29 ene 2018
Esto es lo que comen los Reyes y sus hijas.................... Mábel Galaz
Las razones por las que Paula Echevarría anuncia, por fin, que se divorcia de Bustamante
La actriz ha decidido dar el paso de oficializar la separación en medio de noticias de que tanto ella como el cantante están rehaciendo sus vidas.
Madrid
La noticia llega en medio de comentarios incesantes de que tanto ella como él están rehaciendo sus vidas.
Ha pasado un año desde que se supo que la pareja no vivía junta aunque la crisis entre ellos venía de tiempo atrás.
Durante los últimos meses ha sido ella la que, en más de una ocasión, ha declarado no saber qué iba a suceder.
Nadie ha entendido los motivos que han llevado a la actriz a retrasar tanto lo que parecía irremediable.
Bustamante, por el contrario, hace mucho tiempo que quería anunciar que habían roto.
Todo se ha precipitado en el último mes ante las presiones del cantante a la actriz y debido a la aparición de Miguel Torres, el amigo con el que Echevarría, de 40 años, se deja ver últimamente con más frecuencia.
Los paparazis, además, comentan que están circulando unas fotos de Bustamante con una joven asturiana.
Así que el pasado viernes los abogados de la pareja pactaron con comunicado conjunto en el que anuncian que se divorcian y piden respeto.
Su difusión parece solo cuestión de horas.
Pero antes de que este se distribuya ha sido la actriz quien ha filtrado su existencia y contenido.
Y es que, aunque oficialmente ninguno de los dos ha hecho declaraciones en detalle sobre sus crisis, ambos han estado facilitando información a los medios de comunicación.
También sorprende que la actriz no haya desmentido de manera tajante, como en otras ocasiones, su amistad con Miguel Torres, de 31 años.
Hace unos días la actriz y el futbolista acudieron juntos a la fiesta de celebración del 44 cumpleaños de la diseñadora.
Se da la circunstancia curiosa de que Torres participó hace ocho años en un vídeo con Paula Ehevarría y David Bustamante. Se trataba del tema A contracorriente.
En él interpretaba al novio de la actriz y el cantante hacía del amante.
Torres está divorciado y tiene un amplio historial de relaciones. Juega de lateral derecho en el Málaga, aunque se formó en la cantera del Real Madrid, a la que se incorporó con solo 12 años. También ha pertenecido a las plantillas del Getafe y el Olympiacos griego. Llegó a Málaga en 2014. En estos momentos está lesionado.
28 ene 2018
Alarma en la industria del cine porno
La muerte de cinco estrellas de cine para adultos alerta de los riesgos de la industria y ha activado las alertas sobre los riesgos mentales de esta industria.
Un día antes de morir a los 23 años, la joven estrella del porno Olivia Lua tuiteó: "Ya nada me da miedo", con una foto suya vestida de negro y mirando a la cámara con gesto grave.
El jueves pasado, 18 de enero, la hallaban muerta en el centro de rehabilitación de West Hollywood (Los Ángeles) donde había ingresado días atrás por una recaída.
Una mezcla de alcohol y pastillas acabaron con la vida de Lua, hundida por la adicción a las drogas y quien pasaba un bache laboral.
Lua —también conocida como Olivia Voltaire— es la quinta actriz de cine para adultos que ha muerto en circunstancias trágicas en Norteamérica desde el fallecimiento el 9 de noviembre de la canadiense Shyla Stylez, de 35 años, en casa de su madre en Calgary.
Su familia se limitó a informar de que murió "mientras dormía". Stylez era una veterana del cine de sexo que hace una década llegó al llamado Valle del Porno (California).
En 2016, después de una acelerada carrera en la que rodó más de 400 películas, había decidido retirarse.
Las otras tres muertes sucesivas de actrices porno —sin conexión entre sí— fueron las de Olivia Nova, de 20 años y que llevaba menos de un año como intérprete, fallecida el 7 de enero en Las Vegas a causa de una sepsis;
August Ames, de 23 años, que se ahorcó el 6 de diciembre en Los Ángeles y había pasado una fase muy dura tras ser acusada de homófoba por hacer una mención negativa al porno gay; y Yuriza Beltrán o Yuri Luv, de 31 años, que perdió la vida también en diciembre en su natal ciudad californiana, capital del porno estadounidense, por una sobredosis de píldoras.
Meses antes de esta cadena de cinco muertes de actrices, en julio se había suicidado en San Francisco, también colgándose, January Seraph, que a sus 34 años había rodado más de medio centenar de películas pornográficas y padecía una severa depresión.
A eso se unen otros factores de estrés psicológico como el estigma social, el miedo a envejecer y los vaivenes emocionales de una actividad adrenalínica que causa profundos vacíos en los intervalos sin contratos.
"Tenemos que crear más redes de cooperación y más comunidad entre las trabajadoras.
Es importante no sentir que tienes un secreto sucio y poder encontrar terapia", ha dicho la actriz Ginger Banks tras la serie de muertes
. "La manera en que nos mira la sociedad nos deprime más y nos hace sentirnos ciudadanas de segunda clase".
El psicólogo Gad Saad, que ha estudiado el mundo del cine porno, ha declarado a Fox News: "Cuando la cámara está encendida, todo el mundo está feliz.
El problema es cuando el trabajo escasea, el teléfono deja de sonar y las actrices se preguntan: '¿Y ahora qué?'.
Las estrellas del porno no son las más dadas a hacer planes de futuro". Saad considera que una estrategia útil es ayudarlas a pensar alternativas de vida a medio plazo.
La exactriz Ela Darling, que fue presidenta de una organización de defensa de intérpretes del porno, ha puesto el dedo en la llaga de la precariedad laboral, afirmando que los reducidos salarios (unos 700 dólares por rodar con otra mujer y unos mil con un hombre) llevan a las trabajadoras a aceptar guiones con prácticas de sexo más fuertes —"cualquier cosa extrema"—.
"El porno no es un mal trabajo", ha dicho Darling, "lo duro es que eres freelance y son muy duros los periodos con poco trabajo en los que estás sola contigo misma preguntándote si volverás a trabajar. Para una actriz porno no es tan fácil dejar su oficio y, digamos, hacerse profesora.
Y no estar ocupada puede llevarte a cosas negativas".
EE UU es la meca del cine porno, con un volumen económico en 2016 de 17.200 millones de dólares en este país, que concentra un 60% de su producción en el condado de Los Ángeles. Mundialmente, la cifra sube a 97.000 millones.
Un negocio tremendo en el que detrás de la pantalla quedan olvidados los dramas de mujeres sin un ambiente de auxilio a mano.
El shock de esta serie de muertes ha hecho preguntarse a EE UU: ¿Y a las actrices porno, quién las cuida?
Una lectura imprescindible............................... Elvira Lindo.....
'Laëtitia o el fin de los hombres’ es obra fundamental de la no ficción criminal y es la desgarradora crónica del asesinato y descuartizamiento de una chica de 18 años.
Hay libros que merecerían ser recomendados con fervor para que el lector atento no se los perdiera.
Eso es lo que debería ocurrirle a Laëtitia o el fin de los hombres, la desgarradora crónica del asesinato y posterior descuartizamiento de una chica de 18 años que tuvo lugar en Nantes en 2011, escrita por el historiador y sociólogo Ivan Jablonka.
Laëtitia se publicó en octubre pasado en España, pero a mi juicio no se insistió en el hecho de que se ha convertido ya con toda justicia en una de las obras fundamentales de la no ficción criminal. Se la compara con A sangre fría, de Capote.
Error: Capote se permitió algunas fantasías que transforman su historia en una novela porque no cumplen con el sagrado compromiso de la veracidad.
También se nombra insistentemente El adversario, de Emmanuel Carrère, pero las preocupaciones sociales de Jablonka convierten este trabajo exhaustivo sobre una víctima en algo más que la narración de unos hechos.
Este profesor de Historia de la Universidad París XIII obedece a la fidelidad a los hechos de los historiadores y a la atención al entorno vital de la Sociología; su propósito es guiarnos por los territorios poco transitados de los que han sido excluidos del bienestar desde el mismo momento de su llegada al mundo.
No es por tanto una obra de ficción, por más que aquellos que pretendan alabarla digan eso de “se lee como una novela” (como si las novelas hubieran de ser por fuerza más inspiradoras), y lo que nos atrae de sus páginas es el puro brillo de la verdad y su consecuente denuncia política. Nos cuenta y al mismo tiempo nos interroga, apela al sentido real de la justicia de los que nos tenemos por justos. Pero tiene algo que le diferencia del trabajo al uso del historiador: Jablonka no pretende ser objetivo, ni frío, ni distante. Él, profesor, cultivado, cosmopolita, parisiense, editor, padre de dos hijas que duermen felizmente cada noche, ama a la niña descuartizada.
A lo largo del libro la abraza con sus palabras, la convierte en heroína y casi estoy por afirmar que esa reverencia por Laëtitia Perrais es la verdadera esencia de este elaboradísimo trabajo.
Tal vez fuera el tratamiento que algunos medios televisivos dieron al asesinato de Diana Quer lo que me hizo acercarme a este libro que no me había planteado leer.
Si Patrick Modiano ha escrito: “Desvelar ese misterio y esa fosforescencia que se hallan en el fondo de toda persona es cometido del poeta y del novelista, también del pintor”, nuestro autor agrega el oficio del historiador-sociólogo.
De esta manera, Jablonka, empecinado en que la historia de Laëtitia no quede en el olvido reconstruye su vida: dos gemelas, Laëtitia y Jessica Perrais, nacen en el seno de una familia pobre, de padre violento y madre enajenada.
Son incapaces de hacerse cargo de ellas. Su futuro queda en manos de los servicios sociales.
Viven durante un tiempo en un colegio y luego pasan a un hogar de acogida.
Visitan a sus padres biológicos los fines de semana.
El autor se pregunta cuánto del destino está escrito si es así la casilla de salida, y de qué tamaño ha de ser el esfuerzo de una criatura para que pueda eludir un destino fatal.
Han sido bebés muertas de miedo, niñas aterrorizadas, adolescentes acostumbradas a que los hombres no traten bien a las mujeres.
Pero sobreviven, y ordenan sus vidas en la familia de acogida siendo supervisadas por un padre en exceso controlador, que por un lado les da cobijo y por otro les resta libertad.
Aprenden a ser camareras y limpiadoras, que es a lo máximo a lo que pueden aspirar niñas que parten desde abajo: a servir a quienes empiezan desde arriba.
El autor describe con ternura las canciones que les gustan, la ropa, sus entradas en Facebook, los selfies, todo ese lenguaje que construye su universo juvenil.
Laëtitia coquetea con colegas del hotel en el que ha empezado a trabajar, pero un día fatal se cruza con un indeseable, un tipo violento, de infancia también oscura, que sus treinta y pocos años ya ha estado 13 veces en la cárcel, y se deja llevar por él.
Cuando trata de dar marcha atrás ya es demasiado tarde.
Este suceso provocó una abrumadora atención mediática, también una huelga de los trabajadores de la justicia cuando Sarkozy, aprovechándose de la niña muerta, los señaló como culpables y promovió el endurecimiento de penas.
Algo inaudito en Francia: la República socavada desde dentro la República.
Sarkozy tomando el micrófono para postularse como el padre que ha de librar a los franceses de los monstruos.
Es el presidente quien resulta peor parado de esta historia.
Él y el padre de acogida, que también se encendió ante la prensa exigiendo cadena perpetua para los delincuentes sexuales.
Poco tiempo habría de pasar para que se supiera que este individuo que vivía del Estado encargado de dar cobijo a niñas desamparadas se había cobrado un extra abusando sexualmente de ellas.
Hay demasiada mitología sobre los asesinos, pero el autor reclama un principio de justicia en el que nos hemos de ver aludidos:
“Que nuestra fascinación y nuestra ternura vayan a los inocentes”. Así sea.
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