuperar la gelatina, la macedonia o una espuma como alternativas. 

Desde que el cambio llegó, rezo por el bolso Loewe de 2.000 euros que Soraya Sáenz de Santamaría usó en su último día como vicepresidenta y que ocupó el escaño del presidente Mariano Rajoy durante su ya mítica ausencia. Temo por que Soraya le coja manía y lo relegue al fondo de un armario.
 O intente una reventa en los comercios vintage online. 
 Ese bolso tiene que ir al Museo del Congreso después de salir orgulloso de su armario.
 Comprendí a Soraya porque muchas veces también he guardado un puesto o dos en bodas caraqueñas, que no son con asientos asignados, y al llegar las señoras colocan su bolso en el sitio que territorializan.
 Por eso la imagen de Soraya al lado de su bolso me enterneció, porque la reconocí provinciana como yo. 
En el fondo es una tradición que necesitaba un cambio. Pero Soraya, mi amor, no la pagues con ese bolso, porque vendrá de perlas para cruzar cualquier puerta giratoria o para dar una entrevista pícara y divertida cuando todo esto vuelva a cambiar.