Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

22 abr 2018

Javier Marías: “A lo mejor tengo más oficio del que yo mismo me creo”


Déjense de historias..............................Juan José Millás

Juan José Millás
 
 
  Rajoy camina mucho para que no se note que está quieto.
 Como el hámster en su rueda, se mueve y se mueve sin llevarnos a ningún lugar. 
Mientras usted y yo lo observamos hipnotizados, los presidentes de los grandes grupos económicos, a quienes nunca hemos visto andar, planifican nuestras vidas. 
Amancio Ortega, por ejemplo, casi siempre sale sentado, y Juan Roig, el dueño de Mercadona, aunque aparezca de pie, permanece estático enumerándonos las tiendas que piensa abrir o confesando que su web de compra “es una mierda”.
 Jamás hemos oído a Rajoy hablar de iniciativas gubernamentales que nos afecten tanto como la instalación de un Mercadona en nuestro barrio.
 Por supuesto, tampoco ha tachado de mierda la reforma laboral, ni siquiera las declaraciones habituales de Rafael Hernando.
Las personas que controlan el mundo, en fin, se retratan sentadas o de pie.
 Si de pie, delante de un atril, para lanzar un poco de doctrina. Rajoy, que no mueve nada, se empeña en que lo veamos en chándal, acompañado de dos o tres amigos que aparentan no ser capaces de seguirle el paso.
 A veces, se exhibe mojado, con el pelo pegado a la frente, fingiendo una heroicidad que debería reservar para poner orden en las fuerzas económicas supuestamente ciegas que dirigen nuestras vidas. 
Para movimientos que no van a ningún lado, como decíamos, tenemos al háms­ter de nuestros hijos o nietos, que quizá han comenzado a ver en ese animal una metáfora de la vida que les espera. 
Señores responsables de la imagen del presidente, déjense de historias.
 El movimiento ya no se demuestra andando.
 

Atreverse a saber.....................................Rosa Montero

Ya he dicho que no sé por qué lo llaman posverdad, cuando se trata de una mentira. Empiezo a pensar que puede percibirse un matiz diferente.


LLEVO CUARENTA años publicando artículos de opinión, cosa que me ha proporcionado un dilatado conocimiento de la subjetividad humana. 
He aprendido que da igual que te esfuerces en precisar, aclarar y delimitar tus ideas en los textos que escribes: siempre habrá alguien que las tergiverse por completo, porque por desgracia somos así, entendemos lo que queremos entender y la pasión a menudo nos ciega. 
Por eso hay que tener especial cuidado a la hora de informarnos de aquellos temas que nos hacen hervir la sangre, porque son los que más retorceremos. 
Las emociones no se avienen bien con el entendimiento.
 Claro está que hay un nivel de subjetividad inevitable: interpretamos el mundo a través de todo lo que somos y a veces el peso de nuestra vida nos impide evaluar correctamente la realidad. Recuerdo una confusión profesional que todavía me duele. 
Sucedió a principios de los ochenta; aunque hoy nos parezca mentira, en una piscina de un pueblo español se le impidió la entrada a un negro por el color de su piel.
 El caso me pareció tan zafio y tan brutal que se me ocurrió la tontería de escribir un articulito en plan de guasa, llevando la discriminación hasta la hipérbole: que me parecía muy bien, que seguro que desteñían… 
Una serie de burradas a cual más grotesca.
 Dos semanas después recibí la carta de un hombre que, humilde, educada y doloridamente, intentaba explicarme por qué los negros como él tenían derecho a entrar en las piscinas (y a vivir). 
Es decir, se había tomado en serio mis tremendos disparates, y ni siquiera así se indignaba conmigo, sino que intentaba convencerme.
Aún hoy me tortura imaginar qué vida habría vivido ese lector para creer auténtico un texto tan atroz; y lo peor es que jamás pude pedirle disculpas ni explicarme, porque la carta no llevaba remite (una prueba más de su sensación de indefensión).
Pero la mayoría de los malentendidos no son tan dramáticos.
 Lo que más abunda son las tergiversaciones tendenciosas, un defecto que solemos ver muy claro en los demás, pero que nos cuesta muchísimo admitir: ya saben, los necios siempre son los otros. 
Yo creo, sin embargo, que es algo que por desgracia padecemos todos.
 Hace muchos años escribí un artículo en el que, tras citar las palabras de un político, las interpreté de manera total y obviamente equivocada.
 Un corrector del periódico (benditos sean) pilló el error y me salvó de cometer una estúpida pifia; y aun así, cuando el corrector me lo dijo, tuve que releer tres o cuatro veces la frase original para conseguir entender mi confusión. 
Y es que el tema del artículo me apasionaba mucho, de ahí lo pertinaz de mi burricie.
 Ese estado de ceguera literal, porque lo miraba y no lo veía, me dejó aterrada.
 Así de viciada es nuestra percepción del mundo.
 Por cierto que ahora tenemos una prueba evidente de ello con la llamada posverdad.
 He dicho varias veces que no sabía por qué lo llamaban posverdad, cuando se trataba de la mentira cochina de toda la vida. 
Pero empiezo a pensar que no es así y que ahora puede percibirse un matiz diferente.
 Es cierto que siempre ha habido groseras manipulaciones de la opinión pública.
 Por ejemplo, en 1898 la prensa sensacionalista de William Randolph Hearst tituló truculentamente Remember the Maine, to Hell with Spain! (¡recordad el Maine, España al infierno!) y con ello contribuyó a la declaración de guerra entre Estados Unidos y España; estaban acusando a nuestro país de la explosión del navío Maine en el puerto de La Habana, aunque no había, ni hay, la menor prueba de ello.
 Pero es que entonces a la gente le era mucho más difícil obtener otras informaciones alternativas. 
 Estaba más dirigida, más indefensa. Ahora, en cambio, escogemos creer el primer tuit que abunda en nuestros prejuicios, aunque el tuit de al lado demuestre que se trata de una zafia mentira.
 Preferimos ver determinado programa porque concuerda con nuestra berroqueña visión de las cosas, aunque con sólo hacer zapping podríamos enterarnos de que ese programa está totalmente manipulado.
 Sapere aude, atrévete a saber, decía Kant.
 Pues bien, empiezo a tener la sobrecogedora sensación de que la mayoría de los humanos elige no saber. 
 Y de que no es un tema de ignorancia, sino de simple pereza y de cobardía. 

Cosas que no se disuelven...............................Javier Marías........

Con ETA ha habido una telaraña de terror en todos los ámbitos, no muy distinta de la que tejieron el nazismo o el franquismo de los primeros años.


TUVIMOS NOTICIAS de ETA hace poco. 
La banda terrorista anunció que, antes del Mundial de Rusia para que éste no le robara protagonismo “internacional”, se disolvería o “desmovilizaría”, término que al parecer prefiere para dignificarse y asimilarse a un ejército o a una guerrilla.
 Siempre fue su empeño: presentarse como gudaris, como bravos soldados contra un invasor, haciendo caso omiso de que el País Vasco jamás fue invadido por España, a la que se unió voluntariamente hace siglos (primero a Castilla), con enorme provecho económico prolongado hasta nuestros días.
 El único periodo en que estuvo oprimido —el franquismo—, lo estuvo como el resto de la nación, empezando por Madrid, donde teníamos instalada la dictadura y donde por tanto era más difícil sustraerse a sus tropelías, incluidas las urbanísticas, a su represión y a su vigilancia, más cercanas que en cualquier otro sitio.

Pero ETA, que empezó en el tardofranquismo, fue más activa que nunca después, durante la democracia, cuando el País Vasco estuvo tan oprimido como el resto, es decir: nada. 
Desde hace unos siete años, cuando ETA proclamó el cese de su “lucha” en la que los bravos soldados apenas corrían riesgo, la gente de ese territorio ha vivido con libertad plena, esto es, exactamente igual que desde 1978 —por poner una fecha—, aunque ETA y parte del PNV (que ganaba elecciones y mandaba) se empeñaran en asegurar lo contrario.
 Los derechos de los vascos son ahora los mismos que entonces, y ahora a pocos se les ocurre que haya que “liberarlos”. 
La riqueza, que no fue escasa ni en los llamados “años de plomo”, es más abundante que nunca, porque muchos españoles y extranjeros, que antes preferían evitar esas tierras, se aventuran allí sin sentir ya rechazo ni peligro. 
Florecen, así, el turismo y las inversiones, y no hay empresas que huyen despavoridas. 

Así pues, hay que preguntarse ahora qué es lo que ha conseguido ETA y, sobre todo, por qué se dedicó a aterrorizar durante cuatro décadas a las poblaciones vasca y española.
 Hoy hay jóvenes que ya lo ignoran todo acerca de ese terrorismo, incluso en Euskadi.
 Bastan siete años para que todo lo anterior parezca antediluviano, así va el mundo. 
Pero algunos estamos acostumbrados a otro transcurrir del tiempo, y a recordar con nitidez. 
En Madrid ETA atentó muchísimo, y los madrileños sobrellevamos su terror, cotidianamente, a lo largo de cuarenta.
 Y qué decir de cómo lo sobrellevaban los vascos.
 Bueno, unos lo celebraban, y contribuían a extenderlo. 
Otros lo aplaudían desde sus casas y otros desde las calles, en las que actuaban como matones y chivatos.
 “Nos hemos quedado con tu cara”, “Sabemos dónde vives”, eran frases habituales dirigidas a los pocos que se oponían a los mafiosos abiertamente.
 Una forma de intimidación descarada, sobre todo cuando era notorio que no se trataba solamente de palabras.
 Una parte de los vascos se dedicó a acusar, a delatar, a pintar dianas, a señalarle a la banda cuáles debían ser sus objetivos. 
Y la banda no se sabe si obedecía o mandaba, pero lo frecuente era que quien se veía apuntado acabara recibiendo un tiro, o una carta exigiéndole dinero con el que “compensar sus delitos”, o que asistiera a la voladura de su negocio o al repugnante boicot de sus vecinos.
 Y otra parte de la población volvía la vista y callaba, por miedo o por ambigüedad.
 Las víctimas y sus familiares eran execrados después de muertos o enlutados, no bastaba con eliminar a alguien, además había que ensuciarlo.
 Una porción de la sociedad vasca ha estado durante décadas envilecida (en el peor de los casos) o acobardada (en el mejor, y no es bueno). 
No estoy seguro de que el tiempo verbal que he empleado sea adecuado, porque todavía se homenajea a lo grande a los etarras excarcelados y se vitupera a los deudos de quienes fueron asesinados por ellos. 
Y todavía Podemos y los independentistas catalanes hacen excelentes migas con los políticos bendecidos por la banda (o a la inversa), a los que consideran “gente de paz”.
ETA mató a 829 personas 
. Si se ponen a contar (una, dos, tres, cuatro…), el cómputo se les hará interminable, hasta llegar a 829.
 Además de los muertos, están los incontables heridos y mutilados, y los expulsados, y los amenazados, y los amedrentados, los que han vivido con el pavor permanente; los que han temido abrir el buzón y abrir la puerta, no digamos hablar en voz alta, hasta en el bar o en la taberna, imagínense en el periódico o en el púlpito o en el aula. 
Ha habido una telaraña de terror en todos los ámbitos, no muy distinta de la que tejieron el nazismo, el stalinismo, la Stasi de la RDA o el franquismo de los primeros quince años. 
ETA no tenía el poder oficial, pero actuó como si lo tuviera, ante la lenidad o connivencia de personajes como Arzalluz.
 Desde que se retiró, pocos se acuerdan de él y muchos ni siquiera saben quién es.
 Y sin embargo son su rostro y su voz iracunda y achulada lo que se me aparece cuando pienso en el País Vasco de todos esos años, la figura dominante del periodo. 
 ETA se disolverá de aquí a un mes, dicen. 
Pero para quienes la padecimos no se disolverán sus injustificables crímenes; pertenecen a una clase que jamás puede disolverse.  
!(Esto es lo que yo pienso, además de lo que dice Javier Marías, ni olvido ni perdono......Asesinar no es una palabra blanca, está teñida de rojo, de la sangre que ETA tuvo en sus manos)