Tengo guardados bastantes chistes de Forges. Algunos de
manera virtual, en mi ordenador; otros físicamente, en papel, recortes
amarillos que empiezan a crujir, como las cartas de los novios
adolescentes. Ahora mismo aliso uno de esos rectángulos con la punta de mis dedos:
el diminuto Mariano, con dos pelos disparados en lo más alto de la
cocorota, camina por la calle muy alicaído, colgado del brazo de la
majestuosa y cetácea Concha. Sin levantar la mirada del suelo, él dice:
“Te quiero mucho”. Y la gran, sabia Concha le responde: “Tranquilo,
Mariano, ya estamos llegando al médico”. La mayoría de esas historietas,
sin embargo, se encuentran almacenadas en mi memoria. Hay viñetas de
Forges que yo, que soy amnésica perdida, recuerdo con mayor claridad que
muchas de las peripecias de mi propio pasado. Forman parte de mi carne y
de mi sangre. Toda España está así. Intercambiando sus chistes preferidos de Forges como quien cambia cromos.
Leo las necrológicas de los colegas, escucho hablar de él en la radio, y
todos contamos nuestra viñeta. Incluso recibo por WhatsApp chistes y
más chistes. No creo que pueda haber un homenaje mayor para un humorista
que este súbito tsunami de sus creaciones. Cuando muere un escritor, un
cineasta, un pintor, por muy querido que sea, la gente glosa su obra y
resume su personalidad y su legado, pero lo hace desde fuera, tal vez
con tristeza pero con cierta distancia intelectual. No se pone a
describir cuadros del finado ni a recitar diálogos de sus películas. Los
chistes de Forges, sin embargo, han levantado el vuelo al unísono desde
lo más dentro de nosotros, una enorme bandada de viñetas tiernas y
lúcidas batiendo las alas con alegre furia. Creo que si nos asomamos a
la ventana y nos fijamos bien, las podríamos ver pasar, haciendo vibrar
el horizonte con su agitada masa.
Ternura y lucidez, esas son las dos palabras que creo que mejor le definen, y quizá la clave de su impacto . Los chistes de Forges entraban en nosotros a la vez por el corazón y la cabeza,
sin crueldad pero sin concesiones. Un berbiquí de seda con el que
horadar la realidad . Lo conocí un día, de pasada, en el diario Pueblo,
hace muchísimos años. Yo era casi adolescente y él era muy joven,
aunque no tanto como cuando murió. Porque fue una de esas poquísimas
personas que consiguen conservar intacta el alma de la infancia a través
de los años . Cada vez más sabio, cada vez más niño . Aquella vez en Pueblo, Forges me pareció un oasis en medio de
una redacción machista y cacareante. Siempre fue encantador, tímido y
modesto. Qué grande es la modestia verdadera. Esa autenticidad radical
ha hecho que sus chistes siguieran conectando con la sociedad,
generación tras generación. Un logro increíble, morir tan lleno de vida. Fuimos coincidiendo por aquí y por allá a través de las
décadas. Recuerdo, hace mucho, un miniespectáculo humorístico de una
única representación que hicimos los dos en el bar La Mandrágora: lo que
nos reímos. Hemos colaborado en causas sociales y nos hemos cruzado
fugazmente en la redacción de EL PAÍS y en copichuelas varias, aunque
era un hombre que no se prodigaba en los actos públicos. En realidad,
nunca fuimos amigos, pero ahora me doy cuenta de que era una de esas
personas a las que sientes como si fueran de tu familia. Un hermano
querido al que tratabas poco. Siempre te alegrabas de verle, con su
sonrisilla habitual y su graciosa expresión de ardilla lista. Su fama
crecía y crecía pero él seguía igual, escurriéndose discretamente por
las esquinas. Era capaz de desmontar en un santiamén la pomposa estupidez y
el fingimiento de la política, haciéndolo sin acritud y mostrando su
cara más absurda. Pero el Forges que más me gustaba era el más íntimo,
el formidable filósofo que hablaba de las relaciones personales, de
nuestras debilidades, nuestras alegrías y nuestros miedos. Todos somos
Conchas y Marianos, él el primero . Él siempre fue un Mariano más guapo y
con más pelo. No sé cómo vamos a arreglárnoslas para vivir sin el
espejo de sus chistes. Sin ese instante de reconocimiento, de risa y de
emoción con el que nos reconciliábamos con nosotros mismos. Espero,
querido Forges, que te hayas ido con la misma sabiduría con la que has
vivido. Que hayas sentido cómo tus personajes te decían: tranquilo,
Mariano, ya estamos llegando al otro lado.
Michelle y
Barack Obama presentaron sus retratos y derrocharon complicidad. Como
merengue final, la despedida de Carolina Herrera como directora creativa
de su propia marca
El 14 de febrero, día de los enamorados, algunas parejas
recibieron terribles noticias. Por ejemplo Melania y Donald Trump. No
fue el tiroteo en una escuela de la Florida, sino la confirmación de que
el abogado del millonario presidente había pagado de su propio bolsillo
136.000 dólares para comprar el silencio de Stormy Daniels,
la actriz de cine adulto que habría tenido una escena privada con el
presidente en 2006. Stormy significa tormentosa en inglés. Muchos se
preguntan si Melania asumirá esa estrategia sumisa de las esposas
engañadas que se mantienen al lado de sus maridos implicados en algo
indigno. Hillary Clinton tuvo que pasar por ese aro, dicen que hacerlo
le costó la presidencia. Melania guarda silencio pero sus gestos hablan,
como el de hace días, no permitiendo que su marido la tomara de la mano
antes de subir a un helicóptero de la fuerza aérea. En cambio, Michelle y Barack Obama han aprovechado la presentación de sus retratos
en el Museo Smithsonian para dejar claro que ellos sí son una pareja
que funciona como equipo. En la que hay amor, complicidad, historia. Puede que los retratos resulten demasiado modernos,
aunque para mí nada es demasiado moderno, pero queda el mensaje de los
Obama: Donald Trump se empeña en deshacer el legado de su antecesor pero
no puede ofrecer la misma imagen de estabilidad conyugal. La pareja es
uno de los grandes fetiches, todos anhelamos una. Atravesamos tiempo,
éxitos y fracasos junto a una. También Melania, que no está feliz este
San Valentín. Atormentada por el caso Stormy Daniels que puede resultar
aún más nocivo para la presidencia del marido que sus amistades rusas. El expresidente Bararck Obama y su esposa Michelle en la presentación de sus retratos en el museo Los que no se lo han pensado dos veces para calificar a
Ciudadanos de “partido Starbucks”, son los asesores de Mariano Rajoy.
Todo surgió en una tormenta de ideas en el gabinete de la presidencia.
Tiene su gracia el calificativo, que intenta desmerecer a otro partido
asociándolo a una cadena de cafeterías quizás demasiado urbanita y
transgénica. Rajoy presume de que él conoce la verdadera España, la
orgánica, como si nadie le ganara en eso. Pero comparar a Ciudadanos con
Starbucks lleva a pensar que el Partido Popular pudiera confundirse con
las cafeterías Mallorca, de toda la vida, muy adultas y madrileñas. De
hecho, enfrente de la sede del PP, hay un buen Mallorca. Cuando algo o
alguien les abre el apetito van allí a disfrutar sus delicias. Además
queda de paso a la Audiencia Nacional que está un poco más abajo, frente
a Starbucks. Como merengue final, Carolina Herrera, largamente vinculada al estilo y paradoja de la elegancia, renunció como directora creativa de su marca
y se despidió rodeada de amigos y homenajes a sus 35 años en la moda. En el momento final, varias modelos desfilaron con grandes faldas,
algunas siguiendo los colores de la bandera venezolana, todas combinadas
con la camisa blanca almidonada, icono de la diseñadora. Un momento
brillante e histórico, Herrera dio su último saludo junto a los miembros
de su taller y presentó a su sustituto, Wes Gordon, que protagonizó una
inesperada cobra ante la diseñadora. Aunque Herrera salvó la situación,
se criticó al novato por desconocer el ritual de besar ambas mejillas.
Dicen que por ser americano. Una tormenta en una taza de té.
Desde entonces hasta ahora han vivido separados, en dos barrios
distintos, según ha dicho a EL PAÍS una persona cercana a Santacana, y
la relación se ha ido deteriorando hasta estallar.
A su vez, en un intercambio de
golpes, ella ha demandado a Santacana por llevarse parte su patrimonio,
incluidos trofeos, y el juez ordenó su devolución la semana pasada.
Desde el entorno de Santacana se ha dicho a este periódico que el marido
y exgestor financiero y patrimonial de ella niega que se haya llevado
nada.
Este miércoles estaba previsto que se celebrase una nueva
audiencia sobre el caso en el tribunal de Miami.
EL PAÍS ha tratado de
recabar la versión de los hechos de la tenista, pero no ha recibido
respuesta.
La vida de Arantxa en Miami ha sido discreta, centrada en sus hijos y en
su trabajo en una academia de tenis o dando clases magistrales
particulares a clientes adinerados.
Santacana se ha dedicado a sus
actividades empresariales y solía pasar temporadas de trabajo en
Barcelona.
Hoy la pareja está destrozada y distintas fuentes próximas a
ambos, consultadas por EL PAÍS, coinciden en señalar que la tenista se
ha vuelto a acercar a su hermano Emilio, que vive en Florida.
Para Arantxa Sánchez Vicario, Miami ha pasado de ser un paraíso, una vía de escape a su guerra familiar y a su exposición pública en España, a convertirse en un mal sueño. Llegó a la ciudad del sol hace cuatro años con su esposo Josep Santacana y al cabo de dos años empezaron los problemas de pareja.
Desde entonces hasta ahora han vivido separados, en dos barrios
distintos, según ha dicho a EL PAÍS una persona cercana a Santacana, y
la relación se ha ido deteriorando hasta estallar. El proceso de divorcio está en marcha en un juzgado de Miami
con los dos hijos de la pareja, Arantxa y Leo, de nueve y siete años,
en el centro del huracán. Por fuentes próximas a la familia de la
tenista ha trascendido que Santacana ha pedido la custodia de los niños alegando que su madre padece problemas psicológicos
que la incapacitan para atenderlos. A su vez, en un intercambio de
golpes, ella ha demandado a Santacana por llevarse parte su patrimonio,
incluidos trofeos, y el juez ordenó su devolución la semana pasada.
Desde el entorno de Santacana se ha dicho a este periódico que el marido
y exgestor financiero y patrimonial de ella niega que se haya llevado
nada. Este miércoles estaba previsto que se celebrase una nueva
audiencia sobre el caso en el tribunal de Miami. EL PAÍS ha tratado de
recabar la versión de los hechos de la tenista, pero no ha recibido
respuesta.
La
vida de Arantxa en Miami ha sido discreta, centrada en sus hijos y en
su trabajo en una academia de tenis o dando clases magistrales
particulares a clientes adinerados. Santacana se ha dedicado a sus
actividades empresariales y solía pasar temporadas de trabajo en
Barcelona. Hoy la pareja está destrozada y distintas fuentes próximas a
ambos, consultadas por EL PAÍS, coinciden en señalar que la tenista se
ha vuelto a acercar a su hermano Emilio, que vive en Florida. Roto su
matrimonio y vuelto enemigo su aliado, Arantxa está recuperando nexo con
los suyos, pese a que en 2012, ya casada con Santacana, acusó en su libro ¡Vamos! a sus padres de arruinarla.
Paralelamente a sus problemas personales y patrimoniales
derivados de su matrimonio, en las últimas horas se ha conocido que el
Banco de Luxemburgo ha pedido a Arantxa Sánchez Vicario y a Josep
Santacana, que ingresen en prisión provisional por una deuda pendiente de 7,5 millones de euros, según informa Jesús García. La entidad financiera se ha querellado contra la pareja –que está en
proceso separación– por los delitos de alzamiento de bienes y fraude Jesús García. La entidad financiera se ha
querellado contra la pareja –que está en proceso separación– por los
delitos de alzamiento de bienes y fraude. El titular del juzgado de
instrucción número 4 de Barcelona tendrá que decidir si acuerda la
medida o la desestima, según fuentes judiciales.
En 2009, el Supremo condenó a Sánchez Vicario a pagar una multa por fraude fiscal que, con los intereses, ascendió a 5,2 millones.
Hacienda cobró esa cantidad gracias a un aval del Banco de Sabadell
que, a su vez, recuperó el dinero mediante un contraaval suscrito con el
Banco de Luxemburgo . La entidad luxemburguesa cumplió con la garantía
y, desde 2010, intenta en vano reclamar las cantidades a la tenista.
Esta alega que desconocía su patrimonio porque había sido manejado por
su padre. El banco inició entonces un procedimiento civil y la justicia
le dio la razón. La cantidad supera la fijada en la sentencia y asciende
a los 7,5 millones por los intereses. La entidad, sin embargo, no ha
logrado recuperar esta cifra millonaria y ha decidido iniciar un
procedimiento penal.
El humorista gráfico, colaborador de EL PAÍS desde 1995, tenía 76 años.
Antonio Fraguas de Pablo, más conocido como Forges,
el humorista gráfico que mejor ha retratado el último medio siglo de la
historia de España, ha fallecido en la madrugada de este jueves en
Madrid víctima de un cáncer de páncreas, según han confirmado fuentes de
su familia. Tenía 76 años. Sus restos serán velados en el Tanatorio de
la M-30 de Madrid, sala 28, a partir de las 12.00 de este jueves. Desde sus inicios en el diario Pueblo, en 1964, a sus últimas viñetas en EL PAÍS
-periódico en el que publicó ininterrumpidamente los últimos 23 años-
plasmó con ternura e ironía la evolución de una sociedad que pasó del
desarrollismo franquista de sus primeros dibujos al mundo
hipertecnológico de su última etapa. Creó personajes inolvidables como
el matrimonio formado por Concha y Mariano, Romerales o sus obstinados
náufragos. Y también fue un inventor de una jerga propia, algunos de
cuyos términos, como "muslamen" o "bocata", saltaron de sus dibujos al
lenguaje de la calle y fueron recogidos después por el diccionario de la
Real Academia.
Forges nació en Madrid el 17 de enero de 1942. Fue el
segundo de una familia de nueve hermanos. A los 14 años empezó a
trabajar en Televisión Española, donde comenzó a dibujar. En 1964
publicó su primera viñeta en la prensa, en Pueblo, invitado por
el entonces jefe del diario Jesús de la Serna, quien lo había conocido a
través de Jesús Hermida. Después colaboró en Informaciones, en Diez Minutos, en las principales revistas satíricas que nacieron con la Transición -Hermano Lobo, El Jueves y Por Favor-, en Diario 16 y en El Mundo.
El 25 de junio de 1995 empezó a publicar en las páginas de Opinión de EL PAÍS, en las que se han mantenido hasta la fecha. En una entrevista de Ignacio Carrión
con motivo de su debut en el diario, Forges se definió como medio
gallego y medio catalán, nacido por accidente en Madrid, y del Athletic
de Bilbao. “Somos un conjunto de pueblos bocazas. La cuenca mediterránea
se distingue por eso. Somos ruidosos, charlatanes, largones,
chamulleros y farfulladores La fuerza se nos va por la boca por mucho
que hinchemos las narices”, añadió. Su primera viñeta en este periódico
recogía un diálogo entre dos blasillos, otro de sus personajes más
populares. “¿Y cómo saludamos?”. “Pues nada: simplemente decimos buenos
días”. “Ni hablar, si decimos eso nos van a acusar de manipuladores”.
“Cielos, es cierto”.
Los personajes forgianos
y las temáticas de sus viñetas se fueron adaptando a los cambios en la
sociedad española. Cosma y Blasa, las mujeres de pueblo que hace unas
décadas desgranaban los misterios del rosario, se quejaban ahora de que
se les había esforciado el wifi. El diminuto Mariano,
pendiente de la maciza de turno, y la enorme Concha se transformaron en
una pareja más equilibrada. Ella adelgazó y se aficionó a los libros,
mientras su marido, que se afeitó el bigote, seguía obsesionado con los
partidos de fútbol. Durante la Transición Forges arremetía en sus
dibujos contra los sectores nostálgicos que trataban de que nada
cambiara, lo que entonces se llamaba El Bunker. Después abrazó otras
causas sociales: la crítica a la precariedad laboral, la oposición a la
guerra de Irak, la defensa de la igualdad de las mujeres o su célebre
campaña para que los lectores no olvidaran las víctimas del terremoto de
Haití.
Antonio Fraguas de Pablo, más conocido como Forges,
el humorista gráfico que mejor ha retratado el último medio siglo de la
historia de España, ha fallecido en la madrugada de este jueves en
Madrid víctima de un cáncer de páncreas, según han confirmado fuentes de
su familia. Tenía 76 años. Sus restos serán velados en el Tanatorio de
la M-30 de Madrid, sala 28, a partir de las 12.00 de este jueves.
Desde sus inicios en el diario Pueblo, en 1964, a sus últimas viñetas en EL PAÍS
-periódico en el que publicó ininterrumpidamente los últimos 23 años-
plasmó con ternura e ironía la evolución de una sociedad que pasó del
desarrollismo franquista de sus primeros dibujos al mundo
hipertecnológico de su última etapa. Creó personajes inolvidables como
el matrimonio formado por Concha y Mariano, Romerales o sus obstinados
náufragos. Y también fue un inventor de una jerga propia, algunos de
cuyos términos, como "muslamen" o "bocata", saltaron de sus dibujos al
lenguaje de la calle y fueron recogidos después por el diccionario de la
Real Academia.
Forges nació en Madrid el 17 de enero de 1942. Fue el
segundo de una familia de nueve hermanos. A los 14 años empezó a
trabajar en Televisión Española, donde comenzó a dibujar. En 1964
publicó su primera viñeta en la prensa, en Pueblo, invitado por
el entonces jefe del diario Jesús de la Serna, quien lo había conocido a
través de Jesús Hermida. Después colaboró en Informaciones, en Diez Minutos, en las principales revistas satíricas que nacieron con la Transición -Hermano Lobo, El Jueves y Por Favor-, en Diario 16 y en El Mundo.
El 25 de junio de 1995 empezó a publicar en las páginas de Opinión de EL PAÍS, en las que se han mantenido hasta la fecha. En una entrevista de Ignacio Carrión
con motivo de su debut en el diario, Forges se definió como medio
gallego y medio catalán, nacido por accidente en Madrid, y del Athletic
de Bilbao. “Somos un conjunto de pueblos bocazas. La cuenca mediterránea
se distingue por eso. Somos ruidosos, charlatanes, largones,
chamulleros y farfulladores. La fuerza se nos va por la boca por mucho
que hinchemos las narices”, añadió. Su primera viñeta en este periódico
recogía un diálogo entre dos blasillos, otro de sus personajes más
populares. “¿Y cómo saludamos?”. “Pues nada: simplemente decimos buenos
días”. “Ni hablar, si decimos eso nos van a acusar de manipuladores”.
“Cielos, es cierto”.
Además de sus viñetas en los periódicos, Forges fue autor de numerosos libros. El primero de ellos se publicó en 1972 con el título El libro de Forges. Elaboró una ingeniosa historia de España en viñetas, Historia de aquí. Dirigió dos películas y varias series de humor para la televisión. Escribió una novela, Doce de Babilonia.
Y recibió múltiples premios y distinciones, como la Medalla de Oro al
Mérito en el Trabajo en 2007, el Premio Nacional de Periodismo, el
Premio Latinoamericano de Humor Gráfico Quevedos en 2014 y el doctorado honoris
causa en las universidades Miguel Hernández de Elche y Alcalá de
Henares. En 2014 se imprimió una colección de sellos con sus viñetas. En los últimos años Forges abrazó con entusiasmo Internet y
las redes sociales. Era el colaborador de EL PAÍS con más seguidores en
Twitter, más de medio millón. En ocasiones llamaba al teléfono de la
mesa digital del periódico para corregir errores o hacer sugerencias. Sus comunicaciones siempre concluían con un cálido "aquí un amigo".
Antonio Fraguas de Pablo, más conocido como Forges,
el humorista gráfico que mejor ha retratado el último medio siglo de la
historia de España, ha fallecido en la madrugada de este jueves en
Madrid víctima de un cáncer de páncreas, según han confirmado fuentes de
su familia. Tenía 76 años. Sus restos serán velados en el Tanatorio de
la M-30 de Madrid, sala 28, a partir de las 12.00 de este jueves.
Desde sus inicios en el diario Pueblo, en 1964, a sus últimas viñetas en EL PAÍS
-periódico en el que publicó ininterrumpidamente los últimos 23 años-
plasmó con ternura e ironía la evolución de una sociedad que pasó del
desarrollismo franquista de sus primeros dibujos al mundo
hipertecnológico de su última etapa. Creó personajes inolvidables como
el matrimonio formado por Concha y Mariano, Romerales o sus obstinados
náufragos. Y también fue un inventor de una jerga propia, algunos de
cuyos términos, como "muslamen" o "bocata", saltaron de sus dibujos al
lenguaje de la calle y fueron recogidos después por el diccionario de la
Real Academia.
Forges nació en Madrid el 17 de enero de 1942. Fue el
segundo de una familia de nueve hermanos. A los 14 años empezó a
trabajar en Televisión Española, donde comenzó a dibujar. En 1964
publicó su primera viñeta en la prensa, en Pueblo, invitado por
el entonces jefe del diario Jesús de la Serna, quien lo había conocido a
través de Jesús Hermida. Después colaboró en Informaciones, en Diez Minutos, en las principales revistas satíricas que nacieron con la Transición -Hermano Lobo, El Jueves y Por Favor-, en Diario 16 y en El Mundo.
El 25 de junio de 1995 empezó a publicar en las páginas de Opinión de EL PAÍS, en las que se han mantenido hasta la fecha. En una entrevista de Ignacio Carrión
con motivo de su debut en el diario, Forges se definió como medio
gallego y medio catalán, nacido por accidente en Madrid, y del Athletic
de Bilbao. “Somos un conjunto de pueblos bocazas. La cuenca mediterránea
se distingue por eso. Somos ruidosos, charlatanes, largones,
chamulleros y farfulladores. La fuerza se nos va por la boca por mucho
que hinchemos las narices”, añadió. Su primera viñeta en este periódico
recogía un diálogo entre dos blasillos, otro de sus personajes más
populares. “¿Y cómo saludamos?”. “Pues nada: simplemente decimos buenos
días”. “Ni hablar, si decimos eso nos van a acusar de manipuladores”.
“Cielos, es cierto”.
Los personajes forgianos
y las temáticas de sus viñetas se fueron adaptando a los cambios en la
sociedad española. Cosma y Blasa, las mujeres de pueblo que hace unas
décadas desgranaban los misterios del rosario, se quejaban ahora de que
se les había esforciado el wifi. El diminuto Mariano,
pendiente de la maciza de turno, y la enorme Concha se transformaron en
una pareja más equilibrada. Ella adelgazó y se aficionó a los libros,
mientras su marido, que se afeitó el bigote, seguía obsesionado con los
partidos de fútbol. Durante la Transición Forges arremetía en sus
dibujos contra los sectores nostálgicos que trataban de que nada
cambiara, lo que entonces se llamaba El Bunker. Después abrazó otras
causas sociales: la crítica a la precariedad laboral, la oposición a la
guerra de Irak, la defensa de la igualdad de las mujeres o su célebre
campaña para que los lectores no olvidaran las víctimas del terremoto de
Haití.
Además de sus viñetas en los periódicos, Forges fue autor de numerosos libros. El primero de ellos se publicó en 1972 con el título El libro de Forges. Elaboró una ingeniosa historia de España en viñetas, Historia de aquí. Dirigió dos películas y varias series de humor para la televisión. Escribió una novela, Doce de Babilonia.
Y recibió múltiples premios y distinciones, como la Medalla de Oro al
Mérito en el Trabajo en 2007, el Premio Nacional de Periodismo, el
Premio Latinoamericano de Humor Gráfico Quevedos en 2014 y el doctorado honoris
causa en las universidades Miguel Hernández de Elche y Alcalá de
Henares. En 2014 se imprimió una colección de sellos con sus viñetas.
En los últimos años Forges abrazó con entusiasmo Internet y
las redes sociales. Era el colaborador de EL PAÍS con más seguidores en
Twitter, más de medio millón. En ocasiones llamaba al teléfono de la
mesa digital del periódico para corregir errores o hacer sugerencias.
Sus comunicaciones siempre concluían con un cálido "aquí un amigo".
En una entrevista con motivo del 40 aniversario de EL PAÍS
dejó claro su fe en el progreso tecnológico. “Todas las generaciones nos
creemos que somos importantísimas para la inteligencia de la humanidad. Siempre tendemos a ver el mundo desde nuestro punto de vista. Yo no me
siento emigrado a una nueva cultura, yo soy parte de esa nueva cultura. A
mí la tecnología no me da miedo y creo que es una de las ventajas que
tenemos en la búsqueda de la libertad”.