Una sociedad, la vasca, vivía sin querer saber qué les ocurría a sus vecinos y buscaba explicaciones a cualquier atentado.
Iñigo, mi hijo, supo que ETA decidió matarlo hace seis años.
Se lo contamos su padre y yo en una cena. Esa noche hablamos de libertad, democracia y terrorismo.
Lo hicimos tranquilamente; ya había pasado el tiempo suficiente desde que un comando terrorista pusiese una bomba en la puerta de nuestra casa.
ETA había decidido socializar el sufrimiento, así lo dejó dicho en uno de sus escritos, y en su diana estaba la prensa.
Podía haber ido contra Juan y contra mí, pero optó por la familia entera —nuestro niño tenía 18 meses— por la repercusión internacional.
En el camino he ido dejando todos los efectos psicológicos que sufren muchas víctimas, he ido sorteando situaciones nada fáciles. Un recorrido en el que te encuentras en la consulta del psiquiatra a personas que no se explican por qué ellas han sobrevivido cuando sus compañeros fallecieron por esa bomba destinada a todos, mujeres viudas que después de 20 años del asesinato de su marido se consideran responsables de su muerte por haberle contado al carnicero que era militar.
Este día lo había soñado, imaginado, inventado muchas veces a lo
largo de los años.
Se lo contamos su padre y yo en una cena. Esa noche hablamos de libertad, democracia y terrorismo.
Lo hicimos tranquilamente; ya había pasado el tiempo suficiente desde que un comando terrorista pusiese una bomba en la puerta de nuestra casa.
ETA había decidido socializar el sufrimiento, así lo dejó dicho en uno de sus escritos, y en su diana estaba la prensa.
Podía haber ido contra Juan y contra mí, pero optó por la familia entera —nuestro niño tenía 18 meses— por la repercusión internacional.
En el camino he ido dejando todos los efectos psicológicos que sufren muchas víctimas, he ido sorteando situaciones nada fáciles. Un recorrido en el que te encuentras en la consulta del psiquiatra a personas que no se explican por qué ellas han sobrevivido cuando sus compañeros fallecieron por esa bomba destinada a todos, mujeres viudas que después de 20 años del asesinato de su marido se consideran responsables de su muerte por haberle contado al carnicero que era militar.
Es un momento agridulce porque casi sin darme cuenta
van llegando a mi memoria los cientos de atentados de los que he tenido
que informar.
El anciano que quedó en el paso de peatones con un disparo
en la cabeza cuando se disponía a jugar su partida de cartas.
El
gobernador militar y su familia que quedaron hechos añicos al colocar un
comando una bomba sobre el coche en el que viajaban, el diseñador
gráfico que se quedó sin brazos por abrir un paquete bomba...
El
vendedor de bicicletas al que un desalmado asesinó porque se le cruzó
en el camino, el muchacho que trapicheaba con unas papelinas, el chófer
de un empresario, los cientos de jóvenes guardias civiles destinados en
el País Vasco cuyas madres llegaban de los pueblos de España enlutadas y
con unas zapatillas recién estrenadas de paño para recoger el cadáver
de su muchacho... Tiempos de gran tristeza porque una sociedad, la
vasca, vivía sin querer saber qué les ocurría a sus vecinos y buscaba
explicaciones a cualquier atentado, y por unos partidos, los
nacionalistas, cegados hasta que ETA decidió incluirlos en sus listas.
Tengo claro que nuestra democracia, después de tantos años de
terrorismo, ha salido reforzada.
Que los terroristas no han conseguido nada de lo que pretendían cuando hace casi 60 años optaron por emprender una batalla contra todos aquellos no afines a sus teorías, porque en eso ha quedado por lo que decían luchar.
Que pese al dolor que han provocado no han conseguido doblegarnos.
Su final ha sido agónico, pero por fin hay final.
La generación de Iñigo —hoy tiene 18 años— será la primera que participe en unas elecciones sin la sombra de ETA desde que se instauró la democracia.
Queda construir el relato de lo que ocurrió durante los años de barbarie terrorista y esa es una tarea de todos
Que los terroristas no han conseguido nada de lo que pretendían cuando hace casi 60 años optaron por emprender una batalla contra todos aquellos no afines a sus teorías, porque en eso ha quedado por lo que decían luchar.
Que pese al dolor que han provocado no han conseguido doblegarnos.
Su final ha sido agónico, pero por fin hay final.
La generación de Iñigo —hoy tiene 18 años— será la primera que participe en unas elecciones sin la sombra de ETA desde que se instauró la democracia.
Queda construir el relato de lo que ocurrió durante los años de barbarie terrorista y esa es una tarea de todos
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