Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 jun 2018

España en su corazón------------------------------------ Elvira Lindo

La escritora y periodista Luisa Carnés habló en ‘De Barcelona a la Bretaña francesa’ del pueblo y sus acentos, en un país de anhelos distintos y compatibles.

 

La escritora y periodista Luisa Carnés, en una fotografía sin datar.
La escritora y periodista Luisa Carnés, en una fotografía sin datar.
Este giro político, inesperado por la aceleración repentina e inaudita del curso de los acontecimientos en un país en el que llevamos años quejándonos, y con razón, de que el castigo a los corruptos llega tarde o nunca, me ha pillado leyendo De Barcelona a la Bretaña francesa, de Luisa Carnés, escritora/periodista de origen obrero que documentó desde el frente republicano los anhelos y las amarguras de la contienda española, y la huida esforzada que emprendieron los perdedores de camino a Francia hasta acabar en los campos de refugiados.
 La escritora, olvidada y recuperada ahora por la editorial Renacimiento, poseedora de un estilo en el que brilla su condición de cronista, llena estas páginas de personajes que se nos hacen vivos a través del diálogo, de los diferentes acentos de España que la periodista Carnés, con el buen oído de quien ama el habla del pueblo, sabe reproducir con gracejo y musicalidad.
Están impregnadas estas narraciones de su compromiso con la República e imbuidas de un notable componente pedagógico, ya que se escriben con el propósito de animar a quienes han de luchar, a quienes pueden morir porque ya está casi todo perdido o a los que habrán de organizar la resistencia una vez que ha ganado Franco.
 
Hacía mucho tiempo que no leía tan insistentemente la palabra España en un texto literario.
 España, que habrá de llevarse siempre en la memoria y el corazón y que constituirá una permanente inspiración literaria cuando en México se intente reconstruir lo vivido.
 Esa España que para Carnés no es una sino la suma de muchas, porque esta cronista que publicara en La Vanguardia, en Frente Rojo o en Estampa, pone todo su empeño en que aparezca en la narración la voz de la madrileña, la catalana, el valenciano, el vasco, la andaluza o el de Murcia.
 Parte de estas viñetas de la guerra o el campo francés están escritas ya desde el exilio y advierto por tanto que esa necesidad que tiene la escritora de nombrar a los distintos pueblos de España contiene un propósito ideológico, el de entender el país del que ha sido expulsada como un lugar que contenía mil anhelos distintos, compatibles pero diversos, que el dictador tradujo en una sola patria esencial.
Vemos la palabra España en los últimos tiempos tantas veces malbaratada y usada agresivamente contra el adversario, bien cuando la resumen unos como ese terreno en el que habita el enemigo, amenazante y brutal siempre; 
bien por otros que hablan de los españoles como si respondiéramos todos a un mismo afán y hubiéramos de estar dispuestos a hincar el diente a quien no lo comparta.
 Qué tristes fueron las dos Españas.
 En algún momento, Albert Rivera, en su encendido discurso las nombró y a mí se me heló el corazón.
 No se debería recurrir a ese concepto en el Congreso de los Diputados, deberíamos recordarlo tal y como está definido en los versos de Machado, que corresponden a la época de Luisa Carnés y definen con exactitud la división que marcó la dictadura: la de los buenos españoles y la de los enemigos de España.

Si a alguien pertenece un país es a aquel que ha sido expulsado de su tierra.
 Nadie más adecuado para hablar de la patria, de la chica y la grande, que quien la escribe desde el recuerdo y la incapacidad de regresar.
 A quien rememora la tierra desde esa lejanía obligada se le entiende que reivindique un derecho de propiedad que le ha sido arrebatado.
Conecto sin duda con la idea de país que subyace en los cuentos de Luisa Carnés porque en ella caben no solo los distintos pueblos de España o las Españas, por hacerlo aún más plural, sino la defensa de la diversidad política, que es tal vez la más difícil de aceptar.
A los cambios sustanciales que se han producido esta semana hay quien ha respondido dramáticamente, aludiendo al Frente Popular, advirtiendo de la caída de los dichosos mercados, pronosticando la imposibilidad de la convivencia y dibujando una España dividida en mil pedazos.
 Metiendo miedo, sobre todo, a aquellos a los que todavía les resuenan los ecos de aquel trauma nacional que desembocó en la negación o la desaparición de la mitad de sus hijos.
 Es una vieja técnica: meter miedo para contagiar a los ciudadanos la idea de que todo es un caos y que la única solución posible es que aparezca un salvador.
 Pero el libro de memorias de Luisa Carnés, el mismo hecho de su voz hablándonos desde el exilio mexicano, deja muy claro quién salió perdiendo, y por supuesto que la situación insoportable y angustiosa de entonces es incomparable a la de ahora, y toda utilización de ese episodio de la historia es interesada y tramposa. Buena lectura para estos días de la mano de una mujer que desde México se acordó siempre de la patria perdida.
 Murió en 1964 en un accidente de automóvil. 
Para ella, la dictadura duró siempre.
 

Rajoy o quién mató a Don Tancredo...................... Rubén Amón

El fango de Aznar y la espada de Sánchez malogran la carrera del político contemplativo.

De izquierda a derecha, Pedro Sánchez, Felipe VI y Mariano Rajoy.
De izquierda a derecha, Pedro Sánchez, Felipe VI y Mariano Rajoy. AP
El camino y las escaleras que conducían al asiento de Pedro Sánchez debieron parecerle el Gólgota a Mariano Rajoy. 
No podía sustraerse al trance de la felicitación.
 Y recorrió el trayecto parlamentario con la agilidad de atleta crepuscular que imprime cada mañana a los ejercicios de tonificación.
 Sánchez lo esperaba de pie. Y remarcaba la distancia jerárquica en el saludo.
 Se dieron la mano con la frialdad patibularia de la víctima y del verdugo. 
Rajoy deseaba suerte al heredero mientras buscaba la escapatoria y se ruborizaba.
 No sólo dejaba de ser presidente del Gobierno. 
Entregaba la espada al mayor adversario y a la persona que acaso más detesta. 
Aquel niñato que lo llamó indecente en televisión y que renegó de su investidura —no es no—. Y que regresó a la escena del crimen esta vez para cobrarse el alma del político inmortal.
Hubiera preferido Rajoy un desenlace menos humillante y traumático, sobre todo porque la experiencia de capitular delante de Sánchez ha profanado los prodigios homeostáticos que hicieron del "señor de Pontevedra" —realmente nació en Santiago— un político de inverosímil capacidad de amortiguación y de insólita resiliencia. Rajoy era el junco que se pliega en la riada, la reencarnación de Buda en la contemplación del cielo estrellado y el toro de Guisando en su antigua rocosidad, aunque la referencia taurina que más reflejaba su prodigioso inmovilismo acaso fuera Don Tancredo, cuya reputación de estatua viviente convirtió al maestro valenciano, Don Tancredo López, en un fenómeno de indescriptible popularidad a caballo del siglo XIX y el XX, partiendo de una actuación ante el toro Espantavivos donde expuso su tauromaquia de quietud y ensimimismamiento.
Las reses se resistían a embestir al extraño homínido como no hubieran embestido la fuente del pueblo ni al monumento de los caídos, de forma que Don Tancredo, igual que Rajoy, paseaba su reputación de "sugestionador" —así aparecía en los carteles— y prodigaba encima de un taburete las artes de prestidigitación, muchas veces encalándose la cara y la indumentaria, hasta asemejarse a la escultura de un sepulcro.
El dontancredismo de Rajoy era descriptivo de su pasividad creativa. 
Igual que un monje taoista, el expresidente del Gobierno —impresiona escribirlo así— se había demostrado y había demostrado que no convenía intervenir en la naturaleza de los hechos.
 Se propuso dejar que se manifestaran por sí solos.
 Y bien podría haberse tatuado en el antebrazo el ideograma chino del Wu wei, principio de no actuación, o de acción decreciente, o de voluntad menguante, retórica y práctica de la vida contemplativa que desesperó a sus rivales y que inquietó a sus allegados, tantas veces desconcertados por la pachorra de don Mariano en las situaciones de emergencia. 
Su puro, su Marca. Sus horas de televisión en el ciclismo y el tenis. Su Real Madrid. Sus dos hijos. 
Su discretísima mujer. Y su posición de temible autócrata.
 Rajoy no fue nunca el ave del paraíso, sino el caimán que se mece dormido y durmiente en el agua hasta que el hambre e instinto de conservación despedazan de una dentellada a las criaturas descarriadas. 
Y no solo los adversarios naturales, sino los ministros y colegas que se sustrajeron a la lealtad (Soria, Margallo, Gallardón). 
Una autoridad poco evidente en la forma y en la arrogancia, pero inequívoca en la definición jerárquica de un partido y de un Gobierno expuestos ahora no a la disciplina de la oposición, sino a un proceso de descomposición cuyo hedor proviene precisamente de la dependencia e identificación con el líder.

Rajoy ha logrado desconcertar a su propia grey. 
No terminan de explicarse que se abandonara a beber y a fumar en la barra de un bar ni que eludiera el cataplasma de la dimisión. Hubiera sido la manera de ganar tiempo.
 Y de evitar la entrega de la Moncloa. "Por eso nos sentimos traicionados", condescendía un allegadísimo colaborador.
 "Su sentido de Estado tenía que haber prevalecido. Yo no reconozco a Rajoy en ese comportamiento. Ni la espantada al restaurante ni la pasividad ante Sánchez.
 Las últimas horas de Rajoy han sido irreconocibles".
Puede que hubiera llevado demasiado lejos el dogmatismo de Don Tancredo López.
 Y que la obstinación en la posición de loto le hubiera conducido a descuidar el escarmiento que sacudió al torero valenciano. 
Un toro de Anastasio Martín lo retiró en Madrid en 1901.
 Lo descompuso como un pelele. 
Y desfiguró los ripios que arropaban la gloria del artista del pedestal: "Don Tancredo, Don Tancredo, que nunca tuvo miedo...".

 

 

El timo de la falsa entrevista de trabajo

Detenida Susana García Cereceda, hija del promotor de La Finca, en plena lucha por la gran herencia familiar

La rica heredera supuestamente contrató al comisario Villarejo para lograr inhabilitar a su hermana Yolanda.

 Susana García Cereceda, en un campeonato de saltos en 2007.
Susana García Cereceda, en un campeonato de saltos en 2007. GTRESONLINE

La batalla por el control de la herencia de Luis García Cereceda, el creador de La Finca, la urbanización más lujosa y exclusiva de Madrid, ha dado hoy un giro inesperado.

 Susana García Cereceda, la hija mayor del magnate que dejó a su muerte en 2010 un patrimonio estimado en 1.000 millones de euros, ha dado esta mañana un giro inesperado. 

La hija mayor del magnate, Susana García Cereceda, ha sido detenida por la policía a su regreso de un viaje de Sudáfrica por revelación de secretos, falsedad documental y cohecho, según han confirmado a EL PAÍS fuentes cercanas a la investigación. El arresto está relacionado con la batalla con su hermana Yolanda por el control de las sociedades familiares y con los supuestos informes que el comisario José Villarejo, ahora preso, elaboró para favorecer a Susana en la lucha por la herencia.

Las dos hermanas llevan años enzarzadas en una pugna por el control de la firma Procisa, la inmobiliaria que creó La Finca, un lujoso condominio entre Somosaguas y Pozuelo de Alarcón (Madrid), donde viven estrellas del fútbol como Cristiano Ronaldo, Gareth Bale o Fernando Torres, conocidos empresarios, o donde tienen casas cantantes como Alejandro Sanz.
 Todo creado bajo la batuta del arquitecto Joaquín Torres.
La ahora detenida, actual presidenta de la sociedad y del grupo, consiguió la inhabilitación de su hermana Yolanda, hasta el punto que logró que esta quedara bajo la tutela de la Comunidad de Madrid. 
Para ello fue necesaria la elaboración de varios informes cuya consecuencia fue la inhabilitación por supuestos problemas psicológicos, inmadurez e incapacidad para llevar la gestión del imperio.
 Incluso le arrebataron la custodia de sus tres hijos.
Según fuentes cercanas a la investigación, en esos informes participó, supuestamente,  el comisario Villarejo, de quienes Susana García Cereceda y Francisco Lorenzo Peñalver (un socio del progenitor y fundador de La Finca) fueron también supuestos clientes.
 El polémico comisario está encarcelado desde el pasado mes de noviembre por presuntos delitos de organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales en la denominada Operación Tándem.

Susana García Cereceda y Francisco Lorenzo Peñalver, consejero de La Finca Real Estate, permanecen detenidos y la policía ha registrado oficinas de Procisa en el marco de la operación Tándem. 
 La revista Vanity Fair precisa que el comisario habría elaborado informes con información personal tanto de Yolanda y su exmarido, Jaime Ostos Jr., como de la viuda de Cereceda, Silvia Gómez Cuétara y otros allegados. Hoy Villarejo comparece ante la Audiencia Nacional.
La operación la ha desarrollado la unidad de Asuntos Internos de la Policía –la misma que se encargó de la detención de Villarejo el 3 de noviembre de 2017– y la Fiscalía Anticorrupción.
 Está previsto que Peñalver y García Cereceda pasen a lo largo del día de hoy a disposición del juez de la Audiencia Nacional Diego de Egea, instructor de la causa abierta contra Villarejo a raíz de la Operación Tándem.
Villarejo y el abogado Rafael Redondo son los dos únicos investigados en esta causa que permanecen en prisión después de que el pasado 6 de marzo quedara en libertad el excomisario de Barajas Carlos Salamanca, que ingresó también en prisión el 5 de noviembre.