Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

5 feb 2018

No hay presidente más ilegítimo que Puigdemont............ Lluís Bassets

Tarradellas preservó la continuidad institucional, mientras que el exalcalde de Girona lo ha destruido.

 

Carles Puigdemont y Artur Mas.
La tergiversación es el método. 
Sí, la vieja técnica tan bien descrita por George Orwell en su novela 1984, en la que nos muestra un sistema político en el que las palabras adoptan un significado opuesto a su acepción originaria. No voy a hacer ahora la lista, pero el proceso soberanista permitiría la redacción de un entero diccionario de tergiversaciones semánticas, pero la más reciente y la más viva, que bien merece un comentario, es la legitimidad de Puigdemont como presidente.

El exalcalde Girona y ahora también expresidente de la Generalitat ha superado todas las plusmarcas de ilegitimidad en su reivindicación de la máxima magistratura catalana y, precisamente por esa razón, sus partidarios le reivindican como presidente legítimo.
Para empezar, hay que recordar el origen y principio de su presidencia, designado por Artur Mas, al que había vetado la CUP. Aquella nominación presidencial ya fue suficientemente accidentada como para lucir una legitimidad original más bien dudosa: el candidato soberanista era Mas, escondido en el cuarto lugar, detrás del cabeza de lista ‘falso’ que era Raül Romeva; y Puigdemont ocupaba el tercer puesto de la lista de Girona; de forma que fueron los dirigentes de la CUP y no los votantes quienes aceptaron su nominación como presidente.
A este vicio de origen se añadió luego el de su balance de Gobierno: cero, nulo, nada en lo que afecta a los intereses y a la calidad de vida de los ciudadanos, debido a su exclusiva dedicación al proceso independentista, el único motivo y razón de su presidencia.
 Muchos presidentes de origen dudoso se legitiman luego por el buen gobierno, pero este no es el caso de Puigdemont, aupado a la presidencia del autogobierno estatutario y constitucional, pero empeñado en convertirla en la presidencia de una pre-independencia antiestatutaria e inconstitucional, gracias entre otras muchas cosas a la ausencia de la mayoría social suficiente y legalmente necesaria para una apuesta tan arriesgada.
Tampoco la zona gris de la pre-independencia le ha servido para adquirir legitimidad alguna.
 Una de las mayores curiosidades que ofrece el procés es que quienes han sido objeto de mayores mofas y engaños por parte del Gobierno de Puigdemont son sus sufridos e ingenuos seguidores independentistas, a los que se les prometió la luna y se les ha entregado un cesto lleno de calabazas.

El mayor engaño se ha dado, además, por duplicado. 
Puigdemont declaró la independencia en una primera ocasión, el día 10 de octubre, para echarse para atrás inmediatamente, ocho segundos después, y suspender la declaración a expensas de unas negociaciones que nunca llegaron a materializarse. 
Lo hizo de nuevo el 27 de octubre, esta vez mediante una declaración del Parlament, redactada de forma que no fuera legalmente vinculante, para intentar eludir las responsabilidades penales que pudieran derivarse.
Pero lo más grave de todo es que tras movilizar y excitar a sus seguidores durante tanto tiempo, después de la falsa proclamación de la República catalana, abandonó el palacio del gobierno, sin arriar la bandera española, sin aprobar ni un solo decreto y sin salir al balcón a arengar a sus seguidores, y a continuación huyó a Bélgica, antes incluso de que el juez emitiera la orden de búsqueda y captura.
La huida, presentada como un exilio con pretensiones miméticas respecto al presidente Tarradellas, es el momento más vergonzoso de la farsa seudorepublicana. 
Todavía nadie ha explicado las razones políticas para que unos se quedaran en Barcelona, se presentaran ante la justicia y fueran a la cárcel, y otros huyeran a Bélgica.
 Tampoco se ha explicado cómo y cuándo se tomó la decisión, ni si cada una de las dos opciones respondía a una estrategia distinta respecto al desenlace del procés. 
 Nadie desde el mundo independentista ha pedido ni explicaciones ni responsabilidades, especialmente respecto a la huida a Bruselas y a las consecuencias perfectamente previsibles respecto a la prisión incondicional de los que se quedaron. 

Todo esto es un tabú desmovilizador para el independentismo, que no quiere hurgar ni mostrar sus peleas internas, aunque en todo caso contribuye a deslegitimar la presidencia de Puigdemont y, en cambio, a mejorar la imagen del exvicepresidente Junqueras.
 Solo faltaba la impertinencia de Puigdemont respecto a la imposibilidad de presidir la Generalitat desde la cárcel, para que quedara bien claro, aunque no quieran reconocerlo los independentistas, que Puigdemont es un presidente ilegítimo y ha librado y perdido una batalla interna contra el PDCat y externa contra Esquerra para hacerse con todo el poder del independentismo.

Solo faltó que Arrimadas fuera la candidata más votada para que Puigdemont perdiera la baza de jugar con la legitimidad de los votos.
 Para jugar con la legitimidad de los escaños, dentro de la legalidad estatutaria y constitucional, debió quedarse en España para seguir la suerte del resto de su Gobierno, que arrostró primero la cárcel y se presentó luego a las elecciones, optando así a participar en la votación de investidura y probablemente también —conociendo los antecedentes del etarra Yoldi— a presentarse a una investidura presidencial.

En la investidura, como en todo, el independentismo se halla atrapado en el método tergiversador adoptado desde 2012. Puigdemont fue un presidente legal y legítimo gracias a la Constitución y al Estatuto, y dejó de serlo, en aplicación de una disposición constitucional como es el 155, el día que decidió romper el marco legal que le había convertido en presidente.
 Nunca ha tenido la mayoría de votos populares de una lectura plebiscitaria de las sucesivas elecciones, y sí ha tenido en cambio mayoría parlamentaria estatutaria, que sirve para gobernar dentro de la ley, pero no para destruirla. 
Rechazó el 155, pero se presentó a las elecciones convocadas por el 155. 
Quiere que se levante el 155, pero nadie trabaja tanto como él para que se mantenga el 155.

No es el presidente de una República tan inexistente que ni siquiera llegó a nacer.
 No es el presidente de todos los catalanes, sino el presidente pretendido por la mitad de los votantes independentistas y en buena parte un presidente contra la otra mitad de los catalanes.
 No ganó legitimidad gobernando y todavía ha ganado menos resistiéndose desde el extranjero a la normalización constitucional y estatutaria, la que otorga la auténtica legitimidad.
No es, finalmente, el émulo de Tarradellas, que supo guardar en el exilio la continuidad legal y legítima republicana para hacerla coincidir, al regresar, con la legitimidad de la naciente democracia constitucional española, sino todo lo contrario, un destructor de lo que Eugeni d’Ors llamaba la santa continuidad. 
 Puigdemont es un presidente ilegítimo y un auténtico estorbo para el regreso a la normalidad después de estos cinco años desastrosos para Cataluña.

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Paulino: el labrador que asesinó a sus vecinos por miedo a perder sus fincas

Paulino Fernández, de 64 años, mató a seis personas de la aldea de Sorribas (Lugo) e hirió a otras siete más en marzo de 1989. Después, murió calcinado en su vivienda que había incendiado previamente.

Chantada
Asistencia el 10 de marzo de 1989, en la parroquia de Adán (Chantada), al entierro de cinco de las seis víctimas del asesinato múltiple. Asistencia el 10 de marzo de 1989, en la parroquia de Adán (Chantada), al entierro de cinco de las seis víctimas del asesinato múltiple.







El labrador, muy tacaño según algunos de sus vecinos, había comprado recientemente varias fincas a unos familiares emigrantes en Brasil.
 Esta compra le sumió en un notorio nerviosismo que le hizo confesar a varios de sus allegados un extraño temor porque los vecinos le arrebatasen las tierras. 
Los temores le llevaron incluso a pedir consulta legal y en un momento llegó a advertir a un familiar: "Me encuento muy mal, creo que me voy a morir".
 Otros aseguran también que les había dicho que tenía unos fuertes dolores de cabeza.
Una mujer vela el cadáver de uno de los fallecidos.
Una mujer vela el cadáver de uno de los fallecidos.
En la mañana del martes, Paulino viajó desde Sorribas hasta Chantada, localidad de poco más de 11.000 habitantes. Al mediodía, volvió a la aldea.
 Entonces parecía ya calmado. 
Almorzó con su esposa y su hermano Marcelino, que lo encontró "normal, un poco raro, pero es que siempre estaba así".

 Lo que pasó por la cabeza de Paulino al acabar la comida nunca lo sabrá nadie. 
Eran aproximadamente las 15.30 cuando salió de casa escondiendo el arma.
 Apenas una hora después había acuchillado a los 13 vecinos con que se cruzó, seis de los cuales murieron.

 Después incendió su casa y pereció abrasado entre las llamas.
"O Paulino matoume"
Las versiones de cómo sucedieron los hechos son todavía muy confusas.
 Se sabe que el primer agredido fue Jesús Gamallo, que logró salir con vida y acudir con la ayuda de un vecino junto a su esposa, a la que dijo: "O Paulino matoume" (Paulino me intentó matar).
 La mujer avisó a la Guardia Civil.
También supieron de los hechos unos vecinos que esperaban un autobús a pocos metros de la vivienda de Paulino Fernández, pero por los relatos posteriores parece que no le concedieron demasiada importancia a lo que consideraban una reyerta.
El hombre regresó a casa, sacó sus vacas a pastar y volvió a empuñar el cuchillo. 
Agredió a todo aquel que se le puso por delante aprovechándose de la sorpresa que su reacción produjo entre los vecinos.
 Fue capaz incluso de atacar a hombres armados con machetes.


De las versiones de los vecinos resulta muy difícil reconstruir cómo se sucedieron los crímenes. 
Se sabe que mató a tres miembros de una misma familia, un matrimonio y la hermana de la mujer, vecinos de la casa de enfrente y que se encontraban trabajando en una finca. 
Además del cuchillo, se supone que utilizó también un hacha para cometer los crímenes, ya que alguno de los agredidos forcejeó con él y logró arrebatarle el arma.

Entre las continuas agresiones, su hermano Marcelino se enteró de lo que sucedía y logró sacar a la esposa de Paulino de su casa ante el temor de que fuese atacada.
 En algún momento, Paulino prendió fuego a la vivienda.
Esto alertó a un vecino, Javier Cuñarro, que tras encontrar dos cadáveres por el camino llegó a la casa, entró en la cocina y encontró al homicida ensangrentado. 
Según relató posteriormente, Paulino se abalanzó sobre él y le dijo: "Tú qué vienes a hacer aquí, tú también te vas". 
Tras un forcejeo en el que resultó herido, Javier logró escapar.
Fue entonces cuando Paulino decidió poner fin a los acuchillamientos. 
 Con la casa ardiendo, subió al dormitorio, se tendió en la cama y esperó la muerte. 

El cadáver fue reconocido por su hermano a media tarde, pero todavía 24 horas después hay quien se resiste a creer en su muerte tras los momentos de pánico vividos.
 En Sorribas, al lado de la casa calcinada, los vecinos se agrupan en los distintos velatorios. 
No hay escenas de histerismo, ni tampoco aparentes muestras de dolor ni siquiera en el rostro de Vicente Varela y su hijo, de unos diez años, que relatan tranquilamente lo ocurrido mientras su esposa se encuentra al borde de la muerte en el hospital de Monforte.
 Lo único que parece existir es estupefacción y un temor casi atávico.
Todo el mundo camina en grupo. 
Van y vienen por los caminos y algunos se paran por iniciativa propia a hablar con los periodistas.
 En el teléfono público del lugar se agolpan las gentes para contar lo sucedido a sus familiares de Barcelona, Suiza o Venezuela.
"¿Por qué ocurrió esto?", se preguntan todos. "Lo que no pasa en mil años, pasa en un día", contesta un hombre en una conversación en la taberna.

 

Guerra entre las herederas del imperio Gucci

Patrizia Reggiani, que ordenó el asesinato de su marido, lleva años enfrentada con sus hijas y ahora su madre quiere inhabilitarla.

Allegra Gucci (izquierda) y Alessandra Gucci (derecha) junto a su madre Patrizia Reggiani Martinelli (centro) en el funeral de Maurizio Gucci en Milán en 1995.
Allegra Gucci (izquierda) y Alessandra Gucci (derecha) junto a su madre Patrizia Reggiani Martinelli (centro) en el funeral de Maurizio Gucci en Milán en 1995. AP

 

La historia de la familia Gucci está aderezada con demasiados elementos propios de la ficción más rebuscada.
 Personajes excéntricos, conspiraciones, un asesinato, una viuda negra detrás del crimen, giros inesperados, luchas intestinas, venganzas y una herencia multimillonaria en el ojo del huracán son solo algunos de ellos.
 Y todo envuelto en el halo de glamur que solo una de las firmas de moda más vendidas del mundo puede darle.
 Desde hace años existe una guerra sin cuartel por la fortuna de Maurizio Gucci entre su viuda y ordenante de su muerte, Patrizia Reggiani; y las dos hijas del matrimonio.
 Pero ahora ha entrado en el juego la madre de la conocida como La viuda negra de Italia, quien con 90 años quiere inhabilitar a su hija, de 69.
 Este es el último capítulo de un serial que no deja de sorprender en el país.
La desconcertante historia de la familia Gucci comienza el 27 de marzo de 1995 con el asesinato en Milán de Maurizio, nieto y heredero del fundador de la casa de moda, Guccio Gucci.
 Cuatro disparos por la espalda acabaron con su vida a las puertas de su casa en la capital de la moda italiana.
 Dos años después, se descubrió que su exesposa Patrizia, uno de los personajes más excéntricos de la crónica social italiana, había contratado a un sicario para que apretara el gatillo.
 La pareja se casó en 1973 y, tras 12 años de relación, él la abandonó por una mujer más joven (le dijo que se iba en un viaje de negocios del que nunca volvería). 
Aunque no firmaron el divorcio hasta 1991.
En 1998, Patrizia Reggiani fue condenada a 26 años de prisión por su muerte.
 En 2011 se le propuso la libertad condicional a cambio de trabajos sociales, pero, en un alarde de su extravagante carácter, la rechazó, alegando que nunca había trabajado, tampoco pensaba hacerlo y que prefería la vida en la cárcel, cuidando de sus plantas y de un hurón que se agenció como mascota entre rejas.
 Finalmente, salió en libertad de la prisión de San Vittore de Milán en 2013
El año pasado, cuando casi nadie recordaba el escándalo, el caso sufrió un viraje inesperado.
 Un tribunal concedía a La viuda negra de Italia una compensación de un millón de euros al año de manera vitalicia de la herencia de su exmarido, en virtud del acuerdo de separación que habían firmado cuando terminaron su relación.
 Entonces decidieron que Patrizia recibiría un millón anual, de por vida.
 Además, le corresponderían otros 25 millones atrasados que no llegó a cobrar.
 La justicia italiana consideró que haber ordenado su asesinato no es un motivo válido para ignorar los acuerdos que habían firmado ambos anteriormente. 

Patrizia Reggiani, en 1998, escoltada en el juzgado de Milán donde fue sentenciada por el asesinato de su exmarido, Maurizzio Gucci. 
Patrizia Reggiani, en 1998, escoltada en el juzgado de Milán donde fue sentenciada por el asesinato de su exmarido, Maurizzio Gucci.
Pero de momento la viuda no ha podido estrenar su fortuna porque el caso continúa en los tribunales. 
Sus dos hijas, Allegra y Alessandra, que son las actuales administradoras del patrimonio Gucci y las que deberían entregarle el dinero, recurrieron la sentencia, alegando que su madre había ordenado asesinar a su padre y aún esperan un veredicto definitivo. La relación entre madre e hijas ha pasado por diferentes estadios a lo largo de los años.
La relación entre madre e hijas ha pasado por diferentes estadios a lo largo de los años. En un primer momento las dos hermanas la defendieron a ultranza. “Basta con verla, parece un pajarito… pobrecita, ha sido víctima de una extorsión, ella no ha hecho nada, decían en televisión entonces. Ahora, con este cambio de versión, parece haber solo dos posibles hipótesis: un intento de tutelar y proteger a su progenitora o una guerra abierta por el dinero.
Patrizia Reggiani, la viuda negra de Italia, en Milán en 2017.
Patrizia Reggiani, la viuda negra de Italia, en Milán en 2017.
Además, se ha sumado otra protagonista a la intrincada trama: la madre de Patrizia Reggiani. 
Silvana Barbero tiene 90 años, vive con ella y la ha citado en los tribunales para inhabilitarla y nombrar a un administrador que gestione los bienes que espera heredar. 
 Las dos mujeres se han enfrascado en una dantesca contienda con declaraciones cruzadas en televisión.
 La madre la acusa de ser influenciable y alega un comportamiento extraño en los últimos meses. 

Dice que se está rodeando de malas compañías y teme que haya vuelto a la tesitura de hace casi tres décadas, cuando orquestó la muerte de Maurizio Gucci con la ayuda y bajo la manipulación de una vidente, según su versión. 
 La singular Patrizia Reggiani, que acostumbraba a pasearse con un loro al hombro, siempre se ha declarado “no culpable del asesinato y culpable de haber elegido las compañías equivocadas”.

Otra muerte sospechosa

Recientemente, la madre explicaba sus temores en una entrevista telefónica en el programa de la Rai Storie italiane
 “Es una cruz que llevo conmigo, esperaba que todo hubiera terminado”, contaba Barbero. 
En la misma transmisión, la hija se defendía y decía estar “escandalizada” por las declaraciones y la actitud de su progenitora. “No soy influenciable, habría que escuchar lo que dicen de mí las personas que he encontrado en Saint Victor Residence —así llama a la prisión en la que cumplió condena— porque han estado conmigo 18 años, han hecho un recorrido conmigo”.

Para más inri, madre e hija ya fueron sospechosas del asesinato del marido de una y padrastro de la otra, Fernando Reggiani, en la década de los años setenta.
 El hijo adoptivo del fallecido las acusó de envenenarlo cuando estaba gravemente enfermo para evitar que cambiara su testamento. Veinte años después, ambas fueron absueltas de ese caso.
 

El secreto de los españoles para ser felices que no tienen los nórdicos ni los orientales

Nuestra actitud ante la vida nos diferencia de otras culturas y tiene beneficios para la mente y el cuerpo.

Seguro que son palabras que ha oído o leído últimamente: ikigai, fika, lagom, oosouji… 
Describen filosofías nórdicas y orientales que supuestamente garantizan la felicidad.
 Han dado lugar a numerosos artículos e inspirado no pocos libros, hasta el punto de que a uno le entran ganas de ir mucho a Ikea o hincharse a sushi a ver si así es más feliz.

Esa actitud nuestra como de exploradores decimonónicos, que se traían plantas, muebles y animales de otras latitudes para así parecer mejores, no nos deja en buen lugar. 
Y aunque la amplitud de miras siempre es positiva, estamos aceptando que esos métodos foráneos aportan algo que la idiosincrasia española no consigue. 
Pero nosotros también gozamos de una filosofía de vida que no solo tiene estupendos mimbres para lograr la felicidad, sino que no estaría de más que otros la copiasen.
Esa manera de ver el mundo podríamos aglutinarla en cuatro pilares: placer, contento, diversión y regocijo.
 Cuatro palabras con las que la RAE define un término, bonito y un tanto en desuso, que quizá convendría reivindicar para bautizar esta sensibilidad patria: holganza.
También se refiere al descanso y la ausencia de trabajo (no confundir con holgazán, que tiene las mismas letras pero significa otra cosa), lo que remitiría a nuestra querida siesta.
En España nada nos mueve como la holganza.
 Como resume el psicólogo especializado en risoterapia José Elías Fernández González, director del Centro Joselías en Madrid: "Si España tiene algo que puede exportar al mundo es la alegría, el humor, la felicidad que nace de nuestro sol, la proximidad, el hablar con los demás".

Reírse de todo: un antídoto contra el estrés

Uno de los rasgos que define esa filosofía cañí es la diversión. Menos de nosotros mismos, nos reímos de todo
 Un saludo en la oficina no puede limitarse al "buenos días": tiene que ir acompañado de una gracieta relacionada con el partido de anoche o una expresión de Chiquito.
 "Pasar haciendo bromas en cualquier sitio es un sello de identidad nuestro", opina José Elías Fernández.
"Es beneficioso, porque nos ayuda a ver la cara buena de la realidad, a disfrutar y compartir el ingenio con los demás
 Y también, en muchas ocasiones, nos reímos de las penas, lo que propicia separarnos un poco de ellas y sobrellevarlas mejor.
 Por otra parte, es una forma de relacionarnos con las personas que conocemos y jugar con la realidad para divertirnos o que no nos oprima tanto", añade.

Sí, el humor nos hace sentir bien.
 Como enumera este especialista, "contribuye a relativizar los problemas, es un antídoto contra el estrés, incrementa la autoestima, ayuda a combatir la timidez y la depresión, a expresar emociones, fortalece los lazos afectivos, descarga tensiones y potencia la creatividad y la imaginación".

Además, tiene beneficios físicos. 
Según un estudio de la Universidad de Loma Linda, en California (Estados Unidos), protege contra enfermedades cardiacas, genera respuestas antitumorales y antivirus y, por la producción de beta-endorfinas, que actúan como neurotransmisores cerebrales, tiene un efecto analgésico contra el dolor y regula el sistema inmunológico.

Que previene enfermedades cardiacas y regula las respuestas inmunológicas también lo subrayó un estudio de la Universidad de Kentucky Oeste (EEUU), mientras que la Universidad de Indiana (EEUU) halló que relaja la tensión muscular, rebaja la presión arterial, ayuda a quemar calorías (puesto que movilizamos unos 400 músculos del cuerpo) y coincide con otras investigaciones en que reduce la producción de hormonas que causan el estrés.

La ilusión y las ganas de contarlo todo

Nuestra sorna va asociada a una rica vida social. 
Uno no puede ser gracioso si no tiene público, y nuestro fabuloso clima favorece las relaciones sociales, muchas veces al aire libre. Eso nos diferencia, entre otros, de los habitantes de los países nórdicos, donde la escasez de luz hace que la gente se encierre más en su casa y en sí misma.

La comunicación, a juicio de José Elías Fernández, es necesaria "tanto para transmitir alegrías como para que estas se perpetúen, así como para comentar las penas, desahogarnos y en muchas ocasiones recibir la comprensión de los demás y quitarle importancia a lo que nos pasa".

"Hablar es fundamental", dice la psicóloga clínica Lecina Fernández.
 "Ayuda mucho porque estás comunicando con otra persona e implica hacer una estructuración interior previa, de modo que muchas veces decimos: 'Ya me he desahogado'".
"Comunicarse con los demás implica hacer una estructuración interior previa", Lecina Fernández (psicóloga clínica
Los likes de las redes sociales nosotros los recibimos en vivo y en directo.
 "En los bares y terrazas generalmente compartimos nuestro día a día, recibiendo cariño y afectividad, estrechando los lazos afectivos con los demás, lo que nos ayuda a darnos cuenta de que somos importantes para los demás, al compartir nuestra vida, y de que no estamos solos, que hay personas a nuestro alrededor con las que compartimos momentos felices", asegura José Elías Fernández.
"Tenemos la necesidad de compartir con los demás. Encontramos más alegría en dar que en recibir
 Cuando comunicamos acontecimientos buenos estamos dando felicidad, y si hablamos de penas o acontecimientos negativos, estamos liberando tensión al compartirlos", continúa el experto.
La ilusió otra característica peculiar de nuestra actitud ante la vida que destaca Lecina Fernández.
 Como explica la autora del libro Ilusión positiva (2017), mientras en otros idiomas esta palabra se traduce sobre todo como “alteración de la percepción de los sentidos”, es decir, ver algo que en realidad no existe (como en "ilusionismo" o "ilusión óptica"), "en español existe una acepción positiva, relacionada con la esperanza de lograr algo y la alegría de vivir.
 Cuando preguntamos a un español qué es la ilusión, ni siquiera piensa en la acepción negativa.
 A los extranjeros les llama mucho la atención.
 Dentro de nosotros está encendida esa luz que en otras culturas no está".
"Vivir con ilusión nos empodera y nos ayuda a crecer ", Lecina Fernández (psicóloga clínica
"Los países nórdicos son oscuros y fríos, y Japón es muy introvertido. 
En cambio, nuestra ilusión es de dentro hacia afuera. 
De la oscuridad a la luz. Es un patrimonio nacional.
 Y como hemos crecido con ella, ni siquiera somos conscientes de la riqueza que tenemos", señala Leticia Fernández.
Vivir con ilusión tiene efectos positivos para nuestra mente. 
Los glosa Lecina Fernández: "Nos estimula para crecer, porque desarrollando el proyecto ilusionante llevamos a cabo actividades que nos enriquecen. 
Nos permite transformar la realidad, lo cual nos empodera.
 Nos ayuda a desarrollar la capacidad de unir, porque nos entrena para pasar de un sueño a una realidad, de lo interno a lo externo.
 Favorece vivir mejor, ya que derrochamos alegría y optimismo”.
En resumidas cuentas, la ilusión nos proporciona una razón para levantarnos de la cama cada mañana y, como agrega la psicóloga, "eso es lo más distante de la depresión, justo lo contrario".
Ese optimismo que genera es bueno también para la salud física. Un estudio de la Universidad de Harvard (EEUU) encontró que las mujeres que son optimistas tienen un riesgo significativamente menor de morir de cáncer, enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular, enfermedad respiratoria e infección en comparación con las mujeres que son menos optimistas.

Decir tacos para mantener el equilibrio

A pesar de esa alegría que nos caracteriza, no rehuimos la confrontación. 
En muchos casos, somos la antítesis de lo que los británicos denominan polite ("educado, cortés"). 
Nos gusta "mandarlo todo a freír puñetas"... Y después nos quedamos tan a gusto.
José Elías Fernández recuerda que "Albert Ellis [padre de la terapia conductual], que escribió sobre el humor y la risa, aconsejaba de vez en cuando decir tacos, ya que nos ayudan a desahogarnos y expresar con rotundidad nuestra emoción, ya sea ira, odio, etc. Cuando entramos en conflicto o discutimos, una forma habitual de liberar tensión es no medir nuestras palabras, y expresarnos lo más contundente posible, aunque después pidamos perdón si hemos ofendido a alguien.
 Ser comedido en esos momento, no nos ayuda mucho, nos tragamos la emoción negativa".
 Otra cosa muy distinta es pasarnos el día entera buscando bronca.
Para Lecina Fernández, ser tan viscerales es positivo siempre que lo hagamos con equilibrio.
 "Lo importante es reconocer la situación que estamos viviendo, identificar las emociones y gestionarlas.
 Pero los extremos no son buenos".

Imaginación e ingenio para resolver problemas

Otro vértice que nos caracteriza, y que reconocen mucho en el exterior, es la espontaneidad.
 Lejos de ser cuadriculados, recurrimos a la imaginación para resolver problemas.
 "En países como Alemania, por ejemplo, son muy metódicos, siguen al pie de la letra los protocolos… Nosotros no somos tan hábiles en eso, pero si en el protocolo surge un contratiempo el español sabe solucionarlo con más ingenio", dice Lecina Fernández.
 Ese ingenio, documentado en la literatura de la picaresca, lo mamamos desde niños.
 "Hasta la tradición de los Reyes Magos va llena de fantasía, imaginación e ingenio", añade la psicóloga.
Pero nadie es perfecto, que diría el despistado millonario de Con faldas y a lo loco.
 Para aprovechar al máximo todos esos rasgos deberíamos atenuar otro: la envidia. 
"Tenemos que aprender a reírnos de nosotros mismos y con los demás, en lugar de reírnos de los demás", sostiene José Elías Fernández. 
Opina q ue seria más higiénico mental, personal y socialmente. 
"Si aprendiéramos a reírnos con los demás eliminaríamos la envidia, que es lo único que nos falta para que vivamos felices", asegura. 
Y entonces sí que nuestra apreciada holganza sería imbatible.