Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

15 abr 2018


Cantorales de los Reyes Católicos / B
La Bilioteca Nacional (BNE) ha descubierto dos cantorales antiguos, encargados por los Reyes Católicos antes de 1492 para regalar a alguna institución religiosa, entre los manuscritos de un fondo inventariado que estaba pendiente de su catalogación completa.
Según José Carlos Gosálvez, director del Departamento de Música y Audiovisuales de la BNE, los cantorales contienen melodías gregorianas.
 "Desconocemos su procedencia, aunque creemos que podrían haber llegado a la BNE dentro de las colecciones de fondos desamortizados del siglo XIX", ha explicado en una nota de prensa.
La BNE ha bautizado a los manuscritos como Misas para el propio del tiempo y Antiphonale.
 Ambas piezas son similares y, en opinión de la especialista Elisa Ruiz, "sin duda fueron hechos para la misma institución". Los dos son de gran formato  (92 x 65 cm y 88 x 64 cm) y carecen de información que permita aclarar su origen.
En los próximos meses, la Biblioteca va a proceder a su restauración.
 Pero los investigadores podrán consultarlos en la web de la institución a  través de Biblioteca Digital Hispánica (BDH).

14 abr 2018

El hundimiento de Cristina Cifuentes...................... Manuel Jabois

Sitiada por todos, le va como un guante la famosa frase de Jimmy McNulty ('The Wire'): “Pueden masticarte, pero tendrán que escupirte”.

cristina cifuentes
Cristina Cifuentes, en una de sus últimas apariciones públicas el pasado miércoles en un acto de víctimas del terrorismo.
Cuenta Cristina Cifuentes (Madrid, 1964) que le gusta tanto el cine que en alguna ocasión compró las dos butacas vecinas para poder ver una película en paz. 
Si ese cine fuese del PP, hoy no le haría falta comprarlas.
Se trata de una situación inédita para una política que a los 16 años entró en la sede de Nuevas Generaciones de Alianza Popular para que le firmase Jorge Verstrynge el carnet del partido.
 35 años después, a Verstrynge lo detuvieron durante una manifestación acusado de golpear a un agente —fue absuelto— y le envió un mensaje a Cifuentes desde el calabozo para decirle que “su policía” lo estaba tratando con mucha educación.
 Mantienen una vieja y cordial amistad que no impide ataques políticos de primer orden:
 “Le viene bien la violencia”, dejó dicho Verstrynge del paso de Cifuentes por la delegación del Gobierno.

Para entonces Cristina Cifuentes ya era la primera delegada-estrella de la política española al modo en que lo fue Baltasar Garzón de la judicatura:
 no hay precedentes de nadie tan famoso; si el juez aterrizó en el pazo de un narco, Cifuentes lo hizo en 10.000 manifestaciones contabilizadas a su paso por la Delegación del Gobierno de Madrid. Quiso recortar ese derecho, el de manifestarse, y Jueces para la Democracia la avisó de que se estaba situando “fuera de la Constitución”.
 En una de las salas de la Comunidad tiene, entre relieves de pavos reales, cuadros orientales y estampas de su adorado Tintín, un centro de mesa con los cascotes que los manifestantes tiraron a los agentes en los enfrentamientos del 22-M.
 Prohibió la exhibición de símbolos republicanos en la calle durante los fastos de la coronación de Felipe VI, hecho por el que el Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo admitió a trámite una querella de la Coordinadora 25s contra ella.

Es hija de dos gallegos, el general de artillería coruñés José Luis Cifuentes y la ourensana Fuenciscla Cuencas, encargada de llevar una casa con ocho hijos (Cifuentes es la séptima). 
Su madre vive en Navas de Riofrío, en Segovia, donde falleció su padre de alzheimer en 2015.
 En uno de sus últimos instantes de lucidez quiso desplazarse a Madrid en 2012 cuando vio a su hija pequeña rodeada en la calle por una turba que la increpó cuando se dirigía a casa con la compra. De aquel famoso escrache sobrevive la imagen icónica de Cifuentes soportando gritos e insultos a medio metro de su cara.
No fue su momento más delicado. Un año después su corazón se paró dos veces tras un accidente de moto que la tuvo entre la vida y la muerte. Llegó a querer morir en la UCI a causa del sufrimiento, según confesó: “Me perdoné a mí misma y a todos, y algo ha quedado de eso”.
¿Eres más de Esperanza Aguirre o de Mariano Rajoy?, le preguntaron hace muchos años.
 “Eso es como elegir entre papá y mamá”, respondió. 
Tiempo después la madre se convirtió en madrastra.
 Con Aguirre empezó en la política y terminó enfrentada hasta que en 2015 todo saltó por los aires.
 El partido pidió a Aguirre, candidata a la Alcaldía, retirarse antes de las elecciones de la dirección del PP de Madrid en favor de Cifuentes, candidata a la Comunidad, y ella llamó a la Cope para preguntar si es que la tenían “por un monigote”.
 En la misa de aniversario por las víctimas del 11-M, cuando tenían que darse la mano, Aguirre se acercó a Cifuentes para pedirle el “besito de la paz”.
 Se lo dieron, y al salir, en el Bosque de los Ausentes, Aguirre le pidió otro casi sin mover los labios, como habla Aguirre cuando besa y cuando ejecuta: 
“Otro besito que hay periodistas y van a pensar que estamos enfadadas”.
 Cifuentes le dijo cortante que ya se habían dado uno dentro de la iglesia, pero Aguirre insistió: 
“Pero este besito ya de verdad”.

Su vida política no se entiende sin su vida académica. 
Hoy más que nunca, pero siempre fue así: de hecho es funcionaria de la Complutense.
 El periodista Antonio Martín Beaumont, que en 1979 era jefe de las juventudes de AP, le dijo a Alfonso Merlos, autor de Cristina Cifuentes. Sin ataduras (La Esfera, 2016), que Cifuentes llegó al partido interesada en las asociaciones universitarias.
 En 1984 firmó una manifiesto en Abc contra las movilizaciones estudiantiles de la Complutense y denunció su politización por parte de la izquierda; tres años después hizo íntima amistad con Gustavo Villapalos, Jesús Calvo Soria (que en 1995 influyó para nombrarla directora de un colegio mayor universitario) y Dionisio Ramos (en 2001 fue el presidente del tribunal que ascendió a Cifuentes de categoría en la Universidad).

“Estudié en la Complutense y gané una oposición que me unió para siempre a esta Universidad.
 También me siento vinculada a la Carlos III y a la Rey Juan Carlos donde estoy haciendo el doctorado”, dijo a la revista Fuera de Serie en 2012, en una entrevista en la que comunica que ese mismo año en el que hace el doctorado, concluye un máster en Derecho Público.
 El pasado jueves, en su web del partido, no aparece ninguna de las dos cosas: el doctorado no lo terminó y el máster que Cifuentes dice haber hecho no lo incluye en su biografía. 
Solo cuenta: “Me licencié en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y realicé después el máster en Administración Pública y Dirección de Empresas del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset”.
 Sí está en su biografía de la Comunidad.

Ese máster, y las declaraciones que sucedieron al máster esgrimiendo un acta falsificada y asegurando que hubo defensa de un trabajo final que no aparece por ninguna parte, ni la defensa ni el trabajo, la ha dejado sola en el partido.
 Ella, el mirlo blanco que emergió de las aguas más corruptas del partido, las de Madrid, que ha tenido en la cárcel a un presidente de Comunidad y a un secretario general, y decenas de imputados en otras tantas tramas, ha caído en desgracia por una espiral de mentiras que compañeros suyos califican de “irracionales”.
Se evaporó el día en que la periodista Raquel Ejerique publicó en eldiario.es la primera bomba para reaparecer con un directo en redes sociales a medianoche desde su despacho diciendo que no la iban a echar, que ella se quedaba. 
Mediática entre las mediáticas (“no teme la sobreexposición ni corre al burladero con prisas en pleno temporal”, dijo su biógrafo) desapareció otra vez durante los días en los que continuó un goteo de noticias que evidenciaba el fracaso de su estrategia.
 También se saltó su socorrido cuerpo a cuerpo con los periodistas dando explicaciones a través de un plasma días antes de aparecer sonriendo en el pleno en que se abordó su máster.
 “Para fastidiar hay que sonreír siempre”, recomienda siempre a quien le pide consejo, la versión edulcorada del “dientes, dientes, que es lo que les jode” de Isabel Pantoja.

Republicana y partidaria del aborto
Se declara republicana (del republicanismo exótico que antes era juancarlista y ahora felipista, aunque reconoce que “no es lógico que la jefatura del Estado lo sea de manera hereditaria y no por votación”) y es partidaria del aborto, del matrimonio homosexual y agnóstica. 
Durante la visita del Papa asistió como invitada a un canal conservador y contó luego a EL PAÍS que fue una de sus experiencias más duras, ”al no poder decir durante una hora que no tenía nada clara la existencia de Dios”. 
Es blanco habitual de la derecha del PP y más allá, y las ha tenido tiesas con grupos ultras como Hazte Oír. 
Le encanta Borges y ha contado cómo en una ocasión lo vio, desde la ventana de su cuarto, paseando por Santander y se tiró a la calle casi en pijama a pedirle un autógrafo.
 Fue la visita del escritor argentino en 1984 en la que, cuenta Maruja Torres tras hacerle una memorable entrevista (“empiezo a sospechar quién soy, sé que mi destino es literario y que no debo quejarme de ello”), un empleado del aeropuerto agarró su silla de ruedas, lo separó de la comitiva y se lo llevó por el aeropuerto adelante hasta meterlo en una sala y dejarlo cara a la pared; “¿qué le ha parecido Santander, don José Luis?”, le preguntó un periodista para rematarlo.
En Sevilla, durante la convención nacional de PP, Cristina Cifuentes recibió una larga y cálida ovación en público y se le puso de cara a la pared en privado.
 Fuentes de la dirección del partido detallan tres hechos que sentaron como un tiro a Mariano Rajoy.
 Una rueda de prensa media hora antes de que llegase el presidente con los logos y los lemas de la convención contextualizando la polémica, un canutazo al acabar la intervención de Rajoy y, sobre todo, decir que se irá sólo cuando él se lo pida. 
“Algo que a duras penas va a hacer, porque Rajoy deja la fruta caer sola, y esto lo pone en entredicho y con todos los focos sobre él, debilitándolo cuanto más pase el tiempo y no lo haga”, dice un dirigente.
"A Cristina hay que arroparla con toda la fuerza posible”, dijo en Sevilla un cargo importante del PP mientras Alberto Núñez Feijóo rebatía, como lo hizo en privado durante todo el congreso, que eso estaría bien “si no nos hubiese mentido”. 
"La presidenta de Madrid ha dado sus explicaciones", dijo Rajoy el viernes. No hay razón, siguió el presidente, para terminar con el acuerdo entre Ciudadanos y PP. Unas fuentes dicen que son declaraciones contextualizadas en nuevos casos de curriculums alterados de la oposición, otras que el respaldo de Rajoy se dirige únicamente al pacto con Ciudadanos: "Por encima de todo está el acuerdo y por tanto la Comunidad". Al PP le alivia que Ciudadanos haya desligado la presión sobre Cifuentes de su apoyo a los presupuestos: "Hubiera sido jaque mate".
Son los pasos tambaleantes de una caída que en Génova datan en 2017, cuando el 2 de mayo Cristina Cifuentes dijo que “el tiempo de los corruptos ha acabado” y se erigió en la encargada de la limpieza de un partido y un tiempo al que ella pertenece desde 1979, como se encargó de decir Rajoy a su círculo íntimo con enfado visible. 
“[Rajoy] pone precio a la cabeza de Cifuentes”, escribió entonces Rubén Amón en EL PAÍS. Desapareció entonces del club de los elegidos.
Por los móviles de dirigentes del PP circula estos días la captura del Facebook de Joaquín Vázquez, paradójicamente militante hostil a la dirección, antiguo cargo de Nuevas Generaciones (NNGG) que fue candidato a las elecciones europeas de 2009 y que tiene demandado al PP por incumplir los estatutos:
 “Cifuentes es lo nuevo de lo viejo, es lo viejo que tanto daño ha hecho al Partido Popular”.
Fan declarada de The Wire (Pablo Iglesias, que no sabe que le gusta ver cine sola, la invitó a recordar la serie en el sofá de su casa “porque hay cosas que no has entendido”) a Cristina Cifuentes le viene hoy como un guante, sitiada por todos, la famosa frase de Jimmy McNulty: 
“Pueden masticarte, pero tendrán que escupirte”.



 

Enseñar los colores........................................... Boris Izaguirre.


Marie Chantal y Pablo de Grecia en un evento en Nueva York.
Marie Chantal y Pablo de Grecia en un evento en Nueva York. gtresonline

Marie Chantal le ha marcado un gol a la reina Letizia como el de Cristiano Ronaldo contra el Juventus.

 

Mientras Cristiano Ronaldo marcaba el gol que ponía al Real Madrid en la semifinal de la Champions, pensé en el gol que doña Marie Chantal Miller le marcó a doña Letizia Ortiz, la semana pasada.
Doña Marie Chantal Miller también juega en la Champions, es la esposa de Pablo de Grecia y mucho más conocida estos días por su tuit sobre la reina Letizia en pleno fragor del rifirrafe en Palma. Chantal escribió: 

“Ella (la reina Letizia) ha mostrado sus verdaderos colores” (al impedir la foto en la catedral de Mallorca) y encendió con ese comentario la hoguera de críticas hacia la reina Letizia.

Muchos pensamos que Marie Chantal también estaba enseñado sus verdaderos colores, como cuando invitó a Iñaki Urdangarin y a su esposa Cristina, y al rey Felipe VI a los 50 años de su marido. Letizia prefirió no acudir a esa fiesta, que la prensa del corazón califico de “extravagante”.

 Marie Chantal es millonaria de nacimiento porque su papá fundó y explotó las tiendas duty free de los aeropuertos de medio mundo.
 Al casarse con Pablo de Grecia, maridó dinero con aristocracia, que es algo a lo que aspiran las princesas sin título nobiliario. 
Delgada, con mansión en las afueras de Londres, portadas, negocios de ropa infantil, fiestas deslumbrantes, Marie Chantal genera admiración en su entorno y sed aspiracional entre sus fans. Entre ellos, los Urdangarin-Borbón que pensaron que merecían una realidad similar.
 Quizás esa aspiración, ese querer mariechantalizarse, llevó a los exduques de Palma a incurrir en errores que terminaron con la infanta Cristina en el banquillo repitiendo más de 70 veces “no sé”

Marie Chantal, además de portavoz de Cristina, es una infuencer de tomo y lomo que suele escamotear que es hija de un millonario hecho a sí mismo.

 Y las hijas de reyes que tratan de imitarla también suelen olvidar que no son hijas del rey del duty free.

 Es una diferencia importante, los verdaderos colores de Marie Chantal. 

Pedro Almodóvar (izquierda), Manuela Carmena y Raphael (derecha) en la entrega de medallas de Hijo Predilecto de la ciudad de Madrid.
Pedro Almodóvar (izquierda), Manuela Carmena y Raphael (derecha) en la entrega de medallas de Hijo Predilecto de la ciudad de Madrid.
En la otra cara de la moneda está la Meritocracia.
 Pedro Almodóvar y Raphael han recibido la medalla de Hijo Predilecto de Madrid. 
 Almodóvar recibió la distinción acompañado de Penélope Cruz, Leonor Wattling y miembros de su familia elegida, que también han escogido a Madrid como hogar.
 Ambos han enseñado mucho de España al mundo y han hecho de Madrid una ciudad en la que muchos aspirábamos a vivir.
 Me parece genial que la distinción reúna a ambos emblemas del pop español.
 Creadores de un universo que, personalmente, me resulta más aspiracional que el reino del duty free.
“Qué bien se está en casa”, dijo Esperanza Aguirre sin ponerse colorada frente a la comisión parlamentaria. 

Una frase tan aspiracional como campechana. 
Aunque ella lo negara, se asumió que era un mensaje velado a la precaria situación de la presidenta Cristina Cifuentes por sus sonrojantes líos con el máster y la universidad.
 La socarronería de Aguirre aportó guasa y el conocimiento atesorado por décadas de servicio público y privado.
 Ni Gürtel, ni Nóos, ni Púnica, ni siquiera la abdicación del rey Juan Carlos, habrían sucedido si sus protagonistas se hubieran “quedado en casa”.
 La Reina emérita no tendría que sisar una foto con sus nietas porque Letizia todavía sería princesa y tendría que aguantarse y callar antes que impedir la instantánea.
 Qué pena que Esperanza no haya asumido su frase un poco antes.
 Afortunadamente, Agatha Ruiz de la Prada no se ha quedado en casa después de su divorcio y cada día nos ofrece una actitud que también resulta aristocrática y aspiracional.
 El último gesto ha sido prestar su imagen para promocionar la campaña de otro diseñador, Adolfo Domínguez.
 Una idea formidable: el ego y la industria. 
Aunque el efecto solidario, innovador, creativo quizás no sería igual si Adolfo posara para Agatha, yo me arriesgaría.
 Otro gol más de la diseñadora, que no solo ha rejuvenecido tras su divorcio sino que ha incrementado su presencia en la vida nacional rediseñándose.
 Ahora inicia con esta propaganda, un sentimiento de unión en la madurez empresarial con Domínguez.
 Yo propondría un intercambio de pantones: que los colores de ella pasen a los diseños de Adolfo y los de Domínguez a los de Agatha. Una mezcla de ADN que pondría simultáneamente a ambas firmas como ejemplo rotundo de empresariado gender-fluid.
 Como Zara no puede hacerlo, al ser demasiado grande para correr riesgos, lo hacen ellos. Manteniendo independencia y mérito. Y sin perder ninguno de sus colores.

13 abr 2018

‘Cámbiame’ se acaba con un funeral de patitos feos

La televisión basura ha pasado de entronizar a los perdedores a pretender convertirlos en triunfadores.

‘Cámbiame’ se acaba con un funeral de patitos feos

Se suele datar el inicio de la televisión freak en España con el tamarismo, aquella oleada de criaturas monstruosas, de indudable simpatía, que se golpeaban contra la luz de la fama como insectos desorientados y llenos de inocencia.
En ellos había corazón.
 La crueldad del espectáculo quedaba muchas veces opacada por la ternura de los personajes, que sólo querían amor.
 El tiempo ha recrudecido un poco los usos y formatos de lo circense, hasta el punto de que hemos pasado del No cambié al Cámbiame, con ese imperativo que, como todos, entraña algo de violencia, un matiz desagradable que parece anunciar la muerte. Cámbiame, asesina lo que soy, haz de mí un patito blanco.

Si miramos hacia atrás, lo de Tamara, Tony Genil y La Momia podría entenderse como una celebración de la diferencia. Cámbiame, que este viernes ha puesto fin a 3 años de emisión, iba de lo contrario.
 Los protagonistas del programa, en teoría, eran personas normales. La mayoría de ellas gordas, feas y desastradas, es decir, un poco como todos, un poco como España.
 Sin embargo, los focos no eran para ellos, sino para un tribunal de asesores compuesto por gente exitosa. 
Diseñadores, influencers y gente guapa que lo es hasta no siéndolo (sin duda, la guapura más espeluznante).

Con el tiempo se les ha ido una de estas asesoras, llamada Ferviú, que hablaba como acaba su apellido, con una especie de suspiro gutural.
 También reemplazaron a una presentadora por Carlota Corredera, cuyo apellido no oficial para la contracultura miillennial, acuñado por la youtuber Soy una Pringada, tiene rima cruel pero merecida. (Probablemente esté sonando ya, de forma automática, en la cabeza de algún lector.)
Tanto Tamara como Tony Genil o La Momia (también Soy una Pringada) son personajes que podrían haber pertenecido a la troupe de John Waters.
 Secundarios mostrencos, divertidos y arrolladores para el triunfo definitivo de la marginalidad. Si la vida fuera justa, habrían tomado su venganza en el último programa de Cámbiame, quién sabe si de forma sangrienta.
 En vez de eso, por desgracia, lo que hubo fueron muchos vídeos recopilatorios con ralentís.
La televisión basura ha pasado de entronizar a los perdedores a pretender convertirlos en triunfadores. Una receta ideal para la náusea, pero muy acorde con los tiempos.
 La grisura última de todas las cosas: cambiar para que te digan “wapa, wapa”.