Mercedes Milá vuelve a la televisión con las emociones como protagonistas. Empezando por las suyas. Y las de su perro Scott, un schnauzer de cuatro años. Milá dejó Gran Hermano en 2015 tras 15 años presentando el reality. Ahora, tras su paso por Be Mad con Convénzeme, abandona Mediaset para preparar Scott & Milá, programa que #0 (en Movistar +) estrenará en otoño. Preguntada por su salida de Mediaset, Milá asegura que se ha producido “de una forma muy natural”. “Cuando dejé Gran Hermano
fue porque no podía con él de ninguna manera. Si hubiera seguido para
no dejar el equipo seguramente hubiera pegado una factura en salud muy
alta. Pero por suerte no salió”, cuenta ahora la periodista. “La salida
para mí fue hace dos años, ha pasado mucho tiempo. Y nunca es salir del
todo. No considero que me haya ido de Mediaset para siempre como no lo
consideré cuando me fui de TVE, de TV3 o de Antena 3. En 44 años de
profesión he trabajado en muchas televisiones, la única en la que no lo
había hecho es en Canal +, y ahora es Movistar +”.
El canal #0 describen el próximo programa de Milá como un personality,
un formato que llevará el sello de la presentadora y también de la
productora Zanskar, de Jesús Calleja y María Ruiz. “No deja de parecerse
a una ascensión a una montaña, y eso es algo en lo que comulgo mucho
con Calleja”. De hecho, como cuenta la propia Milá, el germen de este
programa “se gestó en el Polo Norte”, a donde viajaron para una entrega
de Planeta Calleja emitida en junio de 2017. “Si pudiera definir ahora mismo Scott & Milá,
mal iríamos. El programa tiene que salir de la calle, de la gente, de
lo que soy capaz de escuchar, averiguar y aprender”. En sus ocho
entregas, la periodista tratará de buscar respuestas y explicaciones a
interrogantes de todo tipo, investigando temas cotidianos desde un punto
de vista informativo pero también emocional. Su perro, Scott —en
realidad, la mascota de su madre, aunque Milá es quien se encarga
realmente de su cuidado—, tendrá gran presencia en el espacio. “Scott ha
abierto para mí una ventana nueva de sentimientos, ha supuesto un
aprendizaje, mirar la vida desde otros ojos”.
¿Alguna vez en estos casi dos años que lleva apartada de la televisión
pensó Milá en dejar el medio? “Nunca. Tenía terror porque pensaba que no
sabría entrevistar, que podría perder la curiosidad, el descaro que
tienes que tener para estar delante de una cámara. El dolor te hace
sentirte muy pequeñita. Pero ahora creo que vuelvo a ser la que era”.
De la
universidad de la Sorbona al teatro Odéon y de los cafés del bulevar
Saint-Germain al flamante auditorio de Shigeru Ban, en la antigua zona
industrial, un viaje en el tiempo.
Las ideas y proclamas que lanzaron los estudiantes que impulsaron la
revuelta de Mayo del 68 han traspasado décadas y fronteras. Volvemos al
origen geográfico del movimiento, concentrado en unas pocas calles de
París que permiten realizar una ruta fidedigna siguiendo los pasos de
quienes querían cambiar el mundo.
Nanterre, donde todo empezó
Para
los más puristas de Mayo del 68, el recorrido empieza en las afueras de
París, a una veintena de minutos en el tren de cercanías RER que
conecta la capital con las banlieues, las ciudades de la periferia.
Porque todo empezó antes de mayo y fuera del Barrio Latino, donde se
concentrarían luego las protestas estudiantiles.
Fue en Nanterre
(ot-nanterre.fr), cuya universidad fue inaugurada en 1964 para descargar
la Sorbona y donde estudiaba uno de los líderes de la revuelta, Daniel
Cohn-Bendit.
“Entre barriadas y pabellones universitarios tristes, sobre
una explanada de tierra desnuda, los urbanistas del gaullismo lograron
una obra culminante de la arquitectura sin alma”, la describe en su
libro Mayo del 68 Laurent Joffrin, director del diario Libération.
En
esto, Nanterre no ha cambiado tanto.
A la universidad, cierto es, se
llega mejor y más rápido ahora, pero el campus sigue estando compuesto
por edificios muy alejados de la soberbia arquitectura de París.
Aun
así, sigue preciándose de sus estudiantes.
Por aquí pasaron, entre
otros, el presidente, Emmanuel Macron, o el ex primer ministro Dominique
de Villepin.
Librería Shakespeare and Company, en el Barrio Latino de París.Bertrand GARDELGetty
El Barrio Latino, corazón de las protestas
El París más puro, el más intelectual, el de la Rive Gauche, nicho de
artistas e intelectuales, se concentra en altas dosis en el Barrio
Latino, que debe su nombre al gran número de universidades —donde se
hablaba en latín— que lo pueblan desde el siglo XIII. Es también donde
se desarrollaron los principales acontecimientos de Mayo del 68.
Pero más allá de los lugares clave de
aquellos días revolucionarios, el barrio ofrece algunas visitas muy
interesantes:
el Panteón (paris-pantheon.fr), el mausoleo del siglo
XVIII donde reposan algunas de las grandes personalidades de Francia; la
iglesia de Saint-Sulpice; los maravillosos jardines de Luxemburgo,
sitio preferente de los parisienses para hacer un pícnic en cuanto sale
un rayo de sol y que también albergan el Senado francés .
También está la mítica librería Shakespeare & Co
(shakespeareandcompany.com), frecuentada por los autores de la
generación perdida, desde Ernest Hemingway a Gertrude Stein o James
Joyce (cuyo Ulises fue publicado por primera vez en 1922 por la
fundadora de este templo de la literatura anglófona, Sylvia Beach).
La Sorbona, un mes de reivindicaciones
La universidad más conocida de Francia, la Sorbona
(sorbonne-university.com), toma su nombre del fundador en 1257 de la
institución, el teólogo Robert de Sorbon, que quería crear un lugar para
estudiantes —inicialmente solo de Teología— pobres que les permitiera
“vivir en buena compañía, de manera colegiada, moral y estudiosa”. Reconstruida a principios del siglo XVII por orden del cardenal
Richelieu, cuya tumba está en su soberbia capilla (19, Rue de la
Sorbonne), la Sorbona fue cerrada durante la Revolución Francesa, y solo
a partir de comienzos del siglo XIX recuperó su estatus como centro de
enseñanza privilegiado. Se convirtió en uno de los epicentros de la
revuelta del 68 cuando, a principios de mayo, los estudiantes de
Nanterre se trasladaron hasta allí. Permanecieron encerrados durante un
mes, hasta que la policía los desalojó el 16 de junio. Unos días y
semanas que los revolucionarios pasaron pensando en cómo cambiar el
mundo a golpe de lemas pintados en sus muros bajo retratos de Mao o el
Che Guevara. La Sorbona es una de las paradas de las rutas guiadas que
organiza Cultival (cultival.fr).
Plaza de la Soborna, en París. Al fondo, la universidad.Ken WiedemannGetty
¡A las barricadas! Las calles de la revolución
Hay que echarle mucha imaginación para visualizar en las hoy
tranquilas calles de los alrededores de la Sorbona y el Panteón el
principal campo de batalla de Mayo del 68.
Pero fue aquí donde se
desarrolló la “noche de las barricadas” del 10 al 11 de mayo, después de
que los líderes estudiantiles llamaran a ocupar el Barrio Latino
“cueste lo que cueste”.
Hasta 60 barricadas —poco efectivas pero muy
llamativas— se erigieron desde la pequeña calle Le Goff a la más
representativa de aquella noche, la Gay-Lussac. Bautizada como la “calle
del 11 de mayo”, los adoquines arrancados del suelo volaban bajo una de
las consignas más recordadas:“Bajo los adoquines, la playa”.
Desde los pisos altos de los
edificios de esta calle —donde han vivido entre otros Picasso, Paul
Valéry y George Sand—, al igual que en otras vías, los vecinos lanzaban
cubos de agua para bajar la nube de gas lacrimógeno lanzado por la
policía.
Algunos de esos campos de batalla son, hasta hoy, zona de bares
y restaurantes, como la Rue Mouffetard (donde se celebra de martes a
domingo un concurrido mercado de frutas, verduras y especialidades
regionales).
El teatro del Odeón, tribuna libre
Situado a espaldas de los jardines de Luxemburgo y actualmente uno de
los seis teatros nacionales de Francia, el Odéon, un teatro de estilo
neoclásico, fue inaugurado en 1782 por María Antonieta. “Un templo nuevo
que la munificencia real ha erigido a mayor gloria del arte dramático”,
dijo la reina. Es un teatro a la italiana —escenario en forma cúbica
ante una sala en semicírculo con una platea con asientos—, el primero
de París de estas características. Aquí se estrenó Las bodas de Fígaro,
la obra de Pierre-Augustin de Beaumarchais posteriormente adaptada a la
ópera por Mozart y que Luis XVI intentó censurar por considerarla
demasiado subversiva. Casi dos siglos más tarde, el Odéon fue invadido
por los estudiantes el 15 de mayo de 1968, que lo consideraban un
“teatro burgués”. Permaneció ocupado durante todo un mes y, en calidad
de tribuna libre para todo el que quería tomar la palabra, se convirtió
en uno de los centros neurálgicos de la protesta estudiantil. Fuera de
los espectáculos, el teatro (en Place de l’Odéon) acepta visitas de
grupos de un mínimo de ocho personas bajo petición.
Brasserie Lipp, en París.Robert HolmesGetty
Cafés donde se moldeaban las ideas
Apenas hay movimientos políticos o artísticos en Francia que no se
hayan desarrollado en un café. Tampoco Mayo del 68 podía ser diferente. Al igual que pasó con las librerías, muchos de los cafés donde se
reunían los protagonistas aquellos días de mayo ya han desaparecido;
algunos se han convertido en tiendas. Pero todavía es posible tomarse un
café o refresco en alguno de los centros intelectuales de antes,
durante y después de esas convulsas semanas. En el bulevar Saint-Germain
está, por ejemplo, La Rhumerie (en el número 166) y, a pocos pasos, Les
Deux Magots (en la esquina con la plaza Saint-Germain-des-Prés), que
hasta hoy vive del glamour que le proporcionaron dos de sus
clientes asiduos, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. A su lado, el
no menos literario café De Flore, y enfrente la Brasserie Lipp,
restaurante favorecido por la alta política, desde Georges Pompidou,
primer ministro en el convulso 1968, a François Mitterrand o Jacques
Chirac. A unos minutos, Le Basile (34, Rue de Grenelle), café preferido
de estudiantes y profesores de la facultad donde se educa a la élite
política del país, Sciences Po.
Bellas Artes: los carteles combativos
El 14 de mayo fue la escuela de Bellas Artes (beauxartsparis.com),
situada en la orilla izquierda del Sena, frente al Louvre, la que fue
tomada por los estudiantes. Rápidamente, la institución se rebautizó
como el “taller popular” y se convirtió en el centro creativo de Mayo
del 68. Allí, artistas que ya despuntaban y otros desconocidos hasta el
momento producían buena parte de los carteles icónicos de aquellas
semanas; algunos han trascendido generaciones hasta hoy, como el de la
chimenea de una fábrica que se transforma en un combativo puño en alto. El pintor figurativo español Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) fue uno de
los artistas que participaron en la ocupación de la escuela parisiense. Estos días se pueden ver piezas suyas en la retrospectiva Imágenes en
lucha, la cultura visual de la extrema izquierda en Francia (1968-1974),
que se mantendrá abierta al público hasta el próximo 20 de mayo en el
Palais des Beaux-Arts (13, Quai Malaquais; entrada, 7,50 euros). “El
atelier se convirtió en una verdadera fábrica” de carteles, recuerda
Eduardo Arroyo en una entrevista publicada en la web del museo.
Exposición de carteles de Mayo del 68 en la escuela de Bellas Artes.LUDOVIC MARINGetty
La Seine Musicale, pura arquitectura
Este nuevo centro musical de París fue inaugurado hace justo un año
nada más y nada menos que por Bob Dylan ante un público rendido casi a
partes iguales ante el cantautor poeta y ante la moderna estructura de
La Seine Musicale (laseinemusicale.com). Su gran cúpula acristalada,
proyectada por el arquitecto japonés Shigeru Ban y el francés Jean de
Gastines, parece montada sobre un gigantesco paquebote y está dotada de
una especie de vela compuesta por paneles solares.
Nada hace pensar que,
hasta hace no tanto, en el edificio que aloja este moderno centro de
conciertos y convenciones se construían coches.
Lo que hoy es un
elegante edificio que domina la pequeña isla de Seguin, en el río Sena,
era una de las fábricas insignia de Renault. Y era, también, una
“fortaleza obrera” que, en 1968, fue de las primeras fábricas en
adherirse a la huelga al lado de los estudiantes que ocupaban el centro
de París.
El imponente edificio de Shigeru Ban se puede visitar en una ruta guiada
que descubre desde los camerinos hasta el modulable auditorio (que
cuesta 15,90 euros por persona; hay que reservar).
Una sociedad, la vasca, vivía sin querer saber qué les ocurría a sus vecinos y buscaba explicaciones a cualquier atentado.
FOTO:
Un trabajador municipal cubre una pintada en Guernica. / VÍDEO: La
periodista de EL PAÍS Aurora Intxausti cuenta cómo vivió el atentado en
su casa.Vincent West (reuters) / epv
Iñigo, mi hijo, supo que ETA decidió matarlo hace seis años. Se lo
contamos su padre y yo en una cena. Esa noche hablamos de libertad,
democracia y terrorismo. Lo hicimos tranquilamente; ya había pasado el
tiempo suficiente desde que un comando terrorista pusiese una bomba en la puerta de nuestra casa. ETA había decidido socializar el sufrimiento, así lo dejó dicho en uno
de sus escritos, y en su diana estaba la prensa. Podía haber ido contra
Juan y contra mí, pero optó por la familia entera —nuestro niño tenía 18
meses— por la repercusión internacional. En el camino he ido dejando todos los efectos psicológicos que sufren muchas víctimas,
he ido sorteando situaciones nada fáciles. Un recorrido en el que te
encuentras en la consulta del psiquiatra a personas que no se explican
por qué ellas han sobrevivido cuando sus compañeros fallecieron por esa
bomba destinada a todos, mujeres viudas que después de 20 años del
asesinato de su marido se consideran responsables de su muerte por
haberle contado al carnicero que era militar.
Este día lo había soñado, imaginado, inventado muchas veces a lo
largo de los años.
Es un momento agridulce porque casi sin darme cuenta
van llegando a mi memoria los cientos de atentados de los que he tenido
que informar.
El anciano que quedó en el paso de peatones con un disparo
en la cabeza cuando se disponía a jugar su partida de cartas.
El
gobernador militar y su familia que quedaron hechos añicos al colocar un
comando una bomba sobre el coche en el que viajaban, el diseñador
gráfico que se quedó sin brazos por abrir un paquete bomba...
El
vendedor de bicicletas al que un desalmado asesinó porque se le cruzó
en el camino, el muchacho que trapicheaba con unas papelinas, el chófer
de un empresario, los cientos de jóvenes guardias civiles destinados en
el País Vasco cuyas madres llegaban de los pueblos de España enlutadas y
con unas zapatillas recién estrenadas de paño para recoger el cadáver
de su muchacho... Tiempos de gran tristeza porque una sociedad, la
vasca, vivía sin querer saber qué les ocurría a sus vecinos y buscaba
explicaciones a cualquier atentado, y por unos partidos, los
nacionalistas, cegados hasta que ETA decidió incluirlos en sus listas.
Tengo claro que nuestra democracia, después de tantos años de
terrorismo, ha salido reforzada. Que los terroristas no han conseguido
nada de lo que pretendían cuando hace casi 60 años optaron por emprender
una batalla contra todos aquellos no afines a sus teorías, porque en
eso ha quedado por lo que decían luchar. Que pese al dolor que han
provocado no han conseguido doblegarnos. Su final ha sido agónico, pero
por fin hay final. La generación de Iñigo —hoy tiene 18 años— será la
primera que participe en unas elecciones sin la sombra de ETA desde que
se instauró la democracia. Queda construir el relato de lo que ocurrió
durante los años de barbarie terrorista y esa es una tarea de todos
Según la revista, se trataba de "una imagen inusual y sorprendente,
caminando solo por las calles de Madrid". Aunque la publicación prometía
imágenes exclusivas en su revista, la que avanzaba en su portada llamó
considerablemente la atención: ¿quién era ese hombre con traje, corbata y
gafas de sol?
Era casi imposible de saber, como apuntaron algunos en
Twitter.
Tenemos que creer el titular de la revista para identificarlo
como Felipe VI, rey de España y del camuflaje.