Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

20 ene 2018

“¿La Portillo? Soy Blanqui”........................ Luz Sánchez-Mellado .

Blanca Portillo ha hecho de todo en la escena. Teatro, cine, televisión. Actuar, producir y dirigir.

Blanca Portillo, fotografiada el jueves en Madrid.
Blanca Portillo, fotografiada el jueves en Madrid.
Es muy probable que en este preciso momento Blanca Portillo esté dándose sus buenos masajes en el spa de algún hotelazo. 
Esos eran sus planes el pasado miércoles, en vísperas del estreno en el teatro Español de Madrid de El ángel exterminador, la versión teatral del clásico de Buñuel.
 Después de dejarse la piel en el montaje —“esta es función de las tres ces: me ha salido una calentura, una contractura y una calva del estrés”—, la señora directora necesitaba volver al mundo real. “Leer, ver a los míos, ver cine, lo que dicen que es vivir”. 
Uy, alarma. 
Ya en 2007 se reconocía como una adicta al trabajo y anunciaba que iba a hacérselo mirar. No se aprecian grandes cambios.

¿Hemos avanzado algo?

Temo que no mucho. 
Sigo en ello. Intentando buscar tiempo para mí, pero no es fácil. Lo que hago me absorbe demasiado.
La presión se la mete usted sola. Dese vacaciones: es la jefa.
Sí, pero no puedo separar del todo una cosa de otra. 
Mi trabajo es mi vida, mi forma de vivir, y tengo que hallar la forma de no sentir que, cuando no trabajo, me lo estoy restando a mí misma.
Relájese, es usted la Portillo.
¿La Portillo? Soy Blanqui. 
Halaga oírlo, pero si hablo de alguien con el la por delante es de una mujer fundamental.
 Yo no lo soy.
¿Necesita masajes de ego?
No, pero hoy lo tengo blandito.

Para a renovar “la olla” de la que se nutre, pero, hoy por hoy, debe de tener ya un buen caldo.

Un caldo gordo, mucha vida da mucho caldo, pero la olla nunca se llena, y yo no me sé nada, yo me cago cada día.
 La experiencia solo me sirve para llevar el miedo con algo más de calma.
¿Le asustan más las puertas abiertas o cerradas?
Temo sobre todo a las puertas cerradas de cabeza y corazón, y cada vez las tenemos más.
 Las puertas abiertas claro que dan miedo, pero son un camino hacia algo, un acierto o un error, pero siempre al aprendizaje.
 Claro que hay riesgo, pero nunca he tenido miedo a equivocarme. Es mi derecho y mi obligación.
Pero encerrarse es una tentación. Fuera hace mucho frío.
De eso va esta función. 
Del encierro personal, te aíslas, finges lo que no eres, te encierras en tu zona de confort.
 En tu casa, en tu comunidad autónoma, en tu país, en tu continente. Nos encerramos para no ver los problemas del otro, y nos hacemos cada vez más insolidarios. 
Esa es la vigencia de este clásico.
Dice que arriesga, pero cae de pie. Más que exterminador, tiene usted un ángel protector.
Creo que el ángel que me acompaña es la honestidad. 
No hago las cosas para gustar o que me las celebren, sino porque creo en ellas, aunque yerre.
De hecho, no fue a recoger su Goya. Eso es de muy divina.
Es que siempre creo que no me lo van a dar, y a veces me pilla fatal, porque para los premios ya sabemos cómo hay que ir, porque ellos pueden ponerse cualquier cosa, pero nosotras...
¿Y por qué no va sin pintar, como Frances McDormand?
Ni loca. 
Me encanta maquillarme, soy presumida. 
Pero también me gusta mi cara de hoy, trabajando, cansada, viva, y que veas que esto es lo que hay.
¿Qué opina sobre las actrices del #MeToo y las francesas que las tachan de puritanas?
Todo ruido es poco.
 Puede parecer demasiado, pero para que una revolución se produzca hace falta una asonada. 
Nadie dice que no se pueda ligar, cortejar o galantear, pero no ejerciendo poder y degradando.
 Eso no quita para que me acueste con quien quiera y pueda decir sí o no. 
El enemigo no es el hombre, sino el hombre que no considera a las mujeres como iguales.
 Espero que ellos se rebelen y les digan a sus colegas que lo que hacen es vergonzoso.

“La palabra me mata”, me dijo en 2007. ¿Sigue matándola en tiempos de WhatsApp y Twitter?
Una palabra bien elegida, dicha y colocada es una bomba de relojería. 
Y les estamos perdiendo el cariño. Estoy pensando en montar una tertulia, eso que se hacía el siglo pasado. 
Hablar no es mandar un whatsapp. Una palabra taladra. Un emoticono, no.

 

¿Por qué las mujeres tardan 16 minutos más en identificar un infarto?

Hay diez mil fallecidas más que hombres por enfermedades cardiovasculares en España.

El doctor Macaya escucha el historial médico de Elvira Rouco en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. EPV-Quality
 

 

Cuatro y media de la tarde. Elvira termina al fin de recoger su casa. Más cansada de lo normal, se siente mareada, así que decide asomarse a la terraza para que el aire le despeje. 
Pero el frescor del exterior no surte efecto, y con temor a precipitarse por la barandilla, se sienta en el sofá del salón con las ventanas abiertas.
 El mareo se convierte en un desfallecimiento, y cuando Elvira vuelve en sí, empieza a vomitar.
 Había tenido un infarto.
"Yo pensé que era un ataque de ansiedad", cuenta ella en la consulta de cardiología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. "Mi sorpresa fue cuando llegaron los del 112 y me dijeron que tenía un infarto muy grande y que me tenían que ingresar.
 Yo no tuve síntomas ni de dolor de pecho, ni de asfixia, ni de dolor de brazo, absolutamente nada.
 Lo único que sentí fueron los mareos y después, los vómitos". Como Elvira, la mayoría de las mujeres que sufren ataques al corazón no son capaces de identificarlo como tal.
 Hasta diez mil mujeres más que hombres mueren por enfermedades cardiovasculares, convirtiéndose en la causa número uno de mortalidad en el género femenino.
"Con frecuencia, el diagnóstico en mujeres con enfermedades cardiovasculares es erróneo o tardío porque los síntomas son atípicos, no son los clásicos que se describen muy bien fundamentalmente en el hombre", explica el doctor Carlos Macaya, presidente de la Fundación Española del Corazón y jefe de servicio de Cardiología de este mismo hospital.
 Al igual que en el caso de Elvira, es común que la enferma y su entorno reconozcan los síntomas como un ataque de ansiedad, le resten importancia y acudan con más lentitud al centro sanitario. Según datos del registro del Observatorio Regional Bretón sobre el Infarto de miocardio (ORBI), las mujeres tardan 60 minutos desde que perciben los primeros síntomas hasta que piden asistencia médica, frente a los 44 minutos de los hombres.
Este retraso influye también en la medicación que reciben: "Si diagnosticamos tarde, el tratamiento que vamos a aplicar va a ser menos efectivo que si el diagnóstico es mucho más precoz", apunta el doctor Macaya.
 En las enfermedades del corazón el tiempo es crucial: es necesario instaurar un tratamiento de forma inmediata para que surta el mejor efecto.
 "Las mujeres en ese sentido no son discriminadas", señala el doctor. 
Pero lo cierto es que estas consecuencias, a veces mortales, son derivadas de la asunción de que los únicos síntomas del infarto que existen son los propios de los hombres.
 Peor: provienen del total desconocimiento por parte de la población de la diferencia sintomática entre el género masculino y el femenino. 

"No tiene sentido, ¿por qué va a ser típico el patrón de referencia del hombre? Simplemente hay patrones distintos", opina Rosario López, profesora de Salud y Género en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. 
También imparte la asignatura de Metodología de investigación, desde donde ha observado la predominancia de la perspectiva masculina en este campo. 
"Cuando se intenta esclarecer una enfermedad, establecer el diagnóstico, el patrón de referencia es el hombre.
 Esto hace que la mujer sea invisible, y puede que a la hora de establecer los síntomas de una enfermedad se produzcan errores", explica.
 Los patrones de referencia son grupos de personas en los cuales se analizan los tratamientos farmacéuticos.
 Mayoritariamente, estos grupos están compuestos por hombres porque son más estables: no tienen alteraciones hormonales, ni ciclos cada mes, ni la menopausia. 
Además, socialmente suelen asumir menos cargas parentales y del hogar, por lo que son más dados a participar en estas investigaciones.
 En Estados Unidos, no fue hasta 1993 que la FDA (Administración de Fármacos y Alimentos, de sus siglas en inglés) incluyó en sus estudios a las mujeres en edad fértil.

Señales de un infarto femenino

Presión incómoda en el pecho, sensación de dolor en el centro del pecho que puede durar unos minutos, o bien desaparecer y volver a aparecer.
Dolor en uno o ambos brazos, en la espalda, el cuello, mandíbula o estómago.
Falta de aire, acompañada o no de dolor en el pecho.
Otros signos como sudor frío, náuseas o mareo.
Al igual que en los hombres, el síntoma de infarto más común entre las mujeres es el dolor de pecho o malestar.
 La diferencia es que, en el caso de las mujeres, existe mayor tendencia a experimentar otros de los síntomas comunes, en particular falta de aire, náuseas, vómitos y dolor de espalda o mandíbula.
La información pertenece a la campaña  Mujeres por el corazón.

El exministro Jorge Fernández Díaz, hospitalizado por un infarto

El anterior titular de Interior permanece "estable" en el hospital de La Princesa, en Madrid.

jorge fernandez diaz 
El exministro del Interior Jorge Fernández Díaz. EFE
El diputado del PP y exministro del Interior Jorge Fernández Díaz (Valladolid, 1950) permanece ingresado desde el viernes por la tarde en el Hospital de la Princesa de Madrid tras sufrir un infarto, según han confirmado fuentes del citado ministerio, que no han aportado más detalles sobre las circunstancias del ingreso, aunque si han asegurado que su estado es "clínicamente estable". El antiguo miembro del Gobierno de Mariano Rajoy se encuentra acompañado de sus familiares.
El anterior titular de Interior se encuentra actualmente en la unidad coronaria del citado hospital madrileño y, aunque no han trascendido más detalles, fuentes del PP aseguran que "se encuentra fuera de peligro".
 No obstante, Fernández Díaz ha pasado por la Unidad de Cuidados Intensivos.
 El diputado ha estado acudiendo durante esta legislatura a todos los plenos del Congreso, incluido el que puso fin al periodo de sesiones del año pasado, en la última semana de diciembre.
Jorge Fernández Díaz, alejado ahora de la primera línea de la vida política, estuvo al frente del ministerio del 22 de diciembre de 2011 hasta el 4 de noviembre de 2016.
 Durante su mandato, se constituyó la llamada policía patriótica, que investigó sin control judicial a dirigentes políticos de la oposición, especialmente pertenecientes a partidos independentistas de Cataluña, región donde desarrolló gran parte de su carrera política.

El que fuera predecesor de Juan Ignacio Zoido fue diagnosticado hace casi dos años, en marzo de 2016, de un cáncer de hígado, por el que ha tenido que ser sometido a varias intervenciones quirúrgicas y fue tratado con quimioterapia. 
Entonces fue sometido durante ocho meses a un tratamiento de radioembolización hepática selectiva en la Clínica Universitaria de Navarra, en Pamplona, y posteriormente fue operado de esa lesión hepática grave en la Clínica Universidad de Navarra.
Fernández Díaz es el segundo de diez hermanos de un matrimonio entre un vallisoletano (teniente coronel de caballería y subinspector de la Guardia Urbana de Barcelona durante el franquismo) y una navarra que se asentaron cuando él apenas tenía tres años en la capital catalana. 
Allí estudió, se crió y a los 28 años sacó con uno de los primeros números la oposición para inspector de trabajo.
Fue su puerta de entrada a la política pero bajo el paraguas de la UCD de Adolfo Suárez cuando, destinado en Asturias, conoció a Rafael Calvo Ortega, el entonces ministro de Trabajo del presidente centrista.
 Luego ya hizo toda la trayectoria de UCD a CDS y más tarde al PP, siempre ligado a las listas en Barcelona como látigo, bicha y fusta en principio moderada del nacionalismo de Jordi Pujol.
 Hasta que llegó la etapa de José María Aznar al mando del PP, que le condenó a otro destierro interno

 

“El estrés genera mucho ruido cerebral y afecta a capacidades como la memoria”

“El estrés genera mucho ruido cerebral y afecta a capacidades como la memoria”
CUARENTA AÑOS”, responde con entusiasmo imperecedero y como si hablara de días Tomás Ortiz Alonso, médico y psicólogo, cuando se le pregunta cuánto hace que el cerebro humano es su gran pasión.
 Nacido en Guadalajara hace 67 años y catedrático de Psicología Médica en la Universidad Complutense de Madrid, es un experto de prestigio internacional que desarrolla programas neuroeducativos en niños para “activar los mecanismos cerebrales que procesan la información y que permiten construir autopistas neuronales de aprendizaje”. 
Suena complejo, pero Ortiz Alonso lo explica sin perder la sonrisa con una imagen que, además de sencilla, es radiante:
 “La diferencia entre un cerebro que se ejercita en la escuela de forma ordenada, regular y sostenida y otro que no lo hace es la misma que existe entre un árbol visto en otoño y en primavera”.
Divorciado y padre de tres hijos (“una es neurorradióloga en Harvard; otra, experta en neuroeconomía, y el otro, abogado que se prepara para ser juez”), Ortiz Alonso dirige además la colección Neurociencia y Psicología que publicará El País a partir del próximo domingo. 
Cuarenta títulos sobre los descubrimientos más recientes que exploran las relaciones entre el cerebro y el entorno, los procesos cognitivos y emocionales y la conducta humana.
 Un anticipo de esa compilación es este diálogo, mantenido el mediodía de un jueves en Buenos Aires, donde está desarrollando Visión táctil, un proyecto digno de un escritor de ciencia-ficción, pero con efectos muy reales: tecnología mediante, el programa permite que niños ciegos de nacimiento puedan “leer a medio metro” gracias a un sistema que capta información visual y la traduce a impulsos táctiles. 

“El estrés genera mucho ruido cerebral y afecta a capacidades como la memoria” 
¿Cuándo y por qué empezó a interesarle el cerebro? Estudiaba Psicología, pero me fascinaba saber cómo pensamos, cuáles son nuestras emociones y cómo eso se refleja en el cerebro. 
Los conocimientos de las teorías psicológicas no alcanzaban a responder esas preguntas.
 Por eso hice también Medicina.
Si tuviera que trazar un mapa de lo más importante que aprendimos del cerebro en estas décadas, ¿qué diría? Antes una persona tenía un accidente, perdía el habla y deducíamos que esta podía relacionarse con la zona cerebral donde se producía la lesión. 
Ese conocimiento era indirecto. Ahora tenemos información directa y en tiempo real mientras el cerebro realiza una función. 
Ese ha sido el gran salto. Estamos conversando y podríamos ver cuáles son las áreas que se activan mientras escuchamos o hablamos, mediante una serie de técnicas de registro.
 La resonancia magnética, por ejemplo, permite ver cuál es el metabolismo de las neuronas cuando realizan una función. A más metabolismo se supone que hay más actividad y eso se correlaciona directamente con las funciones que se ejecutan.
En el imaginario cultural el cerebro parece haber reemplazado al corazón, del que se suponía provenían virtudes y flaquezas. Hoy, la neurobiología y el inconsciente lo explican todo. ¿Qué hay de mito y qué de realidad? A lo largo de la historia, en ocasiones se transmite un error científico porque quien lo difundió inicialmente fue una gran persona.
 Aquí el error proviene de la filosofía de Aristóteles.
 Él creía que las funciones cognitivas que nos permiten recibir, seleccionar, almacenar, elaborar y recuperar información ambiental estaban en el corazón. 
Ese error explica que una persona diga: “Te quiero con todo mi corazón”. 
Si es así, no le quieres nada y no es curioso que haya tantos divorcios [ríe]. Sucede en la cabeza. 
El corazón no tiene ningún sentimiento: es un mero receptor de una estimulación cerebral, asociada a una emoción.
 Hoy se conocen incluso áreas cerebrales más implicadas en una función emotiva que en una cognitiva.
 Pero parece que decirle a una chica “te quiero con todo mi hipotálamo” no pega. 

Sus investigaciones subrayan la necesidad de ejercitar el cerebro de los niños ordenada y sistemáticamente como clave para mejorar el aprendizaje. ¿Qué lugar ocupa el ocio en ese modelo? El ocio es una construcción cultural. 
El cerebro no lo entiende: siempre está haciendo algo. Incluso en el tiempo que llamamos “libre”, leemos o caminamos o nos ejercitamos… 
Trabaja también durante el sueño: hay una parte, el tronco, que debe funcionar para poder respirar.
 Está probado que si lo estimulamos ordenada y sistemáticamente y lo hacemos todos los días con cosas sencillas (ejercicios de equilibrio y de atención, por ejemplo), la neuroplasticidad es mayor: se generan nuevas neuronas en una estructura que se llama hipocampo, asociada a la memoria.
 Y esas nuevas conexiones se vuelven estables, que es lo que se requiere para aprender. 
Por el contrario, cuando no lo entrenamos nos cuesta retomar el ritmo, como sucede cada lunes.
Déjeme defender el descanso. Un ensayo reciente, 24/7: Capitalismo tardío y el fin del sueño, de Jonathan Crary, denuncia que el capitalismo actual, en su intento de extraer rentabilidad de todo, va incluso por nuestras horas de sueño. ¿Cómo incide dormir poco en la productividad? Tiene efectos nocivos y es un muy mal negocio. 
Necesitamos cinco ciclos de sueño y cada uno dura entre 90 y 120 minutos.
 Lo ideal es dormir de 7 a 9 horas.
 Menos perturba la memoria. En un niño hace que no esté atento; en un adulto afecta su concentración y, por ende, su eficacia.
 En esos términos, quizá podríamos acordar que el sueño sería el ocio que necesita el cerebro para poder trabajar después a todo ritmo y recuperar la información que adquirió durante el día.
 Niños que descansan bien tienen un buen desarrollo madurativo. 
Y por el contrario, los pequeños que duermen mal sufren de déficit de atención 

¿Varía la neuroplasticidad con la edad? La plasticidad es la capacidad que tiene el cerebro de aumentar las conexiones neuronales como consecuencia de la estimulación ambiental.
 A más estímulos, más plasticidad. 
Tiene dos fases. La primera es lábil, poco estable y nada útil. Para que lo sea necesitamos repetir las cosas. En otras palabras: podemos oír 20 idiomas, pero útil es el que practicamos todos los días.
 Existen ventanas temporales durante las cuales se favorece la plasticidad neuronal.
 Las asociadas a la edad se llaman “tiempos críticos”. Hay periodos en la infancia en los que cualquier estímulo genera plasticidad neuronal estable. 
Se supone que puedes ser bilingüe si has aprendido los dos idiomas antes de los siete años, porque tu plasticidad es tan grande que permite incluso desarrollar las entonaciones con las que habla un nativo. 
El bilingüismo aumenta la capacidad cerebral al incrementar la actividad del hemisferio derecho. 
Y eso es importante porque un cerebro multilingüe responde mejor a diversos estímulos en distintas situaciones.
¿La motivación puede salvar el escollo de un aprendizaje a destiempo? La psicología incide en ello. Hay una plasticidad neuronal muy rápida, asociada a intereses y motivaciones.
 Una persona puede aprender a hablar rápidamente un idioma, si dependen de eso sus hijos, su vida, su trabajo. Esa motivación es suficientemente alta para aprender cualquier cosa a cualquier edad.
 Las personas a las que les gusta el fútbol, por ejemplo, saben enseguida los nombres de los futbolistas de su equipo y la historia de sus goles al detalle.
 Los intereses primarios aceleran mucho los procesos de aprendizaje y de plasticidad cerebral. 

¿Y la sobreexigencia?¿Afecta el estrés a nuestras habilidades intelectuales? Genera mucho ruido cerebral. Imagina que estás en una fiesta e intentas hablar con un amigo, pero hay tanto escándalo que ni siquiera lo oyes. 
 El estrés impide desarrollar capacidades. Inhibe la plasticidad cerebral.
 Es una enfermedad silenciosa: aumenta una sustancia llamada cortisol que afecta los receptores del hipocampo, que ya no consiguen de­sarrollar su capacidad de memoria, atención y codi­ficación de cosas nuevas. ¿Cómo lo eliminas? 
En situaciones de relajación, donde te has aislado físicamente del ruido visual, auditivo, táctil. Sucede también con la depresión o con un trastorno obsesivo compulsivo: son ruidos cognitivos, psicológicos, emocionales
. Un pensamiento que está constantemente intro­duciéndose en lo que haces, distorsiona y te impide actuar con calidad.